sexta-feira, 9 de outubro de 2015

Autogestión socialista versus autogestión reformista


Iñaki Gil de San Vicente

La crisis actualiza un debate anterior al comunalismo inglés del siglo XVII que
recuperaba tierras baldías de la nobleza bajo el lema de omnia sunt communia :
todo es de todos. Müntzer lanzó esta consigna a comienzos del siglo XVI
siguiendo una de las dos «almas enemigas» que corroen a las religiones
precapitalistas como «medios de integración y protesta»[1]: la que guardaba la
memoria herida de la propiedad comunal, mientras que las iglesias protestantes y
el catolicismo seguían el «alma» de la propiedad privada que se imponía sobre la
comunal conforme se afianzaban los Estados tributarios. Recordemos que hasta
poco antes del capitalismo a muchos pueblos «les era totalmente desconocida la
propiedad privada del suelo»[2].

Muchos textos escritos en la Mesopotamia del -3000 giraban alrededor de la
explotación del trabajo, como la Epopeya de Gilgamesh y El poema del muy sabio
Atharasis que narra en forma mítica la lucha entre los igigi, cansados de la
sobreexplotación agotadora, y los anunnaki, que vivían apropiándose de los
bienes producidos por los campesinos igigi[3]. Para acabar con las resistencias
de los explotados igigi los anunnaki lanzaron el Diluvio Universal y crearon una
nueva raza humana pasiva, explotable eternamente e incapaz de pensar en su
autogestión e independencia de todo amo.

Roma conocía la fluctuante pervivencia del «alma» comunalista en sectores
campesinos y en el siglo XIII Tomás de Aquino admitió que in extrema necessitate
omnia sunt communia . Surge aquí un debate que recorre la pugna entre la
doctrina social católica que asume una autogestión respetuosa con la propiedad
privada, para lo que tal vez podría recurrirse in extrema necessitate al muy
limitado derecho a la rebelión de Tomás de Aquino[4], y la autogestión
socialista que asume la autodefensa violenta contra la explotación, según el
principio de que «tomado en el más estricto sentido del término, el pacifismo es
sumamente inmoral»[5].

Ideales de igualitarismo existen en el Islam: «Según el propio Mahoma, la riba,
es decir, la ampliación de la fortuna, es un pecado muy grave»[6]. Si vamos al
otro extremo del mundo, «el mito utópico del comunismo agrario del jingtian
estará muy vigente en China hasta pleno siglo XX. Los primeros marxistas vieron
en él la versión del “comunismo primitivo”; los teóricos del “modo de producción
asiático” se refirieron a él hacia 1930, haciéndolo suyo»[7]. Conocemos la
resistencia tenaz y polivalente[8] de los pueblos originarios americanos para
defender sus tierras comunales y sus identidades[9] pero casi desconocemos el
rechazo de los indios a aceptar el dinero[10] de los blancos a finales del siglo
XVIII, por sus destructivos efectos, ya que facilitaban la especulación sobre
sus tierras y destruían sus redes comunitarias. Intuitivamente los indios sabían
que «el dinero es un depósito de poder social»[11] y esa esencia inhumana
termina pudriendo toda experiencia de «banca ética», «moneda social», etc.

Una mezcla de especulación, proteccionismo y «libertad de comercio» que imponían
los Estados a los pueblos precapitalistas y Estados débiles ayudó al auge
capitalista. M. Beaud ha definido estas formas brutales de acumulación como «lo
antiguo y lo nuevo»[12]. Los actuales TTIP, TiSA y TLC son mejoras
contemporáneas de la «libertad de comercio» de aquellos siglos iniciales. Por
ejemplo, el Tratado de Methuen de 1703 mediante el que el imperio portugués
anulaba de facto su independencia económica a cambio de la protección
internacional de la expansiva Inglaterra[13]. C. Andrés Ortiz sostiene que los
intentos de la Unión Europea para forzar tratados de libre comercio con Mercosur
y Unasur siguen la estela del Tratado de Methuen que enriqueció a la minoría y
empobreció a la mayoría[14].

La acumulación originaria del capital[15] muestra la destrucción salvaje de lo
comunal y de la autogestión de pueblos precapitalistas, proceso consustancial al
capitalismo como bien demostró Rosa Luxemburg y D. Harvey confirma en el
presente[16]. Luego Marx insiste en el papel creciente del capital ficticio, ya
denunciado por Gilbart en 1834 con una frase: «Todo lo que facilita los
negocios, facilita también la especulación y que ambos van, en muchos casos, tan
íntimamente unidos, que resulta difícil decir dónde acaban los negocios y dónde
empieza la especulación»[17].

La historia del capital es despiadada: expropia los comunales e ilegaliza y
reprime el derecho consuetudinario que permitía a los pueblos sobrevivir con su
uso, derecho precapitalista que Marx[18] defiende y justifica. El capital
recurre al terror, a las corrupciones y especulaciones para impulsar al
capital-dinero y especulativo, creándose una espiral de explotación sistemática
que multiplica las corrupciones y violencias extremas. Ante esto, ocurre que
«los obstáculos que la solidez y la estructura interiores de los sistemas
nacionales de producción precapitalista oponen a la influencia disgregadora del
comercio se revela de un modo palmario en el comercio de los ingleses con la
India y con China»[19] porque la pequeña agricultura, la industria doméstica y
la propiedad comunal oponen la más tenaz resistencia «a la producción de la gran
industria»[20].

¿De dónde surge ese potencial de resistencia anticapitalista? De la dialéctica
del trabajo, es decir, del hecho de que antropogenia y trabajo sean
prácticamente la misma praxis liberadora que queda, sin embargo, anulada por la
dominación de la clase propietaria de las fuerzas productivas[21]. El
capitalismo anula el potencial liberador del trabajo mediante la unidad
dialéctica de la explotación asalariada y de su subsunción en el capital, en un
proceso simultáneo sometido a la ley general de la acumulación. Mientras que el
trabajo libre es una actividad orientada a un fin y modelada «según las leyes de
la belleza»[22]; bajo el capital el trabajo es alienante, forzado, enajenado.
«Trabajo» en el lenguaje de quien tiene que trabajar para vivir también
significa «dificultad, impedimento, perjuicio, penalidad, molestia, tormento,
suceso infeliz, estrechez, miseria, pobreza o necesidad con que se pasa la
vida»[23]. La palabra «trabajo» viene del instrumento romano de tortura llamado
tripalium .

Autogestión[24], asociación cooperativa[25], cooperación[26], consejismo[27],
sindicalismo y sindicatos[28] y otras prácticas son praxis diversas en sus
formas pero unidas contra el tripalium . Diversidad apreciable en las cinco
acepciones del término autogestión: social revolucionaria; pedagógica y
cultural; popular, de comunidades y colectivos; en el trabajo en comités y
comisiones; y sobre todo «la gestión por parte de los productores directos de
los medios de producción en una escala general -en un pueblo, una comarca e,
inclusive, en el conjunto de la economía social de un país. En este caso se
habla de la autogestión social generalizada siempre en sintonía con las
aspiraciones y necesidades de un autogobierno popular ejercido por los propios
trabajadores -y sin intermediarios»[29].

Según L. Carretero: «el conjunto del movimiento obrero pasa a centrarse en la
construcción de un modelo social que tenga a la cooperación y a la autogestión
como elemento fundamental. Buena prueba de ello es el siguiente fragmento de la
relación introductoria al problema de la gestión colectiva por parte de los
obreros, redactada en el Congreso de Ginebra de la Primera Internacional en
1866:


Nosotros reconocemos el movimiento cooperativo como una de las fuerzas
transformadoras de la sociedad actual, fundada sobre el antagonismo de clase. Su
gran mérito es el de mostrar en la práctica que el sistema actual de
subordinación del trabajo al capital, despótico y pauperizante, se puede
sustituir por el sistema republicano de las asociaciones de productores libres e
iguales. El sistema cooperativo, reducido a su forma minúscula, nacido de las
fuerzas individuales de los esclavos asalariados, no puede, por sí solo,
transformar la sociedad capitalista. Son indispensables cambios generales para
convertir la producción social en un amplio y armonioso sistema de trabajo
cooperativo[30].

