sábado, 28 de abril de 2018

Democracia obrera



Antonio Gramsci y Palmiro Togliatti
El Viejo Topo

      Artículo publicado en L’Ordine Nuovo, el 21 de junio de 1919. Traducción
      de http://www.gramsci.org.ar/


Hoy se impone un problema acuciante a todo socialista que tenga un sentido vivo
de la responsabilidad histórica que recae sobre la clase trabajadora y sobre el
partido que representa la conciencia crítica y activa de esa clase [1]
¿Cómo dominar las inmensas fuerzas desencadenadas por la guerra? ¿Cómo
disciplinarlas y darles una forma política que contenga en sí la virtud de
desarrollarse normalmente, de integrarse continuamente hasta convertirse en
armazón del Estado socialista en el cual se encarnará la dictadura del
proletariado? ¿Cómo soldar el presente con el porvenir, satisfaciendo las
necesidades urgentes del presente y trabajando útilmente para crear y
«anticipar» el porvenir?
Este escrito pretende ser un estímulo para el pensamiento y para la acción;
quiere ser una invitación a los obreros mejores y más conscientes para que
reflexionen y colaboren, cada uno en la esfera de su competencia y de su acción,
en la solución del problema, consiguiendo que sus compañeros y las asociaciones
atiendan a sus términos. La acción concreta de construcción no nacerá sino de un
trabajo común y solidario de clarificación, de persuasión y de educación
recíproca.
El Estado socialista existe ya potencialmente en las instituciones de vida
social características de la clase obrera explotada. Relacionar esos institutos
entre ellos, coordinarlos y subordinarlos en una jerarquía de competencias y de
poderes, concentrarlos intensamente, aun respetando las necesarias autonomías y
articulaciones, significa crear ya desde ahora una verdadera y propia democracia
obrera en contraposición eficiente y activa con el Estado burgués, preparada ya
desde ahora para sustituir al Estado burgués en todas sus funciones esenciales
de gestión y de dominio del patrimonio nacional [2]
El movimiento obrero está hoy dirigido por el Partido Socialista y por la
Confederación del Trabajo; pero el ejercicio del poder social del Partido y de
la Confederación se actúa para las grandes masas trabajadoras de un modo
indirecto, por la fuerza del prestigio y del entusiasmo, por presión autoritaria
y hasta por inercia. La esfera de prestigio del Partido se amplía diariamente,
alcanza estratos populares hasta ahora inexplorados, suscita consentimiento y
deseo de trabajar provechosamente para la llegada del comunismo en grupos e
individuos hasta ahora ausentes de la lucha política. Es necesario dar forma y
disciplina permanente a esas energías desordenadas y caóticas, absorberlas,
componerlas y potenciarlas, hacer de la clase proletaria y semi-proletaria una
sociedad organizada que se eduque, que consiga una experiencia, que adquiera
conciencia responsable de los deberes que incumben a las clases llegadas al
poder del Estado.
El Partido Socialista y los sindicatos profesionales no pueden absorber a toda
la clase trabajadora más que a través de un esfuerzo de años y decenas de años.
Tampoco se identificarían directamente con el Estado proletario: en efecto, en
las Repúblicas comunistas subsisten independientemente del Estado, como
instrumento de propulsión (el Partido) o de control y de realizaciones parciales
(los sindicatos). El Partido tiene que seguir siendo el órgano de la educación
comunista, el foco de la fe, el depositario de la doctrina, el poder supremo que
armoniza y conduce a la meta las fuerzas organizadas y disciplinadas de la clase
obrera y campesina. Precisamente para cumplir exigentemente esa función suya el
Partido no puede abrir las puertas a la invasión de nuevos miembros no
acostumbrados al ejercicio de la responsabilidad y de la disciplina.
Pero la vida social de la clase trabajadora es rica en instituciones, se
articula en actividades múltiples. Esas instituciones y esas actividades son
precisamente lo que hay que desarrollar, organizar en un conjunto, correlacionar
en un sistema vasto y ágilmente articulado que absorba y discipline la entera
clase trabajadora.
Los centros de vida proletaria en los cuales hay que trabajar directamente son
el taller con sus comisiones internas, los círculos socialistas y las
comunidades campesinas.
Las comisiones internas son órganos de democracia obrera que hay que liberar de
las limitaciones impuestas por los empresarios y a los que hay que infundir vida
nueva y energía. Hoy las comisiones internas limitan el poder del capitalista en
la fábrica y cumplen funciones de arbitraje y disciplina. Desarrolladas y
enriquecidas, tendrán que ser mañana los órganos del poder proletario que
sustituirá al capitalista en todas sus funciones útiles de dirección y de
administración.
Ya desde hoy los obreros deberían proceder a elegir amplias asambleas de
delegados, seleccionados entre los compañeros mejores y más conscientes, en
torno a la consigna: "Todo el poder de la fábrica a los comités de fábrica",
coordinada con esta otra: "Todo el poder del Estado a los consejos obreros y
campesinos".
Así se abriría un ancho campo de concreta propaganda revolucionaria para los
comunistas organizados en el Partido y en los círculos de barrio. Los círculos,
