segunda-feira, 27 de maio de 2019

Manifiesto: No hay futuro posible en el marco de la Unión Europea



PCPE, PCE M-L, Unión Proletaria, Iniciativa Comunista y Red Roja


Ante unas elecciones europeas, ninguna de las fuerzas con representación
parlamentaria habla de lo que ha supuesto, la pertenencia a tan selecto club

El mito de la Unión Europea (UE) como símbolo del capitalismo bueno, de
rostro humano y del Estado del Bienestar ha sido uno de los instrumentos
fundamentales para la domesticación del movimiento obrero en el Estado
español.

Hoy, ante unas nuevas elecciones europeas, ninguna de las fuerzas
políticas con representación parlamentaria habla de lo que ha supuesto,
y supone, la pertenencia a tan selecto club, a pesar de que en los
anteriores comicios, tanto IU como Podemos denunciaban el Pago de la
Deuda y el sometimiento a las estructuras de la UE.

Tres años antes (en 2011) un gobierno del PSOE impulsó la reforma del
artículo 135 que sometía al Banco Central Europeo (BCE) y al Comisión
Europea (CE) los presupuestos de todas las administraciones públicas por
“recomendación” de la Comisión Europea. Esta reforma exprés conllevó
brutales recortes del gasto público, de las pensiones y las enésimas
contrarreformas laborales. Ahora todo eso se ha olvidado.

En la Transición, los representantes políticos y sindicales de la
“izquierda” sellaron la subordinación del movimiento obrero a la
burguesía. Esta empleó unas veces el soborno, otras la represión y
siempre la desmemoria. Poco después se vendió la pertenencia del Estado
español a la Comunidad Económica Europea (CEE) como la entrada en el
paraíso de los derechos sociales y laborales, ocultando que había sido
una creación del imperialismo yanqui y de las grandes patronales
europeas para destruir al movimiento obrero y al socialismo..

Ese idílico mensaje propagado unánimemente por las instituciones,los
medios de comunicación y los dirigentes de los grandes sindicatos, caló
hasta tal punto en la opinión pública que pudo esgrimirse el argumento
de que, para entrar en ese edén, bien valía pagar el peaje de la entrada
en la OTAN. Ambos hechos se produjeron, una vez más, bajo un gobierno
del PSOE con mayoría absoluta.

A pesar de que el capitalismo internacional, bajo las llamadas políticas
neoliberales, estaba procediendo desde los años 70 a liquidar derechos
sociales, laborales y servicios públicos, aquí se continuaba con la
cantinela de la entrada en el paraíso del “Bienestar”.

Con el pretexto de la modernización se acometió una gigantesca
destrucción de la industria, la agricultura y la ganadería: era la
“reconversión”.
Algunos datos dan idea de las dimensiones del desastre. El 1975 el
Estado español era la novena potencia industrial del mundo y la
industria representaba el 36% del PIB; ahora no llega al 15%. La Deuda
era el 7,3% del PIB; ahora es casi el 100%. Se perdieron 2.700.000
puestos de trabajo de alta calidad y la “reconversión” costó a las arcas
públicas más de dos billones de pesetas (más de 12.000 millones de
euros), además de los daños a la producción agropecuaria.

Esta enorme destrucción productiva respondía a una evidente
planificación del gran capital europeo y estaba destinada a eliminar la
competencia que pudiera entorpecer a los mercados de las principales
potencias. Frente a ello, la resistencia obrera – a veces durísima y
heroica – permaneció aislada. No hubo ninguna respuesta de carácter
general hasta la huelga general de 1988 que no cuestionaba sino aspectos
aislados del proceso.

Los grandes sindicatos habían aceptado, desde los Pactos de la Moncloa,
el discurso del enemigo de clase: la modernización y la competitividad.
Una tras otra las Directivas europeas iban impulsando las
privatizaciones de los grandes monopolios públicos, banca incluida,
aplicadas con entusiasmo por los sucesivos gobiernos de PSOE, PP, PNV y
CiU. Esas mismas organizaciones colocaron a sus dirigentes en los
consejos de administración de los nuevos trust privados e instauraron la
corrupción masiva, mientras se ufanaban de que “España era el país donde
más rápidamente se podían hacer grandes fortunas” y de que “la mejor
política industrial es la que no existe” (Solchaga dixit). Para los
representantes sindicales de la aristocracia obrera y de la
autodenominada izquierda quedaban los lucrativos puestos en las Cajas de
Ahorros, extendiéndose
así a ellos las migajas de la corrupción, como se ha comprobado
recientemente.

Todo resquicio de soberanía o de política alternativa al capitalismo
desapareció con el Tratado de Maastricht (1992). Años después, el
proyecto de Constitución Europea, que quedó en vía muerta tras su
rechazo en Referéndum por los Países Bajos y,sobre todo por Francia, fue
aprobado en España por un 76% de los votos, con una abstención cercana
al 60%. Los dirigentes de las grandes centrales sindicales, a diferencia
de la CGT francesa, pidieron el voto a favor “porque refuerza la
capacidad sindical y beneficia a los trabajadores europeos”.

