quinta-feira, 28 de setembro de 2017

Discusiones sobre el fin del capitalismo y lo que vendrá



Claudia Cinatti
La izquierda diario


El capitalismo como modo de producción histórico es un sistema que va a terminar
y su fin no está demasiado lejos, incluso quizás ya estamos viviendo el comienzo
de este final anunciado. Su muerte no será un acontecimiento violento
precipitado por una revuelta de los explotados sino un proceso prolongado y la
causa de defunción, una sobredosis de sí mismo. Lo que hay por delante son
décadas de decadencia económica, política, social y moral. Palabras más o menos,
esta es la principal tesis del sociólogo alemán Wolfgang Streeck sobre la
situación actual y su dinámica más probable.
La radicalidad de su análisis y lo sombrío de su pronóstico son una muestra más
de la profundidad de la crisis económica, política, social, estatal –orgánica–
que ha abierto la Gran Recesión de 2008. Sobre todo viniendo de un intelectual
que antes de formular esta versión sui generis de la teoría del derrumbe
capitalista, militaba en las las del mainstream socialdemócrata.
Los ensayos de Streeck, centrados fundamentalmente en la crisis de la Unión
Europea y el capitalismo occidental, abrieron un intenso debate y provocaron la
repuesta tanto de defensores del neoliberalismo, como Martin Wolf, como también
de representantes de la intelectualidad socialdemócrata bien pensante, entre
ellos Jünger Habermas, con quien ha sostenido una dura polémica sobre el futuro
de la Unión Europea. Su lectura adquirió un renovado interés a la luz de los
nuevos fenómenos políticos, en particular, con el ascenso de populismos de
signos políticos opuestos, y otros eventos relativamente sorpresivos como el
Brexit y la presidencia de Trump.
Sin embargo, la agudeza de su análisis contrasta con sus conclusiones políticas.
Streeck sostiene una visión fatalista según la cual el capitalismo va camino a
implosionar por sus propias contradicciones, lo que abrirá inexorablemente una
nueva etapa de barbarie. Descartada la perspectiva de la revolución social, la
única alternativa supuestamente realista sería “desglobalizar” al capitalismo y
restaurar la soberanía del Estado-nación frente a los “mercados”. En síntesis se
trataría de sustituir el viejo reformismo socialdemócrata (incluyendo sus
variantes “neo” como Syriza) con un igualmente ajado soberanismo que aunque se
anuncie por izquierda, entraña los peligros del nacionalismo y recrea ilusiones
en la colaboración de clases.
El agotamiento de la “gran transformación” neoliberal y la victoria pírrica del
capital
A riesgo de simplificar, podría decirse que la premisa fundamental que subyace a
las elaboraciones de Streeck1 es que la historia del capitalismo es la de sus
crisis y no la de su equilibrio, como sostienen los teóricos funcionalistas y
racionalistas. La cuestión es por qué y cómo ha sobrevivido hasta ahora y si
podrá resurgir de la Gran Recesión de 2008.
Según Streeck la resiliencia del capitalismo, que la ideología predominante
confunde con inmortalidad, tiene una explicación política concreta: el salvataje
ha venido de las fuerzas antagónicas a la expansión ilimitada de los “mercados”.
Es decir, el sistema capitalista es frágil e históricamente ha dependido de
reparaciones extraeconómicas. Se podría decir que hay una “lógica” de la crisis
en la que confluyen economía y política, o para usar sus términos, “capitalismo”
y “democracia”, que se ha expresado históricamente en el ascenso y caída del
llamado “capitalismo democrático” de la segunda posguerra –que Streeck considera
como un período excepcional de crecimiento económico de Occidente–. Según esta
“lógica”, el capitalismo fue rescatado de sus tendencias predatorias por la
“democracia”, que funciona en su esquema teórico como un cierto significante de
la política estatal en general y del reformismo en particular. En los términos
del análisis de clase de la sociedad, al que Streeck retorna parcialmente en una
suerte de “neomarxismo”, el movimiento obrero había logrado el suficiente
volumen de fuerza para imponer un compromiso al capital y lo ejercía a través de
instituciones –sindicatos fuertes, socialdemocracia, y variantes del
keynesianismo como el New Deal– lo que en última instancia contribuía a mantener
cierta “soberanía” del Estado-nación sobre los “mercados”, aunque este siempre
cristaliza alguna relación entre “soberanía y dependencia”2. En esta definición
se transparenta la deuda teórica de Streeck con el “doble movimiento” de Karl
Polanyi3entre la tendencia a la expansión de la economía de mercado más allá de
sus dominios y las demandas sociales, y el rol del Estado como árbitro y a la
vez corrector.