Una forma de cooperativismo es parte de la autogestión socialista porque al
organizarse en forma de cooperativa obrera de producción y consumo, actuando
«con arreglo a un plan común» significan el «comunismo “realizable”»[31], que
puede y debe ser una praxis revolucionaria contra el capitalismo, o degenerar en
su aliado. Según M. López «las cooperativas se han desarrollado dentro del
capitalismo, por lo que integra, hacia fuera de la cooperativa, los mismos
comportamientos de una empresa cualquiera, en la medida que debe competir en
calidad y precio, reducir costes, usar técnicas de marketing y gerencia, etc.».
La Corporación Mondragón es un ejemplo de ello, lo mismo que el cooperativismo
impulsado por el Estado burgués[32].
Autogestión como autodefensa nacional
Las crisis tienden a reabrir antiguos ideales borrosos y contradictorios que
laten en la historia popular, con especial incidencia en las «cuestiones
feministas»[33] por su vital conexión con la propiedad patriarcal. No es casual
que las luchas feministas, si son tales, radicales[34], son las más impulsoras
de la autogestión revolucionaria. Dentro de esta recuperación teórica intentamos
adecuar el textoCooperativismo obrero, consejismo y autogestión socialista,
algunas lecciones para Euskal Herria, de 2002, colgado en la red y en formato
libro en Boltxe Liburuak, 2013. Empieza así:


Erich Gerlach narra en su Introducción a ¿Qué es la socialización? -la
imprescindible obra de Karl Korsch, (Ariel nº 115, 1975)- que el 19 de noviembre
de 1941 Bertolt Brecht escribía a Korsch instándole a que hiciera una
«imprescindible» investigación histórica de las relaciones entre los consejos o
soviets y los partidos. Según Brecht esta investigación es un « asunto de vital
importancia para nosotros... » y, siempre según este, Korsch era el más
capacitado para ello. Gerlach concluye: «No contamos, por desgracia, con un
trabajo de Korsch sobre el tema. Pero situó en todo momento el sistema de los
consejos o, de manera más general, el derecho de autodeterminación de los
trabajadores en su trabajo y en su vida en el centro mismo de la lucha política
y del trabajo teórico»[35].

E inmediatamente después:


En cuanto a lo escrito por Gerlach surgen, entre otras muchas, estas cuatro
preguntas fundamentales: ¿qué relaciones existen entre los consejos y soviets, o
la autogestión socialista, y las formas de cooperativismo? ¿Por qué renacen
periódicamente las prácticas consejistas o autogestionarias y qué relaciones
guardan con los cooperativismos? ¿Qué significa realmente la autodeterminación
de los trabajadores y qué relaciones tiene o puede tener con la de los pueblos
oprimidos? ¿Qué relación existe o puede existir, por tanto, entre consejismo y
autogestión y la autodeterminación nacional? La respuesta ya nos la dio Lucio
Cornelio en su texto Introducción a la autogestión (El Cid Editor, Buenos Aires,
1978, p. 161): «Aunque a menudo distintos formalmente, los dos actuales
movimientos para la autogestión por una parte, y para la independencia de las
naciones por otra, están íntimamente ligados y se explican en profundidad por
las mismas causas»[36].

D. Day hace constar que «cuando los lazos entre la gente y la tierra son más
débiles, el control del territorio está más expuesto a la llegada de un
extranjero poderoso»[37] y entre varios ejemplos cita a la Corea de 1909 ocupada
por Japón. Entonces los coreanos escribían clandestinamente su historia nacional
manteniendo los irrompibles lazos entre territorio e identidad[38]: verdadera
autogestión nacional. En 1941, el nazifascismo aplastaba a los pueblos
provocando su autogestión defensiva en forma de guerrillas más allá de Europa:
India, Vietnam e Indonesia[39], China, Filipinas, Birmania, etc. La autogestión
clandestina fue decisiva en las insurrecciones urbanas, destacando la de
Varsovia capaz de crear su propio Estado[40], al igual que la disciplinada
cooperación clandestina en campos de exterminio nazis. Tras 1945 las luchas de
liberación nacional recurrieron al mismo método autoorganizativo para conquistar
la independencia[41].

Desde la década de 1970 el capitalismo impuso la desregulación financiera y la
aplicación implacable de las seis medidas que contrarrestan la ley de la
tendencia decreciente de la cuota de ganancia (como describió Marx): aumento del
grado de explotación del trabajo; reducción del salario por debajo de su valor;
abaratamiento de los elementos que forman el capital constante; superpoblación
relativa; comercio exterior, y aumento del capital-acciones[42]. Una de las
plasmaciones más acabadas de estas medidas la encontramos en el llamado Consenso
de Washington[43], diseñado entre otros objetivos para destruir la independencia
autoorganizada de los pueblos saqueables.

El sistema capitalista también se autoorganiza y hasta impulsa determinados
niveles de autogestión reaccionaria siempre sometidos al telecontrol estratégico
realizado por el «Estado vigilante»[44] que entre otras muchas más tareas tiene
también la de actualizar la «lógica cultural del Miedo… solo posible mediante la
estimulación mediática de ese Miedo en el contexto de la rentabilidad económica,
y las posibilidades infinitas de control social vinculadas a la provocación
recursiva de amenazas de diverso signo: medioambientales, financieras,
epidémicas, alimentarias y, por supuesto, terroristas»[45]. Y debe realizar esta
producción de miedo social porque las contradicciones irreconciliables del
capitalismo hacen que tarde o temprano incluso dentro de «la complementariedad
(auto-organizadora) de la(s) violencia(s)», y que por su esencia antagónica,
tienda a surgir la autoorganización de la «violencia de los excluidos» y no solo
de los excluyentes[46].
Autogestión obrera y popular
Sabemos que la autogestión es muy anterior a la década de 1970: «En general, las
cooperativas, como formas autogestionarias de asociación, con fines sociales,
económicos y culturales, constituyeron, junto a otras fórmulas como los
sindicatos, mutualidades, sociedades obreras, de socorro, etc., las
instituciones de resistencia que crearon las clases populares a mediados del
siglo XIX frente a las duras condiciones de vida y trabajo que la naciente
sociedad industrial imponía a la mayoría»[47]. En un ejemplo de autogestión
nacional de clase, el argentino Frente Antiimperialista de Trabajadores de la
Cultura (FATRAC) se opuso en 1969 al «Proyecto Marginalidad»[48] destinado a
conocer la realidad social primero del Cono Sur latinoamericano y luego de toda
Nuestra América. La Fundación Ford subvencionaba el «estudio científico neutral»
de las «capas marginales» con fines de contrainsurgencia. Tras un detenido
análisis crítico del proyecto, el FATRAC afirmó que:


Los intelectuales que pretenden tener un rol progresista no deben realizar estas
investigaciones dentro de los marcos y con la financiación de instituciones del
sistema, ya se trate de fundaciones norteamericanas o de los organismos de sus
aliados locales –reparticiones estatales, institutos privados al servicio del
sistema, etc. pues esto asegura totalmente que ellos instrumentarán sus
resultados para reforzar su dominación. Por el contrario, dada la ya reconocida
relevancia política del tema, una investigación de este tipo solo se
justificaría si se asegura que sus resultados solo serán conocidos por aquellos
sectores enrolados realmente en la lucha por la liberación nacional y social.
[…] aun en el supuesto que los datos de esta investigación se hagan públicos
solo permitirían un uso residual por parte de estos sectores, puesto que
tendrían la misma información pero menor poder o facultad que la derecha[49].

