sábado, 7 de janeiro de 2017

Una ocupación estudiantil en Paraná, Brasil



René Rojas González



Si me preguntaran qué significa ocupar en Brasil, mi respuesta sería la
siguiente: ocupar en Brasil es ocupar los latifundios, porque contar con un
pedazo de tierra puede ofrecer la oportunidad de aprovechar la naturaleza en
algún grado; es ocupar los edificios públicos, porque, por lo menos, es
necesario incomodar al Estado para torcerlo y garantizar que respete la
producción de la vida; es ocupar las escuelas, porque la educación no conoce de
presupuestos gubernamentales y es más que la aceptación de materias
 planificadas. Ocupar es decirle a los que tienen la vida resuelta –o así creen
tenerla- que no se está dispuesto a privarse de las condiciones materiales,
mismas que pueden tomar diversas formas sociales decididas en colectivo; es
decir, se ocupa contra la privatización de la tierra o de la educación, pero
también puede ocuparse contra la privatización de la creatividad social para
formar producciones propias: no se disputa un solo tipo de producción en la
tierra, ni se disputa un solo tipo de producción de la educación, se disputan
formas de organización social de lo que queremos producir; generalmente, entre
unas que privan de las condiciones materiales y otras que abren las
posibilidades de uso de éstas.
La ocupación estudiantil de la Universidade Federal da Fronteira Sul (UFFS) –
Campus Laranjeiras do Sul, en el estado de Paraná, como parte de una desbandada
de ocupaciones de escuelas que vuelve a Brasil, y con epicentro en ese estado,
ha emergido justamente como forma de organización social, en el más instintivo
sentido de paralizar las clases como manifestación de no querer privarse del
acceso a una educación que depende de una crisis de presupuesto del Estado. El
gobierno Temer aborda esta crisis con la típica re-gestión del capital para que
esa educación del Estado se pague con más explotación social. Por un lado, la
 Medida Provisoria No. 746 (MP 746) propone flexibilizar la formación de los
 estudiantes y deshacerse de la carga social de su preparación, lo que se antoja
 entender como la construcción de los próximos robots obedientes para el
 empresariado. Es así que la MP 746 incluye “el retiro de las materias de artes,
 filosofía, educación física y sociología como obligatorias en el mapa
 curricular; 50% del mapa curricular será obligatorio y común nacionalmente, el
 otro 50% estará a cargo de los sistemas estatales, incluyendo la formación
 técnica profesionalizante; educación media nocturna sólo para mayores de 18
 años; el reconocimiento de ‘notorio saber’ con el permiso de que profesores sin
 formación específica asuman materias para las cuales no fueron preparados”
(Coordenação do coletivo Ocupa UFFS, 2016).
Por otro lado, la Propuesta de Enmienda Constitucional 241 (PEC 241), que ha
avanzado en su aprobación en la Cámara de Diputados –primera votación-, deja
demasiado claro que los estudiantes son rehenes del presupuesto del Estado, ya
que el gasto público en educación quedaría limitado por 20 años a través de un
nuevo régimen fiscal, conduciendo al “aumento de la evasión escolar, la
inviabilidad del acceso de casi 2 millones de jóvenes de 15 a 17 años que están
fuera de la escuela o que trabajan y estudian”, así como “desprecia una
formación que debe ser integral, además de estimular la diferenciación de la
formación de los que deben ir a la universidad de los que deben ser ubicados de
forma inmediata en el mercado de trabajo al concluir la educación básica”
(Coordenação do coletivo Ocupa UFFS, 2016).
Tampoco es que la gravedad de esta situación sea exclusiva del gobierno Temer.
Sólo que hoy estamos viendo la re-gestión de la crisis del capital, cuando ayer,
con los gobiernos Lula y Dilma, ya se estaba cocinando la rebanada privilegiada
e intocable en el presupuesto. Hoy, se propone el recorte en educación, pero ya
en 2014 el gobierno federal había gastado el 45.11% de todo el presupuesto de
ese año en intereses y amortizaciones de la deuda pública, dejando a la
educación el 3.73% y haciendo “evidente el privilegio a la deuda pública,
detentada principalmente por grandes bancos, en detrimento del cumplimiento de
los derechos sociales básicos establecidos en la Constitución Federal”. Aún más,
la propuesta del Ejecutivo para los gastos con la deuda pública dentro del
Presupuesto Federal para 2015 abarcaba el “47% de todo lo que el país va a
recaudar con tributos, privatizaciones y emisión de nuevos títulos, entre otros
ingresos” (Cornelli, 2016).
