domingo, 8 de novembro de 2020

La Revolución de Octubre interpretada




Lars T. Lih


La Revolución rusa de 1917 ha sido por mucho tiempo el modelo sobre el
cual erigir una moral edificante. Todos vuelven a ella para encontrar el
gran error –moral, político, ideológico– que llevó al desastre.

Habiendo descubierto el error, podemos sentirnos seguros de que
hubiéramos podido evitar el desastre y superiores a cualquiera que no
haya encontrado todavía aquello que hay de equivocado en sus métodos. La
realidad humana de la revolución –la sensación abrumadora de estar
atrapado en un tornado de acontecimientos– se pierde apenas nos apuramos
para extraer lecciones y señalar con el dedo acusatorio.

Para algunos, el error detrás de la revolución es fundamentalmente
moral. Lenin, por ejemplo, es descripto como un demonio encarnado cuya
depravación insaciable es directamente responsable de la perdición de
Rusia. Podemos llamarlo «Lenin-Boris Karloff
<http://historiasdelceluloide.elcomercio.es/wp-content/uploads/2013/04/Frankenstein_monster_Boris_Karloff.jpg>»
e imaginarlo frotándose las manos en su regocijo homicida: «¡Creo que
hoy oprimiré a los campesinos!» Tengo la impresión de que algo muy
cercano al Lenin-Boris Karloff se ha vuelto la imagen dominante de la
Revolución rusa para el gran público, especialmente en los Estados Unidos.

Otros apuntan hacia el «bolchevismo», para definirlo como una especie de
error moral recurrente. Los bolcheviques son aquellos que viven bajo el
código corrupto según el cual «el fin justifica los medios». Por
supuesto, esto es algo que nosotros, la gente decente, nunca haríamos.
Nunca consentiríamos en usar medios inaceptables como bombardear
poblaciones civiles o usar la tortura, sin importar cuán nobles fueran
nuestros objetivos políticos. Solo los fanáticos groseros
<https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/febrero/moral.htm> hacen eso.

También hay cierto liberalismo /bien-pensant/ que usa al bolchevismo
para señalar los peligros de haber enaltecido los objetivos políticos.
¿Quieren crear el paraíso de los trabajadores? Tengan cuidado de que la
misma nobleza de sus objetivos no los lleve a cometer crímenes
terribles. Durante la guerra civil rusa
<https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_civil_rusa>, la gente peleaba por
los asuntos más elementales e ineludibles: ¿quién gobernará el país?
¿Cómo podemos rearmar el país? ¿Sobrevivirá Rusia como un Estado?

Nuestros liberales observan esta agitación y sermonean: ahora bien, ¡no
se entusiasmen con los sueños de una sociedad perfecta! Sean como
nosotros, ¡sigan nuestra política segura, sana y sobria! Moderación,
¡moderación para todo!

Pero la izquierda es igualmente adicta a salir en busca de los errores
fatales de la revolución. La diferencia es que prefiere cargar la
responsabilidad sobre la doctrina ideológica. Buena parte de la
izquierda acuerda con la visión liberal conservadora en que el pecado
original del bolchevismo fue el revisionismo de Lenin en ¿Qué
hacer?Según esta visión
<https://bibliothequedumarxisme.files.wordpress.com/2017/10/brinton_bolcheviques_1_.pdf>,
Lenin no confiaba en los trabajadores, así que puso de cabeza a Marx
para crear un partido conspirativo de élite con base en los
intelectuales. No es sorprendente que haya desviado el programa
democrático de la Revolución rusa.

Un enfoque menos obsesionado con identificar y condenar errores notará
que el significado del ¿Qué hacer? no debe buscarse en sus supuestas
innovaciones ideológicas. El libro de 1902
<https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/quehacer/index.htm> es
la recapitulación de una versión idealizada de la lógica de la
organización clandestina, una lógica que fue desarrollada a través de
pruebas empíricas y errores por toda una generación de activistas
anónimos durante los años 1890. En tanto tal, el modelo básico de Lenin
fue aceptado como una guía por todos los socialistas que se encontraban
en la clandestinidad en Rusia. En lo que respecta a 1917, el rasgo
distintivo del bolchevismo no está en la organización partidaria sino en
su lectura de las relaciones de fuerza entre las clases en Rusia.

