sábado, 19 de novembro de 2016

De las colectivizaciones al 15M: 80 años de lucha por la autogestión en España



José Luis Carretero

Ponencia presentada en el Panel “Las ocupaciones obreras y la autogestión a lo
largo de la historia –vínculos con el presente. II Encuentro Euro - Mediterráneo
“La Economía de los trabajadorxs” - VIOME - 28/29/30 Octubre 2016.
Participantes: Francesca Gabbriellini (Italia), Milos Vlaisavljevic (Croacia),
Ozgur Narin (Turquía), Alan Tuckman y Tom Unterrainer (Reino Unido) y Mario
Hernandez (Argentina)

 Esta ponencia habla de las colectivizaciones durante la Guerra Civil española,
y de cómo esas ideas han tenido después su manifestación en el movimiento 15M
que apareció en el Estado español en el año 2011.
 Hace 80 años, el 18 de julio de 1936, los militares fascistas inician un golpe
de Estado contra la República española. Gran parte del país cae en sus manos en
poco tiempo. Pero tienen un problema: Barcelona. En la capital de Cataluña los
sindicatos de la CNT, la organización anarquista mayoritaria en el movimiento
obrero, organizan la resistencia. Los disparos y enfrentamientos se extienden a
toda la localidad. Antes de que acabe el día los militares han sido derrotados y
los obreros se hacen dueños de la ciudad.
 Poco a poco las noticias sobre lo sucedido en Barcelona se extienden a otros
sitios, aumentando las resistencias, en Madrid, Valencia, etc. En más de la
mitad del país la resistencia al golpe triunfa comandada por las masas obreras
ante la pasividad y la pusilanimidad de las autoridades republicanas que una vez
más se niegan a dar las armas a las multitudes que defienden la democracia. Los
militares y fascistas han sido derrotados. Muchos empresarios y terratenientes
huyen a la zona nacional, las autoridades republicanas están escondidas,
paralizadas. Los obreros son de hecho los dueños de las situaciones. Pero, ¿qué
es la democracia para los obreros? ¿Cómo es una democracia obrera?
 Antes de que el aparato estatal pueda reaccionar, los trabajadores proceden a
construir un auténtico poder popular, incluso en el ámbito económico. Las
patrullas de control formadas por las milicias de los sindicatos se hacen dueñas
de los barrios obreros, un tribunal revolucionario sustituye a la justicia
burguesa y gran parte de la industria y del campo queda en manos republicanas y
es colectivizado en régimen de autogestión.
 El 25 de julio el sindicato CNT de las Aguas de Barcelona advierte al pueblo
que la ciudad no tiene nada que temer por lo que respecta al suministro, ya que
el servicio queda totalmente garantizado por el Comité revolucionario obrero que
ha incautado la empresa. Lo mismo ocurre con los tranvías, los autobuses, el
metro, las redes ferroviarias, la industria de la madera, las agencias marítimas
en las que la iniciativa de la colectivización viene de trabajadores
sindicalizados en la UGT, el sindicato socialista, minoritario en Cataluña.
También gran parte de las factorías de la metalurgia y la construcción.
 Un ensayo curioso hoy, que se habla tanto de bienes comunes y servicios
públicos socializados, fue el de las panaderías, constituyendo un mercado
diseminado por el territorio en la forma de hornos y obradores pequeños; en un
ambiente insano de locales anticuados los trabajadores pusieron un gran empeño
en que la producción se realizara en el menor número de hornos posibles,
mejorando las condiciones de seguridad e higiene y abaratando los costos. Por
ejemplo, ¿cómo se hizo la colectivización de los tranvías? Un grupo de obreros
armados se presentó en las oficinas de la Compañía de tranvías de Barcelona,
situada en la Ronda de San Antonio, esquina a la calle Campo Sagrado.
Incautándose de la misma y del fichero social que la Compañía poseía de los
obreros, siendo quemado en la mitad de la calle.
 Mientras tanto, las empresas de propiedad extranjera que no podían ser
colectivizadas eran sometidas a mecanismos de control sindical y obrero. En la
Telefónica de capital norteamericano, el control se extendía a todos los
aspectos de la explotación, conservación, comunicaciones, construcción, incluso
a las operaciones cambiarias. La compañía no podía retirar dinero de los bancos
para la realización de pagos sin la autorización correspondiente del Comité de
control compuesto por los delegados del CNT y dos de la UGT. Este Comité era
nombrado por las asambleas de trabajadores, las atribuciones de la empresa se
