sábado, 1 de março de 2014

¿Qué pasa realmente en Venezuela?


por Fernando Dorado


¿Qué pasa realmente en Venezuela? El análisis de la actual situación de
Venezuela es muy importante para el futuro de la revolución en Latinoamérica y
en el mundo. Comprender el movimiento complejo – no lineal – de la lucha de
clases “interna”, la interferencia de fuerzas geopolíticas, y la idiosincrasia
del pueblo venezolano, es fundamental para acercarnos a esa realidad, entenderla
y actuar en consecuencia.
Es claro que la lucha de clases “interna” no puede desligarse de los intereses
del capitalismo que se expresa como imperialismo neo-colonial y, a la vez, como
imperio global. Sin embargo, la lucha interna tiene sus propias dinámicas que
juegan a favor y en contra de esa intervención. Lo mismo a nivel cultural. La
religiosidad sincrética, el espíritu pacífico y festivo, el nacionalismo
independentista, la tendencia consumista en boga y otros factores culturales,
juegan de una u otra manera, no sólo entre las diversas clases sociales sino en
diferentes momentos y escenarios.
La lucha de clases interna
Una primera aproximación a la reciente historia de Venezuela nos permite decir
que el proletariado, en sus diferentes expresiones (trabajadores asalariados de
diverso nivel y precariedad, campesinos pobres, pobladores de las barriadas que
viven de la economía popular, “clases medias” bajas), ha sido la base social de
una revolución anti-oligárquica, que fue adquiriendo paulatinamente una fuerte
conciencia nacionalista, anti-estadounidense y que se ha insinuado “socialista”
más por obra de su principal dirigente – Hugo Rafael Chávez Frías – que por una
tradición cultural de ese tipo.
Ese proletariado venezolano no ha logrado construir – hasta ahora – una
vanguardia dirigente cualificada, organizada y unificada. Se apoyó durante las
dos últimas décadas en un caudillo popular que evolucionó desde una posición
“tercerista” hacia un “socialismo popular y cristiano”, que ha recogido
elementos de otros socialismos pero que todavía se muestra difuso y vago, mucho
más cuando su principal ideólogo no pudo – físicamente – continuar con su obra.
La falta de esa dirección colectiva fue temporalmente subsanada por el papel de
su principal dirigente: Chávez. Él fue (y aún lo es) la materialización de un
pueblo en su conjunto, con todas sus contradicciones y limitaciones, y
representa también, en forma compleja (que para muchos es incomprensible y
paradójico), al proletariado venezolano y mundial. Chávez evolucionó desde una
posición nacionalista-democrática de corte eminentemente “bolivariana”, que
buscaba una “tercera vía” entre capitalismo y socialismo, hacia una posición
decididamente socialista que denominó “Socialismo del Siglo XXI”, tomando una
expresión de Heinz Dieterich Steffan. Su ideario socialista y su estrategia
revolucionaria estaban en plena construcción cuando murió.
La ausencia de una dirección colectiva de carácter proletario, de una teoría
política cohesionada y orientadora, y de una praxis revolucionaria de nuevo
tipo, no es un problema particular del pueblo venezolano sino una dificultad del
proletariado mundial, que recién empieza a reaccionar frente – por un lado –, a
la derrota histórica en que se constituyeron las diversas experiencias de
“socialismo del siglo XX”, y – por el otro –, a la arremetida neoliberal de un
capitalismo relativamente triunfante.
Sin embargo la vida no da tregua. La agudización de las contradicciones
societales tanto a nivel mundial como en los países periféricos, crea
condiciones favorables para que las clases sociales subordinadas actúen,
desplieguen sus fuerzas cohesionadas durante ésta etapa, aparezcan nuevas
lecturas de la realidad y surjan prácticas revolucionarias – que en medio del
hacer y el corregir – van configurando nuevos paradigmas y visiones del mundo.
En Venezuela otras clases sociales diferentes al proletariado estaban mejor
preparadas para colocarse a la cabeza de la revolución democrática-nacionalista
que hoy está en pleno desarrollo. Sucede igual en el resto de América Latina y
el mundo. La pequeña-burguesía, la burguesía nacional y la burguesía
burocrática, que en diferentes momentos le habían disputado el poder a la
oligarquía pro-imperial, aprovechan las circunstancias revolucionarias y se
empoderan – no sin fuertes tensiones y contradicciones –, en la dirección del
proceso.