Streeck critica las teorías de la crisis de la Escuela de Frankfurt, en
particular a Habermas y Claus Offe, que creían que el capitalismo siempre iba a
funcionar en “modo keynesiano” y por lo tanto habían desplazado las
contradicciones de la esfera de la economía (y la lucha de clases) a la de la
cultura, afirmando que el capitalismo enfrentaba una crisis de legitimación.
Para su sorpresa, fueron los capitalistas, y no el movimiento obrero, los que
pusieron n a este “capitalismo democrático” ante las primeras señales de la
crisis a principios de la década de 1970.
Según Streeck, la restauración neoliberal significó una victoria pírrica para el
capitalismo, porque en su vorágine terminó devorándose las instituciones que
vistas dialécticamente lo habían protegido de sí mismo. Barridas las barreras a
la lógica del “mercado” –léase sindicatos fuertes, (social)democracia,
intervención estatal para la redistribución– el desenfreno capitalista solo
pospuso la crisis durante cuatro décadas, literalmente comprando tiempo con
dinero mediante la financierización, la globalización y el endeudamiento4. La
crisis de 2008 es el punto culminante de esta “transformación neoliberal” que
según Streeck llevará a su implosión porque se han agotado los mecanismos (y el
dinero) para “comprar tiempo”.
Los tres jinetes del apocalipsis son el estancamiento económico, la deuda
pública (en particular la conversión del Estado deudor del neoliberalismo al
Estado de consolidación de los años de la austeridad) y la desigualdad
socio-económica. Estas tres crisis –tanto en su dimensión económica como
política– se retroalimentan y profundizan las tendencias al colapso que se
preanuncia en cinco síntomas mórbidos: estancamiento, redistribución
oligárquica, saqueo del dominio público, corrupción y anarquía global producto
de la crisis de hegemonía norteamericana, que agrega el dramatismo de la
posibilidad de accidentes que escalen con ictos internacionales y emparente la
situación con la de 1930, aunque aún no está planteado un enfrentamiento entre
grandes potencias.
De esta fenomenología y lógica de la crisis de 2008 (o más precisamente de la
disolución postergada del “capitalismo democrático”) surgen dos conclusiones
interrelacionadas que alimentan la perspectiva de barbarie que sostiene Streeck.
La primera es que el capitalismo está muriendo a causa de su éxito, por una
sobredosis de sí mismo. Y esta es una muerte lenta, por “miles de cortes”, es
decir, por una acumulación de contradicciones que están llevando a una
decadencia prolongada.
La segunda es que producto de su éxito, el capitalismo habría liquidado a su
“sepulturero”: son los capitalistas y no el proletariado los que están cavando
su propia fosa.
¿Staatsvolk vs. Markvolk?
La transformación “hayekiana” que implicó el neoliberalismo significó según
Streeck el n del matrimonio por conveniencia entre “capitalismo” y “democracia”,
que solo fue posible en el período excepcional de la segunda posguerra. Aunque
la ofensiva neoliberal extendió la democracia formal, lo hizo separándola
completamente de la economía, en sus palabras, “deseconomizó la democracia” y
“desdemocratizó el capitalismo” a través de sustraer sus instituciones de la
presión democrático-electoral, lo que tiene su máxima expresión en la
independencia de los bancos centrales. Junto con la globalización implicó una
doble pérdida de soberanía del Estado-nación, por lo tanto de la “democracia”
que solo puede ejercerse en el ámbito nacional.
Según Streeck estas condiciones configuran el modelo de lo que llama el “Estado
deudor” (y posteriormente de consolidación o austeridad), cuya principal misión
es recortar el gasto público y repagar la deuda a instituciones internacionales.