No hay espacio en este ensayito para explorar las vías abiertas por el párrafo
relacionadas con la autogestión, pero, como síntesis, recurrimos a esta cita:
«Eso exige, como primer paso, encontrar métodos organizativos básicos que
colectivicen la acción de los intelectuales, hoy dispersos y atomizados […]
uniéndonos a otras muchas incitaciones que hoy provienen de diferentes ángulos,
consiste en unir fuerzas en un frente de lucha, en el que cada uno de nuestros
esfuerzos, cada una de nuestras experiencias, se confronten, enriquezcan y
potencien con las de otros, en una acción en común»[50]. Se trata de
autoorganizarse no solo fuera del poder imperialista, en una falsa e imposible
neutralidad cognoscitiva y apolítica[51], sino directamente en su contra por
cuanto movimiento de liberación nacional y social antiimperialista, por tanto de
trata de una autogestión nacional de clase.

Fue terrible la suerte corrida por el FATRAC bajo las dictaduras, pero vive en
la autogestión actual de las naciones trabajadoras[52] que se oponen a sus
burguesías y a los amos internacionales, como es la resistencia diaria del
hospital oncológico de Atenas, que funciona en buena medida gracias a la
autogestión de sus trabajadoras y trabajadores[53], en un pueblo que se
autogestiona y autoorganiza[54] porque el Estado se hunde y los barrios se
organizan[55] para defenderse de la crisis provocada por su burguesía en
connivencia con la Unión Europea. También en estas luchas las mujeres han jugado
un papel fundamental[56].

A otra escala, el auge de muchas formas de cooperativismo en Catalunya[57], o la
cooperación de bases amplias para resolver problemas de vivienda, terrenos
cultivables, suelo urbano y rural en Centro América[58]. La autogestión de
cuatro empresas integradas en redes de coordinación a nivel europeo bajo el
título de «Economía de los trabajadores», en colaboración con el movimiento
argentino[59]. O la televisión comunitaria creada por trabajadores uruguayos[60]
mostrando la estela a la televisión autogestionada griega antes de la vuelta a
la emisión oficial[61].

La asamblea obrera es básica como confirma la empresa VIOME abandonada por sus
propietarios, recuperada por la clase obrera después de dos años de lucha y en
propiedad colectiva de sus trabajadores que se autogestionan formalmente bajo la
figura legal del sindicato que:


Legalmente debe tener una serie de cargos, como el presidente, el tesorero, etc.
Pero los propios trabajadores decidieron no darles validez a estas figuras.
Trabajan y toman las decisiones de manera asamblearia; cada trabajador tiene un
voto. Makis Anagnostu, el presidente del sindicato, funciona a modo de portavoz,
transmitiendo las decisiones de la asamblea a los medios de comunicación y a
otras organizaciones, pero no tiene ningún poder propio[62]. De hecho, se
constata que la autogestión obrera y popular de empresas recuperadas por sus
trabajadores «está dando sus primeros pasos»[63].

La autoorganización resurge entre el pueblo afroamericano: «en el marco de estas
protestas comienza a oírse otro rumor: suma de voces que se va tejiendo entre
movimientos sociales, agrupaciones barriales, grupos de derechos humanos y otros
que confluyen hacia la conformación de un nuevo movimiento»[64]. Coordinación de
base que aúna fuerzas espontáneas activadas por el endurecimiento represivo, con
fuerzas organizadas que se expresan en forma de movimientos populares y sociales
de bases amplias centralizadas por sus objetivos básicos, con, por último,
pequeñas organizaciones militantes que han mantenido vivas las brasas de luchas
anteriores, de forma que:


[…] las tácticas que practicamos parten de un legado que viene de nuestros
antepasados, quienes ocuparon una biblioteca en 1939 para reclamar su derecho al
alfabetismo, o a las ocupaciones de restaurantes de los años 60 para exigir la
derogación del sistema de segregación. Intervenimos en espacios donde nuestra
mera presencia incomoda al sistema y a la gente que nos ve como asunto
ajeno»[65].

Dinámicas iguales en lo sustantivo descubrimos en la lucha de las famosas
«mareas». En ellas los grupitos de militantes autogestionados, formados política
y teóricamente han mantenido años de «lucha gris y subterránea» hasta que
empiezan a emerger dentro de movimientos más amplios. Las movilizaciones en el
Estado español en defensa del sistema educativo público coinciden
sustancialmente con las tenaces luchas actuales de los sindicatos de maestros y
profesores en México[66].

La cultura liberadora de las mareas de maestros es asumida por la experiencia
argentina en «La Fábrica, Ciudad Cultural», centro cultural autogestionado en
IMPA, en el que funcionan talleres y cursos, se realizan fiestas, funciones de
teatro, cine, etc., representa un buen intento de articulación con la
comunidad[67]. Nos hacemos una idea de la cultura que se imparte cuando leemos
que «las empresas recuperadas trascienden la producción y se constituyen, en
algunos casos, en ejes de organización popular a partir de la articulación de
distintas formas de lucha. Así encontramos la formación de centros culturales,
bibliotecas, centros educativos, proyectos de construcción de viviendas,
etcétera»[68].

El deterioro deliberado de barrios empobrecidos para, sobre sus ruinas,
construir residencias burguesas con policía privada generalmente de
ultraderecha[69] ha dado lugar a formas de autodefensa del entorno vital. Estos
procesos resurgen siempre que hay una previa autoorganización de base como es el
caso de la lucha vecinal de Brixtol, «símbolo de resistencia y de cultura
popular»[70] en el extremo urbano del nuevo proletariado británico tan bien
estudiado por O. Jones[71], que se ha puesto en pie para impedir el desahucio
masivo de sus condiciones materiales de vida. Destrucción de barrios populares,
construcción de residencias burguesas: frases del capital[72] que el pueblo
combate.

La autogestión dirigida al socialismo es practicada por las izquierdas turcas,
por ejemplo en el barrio de Küçük Armutlu combinando la iniciativa popular, la
autogestión y la lucha antiimperialista por la soberanía del pueblo, creando
jardines, mercados ecológicos con precios justos, producción endógena y regional
que se vende en supermercados populares, se previene la delincuencia social
mediante medidas sociales y educativas, etc.: «Es importante poner esos
proyectos en el contexto de la política imperialista de Occidente y la relación
neocolonial con los países dependientes. Desarrollando ese tipo de iniciativas
se reduce la dependencia del pueblo de la oligarquía local y especialmente de
las políticas que Unión Europea y Estados Unidos imponen destruyendo la
industria alimentaria, no solo de los países de tercer mundo, sino la de los
nuevos miembros de la unión»[73].

En los barrios empobrecidos la autogestión vecinal mediante comedores
populares[74] abre la posibilidad de una radical crítica del principio burgués
de la propiedad privada de la industria alimentaria: la salud y la alimentación
se integra en la soberanía popular[75]. Otra denuncia práctica aunque todavía no
política ni teórica del capitalismo, es la autoorganización contra la pobreza
realizada mayoritariamente por mujeres[76]. Y en Centroamérica se da un paso
decisivo: «la vivienda, entre el derecho y la mercancía»[77] con la aguda
reflexión de Gustavo D. González.

La consigna «ocupar, resistir, producir» expresa las lecciones del movimiento
obrero alrededor de la empresa Zanon que ha «levantando la bandera de la
ocupación, la puesta a producir y la estatización bajo control obrero como una
bandera de lucha para el conjunto de los trabajadores, alentando con su
experiencia, una salida por izquierda a la crisis capitalista»[78]. El
movimiento de las «fábricas sin patrón» en julio de 2015 mostraba su potencia en
los diez meses de control obrero de Donnelley, perteneciente a las 500 más
grandes del mundo, cerrada por sus propietarios dejando en la calle a 400
familias, y que tras ser recuperada recibió el nombre de Madygraf[79].

