terça-feira, 2 de junho de 2015

El BRICS arrolla a EE.UU. en Suramérica





El BRICS arrolla a EE.UU. en Suramérica


Pepe Escobar

ICH/RT


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Comenzó en abril con un rosario de acuerdos entre Argentina y Rusia durante la
visita de la presidenta Cristina Kirchner a Moscú.

Y continúa con el estrépito de una inversión de 53.000 millones de dólares
cuando el primer ministro chino Li Keqiang visita Brasil durante su primera
parada en otra ofensiva comercial suramericana, junto con otra dulce metáfora:
Li viajando en un tren del subterráneo hecho en China que servirá una nueva
línea del metro en Rio de Janeiro antes de los Juegos Olímpicos de 2016.

¿Dónde está EE.UU. en todo esto? En ninguna parte. Poco a poco, pero
inexorablemente, los miembros del BRICS, China –y en menor medida Rusia– han
estado nada menos que reestructurando el comercio y la infraestructura en toda
Latinoamérica.

Innumerables misiones comerciales chinas han estado visitando non-stop estos
lugares, tal como lo hizo EE.UU. entre la Primera y la Segunda Mundial. En un
reunión clave en enero con dirigentes empresariales latinoamericanos, el
presidente Xi Jinping prometió destinar 250.000 millones de dólares a proyectos
de infraestructura en los próximos diez años.

Proyectos de infraestructura importantes están siendo todos financiados por
capital chino, con la excepción del puerto Mariel en Cuba, cuyo financiamiento
proviene de BNDES de Brasil, cuya operación será dirigida por el operador de
puertos de Singapur PSA International Pte Ltd. La construcción del canal de
Nicaragua –más grande, más ancho y más profundo que el de Panamá– comenzó el año
pasado, realizado por una firma de Hong Kong, para ser terminado en 2019.
Argentina, por su parte, obtuvo un acuerdo con China por 4.700 millones de
dólares para la construcción de dos represas hidroeléctricas en la Patagonia.

Entre los 35 acuerdos concluidos durante la visita de Li a Brasil hubo
financiamiento por 7.000 millones de dólares para el gigante petrolero de Brasil
Petrobras, 22 jets comerciales Embraer serán vendidos a Tianjin Airlines por
1.300 millones de dólares y una serie de acuerdos involucran al importante
productor de mineral de hierro Vale. Podría haber inversión china para
reacondicionar la espantosa red de carreteras, ferrocarriles y puertos de
Brasil. Los aeropuertos están en una condición ligeramente mejor debido a los
reacondicionamientos de antes de la Copa del Mundo del año pasado.

La estrella de todo el show es indudablemente el propuesto megaferrocarril por
30.000 millones de dólares, de una longitud de 3.500 kilómetros, que unirá el
puerto brasileño de Santos con el puerto peruano de Ilo en el Pacífico, pasando
por Amazonia. Logísticamente es necesario para Brasil, ya que le ofrecerá una
salida al Pacífico. Los beneficiados serán inevitablemente los productores de
commodities –desde mineral de hierro a granos de soja– que exportan a Asia,
sobre todo a China.

El ferrocarril Atlántico-Pacífico será un proyecto extremadamente complejo,
involucrando todo desde temas ecológicos hasta derechos territoriales y
crucialmente la preferencia por firmas chinas cada vez que bancos chinos
deliberan sobre la extensión de líneas de crédito. Pero esta vez es concreto.
Los sospechosos de costumbre están –qué iba a ser– preocupados.

Atención a la geopolítica

La política oficial de Brasil, desde los años de Lula, ha sido atraer
importantes inversiones chinas. China es el principal socio comercial de Brasil
desde 2009, antes era EE.UU. La tendencia comenzó con la producción de
alimentos, ahora se concentra en la inversión en puertos y ferrocarriles y la
próxima etapa será la transferencia de tecnología. El Nuevo Banco de Desarrollo
de BRICS y el Banco Asiático de Inversión en la Infraestructura (AIIB), del cual
Brasil es miembro fundador, formará definitivamente parte del cuadro.

El problema es que esta masiva interacción comercial del BRICS se entrecruza con
un proceso político bastante enrevesado. Las tres principales potencias
suramericanas –Brasil, Argentina y Venezuela, que también son miembros de
Mercosur– se han enfrentado a repetidos intentos de “desestabilización” por
parte de los sospechosos de costumbre que denuncian la política exterior de los
presidentes Dilma Rousseff, Cristina Kirchner y Nicolás Maduro y añoran los
buenos días de antaño de una relación dependiente de Washington.