Incluso, no es que estas clases pequeño-burguesas y burguesas se pongan en forma
total del lado de la revolución. Por el contrario, son los elementos más
avanzados de esas clases sociales, que habían heredado tradiciones culturales de
lucha por libertad, independencia y autonomía, los que se colocan decididamente
a la cabeza de esa lucha, identificando (y a la vez, camuflando) sus intereses
sectoriales con formas nacionales y democráticas para ganar la voluntad del
grueso del proletariado. Entre ellos se destacan los militares nacionalistas,
los dirigentes sindicales de los trabajadores estatales y la intelectualidad con
formación marxista.
Gobernar con un aparato estatal heredado
Es evidente que al llegar al gobierno por la vía electoral, la dirigencia
revolucionaria se ve enfrentada a una situación contradictoria que no es fácil
de manejar. Por un lado, tienen que ponerse al frente de un aparato estatal
burocrático heredado. Tienen que gobernar con un “Estado que no es el nuestro”,
como diría Lenin, que es un aparato al servicio del gran capital, clientelar y
clientelista, corrupto hasta los tuétanos, eficiente para darle gabelas a los
capitalistas e ineficaz para resolverle problemas al pueblo y a los
trabajadores.
Por el otro, en forma apresurada e improvisada tienen que ofrecerle soluciones
al proletariado y al pueblo en su conjunto, para poder mantenerse – elección
tras elección – al frente del gobierno, mientras el verdadero poder existente,
el de la burguesía parásita, hace todos los esfuerzos por sabotear la gestión
del nuevo gobierno, impedir que la renta petrolera sirva de base de apoyo para
financiar los programas de inversión social, y generar desconfianza en la
capacidad de los nuevos gobernantes entre amplios sectores de la sociedad.
Es así como la dirección revolucionaria decide implementar las “misiones”. Con
la ayuda del gobierno cubano diseña e impulsa estrategias para resolver, así sea
temporalmente, la contradicción entre tener que llegarle al pueblo con planes y
programas de impacto para su vida y, simultáneamente, asumir la administración
de un aparato estatal burocrático, corrupto, ineficaz y saboteador, que es una
traba para obtener resultados inmediatos.
La ofensiva contra-revolucionaria con el golpe de Estado y el paro petrolero de
2002, y la contra-ofensiva revolucionaria que protagonizó el pueblo y los
trabajadores venezolanos, le permitieron a la dirigencia bolivariana controlar
la riqueza petrolera, ensanchar y fortalecer las misiones, ampliar y ganar
nuevos sectores para su base social. Sin embargo, los afanes electorales y demás
circunstancias propias de las contingencias de un proceso nuevo, además de la
falta de una experiencia, en medio de la lucha interna dentro de la heterogénea
dirigencia bolivariana, que muchas veces era resuelta por la influencia,
personalidad y autoridad del Comandante Chávez, llevaron – inevitablemente – a
cometer serios errores, unos que corresponden a problemas y deficiencias
estructurales (desarrollo real de las relaciones sociales de producción y de las
fuerzas productivas), y otros que tienen que ver con el diseño de la línea
política (desarrollo de la conciencia política).
Los “errores”, limitaciones y deficiencias estructurales
Entre esos “errores”, los más importantes tienen que ver con la incapacidad para
construir formas de poder revolucionario, por la base, en lo que el pueblo
venezolano no tiene mucha experiencia ni tradición. Existen redes, sindicatos,
asociaciones, formas de comunicación popular, pero no ha existido una verdadera
experiencia de tipo organizativo con visión de poder. Pero el factor decisivo
consiste en que la dirigencia revolucionaria escogió el escenario estatal,
institucional, como el centro de su actividad política, dejando a un lado la
construcción diaria y rutinaria de un nuevo poder proletario y revolucionario
(democracia directa). La línea que se impuso – y no podía ser de otra manera –
fue la de participar y “apropiarse” de las instituciones “democráticas”
estatales y ponerse a la cabeza de los gobiernos locales y regionales. A pesar
de la aprobación de leyes y planes gubernamentales sobre “poder popular y
comunal”, los principales cuadros de la revolución se dedicaron a la gestión
gubernamental y al parlamentarismo estatal de tipo institucional. Los “círculos
bolivarianos” – base social organizada en la primera etapa de la revolución –
quedaron a la deriva y a mitad de camino. Los dirigentes revolucionarios, en su
gran mayoría, fueron “apropiados” y absorbidos por el aparato estatal y su
dinámica burocrática.