redujeron a la administración de los ingresos y las salidas.
 En el campo también ocurría con las tierras abandonadas por los fascistas. Se
establecían colectividades, organismos locales autogestionarios para realizar el
trabajo en comunas. Parte de ellas también establecían el pago a los miembros en
función de las necesidades familiares en lugar de las horas trabajadas, así como
formas de moneda social local. Las colectividades establecían escuelas,
hospitales, ateneos culturales, todos los servicios que faltaban en pueblos que
habían sido sometidos durante décadas y siglos a una situación de atraso y
miseria.
 El anarcosindicalista José Negre indicaba en marzo de 1937, en una conferencia
en Barcelona, cuál era el concepto dominante en el seno del proceso
colectivizador: “La socialización es un régimen social en el cual los campos,
las fábricas, talleres y todos los instrumentos de trabajo son propiedad de la
sociedad, es decir, de todos en general y de nadie en particular. En el sistema
de socialización, campos, fábricas y talleres quedan en manos de los
productores, como asimismo la facultad de organizar la producción, trasporte y
distribución de los productos, pues a nadie compete dicha misión más que a los
trabajadores encuadrados en sus organismos sindicales, en sus sindicatos de
industria y en las federaciones y confederaciones de los mismos. El señalar el
volumen de producción, es decir la cantidad de productos que deben producirse
para cubrir las necesidades de la sociedad, a dónde deben transportarse y cómo
deben distribuirse será competencia de organismos superiores que se crearán para
atender las necesidades de toda la sociedad, para coordinar la compleja vida de
la relación social, de la sociedad en su conjunto”.
Estos organismos de coordinación de conjunto se van creando, instituyendo
federaciones de ramo, industria y colectividades agrarias. El ejemplo más
acabado es el llamado Consejo de Aragón, la zona donde la colectivización
agraria es más completa, donde se instituye un gobierno basado en la democracia
directa y en la autogestión por parte de los campesinos. El Consejo de Aragón
tiene su correspondencia económica. Antonio Gambau Gil representante de la CNT
de Abastos en el almacén de la Colectividad de Castel lo explica así: “El
sistema que tenía como misión coordinar las necesidades de conjunto de las
colectividades aragonesas era la Federación regional de colectividades. Una
especie de banco sin cajas fuertes ni dinero. Su labor consistía en contabilizar
las disponibilidades, es decir, los excedentes de producción de las
colectividades y las necesidades de las mismas. Si una colectividad tenía la
necesidad de ayuda, la Federación con la disponibilidad de otras comunidades, se
la presentaba sin cobrar por ello ningún crédito. Por otra parte, aquellas
colectividades con excedentes tampoco percibían ningún interés por sus depósitos
que en sí constituían un fornido de solidaridad para los demás y hacia sí
mismos”.
Para dar una idea de la dimensión del proceso indiquemos los datos que nos da el
historiador Alejandro Rodríguez Díaz de Torres para los principales espacios
geográficos implicados. Aragón: 450 colectividades máximo, integradas por más de
300.000 personas. Cataluña, colectividades agrícolas 297 mínimo, 400 máximo,
70.000 integrantes, promedio 350 colectividades a 250 personas cada una.
Colectividades industriales 80% de los 700.000 obreros en empresas colectivas,
1.020.000 personas implicadas. Levante: 503 colectividades agrícolas mínimo, con
unos 130.000 integrantes familiares, 30.000 personas implicadas en
colectividades industriales. Solo son ejemplos, podríamos dar más. El proceso
implicó a toda la España republicana y todos los estados económicos, desde los
pueblos vitivinícolas de Castilla La Mancha hasta empresas cinematográficas de
Madrid.
 El proceso colectivizador fue derrotado. Las contradicciones y enfrentamientos
en el seno de los sectores populares, el rearme y la vuelta al poder de la
burguesía republicana en la zona leal apoyada por el estalinismo que entendía
que primero había que ganar la guerra y luego hacer la revolución provocando la
desmoralización de las masas obreras catalanas junto con la derrota militar
final, llevaron a la disolución a sangre y fuego de las colectivizaciones.
 Son múltiples los testimonios de sorpresa de los antiguos patrones al volver a