El proceso de coordinación y autoorganización de las fábricas recuperadas por la
autogestión obrera que avanzan a una red de empresas cooperativas[80], puede ser
impulsado por el gobierno o frenado por este según las relaciones de fuerza en
la lucha de clases y el conflicto político, como sucede en Argentina. Sucede lo
mismo con toda lucha autoorganizada, por ello el sistema de autodefensa debe ser
efectivo. Las dificultades abrumadoras que debe superar la recuperación obrera
de empresas abandonadas y puestas a funcionar dentro de la legalidad
capitalista, son verdaderamente tremendas porque se enfrentan a mil y una
maniobras diarias del sistema para derrotarles. La empresa Flasko[81] lleva once
años liberada y siempre debe vencer nuevos ataques.

La empresa italiana RiMaflow[82] es una fuerza de emancipación frente al
capitalismo en cada vez más áreas de la vida productiva, social, cultural,
afectiva y emocional, sexual, ecologista, deportiva, etc., que intentan superar
la dictadura del mercado en la medida de lo posible: es uno de los ejemplos que
muestran por qué es reprimida la autogestión revolucionaria, sobre todo cuando
el lema es «fábrica cerrada, fábrica tomada»[83]. Las defensas ante las
permanentes agresiones contra la autogestión social pueden resumirse, al menos,
en una docena de acciones de autodefensa[84]: economía, ecología, gobierno,
cosmovisión, vivienda, seguridad, comunicación, salud, energía, finanzas,
ciencia, y educación.

¿Cómo pensar y organizar la autodefensa? Con «la asamblea como centro»[85] que
se organiza, gestiona, determina y se defiende. Cuando las clases explotadas
adquieren la fuerza y recuperan lo que les han quitado deben articular
estrategias de auto-defensa realistas: Por ejemplo, en México grupos de
autodefensa popular contra el narco-capitalismo devuelven a los campesinos las
tierras que los narcos les habían arrebatado[86], haciendo suyo un lema de la
autogestión argentina: «“Jaque al patrón, todo el poder al peón”»[87].
Autogestión reformista
Hay dos autogestiones opuestas: la socialista[88], que busca acabar con el
tripalium recuperando el trabajo como creación de bello valor de uso dentro de
la propiedad comunista[89], y la burguesa, que integra pequeñas áreas de
cogestión y propiedad cooperativa sin combatir al capital y hasta defendiéndolo
por activa o por pasiva, aislándose de la lucha obrera y popular, o
enfrentándose a ella[90]. El punto crítico que les separa estalla cuando deben
enfrentarse a la propiedad del capital: o se la ataca o se la acepta.

Hay muchas formas de atacar o aceptar la propiedad del capital. Una forma de
atacarla es no hipotecarse con préstamos y deudas de la banca privada o de las
instituciones oficiales porque toda deuda económica es deuda política e
ideológica. Por ejemplo, en el decisivo campo de la libertad de expresión
critica audiovisual, la autogestión socialista recurre a la solidaridad popular,
a la ayuda mutua, al trabajo colectivo, como es el caso de Alba TV[91]. La
autogestión burguesa se mueve por el contrario dentro de las leyes del mercado y
de respeto a la ley del capital afirmando incluso que su quehacer es bueno para
el sistema en su conjunto. Este es el caso de una de las versiones existentes
sobre el «consumo colaborativo»[92]. La aceptación de la ley del capital puede
llegar al esperpento de recibir y agasajar al monarca español en la empresa
emblemática del cooperativismo burgués: Corporación Mondragón[93].

Por ejemplo, el derecho de autoproducción y autoconsumo energético[94] se
enfrenta a empresas energéticas con la consigna «el gobierno contra el sol»[95],
el capitalismo contra la naturaleza. La autogestión energética roza de inmediato
la propiedad burguesa porque lucha contra quienes manipulan la producción,
distribución y precio con métodos mafiosos y corruptos[96]. La radical
diferencias entre la propiedad burguesa y la socialista que descubre la
autogestión energética es la de «cambiar el mercado eléctrico o cambiar el
sistema eléctrico»[97], reformar o revolucionar. Y de la autogestión en la
producción y consumo eléctrico se avanza a otras necesidades vitales para la
población empobrecida como son las gasolinas y la telefonía[98]. Si se trata de
cambiarlos hay que cambiar sus formas de propiedad, como sucede con el derecho
al agua[99]. Entrados en este sendero los problemas se multiplican a cada
instante.

Cualquier práctica de autogestión ha de ser consciente y prepararse para la
autodefensa como hemos visto arriba, y sobre todo viendo como el capital
profundiza sus ataques[100]:


Un proyecto de producción o elaboración de alimentos, un proyecto de
construcción o conservación de viviendas, de ayuda a personas mayores o
dependientes, un proyecto de escuelita, una universidad popular, un teatro donde
nos podamos reconocer, pensarnos y sentirnos, un medio de comunicación social,
de edición y distribución de libros, un centro de creación artística, incluso un
proyecto de defensa del activismo o de la rebeldía organizada…, cualquier
proyecto puede empezar detectando una necesidad, un ámbito asequible a la
eficacia autogestionaria, los insumos necesarios y el modo de relación con otros
proyectos autogestionados, y ponerse a trabajar, duro, largo, difícil, sin duda,
pero al tiempo viviendo en el mundo que queremos construir, en el presente que
cambiamos con nuestras prácticas. En esta trama, propuestas como las
cooperativas integrales, colectivos más o menos organizados o informales, grupos
de ayuda mutua o incluso de mera afinidad, son herramientas disponibles a poco
que nos juntemos unos cuantos y las queramos afilar[101].

Pero la autogestión reformista se limita a la superficie del problema. En un
texto antimarxista[102] que asume los principios de la encíclica Laborens
Exercens[103] de Juan Pablo II, pontificado caracterizado por su beligerancia
proimperialista, el autor defiende la propiedad privada en base a cuatro ejes:
el destino universal del hombre, la propiedad privada de los medios de
producción, la justificación histórica de la propiedad privada y la propiedad
personal[104]. El Estado debe ser respetado porque es una parte de la sociedad
civil; es la encarnación superior de la nación; sirve al bien común; y es una
estructura impersonal que funciona racionalmente, cuyo deber es restablecer la
justicia cuando la lucha social se encrespa[105].

La autogestión, que políticamente se inscribe en la corriente democristiana, se
integra en la «economía comunitaria» que se divide en tres niveles: la economía
capitalista como tal; la cogestión en la que la empresa es codirigida por
trabajadores y empresarios; y la autogestión en su sentido cristiano, abierta a
la participación del Estado, consumidores, vecinos, etcétera[106]. Sus objetivos
son: maximizar la producción, maximizar la satisfacción de las necesidades
reales, y elevar el nivel de participación a todos los niveles de la actividad
productiva[107] dentro de un «proyecto histórico» destinado a recuperar los
valores de los cristianos primitivos[108].

Vemos aquí las «dos almas» de las religiones precapitalistas, pero en un
proyecto autoritario pese a su palabrería ambigua como «economía comunitaria»,
«autogestión», «bien común», etc. Otro tanto sucede en el texto que ahora
analizamos, que sigue las tesis de E. Ostrom, (Nobel de Economía en 2009) lo que
debe alarmar al pensamiento crítico. Conocemos que el extermino de los comunes
fue debido al proceso de acumulación capitalista, pero algunos autores dicen que
no, que la «tragedia de lo común» no responde a fuerzas materiales, sino
ideológicas:


La representación hegemónica, esencialmente fundada en el darwinismo social,
hace de la competencia, de la lucha y de la emulación entre todos la esencia de
la realidad. Esa concepción surgió como resultado de una «modernización de
progreso» de las fuerzas del mercado que se apoyaron en las instituciones
políticas públicas. Es así como se fueron acabando, colonizando o
residualizando, como ya hemos dicho, los bienes y la vida comunal[109].