Con diferentes grados de complejidad –y conflictos internos– Brasilia, Buenos
Aires y Caracas se enfrentan simultáneamente a conspiraciones contra su orden
institucional. Los sospechosos de costumbre ni siquiera tratan de disimular su
casi total distancia diplomática de los tres mayores países suramericanos.

Venezuela, sometida a sanciones de EE.UU., está considerada una amenaza para la
seguridad nacional de EE.UU., algo que ni siquiera sirve para un mal chiste.
Kirchner ha estado bajo un implacable ataque diplomático, para no mencionar el
ataque de los fondos buitres a Argentina. Y respecto a Brasilia, las relaciones
han estado prácticamente congeladas desde septiembre de 2013, cuando Rousseff
suspendió una visita a Washington como respuesta al espionaje de la NSA sobre
Petrobras y sobre ella personalmente.

Y esto nos lleva a un problema geoestratégico crucial que no ha sido resuelto
hasta ahora.

El espionaje de la NSA puede haber filtrado intencionalmente información
confidencial para desestabilizar los planes de desarrollo brasileños que
incluyen, en el caso de Petrobras, la exploración de los mayores depósitos de
petróleo (Presal) encontrados hasta ahora a principios del Siglo XXI.

Lo que se revela es tan crucial porque Brasil es la segunda economía de las
Américas (después de EE.UU.), es la mayor potencia comercial y financiera
latinoamericana, alberga el antiguo segundo banco de desarrollo del mundo, el
BNDES, que ahora ha sido sobrepasado por el banco de BRICS. Y además alberga la
mayor corporación de Latinoamérica, Petrobras, que también es uno de los mayores
gigantes energéticos del mundo.

La presión dura contra Petrobras proviene esencialmente de accionistas
estadounidenses que actúan como los proverbiales buitres, empecinados en sangrar
a la compañía y beneficiarse al mismo tiempo, aliados con lobistas que detestan
el status de Petrobras como explorador prioritario de los depósitos Presal.

En pocas palabras, Brasil es la última gran frontera soberana contra la
ilimitada dominación hegemónica en las Américas. El Imperio del Caos tenía que
estar exasperado.

Avance de la ola continental

La cooperación estratégica en constante desarrollo de las naciones del BRICS ha
sido enfrentada por los círculos de Washington no solo con incredulidad, sino
también con temor. A Washington le es virtualmente imposible causar verdadero
daño a China pero le es mucho más “fácil”, comparativamente, en el caso de
Brasil o Rusia. Sin embargo el odio de Washington apunta esencialmente hacia
China, que se ha atrevido a cerrar acuerdo tras acuerdo en el antiguo “patio
trasero de EE.UU.”.

Una vez más, la estrategia china –así como la rusa– es mantener la calma y
conservar un perfil de beneficio mutuo. Xin Jinping se reunió con Maduro en
enero para cerrar –qué iba ser– tratos. Se reunió con Cristina Kirchner en
febrero para hacer lo mismo, precisamente cuando los especuladores estaban a
punto de lanzar otro ataque contra el peso argentino. Después tuvo lugar la
visita de Li a Suramérica.

Sobra decirlo, el comercio entre Suramérica y China sigue creciendo. Argentina
exporta alimentos y soja; Brasil lo mismo además de petróleo, minerales y
madera; Colombia vende petróleo y minerales; Perú y Chile cobre y hierro;
Venezuela petróleo; Bolivia minerales. China exporta sobre todo productos
manufacturados de alto valor agregado.

Un desarrollo clave que hay que observar en el futuro inmediato es el proyecto
Transul, que fue propuesto primero en una conferencia de los BRICS el año pasado
en Rio. Es una alianza estratégica Brasil-China que vincula el desarrollo
industrial de Brasil a la subcontratación parcial de metales a China. A medida
que los chinos aumentan su demanda –están construyendo no menos de 30 megapolis
hasta 2030– que será satisfecha por compañías brasileñas o chino-brasileñas.
Pekín ha dado su sello de aprobación.

Por lo tanto la visión general a largo plazo sigue siendo inexorable. Los BRICS
y las naciones suramericanas -que convergen en UNASUR (la Unión de Naciones
Suramericanas)– apuestan a un orden mundial multipolar y a un proceso
continental de independencia.

Es fácil ver que está a océanos de distancia de una "doctrina Monroe".

Pepe Escobar es el corresponsal itinerante de Asia Times/Hong Kong, y analista
para RT y TomDispatch.

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article41953.htm

In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199488
2/6/2015

Nenhum comentário:

Postar um comentário