terça-feira, 6 de junho de 2017

La crisis del capitalismo global y la marcha de Trump hacia la guerra



William I. Robinson


La discreta escalada de la intervención norteamericana en el Medio Oriente en
las ultimas semanas llega en un momento en que el régimen de Trump enfrenta una
creciente escándalo sobre la presunta injerencia rusa en su campaña electoral de
2016, además de los índices históricamente mas bajos de aprobación para un
presidente entrante y una resistencia cada vez mayor entre la población. Los
gobernantes estadounidenses a menudo han lanzado aventuras militares en el
exterior para desviar la atención de las crisis políticas y los problemas de
legitimidad en su ajuar.
Mas allá de la intervención en Siria, Iraq, y Afganistán, Trump ha propuesto un
incremento de $55 mil millones de dólares en el presupuesto del Pentágono. Ha
amenazado con utilizar la fuerza militar en varios polvorines alrededor del
mundo, incluyendo a Siria, Irán el Sudeste Asia, el flanco oriental de la OTAN
con Rusia, y en la Península de Corea. En la medida que surjan centros
competidores de poder en el sistema internacional, cualquier aventura militar
podría desembocar en una conflagración global con consecuencias devastadoras
para la humanidad.
Los periodistas y comentaristas políticos han centrado su atención en el
análisis geo-político en su esfuerzo por explicar las crecientes tensiones
internacionales. Por muy importante que sea este enfoque, hay profundas
dinámicas estructurales en el sistema de capitalismo mundial que empujen los
grupos gobernantes hacia la guerra. La crisis del capitalismo global se viene
intensificando, no obstante el optimismo de los economistas tradicionales y la
elites mareados por índices recientes de crecimiento y la repentina inflación de
los precios de las acciones a raíz de la elección de Trump. En particular, el
sistema enfrenta una insoluble crisis de la sobre-acumulación y de la
legitimidad.
La crisis actual, mas que cíclica, es estructural, lo que quiere decir que la
única solución es una reestructuración del sistema. La crisis estructural de los
años 1930 fue resuelta mediante un nuevo tipo de capitalismo redistributivo, o
sea, la social democracia, el Keynesianismo, y el corporativismo. El capital
respondió a la crisis estructural de los años 1970 con globalizarse. La
emergente clase capitalista transnacional (CCT) emprendió una vasta
reestructuración neo-liberal, liberalización comercial, e integración de la
economía mundial.
La globalización facilito un boom en la economía global en la ultima década del
siglo XX en la medida que los ex-países socialistas se integraron al mercado
global y el capital transnacional, liberado del estado-nación, emprendió una
enorme ronda de despojos y de acumulación a nivel mundial. La CCT descargo los
excedentes anteriormente acumulados y reanudo la generación de ganancias en la
emergente sistema globalizado de producción y finanzas mediante la adquisición
de los bienes privatizados, la extensión de las inversiones en la minería y la
agro-industria a raíz del despojo de centenares de miles de personas del campo
en el antiguo Tercer Mundo, y una nueva ola de expansión industrial asistido por
la revolución en la Tecnología de la Informática y la Computación.
No obstante, la globalización capitalista ha dado lugar a una polarización
social mundial sin precedente. La agencia de desarrollo británico Oxfam informa
que apenas el un porciento de la humanidad posee la mitad de la riqueza del
mundo y el 20 por ciento controla el 95 por ciento de esa riqueza, mientras el
restante 80 porciento tiene que conformarse con apenas el 5 porciento.
Dada esta extrema polarización de los ingresos y la riqueza, el mercado global
no puede absorber la producción de la economía global. El colapso financiero de
2008 marco el arranque de una nueva crisis estructural de la sobre-acumulación,
lo que se refiere a que el capital acumulado no puede encontrar salidas
rentables para la reinversión de ganancias. Los datos para 2010 indican, por