Ese “error” tiene su explicación en las limitaciones estructurales del proceso,
que son determinantes por la importancia que adquieren las deficiencias
conceptuales de la orientación política. A pesar de las reiteradas orientaciones
de Chávez, del estímulo retórico de los dirigentes a la organización popular, se
fue imponiendo la práctica tradicional en las relaciones entre el gobierno
revolucionario y las bases sociales. Un nuevo clientelismo se fue incubando y
una nueva forma de ascenso social y político de los dirigentes se fue abriendo
camino. Sucede en todas las revoluciones y es un problema no resuelto.[1]
El otro “error” – que está íntimamente relacionado con el anterior – se
manifiesta en la incapacidad del gobierno revolucionario para iniciar, con
consistencia, un trabajo continuado y permanente, apoyándose en los sectores
laboriosos de la sociedad (trabajadores, pequeños y medianos productores,
científicos y técnicos), por construir una base económica “propia”, “nacional”,
“popular”, alterna a la economía dependiente de la renta petrolera, que ha sido
la base de la fuerza social y económica de la burguesía venezolana.
No se percibió desde un principio – lección que debemos aprender otros pueblos y
el proletariado de otros países – que los recursos que se irrigan en la sociedad
para salud, educación, servicios, vivienda, alimentación, infraestructura, etc.,
de una u otra manera son canalizados hacia el sistema productivo y de
intercambio, y que mientras no existan sistemas de apropiación social de la
riqueza, dichos recursos se van a monetizar y van a fortalecer – en el mercado
capitalista – a las fuerzas sociales que tienen el control de ese mercado, que
en este caso es la burguesía parásita. Así, durante estos últimos 15 años la
transferencia de recursos de la renta petrolera a los capitalistas comerciales,
improductivos y especuladores, ha sido incalculable, y muchas de esas fortunas
hoy no están en Venezuela, constituyéndose en un desangre enorme para la
economía venezolana.
La principal lección es que el problema no es solamente la formulación de una
política. Es la ejecución y operación práctica de una política que Chávez
definió como “sembrar el petróleo”, lo que está en juego. Es la correlación real
de fuerzas lo que define esa situación. Es claro, por tanto, que al interior del
“proceso de cambio” existen fuerzas sociales interesadas no sólo en mantener la
actual situación sino que realizan diversas actividades para sabotear cualquier
tipo de acción que ponga en peligro sus intereses.
La pequeña-burguesía en Venezuela no tiene otro camino de ascenso social y
económico que desplazar del poder político y económico a la burguesía
pro-imperial, incluso sin cuestionar su dependencia y parasitismo. La guerra por
el control de cambios que implementó el gobierno bolivariano es una expresión de
esa lucha entre una burguesía ascendente (“emergente”) que se apoya en el
control del Estado para desplazar a la burguesía tradicional que era experta en
importaciones y “exportaciones”, reales y ficticias, y en el uso de todo tipo de
trampas y corruptelas para hacerse con la ganancia.
Es más, el monopolio del Estado sobre el comercio exterior, que es una medida
extrema y requiere de una correlación de fuerzas muy favorable al proletariado y
al pueblo, si no está acompañado de un control estricto y masivo por parte de
órganos de poder popular, también puede convertirse en otra forma de apropiación
privada en manos de quienes tengan el control burocrático del Estado como
ocurrió en la Unión Soviética y en todos aquellos “Estados socialistas” que
implementaron ese monopolio estatal.
Los “aciertos”, la cultura y la espiritualidad
Una de las deficiencias de los socialismos del siglo XX fue no entender la
fuerza e influencia de los aspectos culturales en los procesos sociales
(étnicos, nacionales, culturales, religiosos), que Lenin preveía o sospechaba, y
que han demostrado ser factores muy importantes para nuestras luchas. Esos
aspectos culturales han demostrado que son una especie de soportes espirituales
de los pueblos, entre los cuales el proletariado – así sea la mayoría de la
población – es influido fuertemente por ellos. Al contrario de lo que pensaba
Marx (“opio del pueblo”), esos aspectos culturales pueden ser aspectos positivos
frente al proceso de homogeneización que impulsa el imperio global: son parte de
la resistencia. Todo depende de cómo se asuman. Ello está relacionado con el
tema ambiental, que en el caso de Venezuela – dada la dependencia del petróleo –
no se plantea como parte de la crítica al "extractivismo".