las instalaciones de sus fábricas y verlas mejoradas y reorganizadas de una
manera más racional por los trabajadores. Los subproductos sociales de la
derrota pueden rastrearse hasta el día de hoy en la ausencia de memoria
histórica, en un país en el que los exiliados de la postguerra siguen enterrados
en las cunetas de las carreteras y en las fosas comunes, sin que se les haya
permitido a sus familiares darles digna sepultura. El miedo generalizado de la
sociedad española a todo lo que suene a compromiso político o a subversión del
orden existente, la despolitización social de generaciones que no conocen su
propia historia y que no saben que el actual monarca es hijo del que el dictador
puso al final en España.
 Esta experiencia colectivista desapareció al hilo de la derrota de la República
y la brutal represión del franquismo. Ochenta años después, sin embargo, la
autogestión se extiende en el sentido amplio, sigue siendo un elemento que actúa
como un importante referente para amplias capas de la sociedad cuando se
moviliza, como fue en el caso del llamado movimiento 15M que ha generado en gran
medida la actual situación política española.
 Tras la toma de la Puerta del Sol por las multitudes el 15 de mayo de 2011,
tras el ciclo de movilizaciones sociales que se desató inmediatamente después,
iniciado por la emergencia de centenares de asambleas en pueblos y barrios de
toda España, los conceptos de democracia directa, una democracia real, y la
autogestión actuaron como catalizadores de muchas de las experiencias
desarrolladas en las luchas sociales subsiguientes.
 Las asambleas populares organizaron bancos de tiempo, monedas locales,
cooperativas locales, grupos de consumo agroecológico, intercambios de
conocimientos, proyectos de transformación de índole autogestionaria como la
Cooperativa Integral catalana o el Mercado Social de Madrid, centros sociales
autogestionados como el EKO o la Enredadera en Madrid, bancos de alimentos
comunales como el Banco Bueno de la barriada degradada de Palma Palmilla en
Málaga. Hay iniciativas de este tipo en toda la Península y son mucho más
populares y conocidas que hace años atrás.
 La llegada al poder municipal de los llamados “ayuntamientos del cambio”
dirigidos por un sector puesto por el llamado “asalto institucional” asociándose
para ello con partidos políticos nuevos y viejos ha abierto la posibilidad del
debate para las posibilidades de la remunicipalización de los servicios públicos
privatizados en las décadas anteriores.
 Ante esta oportunidad un amplio conjunto de trabajadores activistas y vecinos
que apoyan dichas reivindicaciones están planteando que las mismas se hagan de
una manera que permita la construcción de instituciones del común, es decir,
autogestionadas por los trabajadores y usuarios. Generando un nuevo tipo de
propiedad, ni privada ni estatal burocrática, sino comunal comunitaria.
 En este escenario es que hay que entender la nueva propuesta de
remunicipalización cooperativa del servicio público de limpieza de la ciudad de
Madrid presentada por el Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión
(ICEA) y que tiene como objetivo abrir este debate y que será presentada en este
mismo encuentro mañana.
 Desde Solidaridad Obrera, desde una organización de trabajadores que se reclama
heredera de la iniciativa de las colectivizaciones, entendemos que estos
procesos tienen que ser profundizados, desarrollados y fortalecidos y que
nuestro pueblo y nuestra clase tienen que empoderarse cada vez más para que
conociendo el pasado podamos edificar la sociedad del futuro. Como decía en 1937
Alardo Prats y Beltrán de los colectivizadores de Aragón: “Todas estas
muchedumbres de hombres, mujeres y jóvenes tienen en su memoria aún grabado de
qué se trata un régimen de opresión y atraso y ante la realidad actual el
contraste surge poderoso como argumento que aniquila toda una época para siempre
derrumbada. Cualquier sombra de recelo por el porvenir está lejos de su
espíritu. Da la impresión de que trabajan para la eternidad, tal es su seguridad
en las decisiones que toman, tal es su ahínco en la perfección de los sistemas
de trabajo y producción, tal es su fe en la victoria”.
José Luis Carretero (Solidaridad Obrera, España).
Edición: Mario Hernandez
 Desgravación: Ana Laura Xiques
In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219324
18/11/2016

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