sexta-feira, 11 de setembro de 2015

¿"Crisis del trabajo" o crisis del capitalismo?**





Estrategia Internacional N° 11/12 Abril/Mayo - 1999


por Juan Chingo y Julio Sorel con la colaboración de
Graciela López Eguía en el capítulo sobre la aristocracia obrera


Presentación

La ofensiva de las últimas décadas del capital sobre la clase obrera, que
podemos comprobar, por ejemplo, en la existencia de una masa de desempleados que
alcanza la escalofriante cifra de 140 millones de personas, y con un 25% y un
30% del total de la fuerza de trabajo mundial en condiciones de subempleo1, ha
sacado a la luz nuevas y antiguas teorías económicas y sociales reaccionarias, y
es un terreno más de la contienda de la ideología burguesa contra el marxismo.

Puede observarse en la visión de los economistas burgueses sobre el proceso de
producción. Sustentados en los más modernos avances científicos, recurren a
concepciones propias del siglo XIX: para Wassily Leontief, con la introducción
de ordenadores cada vez más sofisticados, "el papel de los seres humanos como
factores más importantes de la producción queda disminuído de la misma forma que
inicialmente el papel de los caballos en la producción agrícola, para luego ser
eliminados por la introducción de los tractores".2

Como muestra esta cita, repetida constantemente por los medios de comunicación,
por "expertos" y no expertos, en las universidades y en las fábricas tan
insistentemente que es convertida en una realidad casi material, el nuevo
"dios"3 de la "racionalidad científico-tecnológica", fabricado por los ideólogos
a sueldo del capital, anuncia el fin del trabajo, decretando el fin de la clase
obrera no sólo como sujeto de la revolución socialista internacional, sino
incluso, yendo más allá, decretando su muerte "sociológica". En este
"tecno-paraíso", los trabajadores serían reemplazados en el proceso de
producción por los robots y a lo sumo los únicos beneficiarios de esta
revolución científica técnica sería la "élite del conocimiento", mientras a la
mayoría de los actuales trabajadores, sólo les queda la perspectiva
catastrofista de sumarse a la ya abultada desocupación, sin lugar en el proceso
de producción, de ahí su comparación con los caballos, frente a la introducción
de los tractores. Esta ideología trata de presentar al proceso de producción
capitalista y su mistificación, la "racionalidad científico-técnica", como un
proceso natural cuya evolución implica la desaparición inevitable de la clase
obrera. Tomas Moro cuatro siglos atrás decía que las ovejas se comían a los
pastores ante el avance de la urbanización y las manufacturas. Hoy, los nuevos
escritores de nuevas "Utopías"- reaccionarias - reemplazan a las ovejas por las
máquinas, pero a diferencia del siglo XVI donde los pastores emigraban a los
trabajos de las nacientes ciudades, hoy a los desplazados sólo les dejan el
destino de la desocupación lo que es una muestra más de la decadencia de la
sociedad burguesa.

A dos años del estallido de la crisis capitalista mundial, cuando ya se está
dando y se prevee aún más un nuevo salto en la desocupación, estas nuevas
versiones de ideología reaccionaria, buscan naturalizar lo que es un producto
evidente de la crisis capitalista. Este es el rol que juegan los nuevos teóricos
de la sociedad post-industrial o informatizada, como Jeremy Rifkin o Andre Gorz.
No por casualidad el primero cuando estuvo en la Argentina, lugar donde se edita
esta revista, estuvo amigablemente compartiendo asados con Duhalde y su mujer,
los promotores autóctonos de los "trabajos comunitarios" al estilo de las
manzaneras, que este asesor de Clinton propone como salida a la desocupación. O
el pseudo izquierdista Gorz cuyos trabajos son la guía de las burocracias
reformistas de todo pelaje, como en la Argentina la burocracia del CTA, que
hacen un culto al ataque a la centralidad de la clase obrera.

Contra estas ideologías reaccionarias, en este dossier dividido en tres
artículos, vamos a demostrar que: a) son los capitalistas los que ponen límites
a una difusión masiva de la automatización, ya que esto implicaría una caída
cualitativa de sus ganancias; b) la desocupación no es un hecho natural,
antropológico o técnico, sino una consecuencia de la crisis capitalista. La
misma es un arma que la burguesía utiliza en forma creciente, con lo que busca
no la "desaparición" del proletariado, sino el ataque a sus condiciones de
trabajo y de vida para bajar el valor de la fuerza de trabajo, precarizarla y
flexibilizarla en un intento de recomponer la ganancia como respuesta a la
crisis de acumulación del capital de comienzos de los ‘70, cuestión que, como
veremos, se ha aplicado más o menos en forma generalizada, en los distintos
países con distintos resultados; c) una automatización creciente que implique
una disminución significativa de la carga del trabajo, sólo es posible en un
régimen que liquide la propiedad privada de los medios de producción e instaure
la racionalidad en las relaciones económicas mediante la planificación de la
economía, cuestión que sólo puede lograrse con el triunfo de la revolución
socialista internacional; d) la tesis de la desaparición de la clase obrera que
propugnan estos teóricos de la sociedad post-industrial o informática no tiene
ninguna base científica, sino que es un verdadero embuste ideológico que busca
liquidar la conciencia de su propia fortaleza en la clase obrera. Siguiendo como
la sombra al cuerpo a la crisis del capitalismo, la burguesía desarrolla una
"superproducción" de ideología, a la que le ceden muchos pseudo izquierdistas,
que tratan de justificar la brutal desocupación presentándola como una crisis
del trabajo y no como una crisis del capitalismo; e) frente a esto, la
incontrastable realidad material es que nunca antes la clase obrera fue tan
poderosa, desde su formación en el siglo XIX. Es que, de solo pensarlo un
minuto, se desmorona esta película de ciencia ficción que quieren vendernos
estos apologistas del capital, en la que sólo actúan una minoría de
"trabajadores de lo inmaterial", mientras el resto de los "ex trabajadores" sólo
tienen lugar como espectadores de su película del "progreso". ¡¿Qué sería de la
producción capitalista si los trabajadores del transporte dejaran de transportar
los insumos de una producción cada vez más internacionalizada?!, ¡¿que sería de
las operaciones financieras, aceleradas enormemente por dichos avances
tecnológicos, si los trabajadores bancarios decidieran interrumpir su flujo tan
solo apretando la tecla de una computadora?!, ¡¿qué sería de las ciudades si los
trabajadores de distribución del gas, la luz, el agua, no brindaran más estos
servicios públicos?!, ¡¿y qué de los hospitales y los maestros que abandonaran a
sus enfermos y a sus alumnos?!, ¡y ni qué hablar si el proletariado industrial
agrupado en grandes fábricas- que en los últimos años ha disminuído por razones
técnicas, políticas y financieras pero aún conserva su relativamente enorme
concentración frente a los demás sectores de la clase obrera - decidiera
paralizar la producción de bienes esenciales tanto para el consumo como para la
producción!

Contra el "fetichismo tecnológico", un análisis científico muestra que, lejos de
una "desaparición del proletariado", éste se ha extendido numéricamente, si bien
está relativamente menos concentrado en grandes unidades de producción, al mismo
tiempo ha aumentado cada vez más la concentración en gigantescas megalópolis,
siendo su fuerza objetiva mayor que en los períodos más revolucionarios de la
historia, como por ejemplo la revolución rusa de 1917 o la revolución alemana de
1918, y no sólo a escala de los grandes países imperialistas, sino a nivel
mundial, como muestra el poderoso proletariado del sudeste asiático.

Lo que ha impedido una salida progresiva a la crisis del capitalismo, no es la
falta de fuerza objetiva de la clase obrera, como los "teóricos" del "adiós al
proletariado" o de la "sociedad pos-industrial" pretenden, presentándola como
una clase en extinción, o a lo sumo una clase cada vez más minoritaria dentro de
la sociedad frente al fenomenal crecimiento del "sector servicios" o el
"terciario", cuestión que, como mostraremos, es una operación no sólo
ideológica, sino guiada por razones políticas. La crisis del proletariado no es
sociológica, sino que tiene que ver con la persistencia por más de 70 años de la
crisis de dirección del proletariado luego de la degeneración de la III
Internacional fundada por Lenín y Trotsky. La persistencia de la crisis de
dirección influye sobre su conciencia, sus organizaciones, sobre la subjetividad
de la clase obrera, cuestión a la que ideologías como la de los Rifkin o de los
Gorz ayudan a consolidar, para que la clase obrera no recupere conciencia de su
fuerza y sus intereses de clase. No son razones sociológicas, sino esta cuestión
política fundamental lo que ha impedido que el proletariado liquide al
imperialismo y a los estados capitalistas que lo sostienen, permitiendo una
sobrevivencia cada vez más parasitaria del capitalismo, decadencia que se
muestra agudamente no sólo en el armamentismo, el crecimiento de las guerras, el
tráfico de drogas, sino que lejos de desarrollar las fuerzas productivas
descompone a la fuerza productiva fundamental: la clase obrera.

Rifkin y Gorz o el embauque de la sociedad post industrial

1. "La sed de ganancias"

Para comprender las transformaciones actuales del trabajo es necesario partir de
lo que el proceso de producción capitalista es: "La función verdadera,
específica del capital en cuanto capital es, pues, la producción de plusvalor, y
ésta, como se expondrá más adelante, no es otra cosa que producción de
plustrabajo, apropiación -en el curso del proceso de producción real- de trabajo
no pagado, que se ofrece a la vista y objetivamente como plusvalía"4.

Este único objetivo de la producción capitalista, la producción de plusvalía, es
lo que la economía burguesa manifiestamente oculta o, por su posición de clase,
no puede comprender. Por eso sus análisis del proceso de producción son sólo
desde el punto de vista del proceso de trabajo, negando el doble carácter del
proceso de producción señalado por Marx en el tomo I de "El Capital". Es que
negando lo específico del modo de producción capitalista, el proceso de
valorización5, ocultan que se basa en la explotación de la fuerza de trabajo
humano, única fuente de valor y plusvalor y la apropiación privada del mismo.
Por lo tanto todo análisis científico de los cambios en el proceso de producción
y en la clase obrera deben partir de esta distinción.

Proceso de trabajo y proceso de valorización

Para un análisis científico de las transformaciones del trabajo es necesario
analizar el proceso de producción en sus dos ámbitos diferenciados, el proceso
de trabajo y el proceso de valorización. El mismo Marx define al primero de la
siguiente manera: "El proceso de trabajo, tal y como lo hemos estudiado, es
decir, fijándonos solamente en sus elementos simples y abstractos, es la
actividad racional encaminada a la producción de valores de uso, la asimilación
de las materias naturales al servicio de las necesidades humanas, la condición
general del intercambio de materias entre la naturaleza y el hombre, la
condición natural eterna de la vida humana, y por tanto, independiente de las
formas y modalidades de esta vida y común a todas las formas sociales por igual.
Por eso, para exponerla, no hemos tenido necesidad de presentar al trabajador en
relación con otros. Nos bastaba con presentar al hombre y su trabajo de una
parte, y de otra la naturaleza y sus materias"6. Este aspecto del proceso de
producción, como vemos, es característico de cualquier régimen de producción
social ya que, en otras palabras, nos habla de la actividad del hombre en
cualquier época histórica para asegurar la satisfacción de sus necesidades.

Pero la forma particular, históricamente dada, específica del régimen de
producción capitalista es lo que Marx llama el proceso de valorización. El
objetivo del capitalista no es sólo la producción de un valor de uso, sino que
en el régimen de producción capitalista el valor de uso actúa como soporte del
valor de cambio. "Y nuestro capitalista persigue dos objetivos. En primer lugar,
producir un valor de uso que tenga un valor de cambio, producir un artículo
destinado a la venta, una mercancía. En segundo lugar, producir una mercancía
cuyo valor cubra y rebase la suma de valores de las mercancías invertidas en su
producción, es decir, de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, por
los que adelantó su buen dinero en el mercado de las mercancías. No le basta con
producir un valor de uso; no, él quiere producir una mercancía; no sólo un valor
de uso sino un valor; y tampoco se contenta con un valor puro y simple, sino que
aspira a una plusvalía, a un valor mayor".7

Esta distinción que hace Marx no implica que "se trabaja dos veces", ya que el
proceso de trabajo es único e indivisible.8 Sin embargo, esta distinción es
esencial no sólo para entender que el objetivo de la producción capitalista no
está encaminado a la producción de valores de uso (aunque estos no pierden su
importancia) sino que está dominado (o es relegado) por la "sed de ganancias"
por la obtención de un plusvalor, y para entender los mismos cambios en el
proceso de trabajo. Es que en el sistema capitalista, éstos están subordinados
al proceso de valorización, que es el que imprime la dinámica de los cambios en
el proceso de trabajo, incluídos los avances tecnológicos. Como dice Mandel con
respecto a esto últimos: "No es la máquina ni ninguna compulsión tecnológica, lo
que transforma inevitablemente a los trabajadores, a los hombres y mujeres en
general, en apéndices y esclavos de un equipo monstruoso. El principio
capitalista de la maximización de las ganancias es el que desencadena esta
terrible tendencia. Se pueden concebir perfectamente otros tipos de tecnología y
de maquinaria, siempre que el principio que guíe la inversión no sea "reducir el
costo" en las empresas individuales en competencia, sino el desarrollo óptimo de
todos los seres humanos."9

La definición del trabajo. Trabajo abstracto y trabajo concreto

Es de esta distinción que se desprende la definición del trabajo, entendido éste
como relación social y no desde una visión antropológica10

Y en esto último no puede haber la menor confusión, puesto que de la definición
que se haga dependerá que puedan comprenderse o no las transformaciones en
curso.

Marx, analizando el proceso de producción capitalista, establece una necesaria
distinción en el concepto de trabajo: el trabajo concreto y el trabajo
abstracto. "Este trabajo ha de ser enfocado aquí desde un punto de vista
totalmente distinto de aquel en que nos situábamos para analizar el proceso de
trabajo. En el proceso de trabajo todo giraba en torno a un fin: la de convertir
algodón en hilado", por ejemplo. "En cambio, enfocado como fuente de valor, el
trabajo del hilandero no se distingue absolutamente en nada del trabajo del
perforador de cañones".11 Allí habla del trabajo concreto, útil. Aquí del
trabajo abstracto, de lo que hay de igual en los diferentes trabajos (que es la
inversión de fuerza de trabajo humana), del trabajo creador de valor.

La economía burguesa sólo concibe la fuerza de trabajo humana como un factor más
de producción, equiparable a las máquinas y a las materias primas. Es aquí donde
se revela su inconsistencia, que decíamos al principio: la imposibilidad de
equiparar el trabajo de los seres humanos con el de los caballos, reemplazables
por las "nuevas tecnologías". Pero no solamente porque los seres humanos tengan
la capacidad de pensar, al contrario de las máquinas, sino esencialmente porque
son los únicos productores de valor y plusvalor.