ejemplo, que las compañías estadounidenses contaban en ese año con $1.8 billones
de dólares en efectivo no invertido. Las ganancias corporativas han registrado
niveles casi record al mismo tiempo que la inversión corporativa ha declinado.
En la medida que se va acumulando este capital no invertido, crecen enormes
presiones para encontrar salidas rentables para el excedente. Los grupos
capitalistas, y especialmente el capital financiero transnacional, presionan a
los estados a crear nuevas oportunidades para la inversión rentable. Los estados
neo-liberales han recurrido a cuatro mecanismos en años recientes para ayudar a
la CCT a descargar el excedente y sostener la acumulación frente al
estancamiento.
Uno es el asalto y el saqueo a los presupuestos públicos. Las finanzas publicas
han sido reconfiguradas mediante la austeridad, los rescates a las
corporaciones, los subsidios estatales al capital, el endeudamiento estatal, y
el mercado global de bonos, todo lo que resulta en la transferencia directa e
indirecta por parte de los gobiernos de la riqueza, desde la clases laborales a
la CCT.
Un segundo mecanismo es la expansión del crédito a los consumidores y los
gobiernos, sobre todo en los países ricos, para sostener el consumo. En Estados
Unidos, por ejemplo, país que ha sido “el mercado de ultima instancia” para la
economía global, el endeudamiento de las familias de la clase obrera ha llegado
a nivel record para todo el periodo post-Segunda Guerra Mundial. Los hogares
norteamericanos tenia una deuda total en 2016 de $13 billones de dólares en
prestamos estudiantiles y automovilísticos, en deuda de las tarjetas de crédito,
y los hipotecarios. Mientras tanto, el mercado global de bonos – un indicador de
la deuda gubernamental global – ya había para 2011 rebasado los $100 billones de
dólares.
Un tercer mecanismos es la frenética especulación financiera. La economía global
ha sido un gigantesco casino para el capital financiero transnacional, mientras
crece cada vez mas la brecha entre la economía productiva y el “capital
ficticio”. El Producto Bruto Mundial, o el valor total de los bienes y servicios
producidos a nivel mundial, alcanzo los $75 billones de dólares en 2015,
mientras la especulación solamente en monedas extranjeras llego a $5.3 billones
al día en ese año y el mercado global de derivados se estimo en un alucinante
$1.2 trillones.
Estos tres mecanismos pueden resolver el problema momentáneamente pero a la
larga terminan agravando la crisis de la sobre-acumulación. La transferencia de
la riqueza desde los trabajadores al capital constriñe aun mas al mercado,
mientras el consumo financiado por el cada vez mas endeudamiento y la
especulación aumenta la brecha entre la economía productiva y el “capital
ficticio”. El resultado es una cada vez mayor inestabilidad subyacente de la
economía global. Muchos ahora consideran que otro colapso es casi inevitable.
Sin embargo, hay otro mecanismos que sostiene la economía global: la acumulación
militarizada. He aquí una convergencia de la necesidad que tiene el sistema para
el control social y la necesidad que tiene para la acumulación perpetua. Las
desigualdades sin precedente solo pueden ser sostenidas por los sistemas cada
vez mas expansivos y ubicuos de control social y represión. Pero muy por aparte
de las consideraciones políticas, la CCT ha adquirido un interés creado en la
guerra, el conflicto, y la represión como medio en si de la acumulación,
incluyendo la aplicación de amplias nuevas tecnologías y una mayor fusión de la
acumulación privada con la militarización estatal.
Mientras la guerra y la represión organizada por el estado cada vez mas se
privatiza, los intereses de un amplio despliegue de grupos capitalistas cambian
el clima político, social, e ideológico hacia la generación y el sostenimiento
de los conflictos – tal como en el Medio Oriente – y en la expansión de los
sistemas de guerra, de represión, de vigilancia y de control social. Las así
llamadas guerras contra las drogas, contra el terrorismo, contra los