de acuerdo con las secciones urbanas, deberían hacer un censo de las fuerzas
obreras de la zona y convertirse en sede del consejo de barrio, de los delegados
de fábrica, en ganglio que anude y concentre todas las energías proletarias del
barrio. Los sistemas electorales podrían variar según las dimensiones del
taller; pero habría que procurar elegir un delegado por cada quince obreros,
divididos por categorías (como se hace en las fábricas inglesas), llegando, por
elecciones graduales, a un comité de delegados de fábrica que comprenda
representantes de todo el complejo del trabajo "obreros, empleados, técnicos).
Se debería tender a incorporar al comité del barrio representantes también de
las demás, categorías de trabajadores que vivan en el barrio: camareros,
cocheros, tranviarios, ferroviarios, barrenderos, empleados privados,
dependientes, etc.
El comité de barrio debería ser emanación de toda la clase obrera que viva en el
barrio, emanación legítima y con autoridad, capaz de hacer respetar una
disciplina, investida con el poder, espontáneamente delegado, de ordenar el cese
inmediato e integral de todo el trabajo en el barrio entero.
Los comités de barrio se ampliarían en comisariados urbanos, controlados y
disciplinados por el Partido Socialista y por los sindicatos de oficio. Ese
sistema de democracia obrera (completado por organizaciones equivalentes de
campesinos) daría forma y disciplina permanentes a las masas, sería una
magnífica escuela de experiencia política y administrativa, encuadraría las
masas hasta el último hombre, acostumbrándolas a la tenacidad y a la
perseverancia, acostumbrándolas a considerarse como un ejército en el campo de
batalla, el cual necesita una cohesión firme si no quiere ser destruido y
reducido a esclavitud.
Cada fábrica constituiría uno o más regimientos de ese ejército, con sus mandos,
sus servicios de enlace, sus oficiales, su estado mayor, poderes todos delegados
por libre elección, no impuestos autoritariamente. Por medio de asambleas
celebradas dentro de la fábrica, por la constante obra de propaganda y
persuasión desarrollada por los elementos más conscientes, se obtendría una
transformación radical de la psicología obrera, se conseguiría que la masa
estuviera mejor preparada y fuera capaz de ejercer el poder, se difundiría una
conciencia de los deberes y los derechos del camarada y del trabajador,
conciencia concreta y eficaz porque habría nacido espontáneamente de la
experiencia viva e histórica.
Hemos dicho ya que estos apresurados apuntes no se proponen más que estimular el
pensamiento y la acción. Cada aspecto del problema merecería un estudio amplio y
profundo, dilucidaciones, complementos subsidiarios y coordinados. Pero la
solución concreta e integral de los problemas de la vida socialista no puede
proceder más que de la práctica comunista: la discusión en común, que modifica
simpatéticamente las conciencias, unificándolas y llenándolas de activo
entusiasmo. Decir la verdad, llegar juntos a la verdad, es realizar acción
comunista y revolucionaria. La fórmula "dictadura del proletariado" tiene que
dejar de ser una mera fórmula, una ocasión para desahogarse con fraseología
revolucionaria. El que quiera el fin, tiene que querer también los medios. La
dictadura del proletariado es la instauración de un nuevo Estado, típicamente
proletario, en el cual confluyan las experiencias institucionales de la clase
obrera, en el cual la vida social de la clase obrera y campesina se convierta en
sistema general y fuertemente organizado. Ese Estado no se improvisa: los
comunistas bolcheviques rusos trabajaron durante ocho meses para difundir y
concretar la consigna "Todo el poder a los Sóviet", y los Sóviet eran ya
conocidos por los obreros rusos desde 1905. Los comunistas italianos tienen que
convertir en tesoro la experiencia rusa, economizar tiempo y trabajo: la obra de
reconstrucción exigirá ya de por sí tanto tiempo y tanto trabajo que se le puede
dedicar cada día y cada acto.
Notas.
1) El partido comunista es para el Gramsci de 1919 un partido que "representa la
conciencia crítica y activa de esa clase". Una concepción del carácter de clase
radicalmente diversa de la Amadeo Bordiga. No una vanguardia externa que
introduce la conciencia de clase desde fuera, si no una parte de la clase, la
que ha adquirido una conciencia crítica y activa. Esta concepción será constante
en nuestro autor en todo el proceso que llevará a la creación del partido
comunista en el congreso de Livorno de 21 enero de 1921 y durante la lucha
contra el vanguardismo y el sustituismo propios del bordiguismo.(Joan Tafalla)
2) Constatemos aquí el núcleo de la idea gramsciana de que la hegemonía debe ser
conquistada antes de la conquista del poder, que la democracia obrera está ya en
germen en las instituciones de la clase obrera. Véase por ejemplo: C 1, 44 o C8,
52 (Joan Tafalla)
Texto publicado en el libro de A. Gramsci  Allí donde la voluntad quiera y como
la voluntad desee  . Escritos sobre jacobinismo, bolchevismo, Lenin y la
Revolución rusa. Edición de Joan Tafalla
Fuente:  http://www.elviejotopo.com/topoexpress/democracia-obrera/

In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240944
28/4/2018

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