Robert Castell y Hanna Arendt: una crítica anacrónica al marxismo

Una crítica más sutil a la definición marxista del trabajo es la que realizan
intelectuales como Hanna Arendt o Robert Castel quien afirma que, "En ésta (la
sociedad industrial -NdeR) el obrero aparecía como el homo faber por excelencia,
el que transformaba directamente la naturaleza mediante su trabajo. El trabajo
productivo se materializaba en un objeto fabricado. Tanto para la tradición de
la economía política inglesa como para el marxismo, el trabajo era esencialmente
la producción de bienes materiales, útiles, consumibles (...) El trabajo obrero
dejó de ser el paradigma de la producción de obras". En el mismo libro hace
referencia a Hanna Arendt: "esta autora critica la confusión entre ‘trabajo’ y
‘obra’, que habría caracterizado a la reflexión sobre el trabajo en la época
moderna, no sólo en Marx, sino ya en Locke y Adam Smith"12. Estos autores acusan
al marxismo de una visión reduccionista del trabajo ("el trabajo era
esencialmente la producción de bienes materiales") que ha quedado desfasado con
el avance de la división del trabajo y que las categorías marxistas sólo eran
adecuadas para la llamada "sociedad industrial" (período que según ellos va
desde los principios de la industrialización hasta las transformaciones que
acontecen en la producción después de la Segunda Guerra Mundial). Sin embargo,
para Marx, la definición del trabajo no se refiere al trabajo "industrial", sino
al trabajo en la sociedad capitalista. Como trabajo concreto, sea en la sociedad
capitalista o precapitalista, "agraria", "industrial" o "informatizada" (para
estos modernos evolucionistas vulgares), es la transformación de la naturaleza
para la satisfacción de las necesidades de los seres humanos -satisfacción
determinada socialmente por el nivel alcanzado por las fuerzas productivas en
una época dada-. Sin embargo, el trabajo en la sociedad capitalista se distingue
del trabajo en toda otra sociedad por estar encaminado no sólo a la producción
de un valor de uso determinado (con el trabajo concreto), sino de un valor y un
plusvalor (con el trabajo abstracto). La forma que adquiera el trabajo concreto
para el capital es absolutamente indiferente desde este punto de vista. Como
dice Marx: "A la sustancia particular que constituye un capital determinado,
tiene que corresponder, desde luego, el trabajo en cuanto particular. Pero como
el capital en cuanto tal es indiferente respecto a toda particularidad de su
sustancia -tanto en calidad de totalidad plena de la misma, como en cuanto
abstracción de todas sus particularidades- el trabajo contrapuesto a él posee
subjetivamente la misma plenitud y abstracción en sí"13. No es el contenido del
trabajo lo que define al mismo en la sociedad capitalista sino que sus
características están determinadas por las características del capital.

Trabajo productivo e improductivo

La pura y simple descripción de ciertos pensadores izquierdistas, sobre el
proceso de trabajo, encubre la evolución real del régimen de producción
capitalista14, arrojando polvo a los ojos de los trabajadores, y liquidando otra
categoría esencial que Marx empleó para analizar el proceso de producción, las
de trabajo productivo e improductivo.

Marx, en el capítulo VI inédito de "El Capital" plantea que "Como el fin
inmediato y el producto por excelencia de la producción capitalista es la
plusvalía, tenemos que, solamente es productivo aquel trabajo -y sólo es un
trabajador productivo aquel ejercitador de capacidad de trabajo- que
directamente produzca plusvalía; por ende sólo aquel trabajo que sea consumido
directamente en el proceso de producción con vistas a la valorización del
capital".

Lo que surge de esta definición es que para el capital sólo es productivo el
trabajo que genera plusvalía, por lo tanto, de ella se desprende que definir
trabajo productivo no plantea la utilidad o no del mismo para la sociedad, sino
que implica una relación social determinada en un régimen de producción, que no
es otra que la apropiación del sobretrabajo obrero. Esto significa que es
independiente de que el producto sea o no un objeto necesario o que tenga una
utilidad social. El ejemplo más contundente de esto es la producción de
armamentos, que es tan productivo como la de las drogas o de acero.

De esto surge la definición de trabajo improductivo: como bien explica Marx, el
proceso de reproducción capitalista es una unidad indivisible entre el proceso
de producción y el proceso de circulación del capital. El ámbito de la
circulación (de la realización de la plusvalía, como el comercio, es decir,
entendida como un cambio en la forma del capital y no en un sentido físico) no
agrega valor. Desde el punto de vista de la definición de Marx que reproducimos
más arriba, el trabajo asociado a la circulación no es productivo. ¿Pero
significa esto que es algo indiferente al capitalista? No, en absoluto, ya que
si se reduce el tiempo de circulación (la velocidad de rotación del capital), se
acelera la realización de plusvalía pudiendo reiniciarse un nuevo ciclo de
reproducción del capital. Por lo tanto, para los capitalistas, reducir los
tiempos muertos, sin trabajo, tanto en el proceso de producción como en el
proceso de circulación, es una presión constante. Es así que algunos economistas
hablan de la "productividad" del trabajo improductivo. La división del capital
en tres secciones, como capital productivo, comercial y bancario, resulta
funcional a la reproducción ampliada en su conjunto, los dos últimos al acelerar
la circulación y permitir la realización de la plusvalía, se apropian una parte
de las ganancias totales. El mayor peso que estas dos secciones del capital
vienen teniendo en las últimas décadas, es una expresión de la tendencia a la
sobreproducción, o en otras palabras, de las crecientes dificultades para
valorizar un capital a un nivel determinado o esperado de ganancias.

De esta definición de trabajo productivo e improductivo se desprende también la
definición de proletariado. El proletariado o la clase obrera incluye al
conjunto de la clase social expropiada de los medios de producción y que por lo
tanto se ve obligado a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario para
obtener sus medios de sustento y de vida15 . Reducirlo sólo al proletariado
industrial no da cuenta que para el capitalista comercial como para el capital
bancario (para el "sector servicios"), su participación en las ganancias depende
también de la apropiación del trabajo impago de estos trabajadores. Como dice
Marx "así como el trabajo impago del obrero crea directamente plusvalía para el
capitalista productivo, así el trabajo impago de los asalariados comerciales
crea para el capitalista comercial una participación en dicha plusvalía (...) El
desembolso en costos de circulación es una inversión productiva para el
capitalista comercial y, en consecuencia, para él también es directamente
productivo el trabajo comercial que compra"16.

2. Rifkin y las "nuevas tecnologías": una última versión de "fetichismo
tecnológico"

En los últimos años ha habido un salto en los avances científicos y tecnológicos
verdaderamente asombroso. Este avance ha sido despcrito en innumerable cantidad
de trabajos. "Han cambiado muchas cosas incluso para las tecnologías que tenían
un papel dominante hace tres años. Cada una de las cuatro tecnologías que más se
citaban entonces -telecomunicaciones, inteligencia artificial, ingeniería de
sistemas asistida por ordenador (CASE) y fabricación integrada por ordenador
(CIM)- han tenido en efecto desarrollos significativos en cuanto a alcance y
capacidades".17

Rifkin enumera a lo largo de su libro una serie de elementos de este salto
tecnológico: "sofisticadas tecnologías de las comunicaciones y de la
información", "máquinas inteligentes", "nuevos programas de software", "mejores
redes de ordenadores y un hardware más potente", "robots", "inteligencia
artificial", "robots por control numérico", etc.18

Para dicho autor, la consecuencia de tales avances sería el enorme desempleo.
Los más sofisticados ordenadores, la robótica y otras formas de alta tecnología,
están sustituyendo rápidamente a los seres humanos en la mayor parte de los
sectores de la economía. Según su afirmación, marchamos a un mundo sin trabajo.
Según el mismo autor, "en los inicios del presente siglo, el incipiente sector
secundario era capaz de absorber varios de los millones de campesinos
propietarios de granjas desplazadas por la rápida mecanización de la
agricultura. Entre mediados de la década del ‘50 y principios de los ‘80, el
sector de servicios fue capaz de volver a emplear a muchos de los trabajadores
de "cuello azul" sustituidos por la mecanización"19. Pero lo peculiar de la
nueva "revolución tecnológica" es que no aparecería un nuevo sector capaz de
absorber a los trabajadores despedidos, salvo el sector "del conocimiento", una
minoría de industrias cuyos profesionales -los llamados "analistas simbólicos" o
"trabajadores del conocimiento"-, seguirían creciendo, pero "seguirían siendo
pocos si los comparamos con el número de trabajadores sustituidos por la nueva
generación de "máquinas pensantes". Rifkin pontifica que estaríamos entrando en
una nueva fase histórica caracterizada por lo que "ya parece una permanente e
inevitable decadencia de lo que hasta ahora entendíamos por trabajo".

Para esta tesis, la desocupación y el subempleo son consecuencia del "desempleo
tecnológico". Otros autores, han desarrollado una tesis más refinada, endilgando
el aumento del desempleo al avance acelerado de la productividad. Al aumentar la
producción por asalariado, ya no sería posible crear más empleos.

Sin embargo, estas tesis se choca con dos datos que surgen de la misma realidad.
Contra las visiones de un "tecnoparaíso" -que aunque Rifkin critique en su
libro, ya que es catastrofista, metodológicamente comparte el mismo punto de
vista- hasta ahora ha habido una lenta difusión de la robótica y las nuevas
tecnologías. Es así que lejos de una producción poblada de robots, al día de hoy
hay tan sólo 630.000 robots en todo el mundo20. Asimismo, a nivel mundial, no se
ha producido tal despegue de la productividad del trabajo21 que supuestamente
acarrearía la introducción de tales tecnologías en forma masiva: "Como ha
señalado Eatwell (en su libro "Unemployment on a world scale"- NdeR), no hubo
tal aumento de productividad durante los años de introducción de tales
tecnologías. Antes al contrario, la tasa de crecimiento de la productividad por
persona empleada (...) descendió en la década de los ‘80, siendo menor que la de
la década de los ‘60 y ‘70 incluyendo el sector de manufactura (...) En
realidad, durante los años ‘80 y ‘90 la reducción de la tasa de crecimiento de
la productividad ... ha permitido un mantenimiento de puestos de trabajo mayor
que hubiera ocurrido en caso de continuar la tasa de crecimiento de
productividad de los años ‘60".22

Contra el mito interesadamente creado, la realidad es otra. En un artículo del
Financial Times del 14-10-97, S. Roach, economista jefe de la banca de inversión
Morgan Stanley plantea que: "En los ‘60 se soñaba que la era de la tecnología de
las computadoras permitiría a éstas resolver por nosotros las cosas, haciéndonos
más soberanos. Robots iban a ser programados para servirnos café, hacer nuestras
camas y traernos los diarios (...) Nada de esto ha sucedido. Aún treinta años
más tarde, las corporaciones han sucumbido a la misma clase de fantasías
creyendo que las inversiones en computadoras y las innovaciones en los
multimedios fomentarían la productividad de su fuerza de trabajo". El mismo
Roach sostiene que estas "fantasías" requerirían grandes inversiones de capital,
que los capitalistas no se han atrevido a hacer.

Las estadísticas son contundentes. Robert Brenner, en su último libro, da cuenta
que "por casi un cuarto de siglo, entre 1973 y 1996, la productividad laboral en
la economía privada y en los sectores económicos por fuera de la manufactura,
han promediado, respectivamente, un 1% y un 0,5%. Estas tasas fueron menos que
la mitad de aquellas que prevalecieron en cualquier otro período de comparable
duración desde 1890 -dejando a un lado los años de la Gran Depresión-, cuando la
perfomance de la productividad fue aún mejor que recientemente". Esta tendencia
se da incluso en los mismos Estados Unidos, que es presentado por estos
ideólogos del capital como el nuevo "paradigma tecnológico" de la llamada "nueva
economía". El incremento de la productividad en la manufactura "no pudo evitar
que el crecimiento de la productividad de la economía de conjunto -tal vez el
indicador más fiable del dinamismo económico- cayera a sus niveles más bajos en
la historia norteamericana, para el casi cuarto de siglo que va entre 1973 y
1996. Durante tal período, el crecimiento del producto bruto por hora trabajada
ha promediado un 0,9%. Esto es bien menos que la mitad del promedio histórico
del siglo previo, y el promedio para los ‘90 (a través de 1996) ha caído a un
0,7%"23.

Estos crudos datos demuestran que lejos de un tecnoparaíso, el capital no se
atreve a invertir en gran escala con nuevas innovaciones, siendo una prueba más
del carácter cada vez más parasitario de la economía capitalista a fines del
siglo XX.

El avance arrollador de la robótica y de la productividad que se pregona desde
la perspectiva catastrofista del "fin del trabajo" es una pura mistificación de
la realidad. En realidad, la descripción de un "taller sin hombres" se convierte
en una imagen de ciencia ficción. Como dice Coriat en "El taller y el robot":
"el taller -a fortiori la fábrica del mañana- no es una fábrica sin hombres.
Esta imagen tenaz, profundamente difundida, no sólo no corresponde a nada
observable -si no es en mini secciones de producción- sino que obstaculiza la
comprensión de lo que está verdaderamente en juego. El futuro, de ninguna
manera, es la automatización integral de las tareas y las funciones. Cualquiera
que sean las orientaciones ‘tecnologicistas’ localizables aquí o allá en algunas
prácticas de empresas, la ‘automatización total’ es impracticable, por razones
tanto científicas y técnicas como financieras, y eso vale para todo el horizonte
del futuro previsible" 24 .

El problema es que Rifkin y los demás sostenedores de la tesis del fin del
trabajo, caen en un nuevo "fetichismo tecnológico": abstraen la técnica de las
relaciones de producción dándole a la tecnología un carácter autónomo que
conllevaría un progreso contínuo25.

En el régimen de producción capitalista, el proceso de producción no es sólo un
proceso de trabajo sino que actúa como soporte del proceso de valorización. La
introducción de la tecnología no es un factor independiente sino que está
subordinada a la búsqueda de ganancias y un mayor control del proceso de trabajo
y sobre la clase obrera, y por ende de una mayor superexplotación de la misma.
De ahí que la introducción masiva de la robótica y la informática choca con las
relaciones de producción capitalistas, y su búsqueda incesante de ganancias. Con
las nuevas tecnologías pasa lo que el mismo Marx analizó con respecto a la
invención de la máquina de vapor: "Es cierto para la máquina analítica lo que
Marx observaba a propósito de la máquina de vapor que, ‘pese a estar inventada
en el período de la manufactura a final del siglo XVII, ha continuado hasta 1780
sin originar ninguna revolución industrial’ ("El Capital"). No se trataba sólo,
observa Marx, de encontrar una fuerza motriz capaz, sino de alcanzar
determinadas condiciones en el desarrollo bien de las fuerzas productivas (en
este caso de las tecnologías de las fuerzas motrices), bien de las relaciones de
producción (en este caso de la concentración de la producción), que hiciesen
esta máquina compatible y funcional con las primeras o con las segundas". 26

3. La hipótesis del "fin del trabajo"

Desarrollemos una hipótesis: supongamos por un momento que estamos equivocados,
y que en los próximos años el capital encuentra las vías económicas y políticas
para introducir en forma masiva las nuevas tecnologías, liquidando en amplia
escala al trabajo humano. Esto liquidaría toda perspectiva de la prosecusión de
un régimen superior, el socialismo, ya que implicaría la liquidación de la clase
obrera, única clase que, debido a su concentración y su ubicación en relación a
los medios de producción, puede llevar adelante la liberación del conjunto de la
humanidad. Sin embargo, en esta hipótesis, no sólo el futuro de la clase obrera
estaría amenazado, sino la misma existencia del régimen capitalista de
producción. La abolición del trabajo asalariado, destruiría la única fuente de
riqueza que en el sistema capitalista es apropiada en forma privada por los
capitalistas: la creación de plusvalía. Y además, ¿a quién le venderían los
capitalistas su mercancías? Está claro que los robots no podrían adquirirlas.
Por lo tanto, una hipotética introducción generalizada de los avances de la
ciencia y la tecnología en la producción, reemplazando cualitativamente la
fuerza de trabajo, liquidaría los fundamentos del régimen de producción
capitalista.