Es por ello que ésta visión crítica al proceso venezolano no es "drástica" (no
nos rasgamos las vestiduras) sino en cierto sentido "suave" ("comprensiva"),
tratando de entender las limitaciones estructurales y conceptuales (que de
alguna manera también son estructurales miradas desde el ámbito mundial) y sobre
todo, tratando de comprender los problemas que ha tenido que enfrentar, las
contradicciones de clase, la presión del imperio, y también los “aciertos”. En
fin, tratamos de alejarnos del campo de los que juzgan como si fuera una tarea
fácil. Chávez es un fenómeno espiritual y político que todavía está por ser
estudiado. Es más, todas las sociedades y pueblos han tenido que apoyarse en
caudillos para poder avanzar en determinadas fases de su historia. Lo grave es
que reduzcamos ese punto de apoyo a la totalidad de nuestro accionar
(“caudillismo”, “culto a la personalidad”).
Por ello se deben resaltar brevemente los “aciertos”. Hay en la revolución
venezolana un esfuerzo muy grande por darle continuidad a la lucha bolivariana
por la independencia y la integración latinoamericana. El sentido de
solidaridad, el compartir la riqueza con otros pueblos menos favorecidos, la
confianza en el sentido de clase y en el anti-imperialismo de la mayoría del
pueblo venezolano, la espiritualidad revolucionaria que se ha construido, se han
constituido en unas herramientas políticas nada despreciables que muchos
“teóricos” – influenciados por visiones euro-céntricas – no pueden entender.
Esos “aciertos” son más resultados del desarrollo natural y creativo de las
reservas democráticas y revolucionarias que tenía guardadas – reprimidas – el
pueblo y el proletariado venezolano, y que han aflorado a la superficie. Allí
están vivas y latentes esas reservas, ahora contenidas por el bloqueo de una
burocracia que impide su desarrollo. El arte del momento es encontrar nuevamente
esa conexión, ayudar a que los trabajadores y el pueblo en general “redescubran”
sus potencialidades y desenmascaren las trabas.
Comparados los avances de la revolución bolivariana con sus limitaciones
estructurales es casi un “milagro” que hayan podido derrotar – parcialmente – al
mayor imperio capitalista del mundo, muy al estilo de lo hecho por el pueblo
cubano. Hoy esa revolución se enfrenta a nuevos retos, a sus propias
deficiencias y, sólo el proletariado podrá hacerla avanzar nuevamente.
Los escenarios y “salidas”
Los actuales problemas que enfrenta la sociedad y el pueblo venezolano – aumento
del desabastecimiento, altísima inflación, incremento de la inseguridad
ciudadana por el impacto de la delincuencia, corrupción administrativa, crecida
del déficit fiscal y del endeudamiento externo del gobierno, agravamiento de la
dependencia de la renta petrolera –, que son factores de la situación actual de
Venezuela utilizados por la burguesía y el imperio para intentar desestabilizar
al gobierno y a la sociedad venezolana, son el resultado de contradicciones de
clase no resueltas, que pueden llevar a los siguientes escenarios, todos
probables en el mediano plazo:
- Profundización de la revolución por el empuje de un proletariado que aunque no
está organizado en forma independiente y autónoma, puja por sus intereses desde
lo profundo de la sociedad y se expresa en diversos niveles de la dirigencia
revolucionaria. Ese proceso deberá contemplar – entre otras – las siguientes
acciones: 1. Construir sobre la marcha un verdadero poder proletario y popular
o democracia directa para neutralizar a la burocracia corrupta; 2. Establecer el
monopolio del comercio exterior con fuertes controles proletarios y populares
para destruir la base económica de la burguesía parásita; 3. Fortalecer la base
productiva nacional promoviendo la apropiación colectiva de la riqueza o
"Sembrar el petróleo" como decía Chávez; 4. Desarrollar la revolución en todos
los terrenos: productivo, económico, social, cultural, moral, atacando la
mentalidad consumista y paternalista que predomina entre el pueblo. Es el
escenario ideal pero poco probable en el corto plazo.
- Acuerdo entre las cúpulas dirigentes de la burguesía tradicional y la
emergente que controla el aparato estatal, o entre sectores preponderantes de
esas burguesías, a fin de lograr una estabilidad económica y política para
mantener y aumentar sus ganancias en medio de la precaria situación del país.