Convertir a la ideología en la causa de la evolución social, y no a sus
contradicciones internas y los procesos económicos paralelos, permite
afirmaciones que niegan la evidencia histórica: «Lo común no es mercantilizable
(transmisible, enajenable) y no puede ser objeto de posesión individualizada.
Expresa por tanto una lógica cualitativa, no cuantitativa. No “tenemos” un bien
común, “formamos parte” de lo común, en la medida que formamos parte de un
ecosistema, de un conjunto de relaciones en un entorno urbano o rural, y por
tanto el sujeto forma parte del objeto. Los bienes comunes están
inseparablemente unidos y unen a las personas, las comunidades y al propio
ecosistema»[110].

No es cierto que lo común no sea mercantilizable: lo es siempre que sea rentable
y pueda vencerse la resistencia popular que lo impida. Si vislumbra negocio, el
capital invierte en I+D+i para que sea rentable, y/o presiona al Estado para que
aplaste la resistencia popular y los valores sociales comunalistas inherentes a
lo común; si no vislumbra negocio todavía, tal vez llegue el día que sí sea
rentable y entonces pondrá en marcha su apisonadora[111] recurriendo a la
violencia sin fronteras[112] más atroz para lograrlo y para aniquilar los
valores comunalistas. La compra masiva de tierras, que la FAO denunció hace seis
años[113], sigue creciendo por ejemplo para producir café[114], y la pugna por
la privatización del Ártico se agudiza. Ante esta realidad se propone escapar de
la «lógica binaria que nos obligaba a escoger entre propiedad pública o
privada»[115]: «La existencia de esos espacios de economía social y solidaria
pueden coexistir e hibridarse con otros espacios regidos por las lógicas de
mercado o de la economía dirigida»[116].

Bajo sus diferencias superficiales la autogestión católica y la «progre»
coinciden en lo sustantivo: la autogestión respeta la propiedad burguesa, no la
combate, evita el problema del poder de clase y de la explotación social, y cree
que volcándose en el área de la circulación y consumo de mercancía va a terminar
dominando en área decisiva de la gran industria mundial, la productora de valor.
Es significativo el silencio de ambos ante el plusvalor y la plusvalía, uno de
los abismos que separa al cooperativismo reformista de las empresas
socialistas[117].

Abismo apreciable comparado con los debates del IV Encuentro Internacional
«Economía de los trabajadores» donde se han fortalecido las «fábricas
socialistas»[118]. La unidad de producción-consumo, el papel del Estado y otros
poderes locales, constituyen una reflexión permanente de la autogestión y del
cooperativismo campesino de soberanía alimentaria opuesto a la agroindustria,
que ha sufrido en 2013 un duro golpe[119]. El poder político es fundamental como
se ve en los obstáculos que ha de superar la agricultura familiar campesina para
resistir los ataques de la agroindustria[120]. Un ejemplo positivo lo tenemos en
la Gipuzkoa gobernada (entonces) por EH Bildu, la cual ayudó a Truke, (red de
«consumo colaborativo»)[121].

Separar la producción del consumo y escaquearse del Estado, es ocultar el papel
clave de la propiedad privada. Este es el caso de la falsa versión histórica del
origen del llamado «consumo cooperativo»[122]. Este diario burgués ofrece una
imagen que retrotrae el cooperativismo al paleolítico pero sin hablar de la
«producción cooperativa» ni de la propiedad común de las fuerzas productivas, o
mejor decir el «comunismo primitivo». Otro diario oficial informa que la
«economía colaborativa»[123] se centra por ahora en transporte y alojamientos, y
que el llamado «consumo colaborativo»[124] se extiende entre personas mayores
por razones de ahorro. Y un tercero elogia la moneda social y la banca
alternativa: más de 70 monedas sociales en el Estado español, 8.000 usuarios y
500 comercios que las aceptan, e informa que un masaje en Madrid cuesta 10
boniatos, y un curso de teatro en Sevilla 55 pumas[125].

Las monedas sociales están restringidas a espacios limitados en donde no suponen
peligro para el sistema monetario capitalista. El Banco de España advirtió que
era «imposible además de indeseable» crear una moneda social para el
Ayuntamiento de Barcelona, parecida a la que se pensaba para Valencia[126]. El
inconmensurable poder del capital financiero tolera la escasa acción de la
«banca ética» cuyas diferencias[127] no le suponen riesgo ni ahora ni cuando
existieron las cooperativas, mutuas, cajas de ahorro del socialismo utópico y de
la doctrina social cristiana.

Las monedas sociales arraigan con criterios de «bien común»[128], que algún
autor resume en tres: uno, no es competitiva, es colaboradora; dos, no busca
aumentar el PIB y la acumulación financiera, sino el «bien común conseguido», la
«felicidad nacional bruta»; y tres, cuestiona la propiedad y la herencia[129].
Se agradece saber que alguna corriente del «bien común» «cuestiona» la propiedad
y la herencia pero es necesario un combate sistemático contra ellas. La
ambigüedad es tan grande que los defensores del «mercado» se cuelan por la
mínima rendija.

En efecto, la porosidad e imprecisión conceptual que caracteriza a muchas de las
prácticas de lo que definimos como autogestión reformista es tal que el fraude
puede colarse por cualquier hueco, como es el caso de los llamados
«bitcoin»[130] que funcionan como monedas virtuales que debieran sustituir al
dinero clásico en los negocios en Internet con claras ventajas para sus
usuarios. También se puede confundir el «consumo cooperativo» sin afán de lucro
con la propaganda empresarial de supuesto «consumo barato» mediante el empleo de
internet, como en China Popular donde rebajan un 40% el precio de un
automóvil[131].

Por ejemplo, la red Uber y otras son un ejemplo de «consumo cooperativo» que no
cuestiona los pilares capitalistas sino que adecua al presente la antigua
cooperación de consumidores. Al no combatir la lógica capitalista, termina
ocurriendo que:


Se está abriendo el debate sobre si deben o no volverse lucrativas estas
entidades. Blablacar ya ha empezado a cobrar comisiones por poner en contacto a
conductores y viajeros […] Lo cierto es que no todas las plataformas caminan
hacia un proceso lucrativo. Desde Segundamano aseguran que no tienen pensado
cobrar más que a los profesionales que ofrecen sus servicios, como han hecho
siempre […] Los inversores también apuestan por el sector, por lo que las
expectativas de crecimiento son muy elevadas de cara al futuro[132].

Si «los inversores apuestan por el sector» es que otean beneficios: «La economía
colaborativa o consumo colaborativo quiere cambiar el mundo. Plantea una
revolución abrazada a las nuevas tecnologías. El Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) le calcula un potencial de 110.000 millones de dólares
(82.000 millones de euros). Hoy ronda los 26.000 millones. Y quienes participan
a título personal en este sistema basado en intercambiar y compartir bienes y
servicios a través de plataformas electrónicas se embolsan, según la revista
Forbes, más de 3.500 millones de dólares (2.580 millones de euros)»[133]. Surge
un sector empresarial que se enriquece con la «economía colaborativa» y el
supuesto «comercio justo» que en realidad es «comercio menos injusto»[134].