De esta forma, parece que la primera reacción de resistencia de los estudiantes
fue lanzarse a la ocupación de la UFFS el día 11 de octubre en contra de la
distribución desigual del presupuesto, acorde con algunos mensajes en los
carteles que colocaron dentro del edificio principal, lugar donde se encuentran
los salones de clase: de manera más o menos general, podía leerse que demandaban
menos presupuesto para banqueros y más presupuesto para educación. A mi llegada,
el día 13 de octubre, se percibía una ocupación bastante organizada, la cual
impedía el acceso a los salones –concentrados en el segundo, tercer y cuarto
piso- a través del cierre de los elevadores y escaleras, poniendo los
estudiantes ocupantes sus propios cuerpos sentados –por lo menos, en el caso de
los elevadores. Los salones del segundo piso y un salón del tercero eran
ocupados para cambiar su uso a dormitorios y se usaban también decenas de
colchonetas de la universidad. El resto de los salones del tercer y cuarto piso
se mantenían bloqueados.
Justo aquel día de mi llegada, se llevaba a cabo una votación extensiva a todos
los estudiantes de la universidad para decidir si se declaraba la huelga
estudiantil, lo que, en otras palabras, significaba que, de conseguirse la
mayoría, se obtendría la legitimidad de la ocupación. Ya entrada la noche
acababa el conteo con el resultado favorable para los ocupantes, provocando en
ellos una verdadera explosión de felicidad y alegría por la conquista, expresada
en el múltiple contagio de abrazos, brincos, cantos de consignas, batucadas y
bailes. Aún dentro de la euforia del momento, la Coordinación de la ocupación
daba el mensaje de que se liberaban las trancas de los accesos a los pisos, pues
“la universidad es nuestra”.
Efectivamente, la universidad era suya, y lo más probable era que la
declaración, “al final”, representaba la reivindicación del carácter público de
la universidad frente a la privatización de la educación, pues, si se acepta que
la primera reacción de resistencia habría sido contra la distribución desigual
del presupuesto, que es público y para la educación pública, la exigencia va por
un espacio público de un todos incluyente para que nadie quede excluido de
educación justamente. Dicho de otra forma, es muy posible que se declarase que
la universidad era suya como parte del sentido de la demanda principal: más
 presupuesto público para la educación pública. Sin embargo, advertiría que ese
“la universidad es nuestra” obedecía primordialmente a la disponibilidad de uso
que había generado la ocupación de los estudiantes para ellos mismos: por ello,
se abrían los accesos a los pisos de los salones de clase, para que ellos
continuaran haciendo uso del espacio –por ejemplo, continuando el re-uso de los
salones como dormitorios-, contando con ese respaldo de la votación que
 implicaba que ningún otro estudiante de la universidad podía interrumpir la
 ocupación-huelga usando los salones para dar clases. El uso estaba decidido por
 los ocupantes.
En esa línea, puede entenderse que lo que primaba era el uso sobre la propiedad
pública de la universidad por parte de ellos y no el uso predeterminado de la
universidad como propiedad pública; es decir, en la disputa de las condiciones
materiales por la educación, hasta ese todos incluyente que pretende lo público,
 se detenía. La ocupación terminaba por fragmentar justamente lo público como
 cuerpo social monolítico y homogéneo, para abrir paso a una organización social
 de los estudiantes que se responsabilizaba por la universidad y que, por lo
 tanto, tenía que ir decidiendo qué hacer con ella. Los estudiantes ocupantes
 tenían que hacerse cargo del espacio de su propia educación. Podría leerse que
 su ocupación estaba encuadrada en la típica disputa entre lo público que
“protege” y lo privado que despoja, pero su uso de la universidad ya agrietaba
 la propiedad pública de ésta al disputarle el uso al resto de los estudiantes,
 sin perder de vista que la preocupación principal era enfrentar la
 privatización de la educación. Pareciera, entonces, que la responsabilidad de
 los ocupantes por el uso de la universidad, replanteado a través de la
 ocupación, se tornaba el verdadero recurso social de protección de la
educación, más allá de lo público. En este tenor, en efecto, la universidad era
suya, pero más allá de un sentido de propiedad.