La creación del socialismo en la clandestinidad no fue una obra de Lenin
(o, mejor dicho, él hizo una contribución que no fue insignificante pero
tampoco fue crucial). Cuando el Estado ruso colapsó en 1917 –un
acontecimiento cuyas consecuencias titánicas no fueron previstas por
ninguna ideología– esta corriente clandestina fue una de las pocas
fuerzas capaces de crear una nueva autoridad soberana y una nueva
estructura estatal. Las instituciones legales de la Rusia zarista fueron
heridas de muerte por el colapso del zarismo; por el contrario, la
corriente clandestina sobrevivió intacta, tenía alcance nacional y
reivindicaciones plausibles para ganarse el apoyo de las masas y la
legitimidad. La clandestinidad socialista fue mucho más producto de la
historia rusa que maquinación ideológica.


    ***

Hasta aquí he señalado los errores con los cuales se pretende explicar
los fracasos de la revolución, pero los partidarios de la revolución de
Octubre tambien están comprometidos con la caceria de los herejes. Para
ellos, el éxito de la revolución se explica por la refutación de los
errores ideológicos. La interpretación dominante entre los trotskistas
está construida alrededor de una historia de este tipo.

En 1905-6 (cuenta la historia), Leon Trotsky dio forma a su teoría de
la revolución permanente
<https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ryp/index.htm>  y anunció que
la revolución socialista era posible en la atrasada Rusia. En la medida
en que esta teoría atacaba los dogmas poco imaginativos del marxismo de
la Segunda Internacional
<https://www.marxists.org/espanol/kautsky/1909/1909-caminopoder-kautsky.pdf>,
Trotsky fue acogido por una incomprensión universal. Por suerte, justo a
tiempo, Lenin vio la luz y se unió a Trotsky en abril de 1917. Juntos,
los dos grandes líderes rearmaron el partido bolchevique, haciendo
entonces posible la gloriosa Revolución de octubre.

Esta historia canónica tiene muchas dificultades, pero aquí señalaré
simplemente un rasgo curioso del relato pro-octubre: tiene un
pronunciado tinte antibolchevique. De acuerdo a muchos escritores de la
tradición trotskista, la doctrina del viejo bolchevismo fue un error
pernicioso que tuvo que ser rechazado antes de que la victoria
revolucionaria fuera posible. Los escritores de esta tradición nos
recuerdan permanentemente que los bolcheviques mismos, tomados como un
todo, eran un grupo torpe que permanecía obstinadamente leal a lo que
sea que se les hubiera dicho ayer, incluso cuando sus brillantes y
visionarios líderes ya habían dado un paso adelante.

Esta veta antibolchevique es tan pronunciada que algunos escritores
todavía no me han perdonado que dijera algo bueno sobre estos activistas
bolcheviques clandestinos ¿no me doy cuenta de que estos activistas eran
rígidos y estrechos /komitetchiki/ que se rehusaban erróneamente a
escuchar la sabiduría de los líderes emigrados como Lenin y Trotsky?

Sin embargo, desde mi punto de vista este enfoque se acerca demasiado a
un «culto a la personalidad» de ciertos héroes revolucionarios. Incluso
los trotskistas pro-octubre están lejos de contentarse con el resultado
final de la revolución y, como es frecuente, buscan errores doctrinales
para explicar este desenlace. La revolución europea que se suponía que
actuaría como deus ex machina para salvar a la Revolución rusa no
sucedió, en buena medida a causa del marxismo «fatalista», «mecánico»,
«determinista» y en general «pre-dialéctico» de Karl Kautsky y otros
líderes de la Segunda Internacional. En Rusia, el signo exterior y
visible de la degeneración interna de la revolución fue la herejía
doctrinaria del socialismo en un solo país
<https://es.wikipedia.org/wiki/Socialismo_en_un_solo_pa%C3%ADs>.