El creciente cooperativismo yanqui crea «hambre de democracia», pero a la vez y
por su misma contradicción beneficia a sectores capitalistas: Por ejemplo, la
conocida como «economía solidaria» de Lumumba «fue capaz de convencer a la
comunidad empresarial de la ciudad de abrazar a las cooperativas de trabajo como
un medio pragmático para asegurar que el capital se mantuviera dentro de la
ciudad»[135], Lumumba sabía que los empresarios se enriquecerían pero esperaba
que el hambre de democracia generado por la autogestión empoderaría al pueblo.
Un riesgo similar corre el comercio justo que se expande por Nuestra
América[136], que puede caer parcialmente en manos de la expansiva industria
turístico-cultural.

En Euskal Herria existe un movimiento «[…] de empresas cooperativas, sociales y
de inserción (todas no lucrativas) que cubren un amplio abanico de productos y
servicios: agricultura local y ecológica, hostelería, productos recuperados
(muebles, ropa, complementos, etc.), cultura libre, comunicación, limpieza,
serigrafía, construcción, servicios a personas, seguros, etc., así como
iniciativas relacionadas con sectores clave para la construcción de alternativas
económicas: soberanía alimentaria, finanzas éticas, reciclaje y recuperación,
inclusión social, energías renovables, comercio justo, moneda social,
información alternativa, etcétera»[137]. Movimiento según el cual: «El principal
objetivo del negocio no es el incremento del capital, sino la promoción de las
personas que trabajan en ellas, al tiempo que la toma de decisiones se realiza
en equipo y de forma colaborativa»[138].

En este contexto, surgen debates sobre si la autogestión reformista puede ser la
vía socioeconómica que sustente una Euskal Herria «independiente»: esto es
imposible porque no puede existir independencia efectiva, real, si no va unida
al poder socialista[139]. Como estamos viendo, la autogestión reformista acepta
la propiedad privada. La mundialización de la ley del valor y del capital
financiero hace que incluso Estados formalmente libres sean en realidad
«vasallos financieros»[140] de los grandes Estados. Las naciones oprimidas, sin
Estado propio, seremos independientes de verdad cuando seamos propietarios
colectivos de nuestras fuerzas productivas.

A. Mendizabal está en lo cierto cuando defiende el papel del cooperativismo en
la construcción de un Estado vasco:


[…] el camino de nuestra autoorganización política, de nuestra autogestión y de
nuestra autosuficiencia […] la consolidación de un sector cooperativo socialista
más entroncado hacia lo socio-comunitario, en el que la orientación
socioeconómica y las grandes directrices se deciden de manera compartida entre
las unidades cooperativas y los órganos correspondientes de planificación […] a
través de la planificación participativa permita seleccionar las necesidades y
prioridades sociales fundamentales de la comunidad. La segunda exige la
existencia de un sistema de participación obrera y popular, que abarca tanto los
procesos socio-productivos como los sistemas de gestión cívico-ciudadana, que
tiene por objetivo ubicar a los trabajadores y trabajadoras y sectores populares
en el protagonismo del desarrollo económico-social y en la resolución de sus
problemas específicos[141].

Un tema central del debate es el de las relaciones entre movimientos populares,
sociales, sindicales, culturales, etc., que sostienen esas luchas y las
organizaciones revolucionarias de liberación nacional de clase: existe una
dialéctica entre ambas partes, las dos son imprescindibles y se fusionan en la
praxis colectiva. El reformismo se obstina en reabrir un debate zanjado por la
historia: «sin vanguardia la humanidad se suicida»[142].






Notas

[1] F. Houtart: Religión y modos de producción precapitalistas, IEPALA, Madrid
1989, pp. 11 y ss.

[2] F. Houtart: Religión y modos de producción precapitalistas, IEPALA, Madrid
1989, pp. 11 y ss.

[3] A. Rebollo: «Una historia de rebelión y diluvio», Días rebeldes, crónicas de
insumisión, Octaedro, Barcelona 2009, pp. 10-12.

[4] A. Eide: «El derecho a oponerse a las violaciones de los derechos humanos…»,
Sobre la resistencia a las violaciones de los derechos humanos, Serbal/Unesco,
Barcelona 1984, pp. 42-43.

[5] T. Eagleton: Por qué Marx tenía razón, Península, Barcelona 2011, p. 177.

[6] J. Chesnaux: «Las tradiciones igualitarias y utópicas en Oriente», Historia
General del Socialismo, Destino, Barcelona 1976, tomo I, p. 48.

[7] J. Chesnaux: «Las tradiciones igualitarias y utópicas en Oriente», Historia
General del Socialismo, Destino, Barcelona 1976, tomo I, p. 29.

[8] Ciro F. S. Cardoso y H. Pérez Brignoli: Los métodos de la historia, Crítica,
Barcelona 1981, p. 322.

[9] B. R. Narvaja y Luisa V. Pinotti: Violencia, población e identidad en la
colonización de la América hispana, Endeba, Buenos Aires 2001, pp. 60 y ss.

[10] W. R. Jacobb: El expolio del indio norteamericano, Alianza Editorial,
Madrid 1973, pp. 105 y ss.

[11] D. Harvey: Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, IAEN,
Madrid 2014, p. 66.

[12] M. Beaud: Historia del capitalismo. De 1500 a nuestros días, Ariel, Madrid
1986, pp. 29-55.

[13] Mª Palacios Alcalde: «Portugal en el siglo XVIII», Gran Historia Universal,
CIL, Madrid 1986, tomo 18, pp. 155-156.

[14] C. Andrés Ortiz: ¿Reedición del Tratado de Methuen?, 29 de julio de 2015
(www.rebelion.org).

[15] K. Marx: El Capital, FCE, México 1973, libro I, pp. 607-649.

[16] D. Harvey: Guía de «El Capital» de Marx, libro I, Akal, Madrid, pp.
295-304.

[17] K. Marx: El Capital, FCE, México 1973, libro III, p. 387.

[18] K. Marx: «Los Debates sobre la Ley acerca del Robo de Leña», En Defensa de
la libertad, Los artículos de la Gaceta Renana 1842-1843, Fernando Torres
Editor, Valencia 1983, p, 226.

[19] K. Marx: El Capital, FCE, México 1973, libro III, p. 322.

[20] K. Marx: El Capital, FCE, México 1973, libro III, pp. 322-323.

[21] P. Walton y A. Gamble: Problemas del marxismo contemporáneo, Grijalbo,
Barcelona 1976, p. 46.

[22] N. Kohan: Empecemos leyendo a Marx, Gama Gráficas Diseño, León 2013, p.
145.

[23] Diccionario, Espasa-Calpe, Madrid 1957, tomo VII, p, 658.

[24] M. Markovic: «Autogestión», Diccionario de pensamiento marxista, Tecnos,
Madrid 1984, pp. 58-59.

[25] S. Yeo: «Asociación cooperativa», Diccionario de pensamiento marxista,
Tecnos, Madrid 1984, pp. 51-53.

[26]

[27] B. Fine: «Cooperación», Diccionario de pensamiento marxista, Tecnos, Madrid
1984, p. 178.

[28] R. Hyman: «Sindicalismo» y «Sindicatos», Diccionario de pensamiento
marxista, Tecnos, Madrid 1984, pp. 673-678.

[29] A. Velarde: Invitación a la autogestión: en busca de una alternativa social
(www.praxisenamericalatina.org).

[30] L. Carretero Miramar: La autogestión viva, Ediciones Queimada, Madrid 2013,
p. 97.

[31] K. Marx: La guerra civil en Francia, Obras Escogidas, Progreso, Moscú 1978,
tomo II, p. 236.

[32] M. López: Democracia económica y cooperativismo, 1 de diciembre de 2013
(www.albasud.org).

[33] AA.VV.: «Cuestiones feministas», Historia popular y teoría socialista,
Crítica, Barcelona 1984, pp. 239-270.