Así, esa apertura que producía la ocupación de los estudiantes reclamaba más el
uso de las condiciones materiales –tierra, instalaciones, mobiliario, etc.- para
decidir la educación, que la propiedad pública de las condiciones materiales
para el mismo fin, aunque, contradictoria pero potentemente, todavía estuvieran
enmarcados y disputados los usos dentro de lo público: pocos días después de mi
llegada, entre los estudiantes ocupantes se escuchaba de la intención de algún
profesor de dar clase forzosamente y corría un rumor de desalojo por parte de la
Policía Federal. En la segunda semana de ocupación, se reculaba en negociaciones
con la directora del campus al entregar los pisos tercero y cuarto para la
impartición de clases.
Sin embargo, el movimiento interno de la ocupación puede decirnos otra cosa: la
ocupación no sólo abre socialmente para contrarrestar privatizaciones, sino que
también abre para desprivatizar lo público. Las decisiones sobre lo público se
diversificaban. Se tenía la decisión gubernamental del congelamiento del
presupuesto en la educación pública y se tenía la decisión de los ocupantes por
encargarse del uso de la universidad pública frente a la decisión presupuestal
sobre la educación pública. Pero, además, se tenían decenas de estudiantes que
decidieron votar a favor de la ocupación-huelga estudiantil y que no se lanzaron
a ocupar, si bien su apoyo fue determinante para conseguir legitimidad. Estos
últimos también abrían lo público –aun sin colocar sus cuerpos en la ocupación-
a la hora de ceder el uso público al uso relanzado de los ocupantes, es decir,
respaldaban la generación de un uso disponible.
Parece que en ese uso disponible se jugaba la lucha de los ocupantes, pues, así
como habían conseguido en votación la cesión del uso por parte de la mayoría de
los estudiantes, también se preguntaban cómo era posible que los que habían
votado a favor de la ocupación no estuvieran ocupando. Asimismo, ya desde el
primer fin de semana de la ocupación, varios de los ocupantes salían por
compromisos personales, si bien la organización de la ocupación emprendía un
registro de los días que cada uno de ellos podía quedarse y, en su caso, de la
fecha en que podía regresar. Varios ocupantes terminaban sus compromisos y
regresaban. En otras palabras, la ocupación también iba enfrentando cierres:
como podía presentarse falta de disciplina por batuquear a cualquier hora del
día e incomodar a otros –exhortando varias veces a respetar-, como podía
encontrarse a la ocupante que se había perdido el cumpleaños de su hijo por
mantenerse en la ocupación.
Mal haríamos si no ubicásemos llamadas de atención sobre aquellas cosas que
podrían proyectarnos con mayor fuerza social o que nos dejan sin fuerza social
momentáneamente, y mal haríamos también si no diésemos reconocimiento a los
esfuerzos personales de responsabilidad y compromiso. Pero esta suerte de
faltantes y agradecimientos tampoco es tanto para cobrar la factura sobre algún
fin último de la ocupación, pues si bien ésta era resultado de la decisión común
de abrir un tiempo en cada vida afectada por la privatización de la educación,
tampoco se trataba de que este tiempo terminase por restringir los otros tiempos
 necesarios de reproducción de vida que cada ocupante llevaba por fuera de la
 ocupación, es decir, cuando no era formalmente ocupante. La ocupación abría un
 tiempo no contemplado, que se sentía necesario, pero que no necesariamente
tenía que pasar por encima de los propios ocupantes, como si fuera un objetivo
mayor que, por “ser mayor que ellos”, los aplastaba y les impedía otras
producciones.
Mal se haría también en pensar la ocupación como el momento en el que uno se
convertía en ocupante: la ocupación no era algo separado y arriba de uno, la
ocupación ya era la vida misma en relance. Creo que esto era lo que hacía que,
por ejemplo, uno de los coordinadores, a propósito de reivindicar la prioridad
de y el ánimo en la ocupación, expresase una ocasión en una asamblea que él qué
más quería que en ese momento estar sentado en su casa tomándose una cerveza. La
ocupación no tenía por qué opacar que se destinaban o se deseaban tiempos para
otras producciones –como la del placer de beber alcohol donde era permitido-, y
claro que ciertas circunstancias políticas podían determinar la prioridad
productiva hacia la ocupación por parte de los estudiantes, pero nadie era
obligado a quedarse.