Marx previó genialmente casi ciento cincuenta años atrás esta tendencia en los
Gründrisse: "En la medida, sin embargo, en que la gran industria se desarrolla,
la creación de la riqueza efectiva se vuelve menos dependiente del tiempo de
trabajo y de la cantidad de trabajo empleado, que del poder de los agentes
puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, poder que a su vez no guarde
relación alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción,
sino que depende más bien del estado general de la ciencia y del progreso de la
tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción". Y en otra
parte: "El robo del tiempo de trabajo de otro, en el cual se funda la riqueza de
hoy, parece una base miserable por comparación con esta base recientemente
desarrollada creada por la gran industria misma. A partir del momento en que el
trabajo, en su forma inmediata, deja de ser la gran fuente de la riqueza, el
tiempo de trabajo deja de ser su medida, y debe dejar de serlo, y por lo mismo
el valor de cambio debe dejar de ser la medida del valor de uso. El sobretrabajo
de la masa ha dejado de ser la condición del desarrollo de la riqueza general,
tal y como el no-trabajo ha dejado de ser la condición del desarrollo de las
fuerzas generales del intelecto humano. En virtud de esto se viene abajo la
producción fundada en el valor de cambio".27

Pero este proceso en el capitalismo no puede ser llevado hasta el final, ya que
choca con las relaciones de producción, que no son otras que los límites que
impone la acumulación capitalista; es decir, la necesidad de valorización de
capital que pone límites a la difusión masiva de tecnología. Es que la enorme
inversión que esto requeriría haría poco rentable el capital invertido.

Al mismo tiempo esta tendencia histórica, del mayor peso del trabajo muerto
sobre el trabajo vivo, consecuencia de la evolución del régimen de producción
capitalista, es una expresión no de una crisis del trabajo, como nos presentan
los fetichistas tecnológicos como Rifkin, sino, en cierta forma, de una crisis
de la ley del valor. Es que la apropiación privada del trabajo no pagado, en la
cual se basa la generación de riqueza en el régimen de producción capitalista,
aparece cada vez más como una base crecientemente "miserable", cuando la
producción está cada vez más determinada por el "estado general de la ciencia y
del progreso de la tecnología" (herencia de las generaciones pasadas), y no "con
el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción". En otras palabras, al
ser cada vez mayor la cantidad de trabajo muerto que hay que valorizar, la
valorización del capital adquiere un carácter cada vez más estrecho. Sin
embargo, esto no lleva a la liquidación del trabajo y los asalariados, sino a
transformaciones en el mismo. La ley del valor no caduca, sino que sus
contradicciones se exacerban en su búsqueda incesante de nuevos campos de
acción. La existencia de millones de desocupados y subempleados, a niveles que
nunca ha conocido la humanidad, es una expresión de esto y no, como quieren
hacernos creer Rifkin y demás fetichistas tecnológicos del "desempleo
tecnológico".

4. La crisis de acumulación del capital y la nueva guerra de clases contra la
clase obrera

Contra el fetichismo tecnológico, las razones del desempleo, hay que buscarlas
en otro lado. El marxismo, contra la economía burguesa, tuvo la virtud de
explicar cómo, tanto el desempleo coyuntural como crónico, está ligado a la
acumulación del capital. Lo que para los economistas burgueses aparece como una
oscilación de la oferta de fuerza de trabajo, para el marxismo, lo que determina
es la sed de ganancias que guía el proceso de acumulación capitalista28.

Contra el fetichismo tecnológico, las verdaderas razones de la desocupación
estructural, hay que buscarlas en que desde fines de los ‘60 principios de los
‘70 el sistema capitalista mundial ha entrado en lo que hemos denominado una
crisis capitalista de acumulación: "A las dificultades del proceso de
valorización (del capital) provocadas por la combinación de factores económicos,
como el aumento de la composición orgánica del capital y la consecuente caída de
la tasa de ganancia, con factores políticos como una intensificación de la lucha
de clases (ascenso ‘68-’76) o la declinación relativa de la hegemonía
norteamericana ante el surgimiento de imperialismos competidores"29. Esto se
muestra en la tasa de crecimiento de la economía30. Entre 1950 y 1970, en el
período del boom, la economía mundial creció a una tasa promedio del 5% anual,
desde entonces no logra superar el 2,5%. Como consecuencia de esto, el número de
desocupados se ha duplicado o triplicado en los países desarrollados. Como
demuestra Robert Brenner, "el agudo deterioro de la performance económica de las
economías capitalistas avanzadas en el último cuarto de siglo, comparado con el
primer cuarto de siglo de la época de la posguerra, es por sí mismo evidente. A
lo largo de estas economías, las tasas promedio de crecimiento del producto, del
stock de capital (inversiones), la productividad laboral, y los salarios reales
desde 1973 al presente, han sido de un tercio a la mitad de aquellos para los
años 1950-73, mientras el promedio de la tasa de desempleo ha sido más del
doble". En su último libro, este autor demuestra que "la generalizada caída y el
fracaso a largo plazo de recuperar la tasa de rentabilidad en la manufactura, y
en la economía privada de conjunto, a lo largo del mundo capitalista avanzado,
es... la causa básica de la mayor caída paralela de la tasa de crecimiento de la
inversión, y con ella del crecimiento del producto, especialmente en la
manufactura, en el mismo período. La declinación aguda en la tasa de crecimiento
de la inversión -conjuntamente con la caída del producto mismo- es (...) la
fuente primaria de la declinación de la tasa de crecimiento de la productividad,
así como también el mayor determinante del crecimiento del desempleo"31.

Desde ese entonces la burguesía ha puesto el acento en la recuperación de la
tasa de ganancia, a través de la liquidación del stock de capital mediante las
bancarrotas de las firmas y el cierre de fábricas con el consecuente despido de
trabajadores32; la caída del salario como producto del ascenso de la
desocupación y la ofensiva contra las conquistas de los trabajadores; la
introducción de innovaciones tecnológicas en forma desigual y no uniforme como
forma de aumentar la plusvalía relativa; y por último una mayor intensificación
del trabajo. Esta política ha sido llevada adelante en distinto grado en los
diferentes países imperialistas y semicoloniales. Se trata de una verdadera
guerra de clases contra la clase obrera, donde la caída de la tasa de ganancia
exacerba la competencia y donde cada capitalista individual en una búsqueda
desenfrenada para mantener la "competitividad", busca reducir el valor de la
fuerza de trabajo, esto es, lo que los capitalistas llaman el costo laboral. Es
que "dado que la acumulación del capital presupone la acumulación para la
ganancia y puesto que considera la maximización de la ganancia como su propia
razón de ser, los cálculos minuciosos y exactos de los costos conllevan
reorganizaciones constantes del proceso de producción con el solo propósito de
reducir los costos. Desde el punto de vista de una sola empresa capitalista, un
trabajador no puede ser considerado como un ser humano dotado de derechos
elementales, dignidad y necesidades de desarrollar su personalidad. Es un
‘elemento de costo’, y este ‘costo’ debe ser medido de manera constante y
exclusiva en términos de dinero a fin de ser reducido al máximo" 33. Desde esta
lógica, en los últimos años, más específicamente desde comienzos de los ‘70, las
reorganizaciones del proceso de producción, sumariamente, han sido las
siguientes:

a) Los cambios organizacionales en el proceso de trabajo. La introducción del
just in time y de los cambios organizacionales asociados al toyotismo son en
realidad un intento de reducir los tiempos muertos y de aumentar la explotación
y el control sobre la fuerza de trabajo.

Como plantea Coriat, "la instauración de ‘círculo de calidad’ en niveles muy
extendidos y profundos de la población laboral (...) los círculos de calidad han
sido el instrumento de una especie de avasallamiento suplementario al instaurar
un control social mucho más estrecho, a la vez sobre el trabajo y sobre los mil
y un acontecimientos en que consiste el desarrollo del flujo de la producción.
¡Mediante los círculos de calidad, el obrero resulta ser a la vez detectado y
detector!"34

b) La innovación tecnológica y el mito creado sobre la misma. Ésta ha sido
utilizada como una poderosa arma del capital sobre las posiciones conquistadas
por el trabajo. La introducción de tecnología no tiene un carácter neutro sino
que ha potenciado esta verdadera guerra de clases contra el proletariado. Contra
todo el fetichismo, (tanto tecnológico como organizacional), de la tecnología de
los ordenadores o de los círculos de calidad (en el sentido de que permitirían
una mayor liberación del trabajo del obrero), hasta el mismo Coriat ha afirmado
que se trata de "un modelo de taylorismo con ayuda de computadora".35 Es que,
como bien explica Marx, "la maquinaria no actúa solamente como competidor
invencible e implacable, siempre al acecho para ‘quitar de en medio’ al obrero
asalariado. Como potencia hostil al obrero, la maquinaria es proclamada y
manejada de un modo tendencioso y ostentoso por el capital. Las máquinas se
convierten en el arma poderosa para reprimir las sublevaciones obreras
periódicas, las huelgas, y demás movimientos desatados contra la autocracia del
capital"36.

Los fetichistas tecnológicos dan un valor neutro, respecto a la acumulación del
capital, a la introducción de nuevas tecnologías. En particular, en los últimos
años han alimentado el enorme mito creado alrededor de los ordenadores y la
informática. Pero es preciso notar que el desarrollo de éstos no cayó del cielo
sino que correspondió a la necesidad del capital tanto de buscar nuevas vías de
valorización, como de responder a la creciente insubordinación del trabajo en la
producción (según explica Marx más arriba) y a la creciente competencia
interimperialista. Esta necesidad se fue imponiendo desde fines de los ‘60.

Paola Manacorda explica este proceso cuyo desarrollo comienza después de la
Segunda Guerra Mundial, primero limitado a la administración pública, para
después gradualmente extenderse a buena parte de la estructura de la sociedad:
"Para ampliar el mercado, para conquistar nuevos clientes, para difundir
ordenadores cada vez más veloces y sofisticados, es preciso crear una ‘necesidad
de información’. Por otra parte, esta estrategia de las casas constructoras
encuentra fácil alimento en las nuevas condiciones del capitalismo de posguerra.
La necesidad de reconvertir la producción, la exigencia de nuevos métodos de
control de la mano de obra y la ampliación de los mercados, plantean exigencias
efectivas de racionalización de la conducta empresarial para lo que una correcta
‘política de la información’ resulta esencial. Más tarde, la creación de las
multinacionales por un lado, con su exigencia de control del mercado mundial y,
por otro, la necesidad de superar ciertas formas rígidas de taylorismo, como
respuesta a la nueva estrategia del movimiento obrero, harán esta realización
inaplazable"37.

Sobre esta necesidad real utilizada como política por el capital contra el
trabajo, se montan las afirmaciones -que como vimos no tienen ningún sustento
fáctico- del tipo de que 90 millones sobre 124 millones de trabajadores
norteamericanos pueden sustituirse por máquinas, como un juego de espejos para
hacer terror ideólogico sobre las masas.

c) Las racionalizaciones. Las llamadas reestructuraciones (downsizing), que
eliminan puestos de trabajo, proceso que ha sido acelerado con el auge de las
"fusiones y adquisiciones", uno de cuyos motivos centrales es la "reducción de
los costos" cerrando fábricas, departamentos, "ineficientes" y despidiendo a los
trabajadores "redundantes" con el objetivo de aumentar los beneficios. En este
marco una práctica cada vez más usual, es la llamada tercerización, donde la
empresa se desliga de determinados sectores o tareas de la producción con el
consecuente despido de trabajadores, los cuales son luego contratados en peores
condiciones por otras firmas que son a su vez contratadas como servicios o como
subcontratistas por las grandes empresas. Este proceso se ha dado no sólo en el
terreno fabril, sino en el sector llamado de servicios, como en las oficinas o
los bancos. Digámoslo con claridad: las reestructuraciones no implican un
ensanchamiento ni de la base técnica ni de la inversión productiva del capital
(ya sea éste una sola empresa o una firma fusionada), sino una reducción lisa y
llana de los costos laborales. Lo que los economistas burgueses hacen aparecer
como un aumento de productividad38 no se debe esencialmente a un verdadero
aumento de la misma, que implicaría inversión en nuevas maquinarias, sino a una
intensificación del trabajo de los empleados que quedan. Como explica S. Roach
en el Boletín que publica el Morgan Stanley, el Global Economic Forum, hay "un
embuste en el secreto de los logros de productividad de los años recientes. No
hay nada especial en materia de productividad del trabajo. El 70% de las
ganancias de productividad se explican, en los ‘90 por una espectacular
compresión en el incremento de los costos laborales". Es esto, un aumento de la
superexplotación, en gran parte de plusvalía absoluta debido a la extensión de
la jornada laboral y a la intensificación del trabajo, y de plusvalía relativa
(aunque como demuestran los datos de productividad no en la proporción que
habitualmente nos venden los mistificadores del "paradigma norteamericano" de
los ‘90), lo que explica el aumento de la ganancia y de la tasa de beneficio con
respecto a los ‘70, pero sin llegar a los niveles y a las condiciones de
acumulación (tanto económicas como políticas) del boom.

La misma tendencia se da en Inglaterra. Un reciente estudio del Trade Union
Congress ha desmitificado el supuesto avance de la productividad en los años de
la "Dama de Hierro" Margaret Tatcher: "Las ganancias de productividad que se
proclaman responden a la prolongación de la jornada de trabajo y no a una mayor
eficiencia. El trabajador británico trabaja 9% más que el alemán y 5% más que el
francés, pero la productividad horaria se encuentra 20% debajo de la de esos
países. En los ‘90, mientras la productividad creció 2,2% por año, los salarios
reales lo hicieron sólo al 1,2%, y en consecuencia las ganancias se
incrementaron un 37% en el mismo período. Sin embargo el coeficiente de
inversión se encuentra entre los más bajos de los países industrializados: 16,6%
en 1997 contra 18,7% promedio para la Union Europea".

d) El desempleo masivo y la precarización flexibilización del empleo. Sin
embargo, el arma más poderosa del capital para aterrorizar a los trabajadores e
imponer estas condiciones de trabajo en medio del aumento de la riqueza por
ellos acaparada, es el desempleo masivo. El promedio de desempleo en los
principales países capitalistas, dejando a un lado los Estados Unidos, es al
menos tan alto como el promedio durante la Gran Depresión de los ‘30. En 1996,
el desempleo de los 11 países de la Unión Europea, promediaba un 11,3%, para los
28 países de la OCDE, incluidos los Estados Unidos, un 7,3%. El promedio anual
de la tasa de desempleo para las 16 economías capitalistas principales para los
años ‘30-’38 inclusive fue de un 10,3%39. "El desempleo favorece la polarización
social al reducir la renta no sólo de los desempleados sino también de los
asalariados no cualificados, que es el sector de la fuerza laboral más
vulnerable al desempleo. En realidad, la mayoría de los pobres de edad adulta
son trabajadores".40

El verdadero terror sobre los millones de trabajadores lo ejerce el capital
utilizando la existencia de una masa de millones de desocupados para degradar
las condiciones de trabajo y de vida de la clase trabajadora, lo que ha dado
lugar al desarrollo de nuevas modalidades de contratación como el trabajo
part-time, utilizado en forma permanente, y en Francia se acuñó el término
"permatemps", la flexibilidad laboral y el aumento descomunal del subempleo y el
empleo en negro, lo que algunos sociólogos llaman "balcanización y
flexibilización del mercado de trabajo".