[34] A. Figueroa Cornejo: «Esta es la hora propicia para la rebelión de las
mujeres», Resumen Latinoamericano, Argentina, nº 134, pp. 18-19.

[35] I. Gil de San Vicente: Cooperativismo obrero, consejismo y autogestión
socialista. Algunas lecciones para Euskal Herria, Boltxe Liburuak, Bilbo 3013,
p. 1.

[36] I. Gil de San Vicente: Cooperativismo obrero, consejismo y autogestión
socialista. Algunas lecciones para Euskal Herria, Boltxe Liburuak, Bilbo 3013,
p. 2.

[37] D. Day: Conquista, Crítica, Barcelona 2006, pp. 177-178.

[38] D. Day: Conquista, Crítica, Barcelona 2006, p. 179.

[39] D. Glusckstein: La otra historia de la segunda guerra mundial, Ariel,
Barcelona 2013, pp. 189-237.

[40] N. Davies: Varsovia, 1944, Planeta, Barcelona 2005, pp. 217-302.

[41] M. Kunene: «Origen e historia de los movimientos de liberación como medios
de lucha…», Sobre la resistencia a las violaciones de los derechos humanos,
Serbal/Unesco, Barcelona 1984, pp. 149-162.

[42] K. Marx: El Capital, FCE, México 1973, libro III, pp. 232-239.

[43] Th. dos Santos: Del terror a la esperanza, Milenio Libre, Caracas 2006, pp.
395-396.

[44] B. Hayes, «El Estado vigilante: los archivos de la NSA y la respuesta
global», Estado de excepción y control social, FUHEM, Madrid 2015, pp. 27-42.

[45] R. Vidal Jiménez: El capitalismo (disciplinario) de redes y cultura
(global) del miedo, Ediciones del Signo, Buenos Aires 2005, pp. 58-59.

[46] R. Vidal Jiménez: El capitalismo (disciplinario) de redes y cultura
(global) del miedo, Ediciones del Signo, Buenos Aires 2005, pp. 130-131.

[47] R. Beltran: «El cooperativismo agrario», Soberanía alimentaria,
biodiversidad y culturas, noviembre 2013, nº 15, p. 6.

[48] N. Kohan (compilador): Ciencias sociales y marxismo latinoamericano, CIPEC,
Argentina 2014, p. 207.

[49] N. Kohan (compilador): Ciencias sociales y marxismo latinoamericano, CIPEC,
idem, pp. 272-273.

[50] N. Kohan (compilador): Ciencias sociales y marxismo latinoamericano, CIPEC,
idem , p. 276.

[51] N. Kohan (compilador): Ciencias sociales y marxismo latinoamericano, CIPEC,
idem, p. 274.

[52] K. Marx: El dieciocho Brumario de Luís Bonaparte, Obras escogidas,
Progreso, Moscú 1978, tomo I, p. 453.

[53] A. R. Cañil: Así resiste en hospital oncológico de Atenas, 3 de julio de
2015 (www.eldiario.es).

[54] B. Gutiérrez: Grecia se vuelca en la autogestión, 15 de diciembre de 2014
(www.eldiario.es).

[55] Octubre de 2014 (www.alasbarricadas.org).

[56] S. López Arnal: Entrevista a A. Cuesta (II), «El papel de las mujeres ha
sido fundamental», 13 de octubre de 2014 (www.rebelion.or).

[57] M. Font: El gran salto adelante del cooperativismo en Cataluña, 14 de junio
de 2015 (www.publico.es).

[58] COCEAVIS, nº 13, abril-julio 2015.

[59] A. Castronovo y E. Gigliarelli: Trabajo sin patrón en Europa, 17 de agosto
de 2014 (www.diagonalperiodico.net).

[60] A. Aharonian: 28 de agosto de 2013 (www.alainet.org).

[61] P. Heller: Grecia: reabren la televisión pública, 12 de marzo de 2015
(www.po.org.ar).

[62] M. Hernández: Autogestión en VIOME: «Para recuperar la fábrica nos guía el
ejemplo de Argentina», 20 de marxo de 2015 (www.lahaine.org).

[63] M. Sosa: En Europa, en el marco de la crisis actual, el movimiento de
empresas recuperadas por sus trabajadores está dando sus primeros pasos, 19 de
marzo de 2015 (www.rebelion.org).

[64] N. Allen, «Renace en los afroamericanos la necesidad de organizarse»,
Resumen Latinoamericano, Argentina, nº 134, julio 2015, p. 21.

[65] N. Allen: «Renace en los afroamericanos la necesidad de organizarse»,
Resumen Latinoamericano, Argentina, nº 134, julio 2015, p. 21.

[66] M. Aguilar Mora: México. Un nuevo desafío para Peña Nieto. Las
movilizaciones magisteriales, 26 de julio de 2015 (www.enlacesocialista.org).

[67] M. Hernández: Movimientos de ocupación fabril y autogestión obrera en
Argentina, 30 de marzo de 2012 (www.argenpress.info).

[68] M. Hernández: Movimientos de ocupación fabril y autogestión obrera en
Argentina, 30 de marzo de 2012 (www.argenpress.info).

[69] A. Maestre: El negocio de la seguridad privada de la ultraderecha, 11 de
diciembre de 2013 (www.lamarea.com).

[70] Clara y Jordi Blanchar: Brixtol se mueve contra la gentrificación, 30 de
junio de 2015 (www.diagonalperiodico.net).

[71] O. Jones: Chavs, La demonización de la clase obrera, Capitán Swing, Madrid
2012, pp. 171 y ss.

[72] D. Harvey: Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, IAEM,
Madrid 2014, p. 157.

[73] AA.VV.: Autogestión y la iniciativa popular como arma en la lucha por el
socialismo, 13 de junio de 2015 (www.boltxe.info).

[74] Mª J. Esteso Poves: Bancos de alimentos autogestionados, una alternativa
solidaria, 20 de octubre de 2013 (www.diagonalperidico.net).

[75] C. Cruz Rojo: La soberanía alimentaria: base para un poder real de los
pueblos, 2 de julio de 2014 (www.matxingunea.org).

[76] H. Rodríguez: Rebeladas contra la pobreza, 18 de octubre de 2013
(www.diagonalperidico.net).

[77] COCEAVIS, año III, nº 10 agosto-octubre 2014.

[78] G. Ramírez: Ocupar, resistir, producir, 2 de octubre de 2014
(www.laizquierdadiario.com).

[79] J. Martínez: Diez meses de control obrero en Madygraf, 10 de junio de 2015
(www.diagonalperiodico.net).

[80] I. Jiménez Gómez: De la fábrica recuperada a la red de empresas
cooperativas, 29 de diciembre de 2014 (www.elsalmoncontracorriente.es).

[81] 12 de junio de 2014 (www.marxist.com) y (www.fabricasocupadas.or.br).

[82] G. Trucchi: RiMaflow: sueños y expectativas de una fábrica recuperada, 26
de diciembre de 2014 (www.rebelion.org).

[83] M. Almisas Albéndiz: Fábrica cerrada, fábrica tomada. La toma de grandes
fábricas como necesaria (re)organización de la clase obrera, 31 de marzo de 2014
(www.kaosenlared.net).

[84] V. M. Toledo: Autogestión ciudadana: 12 acciones para la autodefensa, marzo
de 2014 (www.rcci.net).

[85] L. Carretero Miramar: La autogestión viva, Ediciones Queimada, Madrid 2013,
p. 20.

[86] Grupos de autodefensa entregan a los ciudadanos las tierras del crimen
organizado, 16 de enero de 2014 (www.naiz.eus).

[87] M. Hernández: Movimientos de ocupación fabril y autogestión obrera en
Argentina, 30 de marzo de 2012 (www.argenpress.info).