Eso era interesante en la ocupación: cómo se relanzaban las vidas de los
estudiantes ocupantes al disputar un uso disponible en la universidad frente al
uso público, abriendo otro espacio y otro tiempo de reproducción de vida social,
mientras ajustaban temporalmente las otras producciones necesarias en sus vidas.
Esa apertura de tiempo y espacio generada por el uso disponible no estaba
disociada del resto de producciones necesarias; al contrario, creo que el
interés de los ocupantes en producir el uso relanzado a través de la ocupación
estaba conectado con la sensación de imposibilidad de una educación como ámbito
que reproduce otras producciones en la vida. Dicho de otra forma, los
estudiantes ocupantes se preocupaban por esa educación que permite la
continuidad de otras producciones, al percibir que el golpe presupuestal
 representaría para la UFFS la probable desaparición de cursos, la también
 probable desaparición de las cuotas para el acceso de los indígenas a la
educación y el comprometimiento de la educación para las siguientes generaciones
–esto último no sólo por tratarse de la universidad, sino de manera
generalizada.
Tal vez, donde más era notoria esa conexión entre el uso disponible para una
reproducción social otra y la preocupación por el peligro que corrían las otras
producciones por falta de educación, era en aquellas y aquellos estudiantes
ocupantes que ya cargaban trasfondos organizativos: varias de ellas y ellos ya
venían de procesos de movimentación social con organizaciones como el Movimiento
de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), el Movimiento de los Pequeños
Agricultores (MPA) y el Levante Popular de la Juventud. Por lo tanto, esa
reproducción social otra en la ocupación, para la reproducción de la educación,
ya traía sus perspectivas organizativas, mismas que, por experiencia
personal-colectiva, pueden asociarse con el MST.
Tenemos así una manera de entender aquel re-uso de los salones como dormitorios
y el uso de las colchonetas. La ocupación disponibilizaba el uso para generar
 otros usos, permitiendo una vida en relance, no sólo formalmente dentro de la
ocupación, sino para garantizar la educación en el resto de producciones “por
fuera” de los estudiantes ocupantes. Así, los espacios se adaptaban a la nueva
organización del uso de las condiciones materiales de la universidad, por
ejemplo: en el edificio de los cubículos de los profesores se usaba la única
regadera con la que se contaba y se organizaban los tiempos de baño para la
tarde-noche. Ahora bien, al destinarse el edificio principal para las
necesidades más básicas como dormir, comer e ir a los baños, el re-uso social de
este inmueble se volvía destellante.

En el edificio principal, no sólo se reusaban los salones como dormitorios, se
maximizaba el uso de una pequeña cocina con la que ya contaba la universidad,
 para preparar las comidas y los refrigerios acorde a los tiempos acostumbrados
 de alimentación; a manera de comedores, se disponía, sobre todo, de las mesas
 de la cafetería y del gran patio interno que contaba con bancas largas; se
 garantizaba el uso de, por lo menos, cuatro baños para las diversas necesidades
 de higiene y se organizaba la limpieza de los mismos. El espacio de dicho
 edificio, en general, estaba relanzado para reuniones de organización en
 pasillos, en el patio, en los salones mismos o incluso en los alrededores, y
 para asambleas de organización que convocaban a todas y todos los ocupantes,
 generalmente, en el gran patio. El auditorio corría la misma suerte, abriéndolo
 para otros fines: ahí se realizó el conteo de la votación de la huelga, ahí
 hubo asambleas, ahí se realizó videollamada con otros campus y rectoría de la
 UFFS para discutir y posicionarse sobre el problema presupuestal en la
 educación, y ahí llegaron conferencistas para exponer temas, justamente, como
 el del presupuesto en la educación y la afectación en ésta por la deuda
pública.