Este Estado estaría entre “dos pueblos”: el llamado Staatsvolk, es decir, la
ciudadanía del Estado-nación; y el Markvolk, literalmente el “pueblo del
mercado” que sería internacional5. El resultado de este proceso es la
transformación del sistema político en un espectáculo, en una “post
democracia”6, no porque haya habido un putsch o golpe; de hecho se siguen
realizando elecciones periódicas, pero la soberanía se ha desplazado de
instituciones electas (gobiernos y parlamentos) a instituciones no electas
trasnacionales. Son los “mercados”, no los electores, los que imponen la
política a través de mecanismos extrapolíticos y antidemocráticos. Una vez más,
la muestra acabada de este proceso es la Unión Europea y la troika (remember
Grecia), tras el cual asoma el liderazgo hegemónico del imperialismo alemán.
Pero la formulación del esquema de los “dos pueblos” resulta una simplificación
insostenible, y quizás sea el aspecto más débil de la elaboración de Streeck.
Se trata de dos abstracciones: no solo el “mercado” no constituye un “pueblo”
siquiera en sentido metafórico, sino que el Staatsvolk neutro que postula
Streeck tampoco existe: existen las clases y fracciones de clase. Si bien
Streeck reconoce que en última instancia el “mercado” también está en el
“Estado”, es decir, que la burguesía existe como clase en las fronteras del
Estado-nación, en su esquema los antagonismos y la lucha de clases no tienen
ninguna centralidad y la contradicción principal es entre el Estado nacional y
la globalización. De hecho plantea que esta nueva estructuración de la economía
y la geopolítica internacional divide a los Estados en acreedores y deudores y
los hace homogéneos en su estructura interna, difuminando los intereses
antagónicos de explotados y explotadores. En última instancia, y ante la crisis
de los partidos del “extremo centro”, esta es la sustancia sobre la cual se
erigen los neopopulismos de extrema derecha y de izquierda que le han dado una
voz de colaboración de clases a los perdedores de la globalización.
Interregnum, socialismo y barbarie
Entre la muerte no definitiva del “capitalismo globalizado” y la ausencia de una
alternativa superadora, Streeck ve por delante un prolongado Interregnum plagado
de fenómenos aberrantes, usando la célebre afirmación de Antonio Gramsci. Sin un
proletariado que pueda llevar al socialismo el capitalismo colapsará por el peso
de sus propias contradicciones, ni vivo ni muerto. En este Interregnum
equivalente a la Edad oscura y caracterizado por la entropía social, un puñado
de ricos se aislarán (incluso físicamente) de las mayorías empobrecidas, y en el
marco de la ingobernabilidad harán su agosto señores de la guerra y
dictadores.
Más allá de la “poesía” Streeck no logra demostrar que el
proletariado en todo el mundo ha sido barrido y reducido a “polvo social”,
sencillamente porque no se corresponde con la realidad. Las huelgas con que la
clase obrera griega intentó frenar el ajuste de la troika, las luchas y
movilizaciones sindicales contra la reforma laboral en Francia, la existencia de
sindicatos fuertes en varios países a pesar de la ofensiva neoliberal,
desmienten la tesis sociológica y política fundamental de Streeck. Eso no quiere
decir que no haya derrotas, pero si las hay es porque hay lucha de clases.
La tendencia al cesarismo y a la dominación más abiertamente despótica del
capital no está en discusión. Fue lo que se puso de manifiesto con la crisis y
es lo que muestra sin ir más lejos el gobierno de Trump, un bonapartismo débil
surgido de la polarización social y las profundas divisiones del aparato
estatal.
La utilización de las categorías de Gramsci es oportuna para definir la
situación: efectivamente la crisis de 2008 ha abierto elementos de crisis
orgánicas en los países centrales, expresados en la crisis de los partidos
tradicionales. Pero esto no solo ha dado populismos burgueses que buscan
capitalizar el descontento con demagogia nacionalista y xenófoba. Los nuevos
fenómenos políticos como las decenas de miles de jóvenes que se sumaron a la
campaña de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña o a la campaña de Sanders en Estados
Unidos, son muestras de que lo que prima es la polarización social y política.