[88] C. Samary: Los fines y los medios, ¿Qué proyecto de autogestión
socialista?, 31 de marzo de 2005 (www.revoltaglobal.cat).

[89] AA.VV.: Cuba: Propiedad Social y Construcción Socialista, dos tomos,
CNTE-SNTE, México 2011; A. Fernández: La Cooperativa, Ciencias Sociales, La
Habana 2012; C. Piñeiro (compiladora):Cooperativas y socialismo, Edit. Caminos,
La Habana 2011; M. Díaz: El Pensamiento Económico del Che Guevara y el
cooperativismo, CCC, Buenos Aires (www.centrocultural.coop).

[90] G. López y S. Ishibashi: Trece años de una fábrica militante produciendo
bajo gestión obrera, 4 de septiembre de 2014 (www.ft-ci.org).

[91] AA.VV.: ALBA TV: los movimientos sociales latinoamericanos construyen su
televisión, 8 de agosto de 2015 (www.escuelapopularcineytv.wordpress.com).

[92] J. L. Zimmermann: El consumo colaborativo tiene la capacidad de sacar a la
luz economía sumergida, 21 de agosto de 2015 (www.eldiario.es).

[93] P. Gómez Damborenea: El Rey alaba el modelo cooperativo de Mondragón y
desea que surjan más grupos similares, 10 de septiembre de 2004
(www.elpais.com).

[94] Mª J. Esteso Poves: Este decreto frena el desarrollo del autoconsumo, 2 de
agosto de 2015 (www.diagonalperiodico.net).

[95] Mª J. Esteso Poves: Este decreto frena el desarrollo del autoconsumo, 24 de
julio de 2015 (www.diagonalperiodico.net).

[96] L. González: Las obsesiones del oligopolio eléctrico, 27 de julio de 2015
(www.diagonalperiodico.net).

[97] G. Manzanera Benito: Autoconsumo: cambiar el mercado eléctrico o cambiar el
sistema eléctrico, 14 de julio de 2015 (www.diagonalperiodico.net).

[98] B. Montaño: Iniciativas ciudadanas contra los oligopolios: compras
colectivas de gasolinas, luz y telefonía, 29 de marzo de 2015
(www.vozpopuli.com).

[99] M. Hernández: «El agua de 30 mil personas amenazada», Resumen
Latinoamericano, nº 134, Argentina 2015, p. 37.

[100] T. Kucharz: El Tratado de Libre Comercio EEUU-UE amenaza la economía
solidaria, 9 de junio de 2015 (www.diagonalperiodico.net).

[101] J. Díez: Hablando de autogestión, 9 de julio de 2014
(www.borrokagaraia.wordpress.com).

[102] A. Vivas Terán: Autogestión, Colec. UTAL, Venezuela 1982, p. 26.

[103] J. Pablo II: Laborens Exercens. 14 de septiembre de 1981 (www.vatican.va).

[104] A. Vivas Terán: Autogestión, Colec. UTAL, Venezuela 1982, pp. 31-32.

[105] A. Vivas Terán: Autogestión, Colec. UTAL, Venezuela 1982, pp. 34-35.

[106] A. Vivas Terán: Autogestión, Colec. UTAL, Venezuela 1982, p. 48.

[107] A. Vivas Terán: Autogestión, Colec. UTAL, Venezuela 1982, pp. 61-62.

[108] A. Vivas Terán: Autogestión, Colec. UTAL, Venezuela 1982, p. 79.

[109] J. Subirat Humet: «Algunos apuntes sobre la relación entre los bienes
comunes y la economía social y solidaria», Otra Economía, vol. 5, nº 9,
julio-diciembre 2011, p. 197.

[110] J. Subirat Humet: «Algunos apuntes sobre la relación entre los bienes
comunes y la economía social y solidaria», Otra Economía, vol. 5, nº 9,
julio-diciembre 2011, p. 197.

[111] T. Pinto: Naciones Unidas ignora a los científicos y concede otro contrato
para explorar minas bajo el mar, 3 de agosto de 2015 (www.eldiario.es).

[112] M. Dinucci: La ofensiva de la OTAN global, 10 de mayo de 2015
(www.lahaine.org).

[113] S. Muresu: La FAO alerta sobre la compra masiva de tierras, 26 de junio de
2009 (www.rebelion.org).

[114] Mª J. Esteso Poves: Las empresas que roban nuestras tierras cultivan café
y frutas en ellas, 3 de mayo de 2012 (www.diagonalperiodico.net).

[115] J. Subirat Humet: «Algunos apuntes sobre la relación entre los bienes
comunes y la economía social y solidaria», Otra Economía, vol. 5, nº 9,
julio-diciembre 2011, p. 196.

[116] J. Subirat Humet: «Algunos apuntes sobre la relación entre los bienes
comunes y la economía social y solidaria», Otra Economía, vol. 5, nº 9,
julio-diciembre 2011, p. 202.

[117] N. Aponte: Cooperativas o empresas socialistas, 3 de septiembre de 2013
(www.rebelion.org).

[118] M. Hernández: Construir muchas fábricas socialistas (I y II), 26-30 de
julio de 2013 (www.lahaine.org).

[119] S. Ortiz: «La ley de integración de cooperativas», Soberanía alimentaria,
biodiversidad y culturas, noviembre 2013, nº 15, p. 21.

[120] F. Houtart: La agricultura familiar campesina: ilusión o desafío, 8 de
agosto de 2015 (www.lahaine.org).

[121] 3 de noviembre de 2014 (www.gara.net).

[122] 28 de julio de 2014 (www.cincodias.com).

[123] V. Ruiz de Almirón: La economía colaborativa ha llegado para quedarse, 16
de octubre de 2014 (www.abc.es).

[124] 2 de agosto de 2015 (www.abc.es).

[125] Lucas de la Cal: 27 de octubre de 2015 (www.elmundo.es).

[126] A. M. Vélez: 19 de junio de 2015 (www.eldiario.es).

[127] J. Alemán: Ocho diferencias entre la banca ética y la banca tradicional, 7
de mayo de 2015 (www.eldiario.es).

[128] 31 de diciembre de 2014 (www.insurgente.org).

[129] E. J. Diez Gutiérrez: La economía del bien común, 19 de junio de 2015
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[130] El bitcoin, una moneda virtual con mala reputación, 23 de agosto de 2015
(www.gara.net).

[131] 6 de agosto de 2015 (www.elpais.com).

[132] 28 de julio de 2014 (www.cincodias.com).

[133] M. A. García Vega: La imparable economía colaborativa, 21 de junio de 2014
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[134] «Entrevista a W. Wendelin, de Askapena», Resumen Latinoamericano, 9 de
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[135] C. Conn: Las cooperativas le proporcionan a la gente hambre de democracia,
26 de mayo de 2014 (www.kaosenlared.net).

[136] C. Morsolin: Entrevista al Eurodiputado F. Marcellesi, 29 de mayo de 2015
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[137] C. Azkunze: REAS (Red de Economía Alternativa y Solidaria) Otra economía
para una vida mejor, 16 de noviembre de 2013 (www.gara.net).

[138] La economía social gana presencia al unirse en la plataforma EGES, 26 de
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[139] G. Ezkurdia: «Trasfondos de ilusiones», Euskal estatua eginkizun, hacia un
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[140] R. Urie: La creación de un vasallaje financiero global, 25 de febrero de
2015 (www.rebelion.org).

[141] A. Mendizabal: El movimiento cooperativo y el nuevo Estado vasco, 6 de
agosto de 2015 (www.gara.net).

[142] T. Valderrama y A. Aponte: 9 de julio de 2015
(elaradoyelmar.blogspot.com).

In
REBELIÓN
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=204199
8/10/2015

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