La organización del uso relanzado se reflejaba en la Coordinación de la
ocupación y sus Sectores constitutivos, como el de Disciplina, encargado de
vigilar y hacer respetar los tiempos de las actividades; el de Comunicación, que
se responsabilizaba por la comunicación de pautas internas y de manifiestos
internacionales de apoyo, así como por la producción de contenidos de texto y
audiovisuales, haciendo también un re-uso del internet de la universidad para la
publicación en redes de dichos contenidos; el de Infraestructura, que
garantizaba la llegada de los alimentos a preparar y las colchonetas,
primordialmente; el de Cultura, encargado de intervenciones político-culturales
como mensajes en carteles pegados en la pared, música contestataria durante la
ocupación, y noches culturales de representaciones artísticas críticas y de
baile; o el de Alimentación, que llevaba el control de los alimentos y su
preparación para las y los ocupantes. Además, según los pisos que se estuvieran
ocupando en el edificio principal, se organizaba un mutirão de limpieza en fin
de semana, es decir, casi todos los ocupantes se lanzaban a la labor coordinada
de lavar los pisos con jabonadura, escobas y jaladores, como parte de una
responsabilidad por lo que se estaba usando.
No obstante, ese uso disponible de la ocupación abría con altas y bajas, como ya
se esbozó un poco: por otras producciones que los estudiantes ocupantes tenían
que atender en sus vidas, tenían que irse, si bien, en diferentes tiempos,
varios regresaban y se rearticulaban. En algunos momentos, se tenía entre 30 y
40 ocupantes, y en otros, con la llegada de algún contingente, se contaba
probablemente con alrededor de 60 ocupantes. Conforme eran menos o más personas,
la adaptación en la organización de ese uso se hacía necesaria, como fue en los
casos de los Sectores de Comunicación y de Alimentación, los cuales,
considerando que se tenía más gente en la ocupación, sufrieron modificaciones:
el primero decidió una división interna entre Comunicación Interna y Agitación y
Propaganda, y el segundo, que había fincado su actividad en una o dos personas
específicas, desconcentró hacia una rotación por Núcleos, mismos que
involucraban a toda la ocupación y donde cada uno de ellos, compuestos
generalmente por tres ocupantes, era responsable por la preparación de los
alimentos, según la comida o refrigerio en turno.
Esa vida en relance por la nueva organización del uso no se explica sin otras
condiciones materiales que garantizaban la reproducción misma de la ocupación:
se mantenían las donaciones de comida, si bien, también tenían sus altas y sus
bajas, como el quedarse sin carne en alguna ocasión. Esa vida en relance tampoco
se entiende sin el mantenimiento del ánimo, que igualmente dependía de las
condiciones materiales con las que se contasen: disponibilidad de conexiones
eléctricas, internet, bocina y laptops para la música que se colocaba buena
parte del día desde el gran patio; las noches culturales realizadas, también en
el gran patio; el reuso del internet en los celulares de cada ocupante, que no
sólo se destinaba para los fines de la ocupación, sino también para el
entretenimiento; el conocimiento, igualmente, a través del internet, del aumento
en el número de ocupaciones en Paraná y en otros estados; un churrasco, cuando
llegó carne para hacerlo, y que marcaba otro ánimo en el convivio, como si fuese
un día relajado; y hasta la simple diversión por jugar cuando se limpiaba o por
jugar el popular truco en las cartas. Todo esto, sin embargo, no eximía de una
baja en el ánimo, que se reflejaba en momentos de tedio y cansancio –y se tenía
que descansar también-, tal vez, por causa de las reuniones y producciones de
cada Sector; por causa de las reuniones de Coordinación con cabezas de Sector;
por las asambleas, que abarcaban a todas y todos; e incluso, tal vez, por los
tiempos “muertos” de la ocupación –que eran más bien tiempos de alerta ante
alguna contingencia.
Toda esa potencia de producciones sociales, a mi entender, desprivatizaba lo
público en el contexto de resistencia a la privatización de la educación, a
partir del uso disponible generado por la ocupación. Sin embargo, el uso público
también ejercía presión para el cierre de esa disponibilidad: como se mencionó
más arriba, en la segunda semana de ocupación, se reculaba en negociaciones con
la directora del campus al entregar los pisos tercero y cuarto del edificio
principal para la impartición de clases. En los siguientes días, al incorporarse
decenas de estudiantes de la universidad a sus clases habituales en los salones
de los pisos desbloqueados, la ocupación-huelga dejaba de frenar esa normalidad
privatizadora al permitir el acceso. Si bien las actividades de ocupación
continuaban, por lo menos algunas y algunos ocupantes iban sintiendo una
“pérdida de sentido” de aquella.
