quinta-feira, 31 de outubro de 2013

Sobre la huelga de educación y las tareas del futuro inmediato **



Iohannes Maurus


Sobre los retos que tiene por delante la Marea Verde para pasar de una eficaz
herramienta de expresión a una de contrapoder capaz de prolongarse, ampliarse y
sobrevivir.


La huelga de la educación ha vuelto a ser un éxito. No solo ha parado en un
elevado porcentaje la mayoría de los centros de enseñanza, sino que, para horror
del gobierno, las camisetas verdes han vuelto a invadir las calles. El problema
es que el éxito no basta.

El éxito es el resultado de un encuentro puntual de fuerzas que toman cuerpo por
un tiempo, pero lo hacen en el caso de una manifestación o de una huelga en el
marco de una estructura altamente disipativa, una estructura que no dura y queda
reabsorbida por las distintas corrientes de fuerzas que reproducen la normalidad
social capitalista.

Una protesta, una reivindicación que no parta de una potencia propia y que solo
unifique fuerzas frente a un enemigo juega en el terreno del enemigo, en su
campo de fuerzas. Esto es posible y aún necesario para empezar, pero, por
definición, no es una fórmula que permita vencer. Para vencer hay dos soluciones
: o bien se liquida el campo de fuerzas del poder mediante una insurrección o
una revolución, o bien se opta, como el pueblo judío en la Biblia, por el éxodo.

Lo primero, un enfrentamiento social masivo con el régimen destinado a hacerlo
caer, no parece un objetivo posible para un movimiento social sectorial como la
Marea Verde.
Para alcanzar ese objetivo, las distintas Mareas, los distintos grupos que
defienden a sectores agredidos por la deudocracia, tendrían que formar una
enorme marea democrática capaz de dotarse de un programa político de ruptura. No
estamos todavía en eso.

En los distintos sectores, y en concreto en la Marea Verde, tenemos que
organizar nuestras propias bases en un movimiento provisional de éxodo que no es
necesariamente incompatible con un momento insurreccional posterior, sino que lo
prepara. Como sabía Mao Zedong, para que la guerra popular prolongada tenga
posibilidades de éxito, no todo puede jugarse en el frente y aún menos nuestra
propia consistencia como nueva organización de la sociedad (ordine nuovo, “orden
nuevo”, decía Gramsci antes de que este término quedara secuestrado y
prostituido por fuerzas oscuras).

Carece de consistencia la voluntad abstracta que persigue un ideal sin haber
realizado ya su deseo en su propia acción. Si queremos educación pública y otros
servicios públicos, si queremos los bienes comunes necesarios para la vida
civilizada, no podemos esperar a que el Estado privatizador nos los regale:
nuestro objetivo -incluso si fuerzas amigas llegan al gobierno- es neutralizar
la acción privatizadora y expropiadora del Estado y constituir desde abajo un
espacio público y unos servicios públicos no estatales.

El Estado no constituye lo común, en el mejor de los casos lo tutela y lo
gestiona, en el peor se comporta como propietario de unos bienes que la sociedad
le ha confiado, pero que no son suyos y puede en cualquier momento
privatizarlos, robárselos a la sociedad. La única garantía de que esto no ocurra
es que se disponga de bienes comunes al margen del Estado, que la propia
sociedad desarrolle sus propios servicios públicos y tutele sus propios bienes
comunes. Lo público y lo estatal no solo no coinciden, sino que, como vemos hoy,
pueden entrar en abierta contradicción cuando el Estado en régimen neoliberal no
solo es Estado propietario (como en la doctrina política y jurídica clásica)
sino Estado empresario privado, Estado privatizado y privatizador. Sin una base
social que constituya unos comunes ajenos a todo control estatal, la batalla
está perdida. Como afirma el maestro Althusser: "Hay que empezar por el
comienzo" y este es siempre ya lo que queremos. Nos espera una larga marcha.