Con respecto al trabajo temporario, éste se convierte en una práctica cada vez
más normal y de largo plazo en la producción. En el pasado el trabajo temporario
crecía cuando la economía crecía y descendía con la caída de ésta. Ahora esta
modalidad se ha convertido en mucho menos cíclica: "... El trabajo temporario
podría estar reemplazando lo que de otra manera serían trabajos permanentes. El
uso de trabajo contratado para sustituir trabajos regulares, no sólo como una
vía de eliminar compromisos a largo plazo, crecimiento salarial y otros
beneficios substanciales, sino como (...) una forma de eliminar la seguridad
ocupacional y las protecciones de salud"41. A su vez, el aumento del empleo en
negro indica un fuerte ascenso del trabajo al margen de los convenios y las
normas esto es, de una tentativa de establecer una relación de ingreso monetario
sin relación de empleo, liquidando las protecciones sociales asociadas a este
último, y que fueron conquistadas como subproducto de la solidaridad de clase y
de grandes luchas obreras.

5. La crisis de acumulación y la superexplotación de los trabajadores de los
países semicoloniales y periféricos

Otra vía para recomponer la tasa de ganancia ha sido la exportación creciente de
capitales a la periferia del sistema mundial capitalista.

Desde el comienzo de la crisis de acumulación del capital las cifras de
desempleo en los principales países imperialistas han crecido considerablemente,
llegando a estabilizarse en cada una de las recuperaciones parciales en niveles
cada vez más altos. Sin embargo, en los países de la periferia capitalista
(países semicoloniales y los ex estados obreros deformados y degenerados) las
crecientes inversiones extranjeras directas han permitido la creación de nuevos
empleos42. La mayoría de estos países de mano de obra barata se hallaba sometida
a durísimos regímenes políticos reaccionarios (como en el Sudeste de Asia) que
facilitaban aún más la superexplotación de la fuerza de trabajo, y dado su bajo
nivel de industrialización, estaban dispuestos a conceder excepcionales
concesiones fiscales y financieras a las inversiones imperialistas.

Esta nueva "industrialización" se orientó a la exportación hacia los países
centrales (lo cual constituyó el fin del modelo de sustitución de importaciones
que los países más desarrollados de esta periferia venían experimentando desde
los ‘30), y dio lugar al desarrollo de enormes concentraciones proletarias en
distintos períodos. Ejemplo de esto son, en el caso de América Latina, el joven
proletariado brasileño que hizo su aparición en la escena nacional a fines de
los ‘70 comienzos de los ‘80 en tal vez la concentración más grande de esta
región, el ABC paulista, en la lucha contra la dictadura. Y más recientemente el
nuevo proletariado mexicano concentrado alrededor de las maquiladoras, que
todavía no ha hecho su aparición política (ver artículo). En el caso del Sudeste
de Asia es conocida la enorme concentración alrededor de los chaebols
(conglomerados) del poderoso proletariado coreano que ha tenido ya su bautismo
de fuego en la guerra de clases contra la burguesía coreana. A este se agregan
en Asia oriental los nuevos proletariados en países que aún hoy siguen teniendo
una enorme preponderancia de la población campesina, como es el caso de
Tailandia, Malasia, Filipinas y por último Indonesia. Recordemos tan sólo que la
clase obrera indonesa, aunque disuelta en el pueblo en general, fue un actor de
las jornadas revolucionarias que voltearon al dictador Suharto en mayo del año
pasado.

Por último, sin por eso restarle importancia, debemos señalar China, donde las
nuevas concentraciones obreras que se desarrollaron ligadas a la inversión
capitalista, se agregan al proletariado tradicional de las empresas del Estado
cuya irrupción política fue salvajemente reprimida al final de las jornadas que
culminaron en la masacre de la Plaza Tienanmen en 1989 y que viene siendo
ferozmente atacado en sus conquistas.

Como hemos explicado en otros artículos, la base de este proceso está en la
caída de la rentabilidad en los países centrales. El creciente peso de las
inversiones directas en la periferia del sistema mundial capitalista, se basa en
la posibilidad de obtener superganancias por la existencia de una enorme reserva
de población potencialmente explotable, debido a la liquidación de la
agricultura tradicional en muchos de los países periféricos a donde se dirige la
inversión imperialista durante el período del boom43, que se traslada a las
ciudades en búsqueda de empleo. Como explican Frobel, Heinrichs y Kreye44, "lo
que empuja a una corriente creciente de personas (en busca de trabajo y de
ingresos) del campo a la ciudad, no son solamente las malas condiciones de vida
tradicionales en las que se encuentra la mayor parte de la población de los
países en desarrollo. Paradójicamente es precisamente la modernización de la
agricultura- que sólo puede alcanzar su objetivo de aumentar la producción de
alimentos mediante la desaparición de la pequeña agricultura tradicional,
privando consiguientemente de su base de subsistencia a una gran masa de la
población- lo que empuja a la gente hacia las ciudades donde por regla general
no consiguen unos ingresos suficientes para llevar una existencia digna. Son
estos seres proletarizados, quienes se hacinan en los slums y barrios miserables
de las ciudades de los países subdesarrollados. Estos seres proletarizados están
obligados a buscar trabajo a cualquier precio y en las condiciones más indignas
e inhumanas para asegurar la simple pervivencia. Constituyen hoy, en los países
subdesarrollados, una fuente de fuerza de trabajo prácticamente inagotable y
explotable casi a discreción".

Este "recurso" prácticamente "inagotable" de fuerza de trabajo explotable a
disposición de las empresas transnacionales constituye lo que estos autores
llaman "la formación de una reserva mundial de fuerza de trabajo potencial". Las
características de la fuerza de trabajo superexplotada de estos países
periféricos y las ventajas para la valorización del capital, básicamente puede
resumirse en las siguientes cuestiones: a) los salarios reales pagados por el
capital representan en los países de bajo nivel salarial entre un 10 y un 20%
aproximadamente de los países imperialistas; b) la jornada laboral y el año
laboral es por regla general más larga que en los países centrales; c) la fuerza
de trabajo puede ser contratada y despedida casi a placer. Por ejemplo es común
entre otras cosas, que pueda imponerse una mayor intensidad del trabajo mediante
un desgaste más rápido de la fuerza de trabajo, y luego reemplazarlo por otro
trabajador; d) el tamaño del ejército industrial de reserva disponible permite
una selección casi óptima de la fuerza de trabajo más adecuada en cada momento
(mujeres, niños). Un ejemplo de esto es el reciente reporte realizado por el
Comité Industrial Cristiano de Hong Kong sobre la Disney Corp. y la industria
del juguete en China, el cual "alega que algunos trabajadores que hacen los
productos de Disney están forzados a trabajar hasta 16 horas al día, siete días
a la semana y a los cuales no les son pagadas las horas extras. En el Reporte
sobre los juguetes, cuatro de las doce plantas señaladas críticamente, son
subcontratistas de Mattel, el más grande productor mundial de juguetes, lo que
puede llegar a ser conocido como las líneas de ensamblaje de los "sweatshop
(fábricas negreras) Barbie" que son acusados de una serie de abusos, desde
largas horas y con baja paga, a graves violaciones a la dignidad de los
trabajadores"45. Otro ejemplo, que fue presentado al mundo como modelo a seguir,
es Chile en el cual, según un informe de la OIT, se trabaja como promedio para
el decenio 1986-96 alrededor de 46,2 horas semanales. El informe dice "estas
jornadas de trabajo son relativamente largas en comparación internacional.
Actualmente son comparables con las horas de trabajo en Corea, por ejemplo. En
Corea las horas de trabajo eran aún más largas hasta mediados de los años ‘80
(52,5 horas en 1986), pero después de la democratización en la segunda mitad de
los ‘80 a 49,2 en 1989 y a 47,7 en 1995 (OIT, 1996)"46.

En la nueva división mundial del trabajo los países periféricos, en contraste
con el discurso oficial, aumentan su dependencia de los flujos de los mercados
de capitales mundiales y las inversiones directas de las grandes corporaciones.
Dicho en otras palabras, experimentan la exacerbación de los mecanismos de
opresión por los países centrales en la época imperialista. El nuevo rol en esta
división mundial del trabajo de las transnacionales, es realizar, dentro de los
sistemas integrados de producción de estas firmas -facilitados mayormente por
los adelantos en los transportes y en la comunicación- la parte de la producción
que más depende de la utilización intensiva de la fuerza de trabajo. Para la
periferia, el resultado es el desarrollo de una nueva clase obrera no como
producto de una industrialización armónica, ni siquiera parcial (en algunas
ramas), sino de lo que los autores arriba mencionados denominan "verdaderos
enclaves industriales": "En general, no se llega siquiera a esta
industrialización parcial, que por lo menos desarrolle un sector aislado: mucho
más frecuente es que la producción industrial se limite a una producción parcial
muy especializada: se importan productos semielaborados, que son terminados
(cosidos, soldados, montados, revisados, etc.) por la fuerza de trabajo local en
‘fábricas para el mercado mundial’ y salen de nuevo del país como productos
terminados. Se trata, pues, de verdaderos enclaves industriales que solamente se
hallan unidos al resto de la economía local por el uso de la fuerza de trabajo
barata y quizá por algunos suministros (infraestructura), pero que por lo demás
se hallan totalmente aislados de las economías locales". En nuestro continente
el ejemplo más gráfico de esto es la maquilación de México, como explicamos en
otra nota de esta revista.

6. Andre Gorz y la metafísica de los "trabajadores de lo inmaterial"

Hemos discutido en los puntos anteriores las tesis que sostienen que el aumento
del desempleo y el subempleo es producto del avance tecnológico, de la
tecnología de los ordenadores. Desde otro ángulo, pero acompañando a esta tesis,
Andre Gorz afirma taxativamente que "no hay y no habrá nunca más suficiente
trabajo". En su último libro sostiene que "las polémicas que han suscitado la
obra de J. Rifkin son significativas en relación con esto. Lo que él llama el
‘fin del trabajo’ anuncia el fin de lo que todo el mundo ha tomado la costumbre
de llamar trabajo (...) se trata sin duda del ‘trabajo específico propio del
capitalismo industrial’ (...) Los millones de empleados o de técnicos ‘que
trabajan’ en la pantalla de visualización no ‘realizan’ nada tangible. Su
actividad práctico-sensorial está reducida a una pobreza extrema; su cuerpo, su
sensibilidad, puestas entre paréntesis. Su ‘trabajo’ no es ningún sentido una
‘configuración apropiativa del mundo objetivo’, por más que pueda tener una
configuración como efecto mediato muy lejano. Para los ‘trabajadores’ de lo
inmaterial, como para la mayoría de los que ofrecen servicios, los ‘productos’
de su trabajo son evanescentes, consumidos al mismo tiempo que se realizan. Es
raro que esos ‘trabajadores’ puedan decir: ‘He aquí lo que hice. He aquí mi
obra. Esta es mi obra’ (...) Queriendo negar ‘el fin del trabajo’ en nombre de
su necesidad o de su permanencia en el sentido antropológico o filosófico,
demostramos lo contrario de lo que querríamos demostrar: precisamente en el
sentido de realización de sí, en el sentido de poiesis, de creación de una obra
o de una producción, el trabajo desaparece más rápidamente en las realidades
virtualizadas de la economía de lo inmaterial. Si deseamos salvar y perpetuar
ese ‘verdadero trabajo’, es urgente reconocer que el verdadero trabajo no está
más en el ‘trabajo’ (...) A su manera (que no es la mía), Rifkin no dice otra
cosa: dice que el trabajo cuyo fin anuncia, deberá ser reemplazado por
actividades que tengan otra característica. El ‘trabajo’ que el capitalismo en
su última fase ha abolido masivamente, es una construcción social; precisamente
por eso puede abolirlo."47

Veamos, ¿de qué trabajo nos habla Gorz? Entendido en un sentido antropológico o
general, hablar del "fin del trabajo" no quiere decir nada. Para Marx, el
trabajo en sentido amplio "es toda actividad humana que permite expresar la
individualidad del que lo ejerce", o "todo gasto de fuerza humana (del cerebro,
de los nervios, de los músculos, de los sentidos, de los órganos), abstracción
hecha de su carácter útil". En otras palabras, en un sentido general, el trabajo
es toda operación de transformación del individuo sobre la naturaleza, operación
mediante la cual se produce la socialización de los seres humanos.

Pero, evidentemente, Gorz habla de la abolición del trabajo asalariado (¿qué
otra cosa sino, es lo específico de la "sociedad industrial", más precisamente
de la sociedad capitalista, y que efectivamente es una construcción social, es
decir una relación social de explotación?) sin la liquidación del capital de la
sociedad de clases y de su Estado. Lo que omite Gorz, es que ya sea integrados
al taller o como trabajadores "autónomos", estos "nuevos trabajadores" están
subsumidos realmente al proceso de valorización capitalista más allá... de que
su "actividad práctico sensorial" esté reducida a una pobreza extrema, su
sensibilidad "puesta entre paréntesis". No entendemos el carácter "gratificante"
práctico sensorial y la "enorme sensibilidad" que significa la cadena de montaje
del llamado fordismo, la repetición monótona de movimientos simples del llamado
taylorismo y mucho menos conocemos que los trabajadores alguna vez hubieran
dicho "he aquí lo que hice, he aquí mi obra, esta es mi obra", en el sistema de
producción capitalista, precisamente basa su producción en la explotación del
trabajo humano y en la enajenación del trabajador del producto de su trabajo que
se le enfrenta a él como algo extraño48. Gorz confunde deliberadamente lo que
eran las características propias del trabajo artesanal que fueron abolidas
precisamente en lo que él llama la "sociedad industrial" (en términos marxistas,
con el desarrollo de la gran industria bajo el capitalismo) como pre-condición
para la subsunción formal y real del trabajo al capital49. La "sociedad
industrial" a través de la introducción de la maquinaria, y más adelante con la
introducción del taylorismo, fue encaminada a apropiarse del saber obrero para
aumentar el control sobre el trabajo, aumentando la subsunción real del trabajo
al capital. Lejos de una "abolición del trabajo" como única fuente de valor, la
valorización del capital amplía su terreno de acción, hacia nuevas actividades y
profesiones dentro, y fuera pero subordinado a él, del taller, movimiento que
expresa el carácter complejo de la producción con el desarrollo de la sociedad
capitalista, en la cual la misma no pude entenderse a través de la relación con
un trabajador manual directo sino como un "trabajador colectivo".