A partir de esa evaluación que sentían y considerando la afluencia de aquellos
estudiantes que se incorporaban a las clases, reorganizaron lo ocupado y lo
cedido en lo público, con intervenciones político-culturales más enfáticas para
el 24 de octubre: de los primeros carteles que demandaban menos presupuesto para
banqueros y más para educación, se pasaba a unos segundos carteles que, en
general, expresaban como mensaje un también te va a tocar a ti, pegados en
 varias partes del interior del edificio principal, pero, particularmente, justo
 afuera de los salones donde se tomaba clases. Durante una parte de la mañana,
 se repetía un performance, sincronizado con la hora de llegada a la universidad
del transporte escolar, en el cual, varias y varios ocupantes se tiraban al piso
cerca de la entrada del edificio, representando su muerte –y acompañándose de
música alusiva- por causa de “la PEC de la muerte”, la forma como nombraban a la
PEC 241. Un par de intervenciones más se hicieron en el gran patio interno: un
performance contra la fobia LGBT y una simulación de álgida discusión
estudiantil con argumentos a favor y en contra de la PEC 241.
No obstante, los momentos específicos dentro de la coyuntura creada por el
gobierno continuaban marcando la pauta. Al día siguiente, 25 de octubre, se
realizaba la segunda votación de la PEC 241 en la Cámara de diputados, con una
 mayoría de parlamentarios que ya había dejado claro, en la primera votación,
 que estaba decidiendo la privatización de la educación pública. Al tenerse
 noción de que la tendencia sería hacia la aprobación, en la ocupación se
 asomaba la opción de bloquear el acceso a los salones nuevamente. Una vez que
 se conoció que el resultado de la votación fue justamente hacia la aprobación
–turnando a la Cámara de senadores-, se convocó a asamblea para decidir el uso
de la UFFS de nueva cuenta. La Coordinación planteó ocupar todo, la propuesta
fue sometida a consulta y votación en asamblea, y prácticamente el 100% de las y
 los asistentes se decidieron por dicha medida. El 26 de octubre, el edificio
 principal de la UFFS amanecía bloqueado en sus accesos al segundo, tercer y
 cuarto piso, y, por lo tanto, con los salones inhabilitados para dar clases.
 Ese mismo día, terminaba mi tiempo en la ocupación.Las últimas reflexiones, que
me sugería esta última parte que me tocó vivir con las y los estudiantes
ocupantes, son, que una vez más se apreciaba que, ante el uso público en proceso
de privatización, volvía a torcerse lo público, volvía a cobrarse una
responsabilidad por usar los medios que producen la educación, es decir, por
usar la universidad. De hecho, frente a esa segunda votación parlamentaria, no
había condiciones para respetar la negociación con la directora del campus sobre
los pisos que habían sido desbloqueados. La ocupación se lanzaba nuevamente y,
con ello, la vida social de las y los estudiantes ocupantes. Decidir volver a
ocupar todo significaba, anímicamente, reconocer la preocupación por el riesgo
de volver a poner el cuerpo para bloquear, desafiando el “resguardo” que podía
hacer la fuerza pública, pero también era abrazarse en forma de rueda entre
todas y todos y lanzar un mensaje de fortalecimiento anímico después de haber
decidido la acción de ocupación ampliada para el día siguiente. Decidir volver a
ocupar todo priorizaba la producción en la ocupación y no en las otras
producciones “por fuera” que tuviesen las y los ocupantes: el Sector de Cultura
preparaba nueva intervención; el Sector de Disciplina organizaba a las y los
ocupantes que pondrían sus cuerpos justo en los accesos; el Sector de
Infraestructura se encargaba de proteger las pertenencias en los dormitorios; la
Coordinación daba la instrucción de que, durante el día, éstos se mantuviesen
cerrados, concentrándose todas y todos los ocupantes en el patio interno con lo
básico material. Esto, sólo por recordar algunos de los movimientos que eran
 efectuados, acorde con la nueva reorganización del uso del edificio principal
 de la UFFS.Hago hincapié en que considero que la vida social de las y los
estudiantes ocupantes se relanzaba con la ocupación. ¿Por qué? Primero, porque,
así hubiese momentos de prioridad en la producción de la ocupación, en
 detrimento del tiempo asignado a otras producciones “por fuera”, la ocupación
 finalmente correspondía a la preocupación por una privatización de la educación