Lo primero es desobedecer la ley desde los propios centros y por todos los
medios. Lo segundo luchar contra la privatización, por ejemplo poniendo a
disposición manuales gratuitos. Tercero: hacer participar a padres, alumnos,
gente del entorno en la gestión efectiva de los centros públicos. Todo esto
dentro del Estado. Fuera (si existe ese "fuera") organizar todo un sistema
cooperativo de enseñanza y de apoyo a la enseñanza y a la educación popular.

No es nada revolucionario (o tal vez sí, pero no utópico): se trata de lo que ya
hacía el movimiento obrero a finales del XIX y principios del XX con las casas
del pueblo, los ateneos libertarios, etc. Hay ya en marcha muchas iniciativas de
este tipo, cada una de ellas con características propias, desde la cooperativa
Artefakte de Barcelona, que publica libros e imparte cursos muy interesantes y
de excelente nivel, hasta la Universidad Popular de Ciempozuelos, pasando por
una amplia red de centros sociales, centros culturales alternativos, entre los
que figura el de Móstoles junto a otros muchos de la periferia madrileña, buenos
periódicos alternativos como Voces de Pradillo, etc., etc. Esto no quita que
haya que ganar las elecciones (hoy día, en Europa occidental, pero también en la
propia América Latina, la insurrección popular tiene un inevitable momento
electoral) y participar en instancias de gobierno a todos los niveles, en la
perspectiva de frenar al Estado privado-privatizador y, de apoyar desde los
poderes públicos los medios y marcos de empoderamiento social ya existentes.

El comunismo no es para un lejano porvenir, sino una necesidad vital del hoy y
se va construyendo ya mismo. Los capitalistas lo han entendido mejor que
nosotros y utilizan en su gestión del trabajo vivo las relaciones comunistas que
caracterizan a nuestra especie: la comunicación, el lenguaje, los afectos, la
capacidad de autoorganización y de cooperación horizontal, etc. Esas mismas
fuerzas que el capital secuestra mediante disciplinas de empresa o mediante el
sutil control financiero de la deuda, pueden ya ser libres: son las que crean el
mundo, no es el capital y aún menos la forma particularmente parasitaria del
poder financiero que lo crea. Parece que la izquierda mayoritaria llevase una
revolución del capitalismo de retraso..."

In
http://iohannesmaurus.blogspot.com.br/2013/10/sobre-la-huelga-de-educacion-y-las.html
http://www.vocesdepradillo.org/content/sobre-la-huelga-de-educacion-y-las-tareas-del-futuro-inmediato
27/10/2013

**- Em meados dos século XIX, a escola estatal, elementar, pública e gratuita
era apenas embrionária. O movimento operário vislumbrou
a importância da escola e da moderna educação técnica e científica. Isso
ficou patente particularmente na Inglaterra, no movimento cartista. Não
obstante, este movimento deu-se conta também, com notável clareza, que a
escola estatal (burguesa/aristocrática) era, antes de tudo, uma escola de
domesticação do proletariado, uma escola de enquadramento dos trabalhadores
na visão de mundo e instituições da ordem burguesa em ascensão. A partir
dessa constatação o movimento cartista elaborou uma visão de educação
escolar divergente da oficial. Um sistema escolar próprio deveria ser organizado pelos
trabalhadores com total independência do Estado, mediante a formação de uma grande
associação de trabalhadores. O Estado, uma vez consolidado esse sistema, deveria
aportar recursos a esse sistema, mas com plena observância de sua autonomia.
No Brasil, atualmente, o Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST),
mutatis mutandis, reeditando essa velha tese cartista, também se encontra emepenhado
na construção de um sistema escolar próprio e autônomo.
Ver:
LOVETT, WILLIAM, CABINET-MAKER; COLLINS, JOHN, TOOL-MAKER.
Chartism; a new organization of the people; embracing a plan for the education and improvement of the people;,
politacally and socially . London: Watson; Hetherington; Cleave. , 1848.

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