La supeditación absoluta a los designios del gran capital europeo a
través del BCE y de la CE dio un paso decisivo con la implantación del
Euro y de la Unión Monetaria (1999). La instauración de una política
monetaria común entre países con niveles de desarrollo muy diferentes y
ejercida con mano de hierro por el BCE - controlado por Alemania - ha
tenido como consecuencia drásticos ajustes en los servicios públicos y
en los derechos laborales.

La clase obrera ha pagado con una enorme caída en sus condiciones de
vida y de trabajo el ajuste entre economías dispares, a beneficio del
capital financiero, sobre todo, alemán.

Aprovechando la crisis general desatada en 2008 y el enorme
endeudamiento público – resultado como bien sabemos de la transferencia
masiva de fondos públicos a la gran banca y a las multinacionales - se
establecieron férreos mecanismos de fiscalización. La aceleración de las
privatizaciones de los servicios sociales, junto al desmantelamiento de
lo público mediante grandes recortes del gasto, las contrarreformas
laborales y de las pensiones se garantizan mediante la reforma del
artículo 135 de la Constitución (agosto de 2011), la posterior
convalidación parlamentaria del Tratado de Estabilidad de la Zona Euro
(2012) y la Ley 2/2012. El Estado, la Seguridad Social, cada
Ayuntamiento y cada Comunidad Autónoma, son periódicamente intervenidos
por la Troika que asegura mediante todo tipo de coerciones y amenazas el
cumplimiento de los objetivos de Déficit y el Pago de la Deuda.

¿Hace falta añadir más argumentos para llegar a la conclusión de que los
programas políticos para las elecciones de quienes obtendrán
representación, y que siempre son un monumental engaño, lo son además
ahora porque ninguno de los partidos que obtendrán representación
cuestiona la ausencia total de autonomía política en el marco de la UE y
de la Zona Euro.?

La UE y el engranaje institucional de la Unión Monetaria son,
exclusivamente, instrumentos al servicio del gran capital financiero y
de los monopolios. Sirven al objetivo prioritario del capitalismo en
crisis: asegurar que los costes de la misma recaen sobre la clase obrera
y las clases populares.

Quienes desde supuestas posiciones de “izquierda” reclaman la “vuelta
del Estado del Bienestar”, cumplen el papel de servidores de las clases
dominantes. Lo hacen, tanto porque respaldan sus mentiras, como porque –
cumpliendo su papel natural – se afanan en dificultar que el movimiento
obrero y popular identifique con claridad a sus enemigos y actúe en
consecuencia.

A mantener el engaño de la UE como marco democrático en el que cabría
ejercer la soberanía de los pueblos, contribuyen también las
organizaciones independentistas que plantean ejercer el legítimo Derecho
de Autodeterminación en su marco. Hemos vivido el ejemplo de Cataluña.
Hemos visto cómo los gobiernos y las instituciones europeas miraban para
otro lado ante la brutal exhibición de represión contra un pueblo
indefenso realizada por unos aparatos del Estado atravesados por la
herencia de la Dictadura. Se ha manifestado también con toda claridad la
ingenuidad, o la trampa para los pueblos, que entrañan propuestas de
independencia en el marco de la UE. Una vez más se ha impuesto la
evidencia: es necesario articular la lucha conjunta de la clase obrera y
de los pueblos del Estado español para liquidar el Régimen heredero del
franquismo y por la República

En el escenario de la crisis, cuyo próximo estallido se anuncia ya, con
una UE debilitada por el Brexit, con sus principales potencias con
graves problemas económicos y cuando las contradicciones entre el
imperialismo norteamericano y el de las grandes potencias europeas se
agudizan, es preciso que la respuesta de los pueblos de Europea a las
nuevas agresiones, que sin duda vendrán, se articule sobre la base de
arrojar a la UE al basurero de la historia. La unificación de las luchas
obreras y populares concretas debe enmarcarse en la exigencia de No
Pagar la Deuda, salir de la UE, del Euro y de la OTAN. Todo ello junto a
la expropiación de la banca, de las grandes empresas estratégicas y la
socialización de los recursos naturales, unidas a la planificación
democrática de la economía.

Propuestas de ruptura como las que apuntamos, que señalan claramente a
los responsables de tanto sufrimiento y muestran el camino a seguir, son
las únicas que, con la coordinación necesaria, pueden permitir a los
pueblos de Europa avanzar en la construcción de la fuerza necesaria para
conquistar la soberanía y la democracia y acabar con el capitalismo y
construir el socialismo

In
LA HAINE
https://www.lahaine.org/est_espanol.php/manifiesto-no-hay-futuro-posible
25/5/2019

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