Por supuesto, muchas ideas perspicaces y esenciales sobre la Revolución
rusa vienen de la tradición trotskista. Sin embargo, no puedo evitar
sentir que los escritores de esta tradición están muchas veces más
preocupados por sus abstracciones doctrinarias que por la realidad de la
Revolución rusa tal como fue experimentada por aquellos que la vivieron.

Un debate fundamental acerca de la Revolución rusa siempre fue: ¿estaba
Rusia preparada para una revolución socialista, o solo estaba en
condiciones para una «revolución burguesa»? Los bolcheviques sostenían
lo primero, los mencheviques lo segundo. ¿Quién tenía razón y quién
estaba equivocado en este debate? Si los mencheviques tenían razón,
entonces la Revolución de octubre fue un error. Si los bolcheviques
tenían razón, entonces el menchevismo debe ser rechazado como un error
contrarrevolucionario.

Este enfoque tiene algo de cierto: los mencheviques y los bolcheviques
recurrían a conceptos marxistas de este tipo en sus polémicas de 1917.
Sin embargo, los argumentos doctrinarios de este tipo estaban lejos del
núcleo del asunto. En efecto, se trataba esencialmente de aditamentos,
intentos de dar legitimidad doctrinal a posiciones basadas en lecturas
empíricas de la Rusia de 1917. La cuestión real que enfrentaba a los
partidos socialistas era esta: ¿podría la crisis que envolvía a la
sociedad rusa ser resuelta en cooperación con la sociedad educada, o la
solución requería de una nueva autoridad soberana basada exclusivamente
en el narod, los trabajadores y los campesinos?

Traducido a los términos rusos que eran centrales en los debates de
1917, la cuestión era: ¿podría y debería un nuevo /vlast/ estar basado
en un /soglashenie/? /Vlast/ significa «autoridad soberana» o «poder»,
como en «poder soviético». /Soglashenie/ se traduce frecuentemente como
«compromiso» o «conciliación», pero la palabra implica algo más fuerte:
trabajar en conjunto sobre la base de alguna especie de pacto o acuerdo.
El enfrentamiento esencial en 1917 entre mencheviques y bolcheviques en
torno a cuestiones como estas no era doctrinario, sino empírico. No
puede decirse que uno de los bandos tenía razón y el otro estaba
equivocado. Cada uno combinaba ideas adecuadas con ilusiones. Permítanme
exponer el enfrentamiento menchevique/bolchevique de 1917 usando los
términos /vlast /y /soglashenie/ para recordar que tratamos con
realidades empíricas rusas, y también para poner en su lugar subordinado
a la disputa doctrinaria.

Menchevique: Algún tipo de /soglashenie/ con la sociedad educada es
necesaria, y por lo tanto debe poder encontrarse un complemento
«burgués» adecuado para este /soglashenie/ (además, Rusia se enfrenta a
una «revolución burguesa», motivo por el cual debemos tolerar al
Gobierno provisional «burgués»).

Bolchevique: La /soglashenie/ con la sociedad educada es imposible,
motivo por el cual el proletariado ruso está listo para tomar a su cargo
las responsabilidades del /vlast/ revolucionario (además, Rusia está
lista para «dar los primeros pasos hacia el socialismo»).

En cualquier caso, no partimos del error ni de la idea doctrinaria, sino
de una visión empírica profundamente sentida y esencialmente correcta de
la sociedad Rusa de 1917. Los mencheviques comprendieron que, por un
lado, una sociedad moderna no podría desarrollarse sin expertos y
profesionales educados y, por otro lado, que el proletariado ruso no
estaba suficientemente organizado ni «dispuesto» para ejercer
el vlast de manera aislada, ni tampoco el campesinado ruso era una base
segura para la «dictadura del proletariado».