 que afectaría a esas otras producciones, al estar faltando una educación que
 impactase en éstas. Por esta razón que pueda entenderse que eran más que
 ocupantes formales: eran personas que se valían de la reproducción de la
 ocupación sin soltar las otras producciones necesarias en sus vidas. Segundo,
 porque la ocupación ya asomaba un potencial desprivatizador a través de sus
 propias producciones: vivir en la universidad sólo era posible disputando lo
 público, amenazado por lo privado; pero, lo público ya privaba con su
pretendido uso para un todos incluyente, al “consensuar” socialmente una sola
forma de disponer de las condiciones materiales para la educación, además,
 dependiente del presupuesto. La ocupación representaba una forma disidente de
la organización social que, si bien ya tenía muy claro que la responsabilidad de
la educación no cayese en lo privado –sólo quien pueda pagar tiene acceso-,
también iba más allá de lo público. Lo público se convertía en uso disponible
para reproducir la vida social en la propia universidad con producciones
propias, lo cual permitía a las y los ocupantes estudiantes no delegar la
producción de la educación ni a lo privado ni a lo público. Por eso la potencia
de que ellas y ellos dispusieran de la UFFS para reusarla, organizándose en
Sectores, preparando sus alimentos y comiendo ahí, adaptando los salones a
dormitorios, ocupando los baños y regadera para sus necesidades de higiene,
reusando el internet para los fines políticos de la ocupación y para
entretenimiento, tomando posesión de los diferentes espacios del edificio
principal para reuniones y asambleas, etc.
Dicho todo lo anterior, mi balance es, que esa crisis de capital que el gobierno
regestionaba privatizando la educación pública, es decir, haciéndole pagar al
pueblo con la flexibilización de su formación y con la prioridad presupuestaria
para el pago de la deuda pública, ya estaba siendo rebasada, en buena medida,
por el mismo pueblo a través de sus producciones relanzadas en la ocupación. Tal
vez ésta enarbolaba lo público para la educación como defensa frente a la
privatización, y tal vez podía “desactivarse” para anclarse en lo público como
puerto seguro, pero las y los estudiantes ocupantes estaban mostrando también la
potencia de responsabilizarse por las condiciones materiales de su educación, o
sea, de tomar la universidad pública: abrirse en tiempo y espacio para una
organización social del uso que disputase los medios de producción de la
educación, destinada al resto de producciones.
Hacia mi salida de la ocupación, más aperturas aparecían: ocupantes y profesores
donaban clases sobre producciones que sabían hacer; se realizaba una segunda
votación estudiantil, de la cual las y los ocupantes salían nuevamente
victoriosos; lograban la cancelación del calendario escolar; trabajaban
voluntariamente en la producción de un área de tierra en forma de mandala;
establecían un servicio de guardería; etc. La ocupación abría posibilidades y
desprivatizaba la vida social.[1]

Fuentes
Coordenação do coletivo Ocupa UFFS, Manifesto de apoio aos povos indígenas
otomí, tepehua e nahua da Sierra Norte do estado de Puebla no México, 2016.
Cornelli, Marcela, A lógica perversa da dívida e o orçamento de 2015, en
http://www.auditoriacidada.org.br/blog/2015/03/13/a-logica-perversa-da-divida-e-o-orcamento-de-2015/,
 consultado el 09 de noviembre de 2016.

René Rojas González es doctorante en Sociología en el Instituto de Ciencias
Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla. Su tema de investigación se centra en el uso, ocupación y
propiedad en la disputa por la tierra en Brasil.
Contacto: rene.rojas.glez@gmail.com
Puebla, México, 08 de diciembre de 2016.


[1] Si quiere darse seguimiento a las producciones realizadas por las y los
estudiantes ocupantes, puede visitarse “OCUPA UFFS- Laranjeiras do Sul” a través
de Facebook.


Fuente: originariamente este artículo se publicó en dos partes en l portal
Carabina 30-30, el original en dos partes se puede consultar en los siguientes
enlaces:
Primera parte:
http://www.30-30.com.mx/disputar-lo-privado-y-lo-publico-una-ocupacion-estudiantil-en-parana-brasil/
Segunda parte:
http://www.30-30.com.mx/disputar-lo-privado-y-lo-publico-una-ocupacion-estudiantil-en-parana-brasil-2/
In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221276
6/1/2016

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