Marx se anticipó teóricamente a un proceso que hoy está altamente desarrollado:
"Como con el desarrollo de la subsunción real del trabajo en el capital o del
modo de producción específicamente capitalista no es el obrero individual sino
cada vez más una capacidad de trabajo socialmente combinada lo que se convierte
en el agente real del proceso de laboral en su conjunto, y como las diversas
capacidades de trabajo que cooperan y forman la máquina productiva total
participan de manera muy diferente en el proceso inmediato de la formación de
mercancías o mejor aquí de productos -este trabaja más con las manos, aquel más
con la cabeza, el uno como director (manager), ingeniero (engineer), técnico,
etc., el otro como capataz (overlooker), el de más allá como obrero manual
directo e incluso como simple peón, tenemos que más y más funciones de la
capacidad de trabajo se incluyen en el concepto inmediato de trabajo productivo,
directamente explotados por el capital y subordinados en general a su proceso de
valorización y de producción. Si se considera el trabajador colectivo en el que
el taller consiste, su actividad combinada se realiza materialmente
(materialiter) y de manera directa en un producto total que al mismo tiempo es
una masa total de mercancías, y aquí es absolutamente indiferente el que la
función de tal o cual trabajador, mero eslabón de este trabajo colectivo, este
más próxima o más distante del trabajo manual directo. Pero entonces la
actividad de esta capacidad laboral colectiva es su consumo productivo directo
por el capital, vale decir el proceso de autovalorización del capital, la
producción directa de plusvalía y de ahí, como se deberá analizar más adelante,
la transformación directa de la misma en capital".50

Gorz no parece entender cómo funciona el capitalismo (o más bien, como dijo un
autor, "en el fondo Gorz no cree en la existencia del capitalismo"), y esto lo
demuestran no sólo las afirmaciones que ya hemos criticado, sino su visión de
los mismos "nuevos trabajadores", en particular los especialistas en
informática, de que Gorz nos habla, atribuyéndoles un supuesto carácter autónomo
(en relación a la valorización del capital); una pretensión compartida también
por Toni Negri.

La realidad material incluso en este terreno desmiente a Gorz, pues el carácter
de estos nuevos trabajos está subordinado a la lógica del capital, aunque es
cierto que no en el mismo grado que el trabajo fabril. Manacorda, que ha
estudiado este proceso, afirma que: " ... un análisis del trabajo del
programador tal y como se configura en las grandes organizaciones del proceso de
datos. Es allí donde el programador es un programador todo el tiempo, que no usa
la programación como instrumento de su trabajo de investigación, sino que la
tiene como única y exclusiva actividad 8 horas al día durante algunos años.
Además, el programador industrial es la figura más extendida entre los
programadores desde que -hasta ahora más de diez años- la producción de software
ha asumido características precisamente industriales. Estas se manifiestan en la
organización de los programadores en equipos en el interior de los cuales las
competencias son definidas con precisión; en la necesidad de respetar los plazos
y de utilizar los recursos (costes, tiempo, horas-máquina) en la forma definida
para las oficinas de planificación. El programador pasa a ser así un trabajador
colectivo, sujeto a ritmos y a verificaciones de productividad ciertamente menos
rígidas que las que sufre un obrero, pero mayores de las que soporta un
trabajador intelectual de corte tradicional"51. Como vemos, la supuesta
autonomía de estos "nuevos trabajadores de lo inmaterial", queda cada vez más
hecha trizas. Aumenta no sólo la subsunción formal del trabajo de tipo
intelectual al capital, sino también la subsunción real, al transformarse la
informática y el software en enormes ramas de la producción (las más dinámicas
del punto de vista de la valorización del capital en los últimos años). Así como
el maquinismo y la nueva industria liquidó la autonomía de los artesanos, la
mayor subsunción formal y real de los trabajadores de la informática al capital
acota cada vez más la autonomía incluso del trabajo intelectual. La industria
del software, como toda rama de producción en el capitalismo, no escapa a las
leyes de la acumulación capitalista y de la lucha de clases. La misma autora
plantea que "en efecto, es cada vez más cierto que al programador le va quedando
poca autonomía en la medida en que le son sustraídas una serie de decisiones en
los frentes, estrechamente interdependientes, de la innovación tecnológica y de
la organización del trabajo. La máquina (el trabajo muerto-NdeR), mediante el
software básico, determina cada vez más estrictamente el tipo de soporte para
los datos y la organización de los datos; por su parte, el analista determina
los procesos y el tipo de datos a tratar. Los fabricantes de software han
tratado de hacer frente a los inconvenientes planteados (escaso aumento de la
productividad, elevada tasa de errores, rechazo de la organización tayloriana)
recurriendo a modificaciones e innovaciones en los dos frentes, de la innovación
tecnológica y de la organización del trabajo".

A su vez, el proceso de producción real, en esta nueva rama de la producción
capitalista, entendido como proceso de trabajo y como proceso de valorización
(tal como venimos analizándolo), desnuda como una falacia también las
afirmaciones de Rifkin y otros, de que en un mar de desocupados o de una
población obrera cada vez más descalificada ante el avance tecnológico, los
únicos que se salvarían serían la "élite del conocimiento", sujeta a la misma
lógica de la producción capitalista. Los buenos salarios52 de este sector (que
contrastan con la caída salarial en el resto de las ramas industriales) son
expresión de las altas tasas de beneficio de la informática (no por casualidad
el primer multimillonario es Bill Gates, el dueño de Microsoft), que ha sido una
de las pocas, o tal vez la única rama de la producción en donde realmente ha
habido un crecimiento de las inversiones productivas y de acumulación de
capital. Lo que pretende presentarse como algo novedoso, que abriría un período
histórico nuevo, en realidad no es más que un fenómeno común en el desarrollo de
nuevas ramas de producción dinámicas; así fue con la industria automotriz a la
salida de la Segunda Guerra Mundial: también dio trabajadores con salarios
altos, equiparables a los "nuevos trabajadores" de la llamada "élite del
conocimiento".

7. Lejos del "fin del trabajo", hay un cambio de la forma capitalista de
explotación del trabajo asalariado

Como hemos visto, los datos de la realidad desmienten la tesis que sostiene que
la destrucción de puestos de trabajo se debe al incremento de las innovaciones
tecnológicas, ideología que entra en la conciencia popular, y que es reforzada
por posiciones como la de J. Rifkin (y su perspectiva catastrofista de la
desaparición del trabajo), y la tesis simétrica desde la izquierda, de Gorz y
otros. Esta idea, que no resiste un análisis serio, se desnuda así como pura
ideología burguesa.

Lo que sí hay es un aumento de la explotación, como un intento de recuperar la
tasa de ganancia, como demuestra el hecho de que el número de horas trabajadas
ha ido aumentando de 1960 a 1990 en la mayoría de los países más desarrollados
dentro de la OCDE, es decir del G-7, precisamente el grupo de países que ha
tenido mayor innovación tecnológica, y en el que tendríamos que haber visto un
descenso del número de horas total trabajadas si aquella tesis (del fin del
trabajo debido a la innovación tecnológica) fuera sostenible. Como afirma Vicenc
Navarro "ni hay evidencia de que estemos viendo una disminución del tiempo de
trabajo existente ni tampoco del impacto reductor de este debido a las nuevas
tecnologías (ver figura de cantidad total de horas trabajadas en "El trabajo
Mundial 1996-97", OIT). Es más, aquellos países que han visto un mayor aumento
del tiempo total de trabajo (medido en semanas) son los países -Estados Unidos y
Japón- que han tenido mayores avances tecnológicos, con introducción más
generalizadas de estos"53. El mismo Rifkin no sale de su asombro en relación a
esto: "Aunque en los períodos anteriores de nuestra historia, los incrementos en
productividad han dado como resultado una firme reducción en el promedio de
horas trabajadas, exactamente lo contrario es lo ocurrido en las cuatro décadas
transcurridas desde el inicio de la revolución de los ordenadores". Es que, como
todo fetichista tecnológico, abstrae la tendencia histórica del sistema
capitalista de sustituir el trabajo vivo por el trabajo muerto, de las
condiciones actuales de la valorización del capital, de ahí la "paradoja" de que
los supuestos incrementos de productividad han producido un aumento de las horas
trabajadas. Para los marxistas no hay tal paradoja, ya que, como hemos
demostrado, no hay tal aumento de la productividad.

El aumento de las horas trabajadas se explica por la crisis de acumulación
capitalista y el intento denodado de la burguesía de recuperar la tasa de
ganancia, que ha implicado un cambio en la forma de explotación capitalista del
trabajo, con un incremento descomunal del trabajo parcial, del trabajo temporal
y del trabajo autónomo, así como del consiguiente deterioro salarial que estas
nuevas formas del empleo han permitido. Esto último ha obligado a muchos
trabajadores, a fin de conservar su nivel de vida actual, a aceptar largas
jornadas laborales. Así en Estados Unidos, donde la precarización del trabajo
más ha avanzado, los estudios demuestran que hoy día, los norteamericanos
"trabajan más horas en la actualidad que hace cuarenta años, cuando se inició la
revolución tecnológica informática. A lo largo de estas últimas décadas, el
tiempo de trabajo se ha incrementado en 163 horas, o lo que es lo mismo, un mes
al año".54 Otra consecuencia de esto es la creciente incorporación de mujeres al
mercado laboral, debido a que la precarización del trabajo, ha hecho imperativo
que éstas trabajen.. Más aún, Robert Brenner sostiene que, "la aguda reducción
del crecimiento de la inversión -así como también la creciente inestabilidad, la
decreciente utilización de la capacidad instalada, y el elevado desempleo que
acompañó tal reducción del crecimiento de la inversión- debe seguramente dar
cuenta de una gran parte de la caída de la productividad, así como también (en
los Estados Unidos al menos), el creciente uso del trabajo en relación al
capital en la producción que siguió a la detención del crecimiento salarial, que
fue en sí mismo el resultado directo a la caída de la rentabilidad".

Esto último explica la "máquina de crear empleos" de los Estados Unidos. Contra
los argumentos de los economistas de que el "boom" de Clinton se debe a un
crecimiento sin precedentes -pero no registrado- de la productividad del sector
servicios, no hay un real incentivo a invertir en tecnologías que desarrollen la
productividad en este sector donde los salarios son bajos. Esto es lo que
explica que, aunque después del ‘92 las inversiones en manufactura crecieron
(entre 1993 y 1997 subieron un 10% al año) comparado con los ‘80 (el promedio
entre 1985-92 fue cercano a cero), logrando una aguda recuperación en la
productividad de la manufactura (un 5,5% entre 1993 y 1996), la productividad de
conjunto sigue en declinación como ya vimos. Desmitiendo el catastrofismo de
Rifkin, que auguraba un "desempleo tecnológico", las bajas remuneraciones y las
condiciones precarias de trabajo del sector servicios, permitieron la creación
de 8,6 millones de empleos entre 1990 y 1996, mientras las manufacturas
norteamericanas continuaban expulsando trabajadores (práctica conocida como
"downsizing" o reestructuraciones masivas), no sólo en los años iniciales de
recuperación luego de la recesión ‘90-91, sino durante el conjunto de la década.

En síntesis, la ofensiva burguesa, tomando en particular a los Estados Unidos
donde estas tendencias han avanzado más (aunque en mayor o menor grado su
impacto recorre al conjunto de los países), ha significado: un aumento del
empleo parcial, que ha pasado de un 16,4% en 1979 en Estados Unidos a un 18,4%
en 1983 y a un 16,9% en 1990, y luego de la recesión de este año, se elevó a
casi un tercio de la fuerza de trabajo55. Las cifras en Europa, aunque menores,
son también significativas.

Este empleo parcial no resulta en algo independiente para el desarrollo del
"mercado de trabajo", y menos aún es fuente de nuevos empleos, sino que más bien
tiende a destruir la posibilidad de conservar las fuentes de trabajo de los
trabajadores a tiempo completo o en mejores condiciones laborales: "Los dos
sectores de la fuerza laboral, la cualificada y la no cualificada, no son tan
autónomas como se supone frecuentemente. En Estados Unidos, gran cantidad de
empleo nuevo es empleo no cualificado de poca calidad que Eatwell ha definido
como desempleo encubierto. Como tal, frena también el crecimiento de los
salarios de toda la fuerza laboral, incluyendo la más productiva y mejor pagada
(...) La existencia de este amplio sector de salarios de poca calidad frena el
incremento salarial de todos los sectores".56

En Estados Unidos el salario para el 80% de la fuerza de trabajo descendió entre
1979 y 1993. Por ejemplo, los jóvenes que ingresaban al "mercado de trabajo", lo
hacían con un 30% menos para los hombres y un 18% menos para las mujeres que el
salario ofrecido en 1979. "Según el Departamento de Trabajo estadounidense se
calcula que el 80% de los nuevos puestos de trabajo durante el período 1990-2005
serán de bajos salarios y con escasa o nula protección social, continuándose así
el descenso de los salarios, un fenómeno muy acentuado en Estados Unidos"57.

Entre 1990 y 1996, el promedio anual de crecimiento del salario real en la
economía era un 0,2%. Como consecuencia, el ingreso medio para una familia tipo
era aún un 3% por debajo de su nivel de 1989 y sólo un 1,6% arriba de su nivel
de 1973. En 1996, la tasa de pobreza era de 13,7% (36,5 millones de personas),
claramente mayor que en 1989, y, al final de 1997, la extensión de los
hambrientos y de los sin techos estaba realmente creciendo. En 1992, entre la
población afroamericana la tasa de pobreza era del 33%, entre los hispanos del
29,3%, entre los blancos del 11,6%. Tal es el grado de miseria que el Secretario
del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers, en un reciente discurso frente a
ejecutivos del Sillicon Valley se vio obligado a reconocer probablemente
exagerando, que "un chico nacido hoy en Nueva York es mucho menos probable que
viva hasta los cinco años que un chico nacido en Shangai".

Los intentos de recorte de la seguridad social en Europa y Estados Unidos,
reduciendo los beneficios de la atención médica o recortando el seguro de
desempleo, etc., son un ataque directo a una importante conquista obrera58.

Mientras la proporción de desocupados ha sido baja, la proporción de despidos ha
sido extremadamente alta. En los ‘90, la proporción de trabajadores que
perdieron su trabajo creció significativamente a un 15% en 1995. La tasa de
pérdida de trabajo fue más grande que en cualquier otro tiempo desde que el
Bureau de Estadísticas Laborales comenzó a procesar información sobre la pérdida
de empleo en 1981, incluyendo los primeros años recesivos de 1980 y comienzos de
los ‘90. Esto es especialmente significativo debido a la realidad de que los
trabajadores despedidos que encuentran nuevos trabajos ganan un promedio de 14%
menos que en sus antiguos puestos. El ritmo del "downsizing" no se ha detenido
en toda la década.

Contra la visión chauvinista y machista de que la pérdida de trabajo calificado
de obreros blancos es debido a la entrada de la mujer y los inmigrantes, la
realidad muestra otra cosa. Así, un informe plantea que "mientras que los
hombres han sido expulsados ciertamente de la fuerza de trabajo, sus trabajos
relativamente bien pagos, mayoritariamente en la manufactura, simplemente han
desaparecido, no siendo tomados por las mujeres. En cambio las mujeres han
inundado los trabajos de baja paga, a menudo trabajo parcial en el sector
servicios, cuyos salarios están muy por debajo de la línea de pobreza59.

Son 27,4 millones de norteamericanos los que dependen de la ayuda alimenticia
estatal para poder sobrevivir. Un aumento de 1% en el desempleo produce un 5,6%
de incremento en las muertes por infarto y un 3,1% en las muertes por apoplejía.
Conjuntamente con esto, las empresas aumentaron un 92% sus beneficios en los
‘80.