Esa unificación sería la plataforma táctica para obtener mayor inversión
financiera y productiva de otros bloques económicos diferentes a los EE.UU. y
Europa, como los que encabezan China, Rusia, Brasil, Irán, etc. Este acuerdo
significaría la derrota del sector burgués dependiente y agente de los EE.UU.,
situación que ya muestra algunos avances que se pueden observar en el
comportamiento conciliador de grandes capitalistas como Gustavo Cisneros y otros
empresarios agrupados en Fedecámaras. Es el escenario más probable en lo
inmediato y constituye también un duro golpe al proletariado, ya que algunos de
los avances de la revolución pueden ser poco a poco reversados.
- Desestabilización económica y política de la sociedad venezolana e imposición
de la burguesía pro-estadounidense mediante una intervención militar de los
EE.UU. y de fuerzas paramilitares colombianas. Ello llevaría a la derrota
completa de la revolución bolivariana y a la recuperación del control político y
económico por parte del imperio estadounidense y la burguesía fascista
venezolana. Es el escenario menos posible en el corto plazo pero el que se va a
seguir intentando por parte de la derecha más extrema.
La revuelta fascista que se adelanta en la actualidad no cuenta con la fuerza
para desestabilizar el país. Es una alerta para la burguesía emergente
“bolivariana” que de no tener la presión del proletariado revolucionario va a
transar con algunos sectores de la burguesía venezolana para obtener –
materializar – una estabilidad política y gubernamental que necesita para seguir
acumulando fuerza económica, política y cultural.
Conclusión
Como conclusión parcial de este repaso histórico e incipiente análisis podemos
afirmar que además de la falta de experiencia en la tarea propuesta, algunos
elementos de la formación ideológica y política de los dirigentes del movimiento
bolivariano han permitido que aspectos estructurales de la sociedad venezolana,
del mundo actual y del mismo proceso, no fueran tenidos en cuenta en toda su
dimensión y complejidad, y por tanto, surgieron en su dirección política
tendencias erróneas, que hasta ahora, han impedido – consciente o
inconscientemente –, que la causa revolucionaria del socialismo sea asumida por
el pueblo como una causa propia.
La oposición total – “radical” – al gobierno bolivariano, por parte de algunos
sectores que se reclaman “revolucionarios” y “socialistas”, que los lleva a unir
esfuerzos con la derecha venezolana y aún con el imperio, no es la mejor
conducta para el momento. Tal actitud los lleva a aislarse del conjunto del
proletariado y del pueblo “chavista” (en Ecuador, del pueblo “correísta” y en
Bolivia, del pueblo “evista”), a ilusionarse con sectores “juveniles” que tienen
un sesgo profundamente reaccionario, racista, “clasista” desde lo burgués y
pequeño-burgués, y a llevarle agua al molino a nuestro enemigo de clase. Ese
comportamiento, profundamente infantil, le hace el juego a la burguesía
emergente (“bolivariana”) y le facilita el terreno para cooptar a los dirigentes
obreros y proletarios, aislándolos de un verdadero movimiento proletario de
amplia cobertura.
La tarea esencial es clarificar la política independiente del proletariado sin
aislarnos del conjunto de la lucha por la dirección de la revolución
“bolivariana”, que es una creación y patrimonio del proletariado y del pueblo
venezolano. Entender que al interior del “proceso de cambio” existen las
potencialidades para dar un salto cualitativo hacia adelante. Identificar el
enemigo principal – imperio estadounidense, burguesía parásita imperialista,
paramilitarismo uribista colombiano – sin descuidar la alianza que se ha ido
formando entre sectores burgueses tradicionales y la burguesía emergente
“bolivariana”.
La energía espiritual de un pueblo y un proletariado que ha iniciado su
liberación está allí latente y no va a ser fácil de derrotar. Los procesos
sociales van más allá de los sujetos individuales. Construir una nueva sociedad
no es una tarea fácil ni se hace de un momento para otro. Poco a poco la
revolución acumulará las fuerzas para dar el salto cualitativo al que le temen
todas las fuerzas reaccionarias.



[1] Este problema está siendo trabajado por los neo-zapatistas mexicanos con la
concepción del “mandar obedeciendo”, las Juntas de Buen Gobierno, los Municipios
Autónomos, los “Caracoles”, en donde sus integrantes y responsables son
rotativos y reemplazables en todo momento. Son formas de Democracia Directa con
representación y delegación limitada por un control social asambleario. Es el
mismo principio de la “Comuna”, “Soviets”, “Comités Revolucionarios”, pero con
desarrollos en el tiempo y el espacio, con una fuerte autonomía frente al
Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN y fuerzas políticas partidarias.

In
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/81946-¿qué-pasa-realmente-en-venezuela?.html
28/2/2014

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