Streeck tiene razón cuando plantea su escepticismo no solo con respecto al
reformismo socialdemócrata tradicional sino también de sus variantes
neoreformistas, como Syriza y, nosotros agregaríamos, de los recambios como los
de Corbyn o Sanders. Pero frente a estos nuevos gestionadores del capital,
apenas propone “desglobalizar” el capitalismo y restaurar la soberanía del
Estado-nación, un coqueteo peligroso con el nacionalismo que incluso ya le costó
una polémica por sus posiciones cuestionables sobre la crisis de los refugiados
en la Unión Europea7.
Por último, Streeck plantea que el n del capitalismo no puede ser “decretado”
por algún “comité central leninista” y descarta la perspectiva socialista como
una utopía, surgida de un supuesto “prejuicio marxista” (o más en general,
moderno) según el cual el capitalismo solo terminará cuando haya listo un modelo
superador, repitiendo sin mucha problematización la caricatura determinista del
marxismo. Supuestamente para escapar de este determinismo, anuncia el n del
capitalismo sin asumir la responsabilidad política de qué lo reemplazará. Al nal
del día, en el esquema teórico-político de Streeck la barbarie actúa como “idea
reguladora” a la manera que lo hacía el “socialismo” para el reformismo
socialdemócrata, para sostener la nada novedosa política de la colaboración de
clases dentro de las fronteras nacionales.
Notas:
(1) Los conceptos aquí discutidos se encuentran desarrollados fundamentalmente
en: W. Streeck, Comprando tiempo. La crisis pospuesta del capitalismo
democrático, Buenos Aires, Katz Editores, 2016; How Will Capitalism End? Essays
on a Failing System, Londres, Verso, 2016, y “El retorno de lo reprimido”, New
Left Review (en español) N.° 104, mayo-junio de 2017.
(2) Gastón Gutiérrez y Paula Varela, “La democracia y su secreto. Reseña de
Naturaleza y forma del Estado capitalista”, IdZ 33.
(3) Wolfgang Streeck, “How will capitalism end?”, New Left Review N.° 87,
mayo-junio de 2014.
(4) Streeck sostiene que la Gran Recesión de 2008 es la última etapa de la
crisis iniciada en la década de 1970, las tres anteriores son: la inflación de
1970, la deuda estatal de 1980 y la deuda privada de 1990-2000 que derivó en la
crisis de las hipotecas subprime. Estas crisis fueron acompañadas por sucesivas
transformaciones del Estado, que pasó de “Estado fiscal” a “Estado deudor” y
finalmente a “Estado de consolidación”. Estos movimientos marcan el giro de la
“soberanía nacional” hacia la “dependencia de los mercados internacionales”.
(5) El Staatsvolk abarca los siguiente términos: ciudadanos, nacional, derechos
civiles, votantes, elecciones, opinión pública, lealtad, servicios de interés
general. El Markvolk se emparenta con: internacional, inversores, demandas,
acreedores, subastas, tasas de interés, “confianza”, servicio de la deuda. Ver:
Wolfgang Streeck, “La reforma neoliberal: del Estado fiscal al Estado deudor”,
en Comprando tiempo, ob. cit., pág. 85.
(6) La situación “postdemocrática” se corresponde a la famosa frase de Margaret
Thatcher de que no hay alternativa al neoliberalismo (TINA, como se conoció por
su sigla en inglés). Es similar al concepto de “postpolítica” de Chantal Mouffe,
al de “extremo centro” de Tariq Ali y al “partido del cártel” de Peter Mair.
(7) Streeck denuncia correctamente que detrás de la política de Merkel durante
la crisis de refugiados de la UE estaba el interés nacional alemán, pero llega a
sugerir que sería democrático que los países de la UE discutieran la cuota de
inmigrantes que estarían dispuestos a aceptar. Ver: Wolfgang Streeck, “Scenario
for a Wonderful Tomorrow”, London Review of Books vol. 38, N.° 7, 31 de marzo de
2016.
Claudia Cinatti, analista internacional e integrante del staff de la revista
Estrategia Internacional.
Fuente:
http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/discusiones-sobre-el-fin-del-capitalismo-y-lo-que-vendra/

In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232076
28-9-2017

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