En tanto, la tasa de ganancia de las grandes corporaciones está en aumento. Las
firmas norteamericanas, en los años recientes, han mejorado sus ganancias: entre
1989 y 1997 las ganancias corporativas se incrementaron alrededor de un 82%,
mientras que la tasa de ganancia se incrementó alrededor de un 27,8%.

Vistas estas estadísticas, no sorprende que en los Estados Unidos que es vendido
por todos los apologistas del capital como el ejemplo a seguir para la creación
de empleos, aún hoy, cuando la tasa de desempleo está en sus niveles más bajos
(4,3%) los diarios informan que la preocupación por el empleo sigue siendo
enormemente alta. La base real de este terror sobre las masas no está en la
supuesta "revolución tecnológica", sino en el envilecimiento, pauperización y
flexibilización, de los trabajadores como con respecto a su nivel de vida. Como
correctamente explica Brenner para este país, "mientras que el tamaño de la
población desempleada que ejerce una presión hacia abajo sobre los salarios ha
sido relativamente pequeño, el tamaño de la población empleada que ejerce una
presión hacia abajo en los salarios ha sido verdaderamente grande (...)
Alrededor de la mitad de la fuerza de trabajo experimentó una declinación
salarial entre el 8% y el 12% desde 1979 hasta la actualidad. Una de las
manifestaciones de esta tendencia es que hoy, ‘casi un tercio de todos los
trabajadores están en trabajos de baja calificación ganando menos de U$S 15.000
al año. Por lo tanto los empleadores pueden encontrar mucha gente dispuesta a
ocupar los trabajos mejor pagados que no requieren calificación- una categoría
que (...) cubre tres cuartas partes de todos los trabajos’. Puesto de otra
manera, al menos un tercio de la fuerza de trabajo empleada, a pesar de
realmente tener trabajo, constituye un vasto ‘ejército excedente de
trabajadores’ que buscan trabajo, funcionando junto con los desocupados
ejerciendo fuertes presiones hacia abajo de los salarios".

Con este cuadro de la situación general del trabajo, la supuesta "desaparición
del proletariado", se desenmascara como un embauque ideológico de la burguesía,
una cobertura ideológica del aumento de las condiciones de superexplotación.

El aumento de la tasa de explotación, en su mayor parte de la plusvalía absoluta
(como demuestra el aumento de la jornada laboral y de la intensificación del
trabajo), y en menor medida de plusvalía relativa (debido a que la introducción
de tecnología no ha sido uniforme ni generalizada), en lugar de permitir un
aumento suficiente de la tasa de ganancia como para reimpulsar el ciclo,
obtienen lo contrario, es decir, la agudización de las condiciones de crisis a
nivel mundial. La recuperación parcial en Estados Unidos (con respecto a los 70
pero inferior a los niveles del boom) no alcanza a revertir esta tendencia, y
por el contrario, podemos prever que seguramente reactuará sobre los mismos
Estados Unidos.

También esto es observable empíricamente: "El incremento tan notable de la tasa
de crecimiento de los beneficios netos empresariales que ocurrió durante la
década de los años ‘80 no se tradujo en un aumento de la tasa de crecimiento
anual de inversiones productivas y aumento del capital fijo" 60. De aquí, en
parte, la "fuga a las finanzas" del capital ("La disminución en las inversiones
productivas fue acompañada de un aumento en las inversiones financieras y de
servicios, creándose un flujo de capital del sector productivo al sector
financiero y de servicios. En todos los países de la OCDE hubo un aumento muy
notable de las tasas de crecimiento de inversiones financieras a costa de las
productivas"), el retiro de inversiones productivas, las reestructuraciones para
"reducir costos", y por lo tanto, la reconfiguración del proletariado. Lo que
presenciamos entonces, más que la desaparición del proletariado, es una
transformación de éste que acompaña la descomposición creciente del capitalismo,
su sobrevivencia cada vez más parasitaria.

NOTAS:

1. "Informe sobre el empleo en el mundo 1998-1999"- OIT. Según la definición de
desempleo de la OIT, son personas que buscan trabajo y están disponibles pero
que no pueden encontrarlo, es decir, excluye a las personas que han abandonado
la búsqueda de un trabajo. La definición de subempleo según la OIT son
trabajadores que no pueden trabajar a tiempo completo a pesar de estar
dispuestos a hacerlo o estar recibiendo una remuneración por debajo del salario
mínimo y vital.
2. Citado por Rifkin, J.: "El fin del trabajo".
3. "La innovación se ha convertido en la religión industrial del fin del siglo
XX... alrededor del mundo, la retórica de la innovación ha reemplazado al
lenguaje de la posguerra de la economía de bienestar. Es la nueva teología que
unifica a la izquierda y a la derecha de la política". The Economist 20-02-99.
4. K. Marx, Capítulo VI inédito.
5. Una adaptación a la ideología burguesa, aunque más sofisticada es la de Toni
Negri quien por ejemplo, afirma que: "La teoría del valor ha dejado de llenar su
función racionalizadora en la economía política" - "Valor y Deseo"
6. K. Marx, "El Capital"- t. I cap. 5°
7. K. Marx, ídem.
8. "Si consideramos el proceso de producción desde dos puntos de vista
diferentes, 1) como proceso de trabajo, 2) como proceso de valorización, ello
implica que aquel es tan solo un proceso de trabajo único e indivisible. No se
trabaja dos veces, una para crear un producto utilizable, un valor de uso, para
transformar los medios de producción en productos; la otra para crear valor y
plusvalía, para valorizar el valor". K. Marx, Capítulo VI inédito.
9. E. Mandel "El Capital. Cien años de controversias en torno a la obra de Karl
Marx".
10. El concepto de trabajo, desde un punto de vista antropológico, general,
puede describirse de la siguiente manera: "El hombre -o mejor dicho los hombres-
llevan a cabo trabajo, es decir, crean y reproducen su existencia en la práctica
diaria al respirar, buscar alimento, abrigo, amor, etc. Lo hacen actuando en la
naturaleza, tomando de ella (y al cabo modificándola concientemente) para tal
fin. Esta interacción entre el hombre y la naturaleza es y produce la evolución
social. Por supuesto se observa progreso en la creciente emancipación del hombre
con respecto a la naturaleza, y en su creciente dominio sobre esta. Tal
emancipación (...) afecta no sólo a las fuerzas, sino también a las relaciones
de producción". Eric Hobsbawm, Prólogo a "Formaciones económicas
precapitalistas"
11. K. Marx, "El Capital", t. I cap. 5°.
12. Robert Castell, "La metamorfosis de la cuestión social".
13. K. Marx, "Grundrisse", t.. I cap. III
14. Por ejemplo Toni Negri que con su definición de "sociedad fábrica" afirma
que ya no hay un sujeto productor de valor y plusvalor, los trabajadores.
15. "La característica estructural que define al proletariado en el análisis
marxista del capitalismo es la obligación socioeconómica de vender su propia
fuerza de trabajo. Así, pues, dentro del proletariado se incluyen no sólo los
trabajadores industriales manuales, sino todos los asalariados improductivos que
están sujetos a las mismas restricciones fundamentales: no propiedad de los
medios de producción; falta de acceso directo a los medios de subsistencia (¡la
tierra no es de ninguna manera libremente accesible!) sin la venta más o menos
contínua de la fuerza de trabajo. Así, todos esos estratos cuyos niveles
salariales permiten acumulación de capital, además de un nivel de vida ‘normal’
están excluídos del proletariado."- E. Mandel "Cien años de controversias en
torno a El Capital de Marx"
16. K. Marx, "El Capital", t.III cap.XVII.
17. Anderse Consulting, "El nuevo orden tecnológico".
18. Este salto tecnológico es producto de un largo proceso: "según la
clasificación recogida por Coriat los ordenadores solo introducen una tercera
etapa en el proceso extremadamente parcial y limitado de la automatización. La
primera fase en los años ‘50, consistió en añadir a las líneas de traslado en
las plantas, máquinas herramientas de control numérico que automatizaban ciertas
operaciones de montaje, muy repetitivas y estandarizadas. En una segunda etapa
de la década del ‘60 se informatizaron ciertos procesos electronucleares y de
reacciones fisicoquímicas. En estas industrias de proceso contínuo
-especialmente la petroquímica o la refinación del petróleo- se lograron los
principales ensayos de robotización. El salto hacia procesos discretos se ha
planteado recién en la tercera etapa actual. Los ordenadores han permitido
comenzar a realizar operaciones automáticas flexibles y diversificadas mediante
sistemas integrados (CAD, CADAM, ICAM) (...) Lo específico de las últimas dos
décadas es la utilización creciente de las variantes perfeccionadas del control
numérico en las líneas de traslado, la reducción de los tiempos muertos, el
diseño "administración y la programabilidad del proceso de producción"- Claudio
Katz, "Tecnología y Trabajo en la economía contemporánea".
19. Rifkin, "El fin del trabajo".
20. Dato extraído del mismo libro de Rifkin
21. La fuerza productiva social del trabajo surge como síntesis de la
cooperación entre una determinada cantidad de fuerzas de trabajo individuales;
por tanto, la fuerza productiva social del trabajo es la fuerza productiva
desarrollada por el obrero colectivo. Pero en tanto que surge por iniciativa del
capital (que reúne a una cierta cantidad de obreros en un mismo proceso de
trabajo), esa fuerza productiva aparece como fuerza productiva del capital. Un
aumento de la fuerza productiva social del trabajo implica que, en un lapso de
tiempo constante, una cantidad de trabajo también constante suministra un
volumen mayor de productos. La fuerza productiva social del trabajo se distingue
de la intensidad del trabajo, medida por la cantidad de trabajo gastado en una
determinada cantidad de tiempo. Tomado de "El Capital", t I.
22. V. Navarro.
23. Robert Brenner, "The economics of global turbulent".
24. Lo mismo es cierto para el trabajo de oficina. Así, The Economist plantea:
"¿ Conoceremos una oficina sin papel, en tanto y en cuanto las computadoras
conviertan al papel en redundante?, ¿la oficina sin gente en la medida que
oficinistas emprendedores decidan trabajar con las computadoras en sus casas?
Hoy el bluff de las predicciones sobre el futuro del trabajo, no son más sólidas
que aquellos famosos actos erróneos de hipnotismo del pasado. Más y más gente
pasa más y más tiempo en las oficinas detrás de sus propios escritorios o detrás
de los escritorios que hayan encontrado ese día. El escritorio compartido, la
oficina de 24 horas. Todos saben que la oficina está cambiando. Pero cuán
rápido, cuánto en importancia y para quién, no es tan obvio". (20-02-99).
25. Como dice Maurice Dobb en su libro clásico "Estudio sobre el desarrollo del
Capitalismo": "Sería un error suponer que... las relaciones sociales fueran
reflejo pasivo de los reflejos técnicos e ignorar hasta qué punto los cambios en
estos ejercieron una influencia recíproca, a veces una influencia decisiva,
sobre la forma que adquiere el desarrollo, son por supuesto, el caparazón en que
el crecimiento tecnológico avanza... cualquier cambio en las circunstancias que
facilitan la venta de esa crucial y productiva capacidad de trabajo modifique o
no la relativa abundancia o escacez de trabajo o el grado en que los
trabajadores se organizan y actúan de común acuerdo o pueden ejercer influencia
política, tiene que afectar vitalmente a la prosperidad del sistema y en
consecuencia al ímpetu de su movimiento, a las políticas sociales y económicas
de los dirigentes de la industria e incluso a la naturaleza de la organización
industrial y a la marcha de la técnica".
26. Manacorda, "El ordenador del capital".
27. K. Marx, "Grundrisse", citado por E. Mandel "La formación del pensamiento
económico de Marx".
28. El proceso de acumulación capitalista es un proceso doble que a la vez que
extiende la explotación del trabajo asalariado, única fuente de valorización,
reduce la parte de trabajo necesario en relación al trabajo excedente (plusvalía
relativa). Es un proceso doble, o mejor dicho una unidad contradictoria que al
tiempo que absorbe obreros, también los expulsa. El proceso inherente a la
producción capitalista, como consecuencia de la lógica de cada capitalista de
maximizar sus ganancias, y por ende la presión constante a la innovación
tecnológica, lleva a que el proceso de producción esté cada vez más determinado
por el trabajo muerto economizando tiempo de trabajo (a costa del trabajo vivo),
reduciendo el tiempo de trabajo necesario para la producción.
En el sistema de producción capitalista, el aumento de la productividad del
trabajo, significa una disminución relativa del capital variable. En otras
palabras, la nueva inversión emplea menos cantidad de trabajadores. Es así que
la existencia del ejército industrial de reserva deviene del mismo desarrollo
del proceso de acumulación capitalista. Este ejército industrial de reserva es
utilizado por el capital para deprimir el valor de los salarios y por lo tanto
el valor de la fuerza de trabajo ocupada. Su fluctuación depende del ritmo de la
acumulación, que a su vez depende de la tasa de beneficio. Sin embargo, como
hemos explicado en Estrategia Internacional n° 7, a lo largo del siglo XX el
proceso de acumulación es permanentemente alterado por la acción de los
monopolios, el desarrollo del capital financiero, la exportación de capitales
(características del capitalismo en su fase imperialista), que va asociada a la
intervención decisiva de factores extraeconómicos: con la acción de los Estados,
no solo garantizando las condicciones generales para la reproducción, sino
interviniendo decididamente en la economía tanto en forma directa (economía
armamentista, rol del crédito, economía de endeudamiento) como indirecta
(haciéndose cargo de la seguridad social, disminuyendo de esta manera la carga
para cada capitalista de mantener y reproducir a la fuerza de trabajo); las
guerras; y los avances o retrocesos de la lucha de clases.
29. Estrategia Internacional n° 7
30. La tasa de crecimiento es una medida de la tasa de acumulación. Como dice
Mandel, "el capital es entonces, por definición, el valor que busca crecer, el
plusvalor. Pero si el capital produce plusvalor, el plusvalor produce también
capital adicional. En el capitalismo, el crecimiento económico aparece bajo la
forma de acumulación de capital".
31. R. Brenner, idem.
32. Aunque como explicamos en Estrategia Internacional n° 10 este proceso de
liquidación del stock de capital ha sido enlentecido por la acción directa de
los estados, postergando de esta manera su liquidación y agravando la crisis de
sobreacumulación.
33. E. Mandel "El Capital. Cien años de controversias en torno a la obra de
Karl Marx".
34. B. Coriat, "El taller y el robot".
35. Al mismo tiempo Coriat no descarta una variante más "benigna" de estos
avances organizacionales y tecnológicos pero no como producto de la abolición de
la dictadura del capital, sino, como buen regulacionista, en el marco de un
nuevo compromiso entre el capital y el trabajo.
36. K. Marx, "El Capital" t. I cap. XIII.
37. P. Manacorda, "El ordenador del capital".Ver nota al pie n°19. Datos de A.
Maddison "Dynamic forces in capitalism development", Oxford 1991.
38. Ver nota al pie página 19.
39. Datos de A. Maddison "Dynamic Forces in Capitalism Development", Oxford
1991.
40. V. Navarro. Idem.
41. Callaghan y Hartmann, "Contingent work: a chart book of part time and
temporary employment"- Washington DC: Economic Policy Institute, 1991.
42. Aunque este proceso fue utilizado en gran medida por el conjunto de las
principales empresaas transnacionales, esto no implica avalar la tesis
presentada por muchos sectores proteccionistas, muchos de ellos de la burocracia
de los sindicatos que responsabilizan a la, por ellos llamada "globalización" de
la pérdida de empleos. Lo que va contra esto es que la mayor parte de la
inversión de estas firmas no es hacia los países de bajos salarios, sino que es
entre los principales países imperialistas. Mientras ha habido un movimiento
sustancial de industrias de relativa baja calificación como textiles baratos,
zapatillas, vestimenta, productos básicos de la vivienda (aquellos que se venden
por U$S 2) a los países de bajos salarios, la producción de textiles y
zapatillas de calidad, los productos de línea blanca, motores, aviones,
máquinas-herramienta, se concentran en los países centrales, incluso en los
últimos años ha habido un retorno de ciertos productos electrónicos. Digamos de
paso que otra evidencia contra esta tesis es que la caída del empleo no solo ha
afectado a los sectores sujetos a la presión de la importación sino a algunas
ramas donde esta presión es casi inexistente, como la construcción, los
portuarios, el servicio civil, el correo y las telefónicas, las imprentas de
periódicos, etc. Como hemos demostrado a lo largo de este artículo, es la crisis
de acumulación del capital y no las importaciones o los movimientos del capital
a a los países de bajos salarios los responsables de la alta desocupación en los
países centrales.
43. Ver Estrategia Internacional n° 9.
44. "La nueva división internacional del trabajo"- Editorial Siglo XXI.
45. Citado en The Economist, 27-02-99.
46. "Chile. Crecimiento, empleo y el desafío de la justicia social"- OIT.
47. A. Gorz, "Miserias del presente, riqueza de lo posible".
48. Si bien existe una polémica alrededor de la categoría de alienación, lo
seguro es que Marx en sus primeros trabajos como los Manuscritos económico
filosófico de 1844, que tanto gusta citar Gorz, no se refería a la necesidad de
que los trabajadores realizaran lo que se llama una "obra", sino que se trataba
más bien de una denuncia al régimen de producción capitalista, a la fijación del
obrero a una actividad, a su transformación en un mero apéndice de la máquina,
en síntesis, a la deshumanización del individuo en la sociedad capitalista,
oponiéndole la posibilidad, en un régimen social superior, de que un mismo
individuo se dedicara a la creación artística, a la producción intelectual, al
ocio creativo, al trabajo mismo inclusive, etc.
49. La "confusión" de Gorz, más que una confusión es una desilusión con la
búsqueda del sujeto social revolucionario. Es que para Gorz, la "liberación del
trabajo" es entendida como control por parte del trabajador del proceso de
trabajo como forma de superar la alienación. Es así que el "paradigma" de Gorz
es el trabajo artesanal, en una concepción típicamente anarquista. Su desilusión
actual es que, los nuevos trabajadores al no realizar ningún trabajo "material",
"tangible" , están totalmente alienados del control del trabajo que realizan. Lo
que Gorz no ve, es que la alienación específica del modo de producción
capitalista es la apropiación del producto del trabajo ajeno por el capital, que
caracteriza a todo tipo de trabajo, ya sea al productos de bienes "materiales" o
"inmateriales".
50. K. Marx, capítulo VI inédito. Esta característica del proceso de producción
capitalista tiende a homogeneizar objetivamente al conjunto de los sectores del
taller, incluso hasta los considerados hasta ayer como técnicos o profesionales
separados del trabajador manual directo. Sobre esta realidad se basó Gramsci en
su momento para organizar a los ingenieros alrededor de los Consejos obreros de
las fábricas de Turín como puede verse en su periódico L’Ordine Nuovo.
51. Manacorda, "El ordenador del capital".
52. A parte de que como trabajo intelectual su valor depende del tiempo de
formación acumulado, lo que Marx llama trabajo complejo.
53. V. Navarro, "Neoliberalismo y Estado de Bienestar".
54. Juliet B. Schor, "La excesiva jornada laboral en Estados Unidos",
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de España.
55. Datos extraídos de las siguientes fuentes: Navarro op. cit., Brenner,
Rifkin, OIT
56. V. Navarro, idem.
57. Idem.
58. E. Mandel en "Marx y el porvenir del trabajo humano" describe la
importancia de la seguridad social, es decir, de los salarios indirectos de los
trabajadores: "Mediante una larga lucha histórica, la clase obrera de Europa
Occidental, Australia, Canadá (y en menor medida Estados Unidos y Japón) había
arrancado al capital este cimiento fundamental de la solidaridad de clase, es
decir, que los salarios no deben únicamente cubrir los costes de reproducción de
la fuerza de trabajo de quienes están efectivamente empleados, sino los costes
de reproducción del proletariado en su totalidad, por lo menos a escala
nacional, es decir, también el mantenimiento de los parados, de los enfermos, de
las personas de edad avanzada, de los trabajadores/ras inválidos y de sus hijos,
a un mínimo vital superior al ‘límite de pobreza’ oficialmente reconocido. Esta
es la significación histórica de las cotizaciones a la Seguridad Social".
59. Morehouse, Ward and David Dembo, "The underbelly of the US economy:
joblessness and pauperisation of work in America".
60. Idem.