Los bolcheviques comprendieron que, a pesar de las apariencias, la élite
de la sociedad educada nunca trabajaría con entusiasmo para cumplir «los
objetivos de la revolución» (incluso si se los definía en términos
estrictamente «democráticos») y que, de hecho, la sociedad educada
eventualmente se pondría en contra de la revolución y trabajaría por
algún tipo de «dictadura de la burguesía» (es decir, algún tipo de
alianza entre políticos liberales y soldados, o, en términos
rusos, Kadetes
<https://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Democr%C3%A1tico_Constitucional_(Rusia)> –los
Demócratas Constitucionales liberales– y Kornilov
<https://es.wikipedia.org/wiki/Lavr_Korn%C3%ADlov> –el general que
encabezó un intento de golpe frustrado en 1917–).

Tanto para los mencheviques como para los bolcheviques, una visión
empírica correcta lleva a una afirmación factual que se basa más en las
ilusiones que en la realidad. Los mencheviques deben insistir en que un
complemento adecuado para llevar adelante los objetivos de la revolución
puede encontrarse en la sociedad burguesa (o, por lo menos, que la
sociedad educada puede ser empujada a la cooperación usando la «presión
desde abajo»). La situación es demasiado horrible como para contemplar
la posibilidad de que esto no sea así.

Los bolcheviques deben insistir en que las enormes y complejas políticas
de transformación social y administración de la crisis pueden ser
implementadas casi sin sufrimiento siempre y cuando el proletariado haga
valer su poder de clase. La situación es demasiado horrible como para
contemplar la posibilidad de que esto no sea así.

En los dos casos, hay un aditamento explicativo que intenta darle la
legitimidad de la doctrina marxista a una estrategia elegida
empíricamente. Pero de hecho, los mencheviques no eligieron su
estrategia a causa de etiquetas doctrinarias tales como «revolución
burguesa». Se trata más bien de lo opuesto: insistían en que Rusia
enfrentaba una revolución burguesa porque no querían dejar de lado a la
«burguesía» (es decir, a los expertos cultos y calificados –o spetsy,
como los denominaron los bolcheviques al darse cuenta de cuanto los
necesitaban–). Los bolcheviques tampoco eligieron su estrategia porque
se hayan convencido en un principio por razones doctrinarias de que una
revolución socialista era posible en Rusia. Se trata más bien de lo
opuesto: sostenían que era posible «dar los primeros pasos hacia el
socialismo» inmediatamente porque sentían que el proletariado debía
tomar el poder.

Los observadores tardíos han tendido a hacer de estos gestos retóricos
hacia la legitimidad doctrinaria el núcleo del asunto. De hecho, en
1917, la actitud hacia el soglashenie con la sociedad educada era el
núcleo del asunto. Esencialmente, había solo dos opciones para los
socialistas: a favor o en contra del /soglashenie/. Menchevique y
bolchevique son solo los nombres de estas opciones. Pero la tragedia de
Rusia en 1917 fue que el soglashenie era tan necesario como imposible.
La situación era de hecho horrible: demasiado horrible como para mirarla
a la cara, demasiado horrible como para contemplarla.

En esta lectura, la Revolución rusa no se trata de cometer o evitar
errores, sino de una tragedia sin una solución aceptable (eso es
justamente una tragedia).

Pero debe decirse algo más acerca del enfrentamiento entre mencheviques
y bolcheviques. Cada uno de los bandos tenía tanto ideas erradas como
adecuadas. Pero en el caso de los mencheviques, esta combinación los
llevó a la parálisis. En el caso de los bolcheviques, la combinación los
llevó a estar preparados y activos. Solo por este motivo, el futuro,
para bien o para mal, perteneció a los bolcheviques.

Lars T. Lih <https://www.sinpermiso.info/autores/Lars-T.-Lih>
estudió filosofía y ciencias políticas en las universidades de Yale,
Oxford y Princeton. Fue profesor en la Universidad de Duke y el
Wellesley College y actualmente enseña en la universidad McGill de
Montreal, Quebec. Una parte importante de sus artículos pueden
consultarse en los archivos de Sin Permiso.
Fuente:
https://jacobinlat.com/2020/10/31/octubre-al-interrogatorio/

In
SINPERMISO
https://www.sinpermiso.info/textos/la-revolucion-de-octubre-interpretada
8/11/2020

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