inmigrantes; la construcción de muros fronterizos, de centros de detención de
los inmigrantes y cárceles; la instalación de los sistemas de monitoreo y
vigilancia en masa, y la extensión de las compañías privadas mercenarias y de
seguridad – todo eso se convierte en principales fuentes para la acumulación y
generación de ganancias.
El estado norteamericano se aprovecho de los ataques del 11 de setiembre de 2001
para militarizar la economía global. El gasto militar estadounidense se disparo,
alcanzando billones de dólares para librar la “guerra contra el terrorismo” y
las invasiones y ocupaciones de Iraq y Afganistán. La “destrucción creativa” de
las guerras funge para echar leña a las brazas humeantes de una economía global
estancada. El presupuesto del Pentágono subió en un 91 porciento en términos
reales entre 1998 y 2011, y aun sin incluir las asignaciones especiales para
Iraq, se incremento en un 50 por ciento en términos reales en este periodo. En
la década de 2001 a 2011, las ganancias de la industria militar casi se
cuadruplicaron. A nivel mundial, el gasto militar creció en un 50 porciento
desde 2006 a 2015, de $1.4 billones a $2.03 billones de dólares.
La vanguardia de la acumulación en la economía real alrededor del mundo cambio
de la Tecnología de la Informática y la Computación antes de que se reventó en
1999-2000 la burbuja del la bolsa de valores para este sector (conocido como
“dot-com”), al nuevo “complejo militar-seguridad-industrial-financiero” – este
mismo complejo a la vez integrado al conglomerado de alta tecnología. Este
complejo ha acumulado enorme poder en los pasillos del poder en Washington y en
otros centros políticos alrededor del mundo. Un emergente bloque de poder que
reúne el complejo financiero global con el complejo militar-seguridad-industrial
tendió a cristalizarse a raíz del colapso de 2008. Hay una peligrosa conjugación
alrededor de la acumulación militarizada de los intereses de clase de la CCT con
la cuestiones geo-políticas y económicas. Entre mas llega a dependerse la
economía global de la militarización y el conflicto, cada vez mayor es el
impulso hacia la guerra y cada vez mas altos los riesgos para la humanidad.
El día después del triunfo electoral de Trump, el precio de las acciones de la
empresa “Corrections Corporation of America,” la principal contratista privada
para los centros de detención de los inmigrantes en Estados Unidos, disparo en
un 40 por ciento, dada la promesa electoral de Trump de deportar a los
inmigrantes en masa. Los grandes contratistas militares como Raytheon y Lockheed
Martin, registran súbitas alzas en sus acciones cada vez que hay un nuevo brote
del conflicto en el Medio Oriente. Horas después de que la marina norteamericana
bombardeo a Siria con misiles Tomahawk el pasado 6 de abril, el valor de las
acciones de Raytheon subió en un mil millones de dólares. Centenares de firmas
privadas alrededor del mundo hicieron ofertas para la construcción del
tristemente celebre muro de Trump en la frontera Estadounidense-Mexicana.
Mas allá de la retorica populista, el programa económico de Trump constituye el
neo-liberalismo en esteroides. Las reducciones de impuestos corporativos y la
acelerada desregulación vendrá a exacerbar la sobre-acumulación y aumentara la
propensión del bloque de poder para los conflictos militares. Los militares
activos y retirados que controlan la maquinaria norteamericana de guerra ocupan
numerosos puestos en el régimen de Trump y gozan de cada vez mayor autonomía de
acción. Sin embargo, detrás los régimen de Trump y del Pentágono, la CCT busca
sostener la acumulación mediante la expansión de la militarización, el
conflicto, y la represión. Solamente un contra-movimiento desde abajo, y a la
larga, un programa para redistribuir la riqueza y el poder hacia abajo, pueden
contrarrestar el espiral hacia arriba de la conflagración internacional.
William I. Robinson. Profesor de Sociología, Universidad de California en Santa
Bárbara.

In
ALAINET
http://www.alainet.org/es/articulo/185866
1/6/2017

Nenhum comentário:

Postar um comentário