"Las transformaciones del trabajo y la centralidad de la clase obrera"

1. La definición de la clase obrera

La rápida reacción, el temor y el odio de clase de la burguesía en cualquier
país del mundo ante una lucha obrera buscando aplastarla o contenerla, contrasta
con los análisis sobre la desaparición del proletariado o el fin de la
centralidad proletaria de sus intelectuales e ideólogos. Este contraste no es
casual, sino que resulta de la combinación del triunfalismo burgués, de la
sobreproducción de ideología burguesa, de las derrotas infligidas al
proletariado y de la crisis del marxismo como ideología y como movimiento social
revolucionario del proletariado.

Ya hemos contestado en la primera parte de este trabajo, las teorías más
vulgares que anuncian el "requiem" de la clase obrera como consecuencia del "fin
del trabajo" desde un "catastrofismo tecnológico". Desde otro ángulo, estas
afirmaciones también son repetidas por intelectuales que forman parte del
"progresismo" o la "izquierda radical". Así André Gorz capitulando frente a la
racionalidad económica capitalista y planteando una combinación utópica de ésta
con la búsqueda individual de "fines no económicos, pos económicos susceptibles
de dar sentido y valor a la economía de trabajo y de tiempo", según sus propias
palabras, renuncia al análisis de clase y por ende a la lucha de clases y su
conclusión lógica la dictadura del proletariado, liquidando la misión histórica
de la clase obrera de derribar al capitalismo. Así sostiene que: "La condición
del hombre pos-marxista es que el sentido que Marx leía en el desarrollo
histórico sigue siendo para nosotros el único sentido que el desarrollo puede
tener, pero que tenemos que perseguir este sentido independientemente de la
existencia de una clase social capaz de hacerlo realidad. Dicho de otra manera,
los únicos fines no económicos, pos-económicos, susceptibles de dar sentido y
valor a las economías de trabajo y de tiempo, son fines que los individuos
tienen que encontrar en sí mismos"1. Por su parte, Toni Negri afirma que: "la
clase obrera pierde su centralidad para transformarse en sujeto social de
producción, para identificarse con todo el trabajo", y también que "el trabajo
se aleja aún más de la fábrica, no la considera ya como lugar específico de
consolidación de la actividad laboral y de su transformación en valor. El
trabajo abandona la fábrica para hallar en lo social el lugar adecuado a las
funciones de consolidación y de transformación de la actividad laboral en
valor"2. Si para Gorz hay que abandonar toda idea de misión histórica asociada a
una clase, Negri, invirtiendo la mayor subsunción formal y real del capital en
su contrario, un mayor poder del trabajo, disuelve el rol de la clase obrera en
el conjunto de lo social, liquidando el poder de la clase obrera que deviene de
su ubicación central en el modo de producción capitalista y su enorme
concentración tanto alrededor de grandes fábricas y/o en grandes ciudades. Así
para Negri juega el mismo rol político un desocupado que un obrero fabril o un
trabajador bancario o de una aerolínea, que con su acción pueden detener el
conjunto de la producción capitalista. El corolario de esta operación es su
afirmación de que "el comunismo ya está realizado" al identificarse todo lo
social con el trabajo, liquidando de esta manera el rol específico de la clase
obrera y la necesidad de su lucha por la dictadura del proletariado.

Tanta alharaca vulgar y anti-marxista nos obliga a volver a las definiciones
sobre la clase obrera así como a su rol histórico que deviene de la ubicación
central que tiene en la sociedad capitalista. Así es que entendemos por clase
obrera a la definición ya dada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista
cuando plantean que: "Por proletarios se comprende a la clase de los
trabajadores asalariados modernos que, privados de medios de producción propios,
se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir".3

Engels describió el surgimiento de este proletariado por las "nuevas
tecnologías" de la época: "La historia de la clase obrera inglesa comienza en la
última mitad del siglo pasado, con el descubrimiento de la máquina a vapor y de
las máquinas para la elaboración de algodón".4 Pero el proceso de constitución
del proletariado en clase tiene que ver con las condiciones del régimen de
producción capitalista, con la expropiación de los medios de producción de los
propietarios por los "grandes capitales".5 Es por esto que la centralidad del
proletariado en la sociedad capitalista reside en el solo hecho de que es la
única clase productora de valor y plusvalor, fin exclusivo de la producción
capitalista. Su carácter revolucionario como clase está dado porque
potencialmente puede detener la producción de valor y plusvalor, de "acrecentar
el capital": "El proletariado es revolucionario frente a la burguesía porque,
surgido del campo de la gran industria, tiende a suprimir el carácter
capitalista de la producción, que la burguesía trata de perpetuar".6 Esto no
niega que otras clases puedan tener un potencial revolucionario anticapitalista
como por ejemplo el campesinado en los países semicoloniales. Pero a diferencia
de la clase obrera, esta potencialidad más bien es negativa, ya que por su
dispersión geográfica, su heterogeneidad de intereses y su ubicación en el
régimen de producción, le impide tener una posición independiente y aunque sufre
la opresión capitalista, no puede ofrecer un régimen social superior, tendiendo
en los momentos revolucionarios a dividirse entre la burguesía o el
proletariado.

Esta definición de la clase obrera y de su potencialidad revolucionaria, nada
tiene que ver con las formas que asume el proletariado a lo largo de su
historia, formas que, igualmente, tienen que ver con el proceso de acumulación
del capital y la configuración de las clases que determina: "En la misma
proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase
también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven a
condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo
acrecienta el capital".7

Desde acá podremos comprender, tanto históricamente como en la actualidad, las
transformaciones que se han producido en la clase obrera, que tienen que ver con
el desarrollo histórico de la acumulación capitalista, proceso que ha devenido
del capitalismo de libre competencia del siglo XIX al capitalismo imperialista
del siglo XX, período que se caracteriza por las negaciones parciales a la ley
del valor, debido a factores económicos (el surgimiento de los monopolios, el
capital financiero, etc), y a la irrupción violenta de factores extra-económicos
como la acción de los Estados, y sobre todo, de los vaivenes del proceso de
revolución y contrarrevolución, enfrentamiento que es la característica central
de todo el siglo XX y cuyos resultados inciden cualitativamente en el carácter y
la extensión del proceso de acumulación.

2. Del obrero "miserable" del siglo XIX a las luchas y primeras conquistas de la
Segunda Internacional

Tanto en los trabajos de Marx y Engels como "La situación de la clase obrera en
Inglaterra" o el tomo I del mismo "El Capital", así como también en obras de la
literatura universal, como en las de Victor Hugo o de Charles Dickens, se da
cuenta de la situación miserable de la naciente clase obrera moderna en las
primeras décadas del siglo XIX asociada a los comienzos del desarrollo de la
gran industria. Lo nuevo de esta indigencia era que ésta era un resultado
directo del avance de la industrialización capitalista. El mismo Luis Bonaparte,
surgido de la reacción tras la derrota de la revolución de 1848 en Francia, en
su "Extinción del pauperismo" escribió: "La industria, esa fuente de riqueza, no
tiene hoy en día regla, ni organización, ni objetivo. Es una máquina que
funciona sin regulador; poco le importa la fuerza motriz que emplea. Moliendo
por igual entre sus engranajes a los hombres y la materia, despuebla el campo,
aglomera a la población en espacio sin aire, debilita tanto el espíritu como el
cuerpo y después arroja a la calle, cuando ya no sabe qué hacer con ellos, a los
hombres que para enriquecerla sacrificaron su fuerza, su juventud, su
existencia. Verdadero Saturno del trabajo, la industria devora sus hijos y no
vive más que de la muerte de ellos"8. La precariedad del trabajo, la ausencia de
calificación, la alternancia del empleo y el desempleo, caracterizan la
condición general de la clase obrera naciente9. Otros autores han señalado la
enorme transformación que significó en sus costumbres para las poblaciones
recientemente proletarizadas, el desarrollo de la industrialización capitalista:
"La industria moderna ha introducido en la condición de las clases laboriosas un
cambio que tiene la importancia de una innovación terrible: ha reemplazado el
trabajo en familia por el trabajo en la fábrica; ha interrumpido bruscamente el
silencio y la paz de la vida doméstica, para reemplazarlo por la agitación y el
ruido de la vida en común. No se previó ninguna transición, y las generaciones
educadas para la existencia tranquila de la familia han sido arrojada sin
preparación a los talleres; hombres, mujeres y niños fueron amontonados por
millares en vastas manufacturas donde deben trabajar lado a lado y ruidosamente
catorce o quince horas por día".

Estas enormes condiciones de superexplotación, el enorme desarrollo alcanzado
por la producción capitalista con la fábrica moderna, no sólo dará lugar a un
proletariado paupérrimo, cuya existencia irá dando lugar a un odio y una
conciencia de clase que se expresará cada vez en forma más independiente, como
una clase aparte de la sociedad, a través de huelgas, rebeliones,
insurrecciones. La peligrosidad del mismo fue retratada y temida desde sus
inicios por la burguesía para la cual era bastante común a lo largo del siglo
XIX asociar "clases laboriosas- clases peligrosas". La burguesía va tomando
cuenta del antagonismo de clase de su sepulturero a través de un lenguaje que
expresaba una muestra de desprecio y miedo frente al mismo, como muestra el
siguiente texto, publicado en el "Journal des Debates", al día siguiente de la
rebelión de los tejedores lioneses de 1831: "Cada habitante vive en su fábrica
como los plantadores de las colonias en medio de sus esclavos; la sedición de
Lyon es una especie de insurrección de Santo Domingo ... Los bárbaros que
amenazan a la sociedad no están en el Cáucaso ni en la estepas tártaras. Están
en los arrabales de nuestras ciudades manufactureras ... Es preciso que la clase
media conozca bien el estado de cosas; es preciso que conozca su posición"10.
Como vemos, la lucha de clases en el capitalismo no surgió como un invento de
los socialistas, sino que fue una expresión de los crecientes antagonismos de
clase entre la burguesía y el proletariado. Contra estas condiciones miserables
de existencia, se fue forjando la organización y el programa de la clase obrera,
primero con la formación de la Asociación Internacional de Trabajadores, y luego
de la Segunda Internacional que retomaría entre sus banderas la de la jornada de
8 horas, que se transformó en una reivindicación de la clase obrera mundial11.
Como consecuencia de grandes luchas obreras se obtuvo cierto reformismo social,
que se expresó en determinada protección contra las inseguridades de la
condición obrera frente al desempleo, los accidentes de trabajo y la vejez,
aunque estas conquistas se aplicaron en forma desigual tanto en magnitud como en
el tiempo, en las principales potencias imperialistas de la época. Por ejemplo,
la primer ley de accidentes de trabajo en Francia es de 1898, y la ley de retiro
obrero y campesino data de 1910 aunque su aplicación incluía a un porcentaje muy
reducido de los asalariados. En cambio en Alemania hacía ya un cuarto de siglo
que contaban con un sistema de seguros que cubría a la mayoría de los
trabajadores contra los riesgos de la enfermedad, los accidentes y la vejez. En
Inglaterra ya en el siglo XIX tenían un seguro del desempleo, que tuvo que
esperar hasta 1958 para ser impuesto en Francia.

3. El imperialismo y el comienzo de diferenciación de la clase obrera: el
surgimiento de la aristocracia obrera

El desarrollo de un período largo de expansión capitalista en las últimas
décadas del siglo XIX y su extensión a lo largo del mundo colonial, acompañado
de la centralización y concentración del capital que dará origen al desarrollo
de los monopolios y a la fusión del capital bancario y el industrial en el
capital financiero, provocaron cambios en el sistema de producción capitalista
que hicieron surgir al imperialismo.

Si el proletariado paupérrimo es la imagen de la clase obrera en el siglo XIX,
en los albores de la industrialización, el surgimiento del imperialismo dará
lugar a un proceso de diferenciación en la clase obrera de los países centrales:
el surgimiento de una capa privilegiada que se alimenta de las migajas de la
expansión imperialista: la aristocracia obrera. Este proceso fue adelantado en
Inglaterra en el siglo XIX desde 1850 en adelante. Ya Engels en 1858 escribía,
"el proletariado inglés se está aburguesando cada vez más, de modo que esta
nación, la más burguesa de todas las naciones aspira aparentemente a llegar a
tener una aristocracia burguesa y un proletariado burgués además de una
burguesía. Para una nación que explota al mundo entero esto es, naturalmente,
hasta cierto punto justificable. Lo único que podría remediar algo aquí serían
algunos años muy malos, y desde los descubrimientos auríferos no parece fácil
que vengan"12.

La aristocracia obrera y las definiciones de Lenin
Lenin caracterizó extensamente a este fenómeno, en su pelea contra el
oportunismo de la Segunda Internacional. Debido a la importancia política que
estas definiciones tienen, trataremos de desarrollar y extendernos sobre este
aspecto, ya que a menudo ha sido distorsionado tanto por enfoques sociológicos
como por razones políticas.

a) Su origen y bases materiales.

Las primeras definiciones de aristocracia obrera son de Marx y Engels estudiando
a la clase obrera inglesa, como lo planteado más arriba. Es decir, es en primer
lugar un fenómeno de los países prósperos como Inglaterra en la época del
capitalismo de libre competencia, el país monopólico por excelencia y
colonialista. Sin embargo, si estrictamente su origen es anterior a la época
imperialista su desarrollo cobra un carácter estructural no sólo en las naciones
más prósperas, sino en el conjunto de las potencias imperialistas, debido a la
exportación de capitales y su dominio del mundo colonial y semicolonial. Como
dice Lenin: "La obtención de elevadas ganancias monopolistas por los
capitalistas de una de las numerosas ramas de la industria, de uno de los
países, etc, da a los mismos la posibilidad económica de corromper a ciertos
sectores obreros y, temporalmente, a una minoría bastante considerable de los
mismos, poniéndolos de parte de la burguesía de una determinada rama industrial
o de un determinado país contra todos los demás. El antagonismo cada día más
intenso de las naciones imperialistas, provocado por el reparto del mundo,
refuerza esta tendencia"13. Y en otro trabajo: "...Tomemos por ejemplo, la
posesión de colonias y la expansión de los dominios coloniales. Estos eran,
indudablemente, algunos de los rasgos distintivos de la época descrita y de la
mayor parte de los grandes Estados ¿qué significó esto desde el punto de vista
económico? Una cantidad de superbeneficios y de privilegios especiales para la
burguesía, y también, como es indudable, la posibilidad -primero para una
reducida minoría de pequeños burgueses, y después para los empleados mejor
ubicados, los funcionarios del movimiento obrero, etc. -de recibir unas migajas
de estos ‘pedazos de pastel’. Es un hecho incuestionable, reconocido y señalado
ya por Marx y Engels, que una minoría insignificante de la clase obrera, de
Inglaterra, por ejemplo, ha "hecho uso" de las migajas de las ganancias
coloniales y de los privilegios. Mas lo que en su momento fue un fenómeno
exclusivamente inglés, se ha generalizado en todos los grandes países
capitalistas de Europa, a medida que éstos se transformaban en poseedores de
colonias en vasta proporción y, en general, a medida que se desarrollaba y
crecía el período imperialista del capitalismo".

"En una palabra, la ‘idea universal del desarrollo gradual’ ... engendró una
orientación oportunista, que se apoya en cierta capa social que pertenece a la
democracia actual y que está vinculada a la burguesía de su ‘color’ nacional por
múltiples lazos de intereses económicos plenamente consciente y sistemáticamente
hostil a toda idea sobre la ‘alteración en el desarrollo gradual’ " 14. Como
muestran estas dos citas, la política del capital es hacer participar de las
migajas de los enormes beneficios que obtiene a un sector reducido del
movimiento obrero que se divide así de su clase, para adoptar una perspectiva
burguesa. "...La época del imperialismo es aquella en la cual el mundo es
repartido entre las "grandes" naciones privilegiadas que oprimen a todas las
demás. Las migajas del botín obtenido como resultado de estos privilegios y esta
opresión van a parar, sin duda alguna, a ciertas capas de la pequeña burguesía y
de la aristocracia de la clase obrera, así como de su burocracia. Estas capas,
que constituyen una ínfima minoría del proletariado y de las masas trabajadoras,
tienden hacia el "struvismo", porque éste les permite justificar su alianza con
"su" burguesía nacional, contra las masas oprimidas de todas las naciones"15.

b) Su orientación política

En política se expresa como oportunismo: defensa de los intereses de ‘su’ nación
burguesa, junto a ‘su’ burguesía. "El oportunismo significa sacrificar los
intereses vitales de las masas por los intereses temporarios de una
insignificante minoría de obreros o, dicho en otros términos, la alianza de una
parte de los obreros y la burguesía contra la masa del proletariado... El
oportunismo es producto de las peculiaridades de la época de desarrollo del
capitalismo que abarca décadas, cuando la existencia relativamente pacífica y
culta "aburguesó" a una capa de obreros privilegiados, le proporcionó migajas de
los beneficios de su capital, del capital nacional, y la mantuvo al margen de
las calamidades, los sufrimientos y la disposición revolucionaria de la masa
empobrecida y miserable".

"En primer lugar, la base económica del chovinismo y el oportunismo en el
movimiento obrero es la misma: la alianza de las poco numerosas capas superiores
del proletariado y de la pequeña burguesía -que aprovechan las migajas de los
privilegios de "su" capital nacional- contra la masa de proletarios, la masa de
trabajadores y de oprimidos en general"16. El conservadurismo político que
compromete a esta minoría considerable de la clase obrera la convierte en "un
activo accionista de sus empresas imperialistas, de sus planes y programas,
tanto dentro del país como en el plano mundial" (León Trotsky), de ahí que el
socialreformismo se convierte en socialimperialismo. No debemos olvidar que fue
precisamente la traición de la socialdemocracia, al votar los créditos de
guerra, medida que justificó como defensa de la clase obrera y sus conquistas de
cada país, la responsable de haber llevado a la humanidad a la primera
carnicería imperialista. ... "Hay que estar ciego para no ver que la influencia
burguesa y pequeño burguesa sobre el proletariado fue la causa básica y
principal, fundamental, de la deshonra y de la bancarrota de la II Internacional
en 1914"17.

c) La influencia de esta capa sobre el conjunto de la clase obrera.

La aristocracia obrera actúa como desorganizadora de las filas proletarias,
impidiendo su independencia de clase. Como dijo Lenin: "...Las decenas de miles
de dirigentes, funcionarios y obreros privilegiados corrompidos por el
legalismo, desorganizan al ejército de millones de hombres del proletariado
socialdemócrata"18. "...Los obreros industriales no pueden cumplir su misión
histórica de emancipar a la humanidad del yugo del capital y de las guerras, si
se encierran en sus estrechos intereses corporativos o gremiales y se limitan
diligentemente a mejorar su propia situación. Esto es precisamente lo que ocurre
a la "aristocracia obrera" de muchos países avanzados, que constituye la base de
los partidos pseudosocialistas de la II Internacional..."19. Debido a los
privilegios materiales que defienden y a su carácter conservador, se hacen
hostiles al comunismo. "Antes de la guerra se calculaba que los tres países más
ricos, Inglaterra, Francia y Alemania, solamente por exportación de capital, sin
contar otras fuentes, obtenían de 8 a 10 mil millones de francos por año".

"Se comprende que de esta bonita suma se pueden destinar digamos, quinientos
millones, para distribuirlos como lismosna entre los líderes obreros, la
aristocracia obrera, es decir, en diversas formas de soborno. En efecto, todo se
reduce al soborno. Se practica en mil formas diferentes: elevando la cultura en
los centros más importantes, fundando institutos de enseñanza, creando miles de
empleos para los dirigentes de las cooperativas, de los sindicatos, para los
líderes parlamentarios. Esto se hace en todas partes donde existen relaciones
capitalistas civilizadas modernas. Los miles de millones de superbeneficio
constituyen la base económica del oportunismo dentro del movimiento obrero. En
Norteamérica, en Inglaterra, en Francia, asistimos a una resistencia mucho mayor
de los líderes oportunistas, de la capa superior de la clase obrera, la
aristocracia obrera: oponen una resistencia más grande al movimiento comunista.
Y por eso debemos saber de antemano que la liberación de los partidos obreros
europeos y americanos de este mal se operará con más dificultad que entre
nosotros. Sabemos que desde la fundación de la III Internacional se lograron
enormes éxitos en la cura de esta enfermedad, pero aún no hemos llegado a
culminar la obra. La labor de depurar los partidos obreros, los partidos
revolucionarios del proletariado de todo el mundo, de la influencia burguesa y
de los oportunistas en su propio medio, está lejos de haber finalizado"20.

d) Los agrupamientos de obreros que abarca y el carácter temporal

Es un fenómeno parcial. Todo el tiempo Lenin enfatiza el carácter de minoría
privilegiada de la clase obrera. "... el oportunismo expresa la política
burguesa en el movimiento obrero, expresa los intereses de la pequeño burguesía
y de la alianza de una ínfima parte de los obreros aburguesados con "su"
burguesía, contra los intereses de las masas de los proletarios, de las masas de
los oprimidos"21.

"La base económica del oportunismo y del socialchovinismo es una y la misma: los
intereses de una capa ínfima de obreros privilegiados y de la pequeña burguesía,
que defienden su situación de privilegio y su "derecho" a las migajas de los
beneficios que obtiene "su" burguesía nacional del saqueo de naciones ajenas, de
las ventajas que da a aquélla su situación de gran potencia, etc." Lenin en su
comentario al libro de Engels "La situación de la clase obrera en Inglaterra",
escribió que:

"Una pequeña minoría privilegiada y protegida (de la clase obrera) fue la única
que obtuvo ‘ventajas duraderas’ en 1848-68, mientras que ‘la gran masa, en el
mejor de los casos, sólo gozó de mejoras momentáneas’ 22. A su vez, explica las
razones de que en Inglaterra esta capa sea más grande que en el resto de los
países, pero aún en este caso remarca que sigue siendo una minoría de la clase:
"...Los camaradas recalcan que la aristocracia obrera es más fuerte en
Inglaterra que en cualquier otro país. Es cierto, en efecto. Es que esta
aristocracia tiene un pasado, no ya de décadas, sino de siglos. Allí, la
burguesía, que ha tenido mucha más experiencia - experiencia democrática - supo
sobornar a los obreros y formar entre ellos una gran capa, más grande en
Inglaterra que en otros países, pero no tan grande, comparándola con las amplias
masas obreras. Dicha capa está impregnada de prejuicios burgueses y realiza una
política definidamente burguesa y reformista"23.

Por otro lado, aunque abarca a funcionarios de los sindicatos, pequeñoburgueses
arribistas, es un fenómeno de sectores calificados de la clase obrera. "...Los
acontecimientos actuales han mostrado, a propósito, que estaban maduras las
condiciones objetivas de una guerra imperialista, por un lado, y que, por el
otro, las décadas de la llamada época pacífica acumularon en todos los países de
Europa una gran cantidad de estiercol, pequeño burgueses, oportunistas, dentro
de los partidos socialistas. Han pasado cerca ya de 15 años desde los tiempos de
la famosa "bernsteiniada" en Alemania, y en muchos países inclusive más, y desde
entonces el problema del elemento oportunista, extraño en los partidos
proletarios pasó a la orden del día... Es indudable que este elemento social ha
crecido con especial rapidez en los últimos años: son los funcionarios de
sindicatos obreros legales, parlamentarios y otros intelectuales que se han
adaptado fácil y tranquilamente al movimiento legal de masas; ciertas capas de
obreros mejor retribuidos..."24.

"... los obreros no calificados, esa masa de proletarios británicos que están
con tanta frecuencia aislados de los obreros avanzados por el maldito espíritu
pequeño burgués liberal y aristocrático del obrero calificado (skilled)
inglés"25. "...a mediados del siglo XIX Inglaterra ejercía un monopolio casi
total sobre el mercado mundial. Gracias a ese monopolio, las ganancias del
capital inglés eran fabulosas, se podía repartir pues, algunas migajas de esas
ganancias a la aristocracia obrera, a los obreros fabriles calificados"26.

Y es también un fenómeno transitorio, porque tiene que ver en primer lugar con
la posición económica y las ventajas materiales, que hacen más soportable la
situación para un sector de la clase obrera. Por ejemplo, la clase obrera
inglesa, debido al rol mundial dominante de Inglaterra durante el siglo XIX,
estuvo moldeada por la aristocracia obrera, como señalaron Engels y Lenin. La
decadencia del imperialismo inglés luego de la Primera Guerra Mundial,
erosionando las bases materiales que permitían "sobornar" a las capas superiores
de la clase obrera, llevó a un gran ascenso que incluyó el movimiento de los
shopstewards (delegados de fábrica) y más tarde a la gran huelga general de
1926.

Es que como definía categóricamente Lenin, el peso de la aristocracia obrera
tiene un carácter temporal estrechamente dependiente de la situación económica y
política de la sociedad burguesa. Por eso, para Lenin: "Naturalmente, no puede
tratarse más que de un fenómeno pasajero, pero aún así es preciso darse clara
cuenta del mal y comprender sus causas, para poder agrupar a los proletarios de
todos los países en la lucha contra el oportunismo. Y esta lucha habrá de
conducir inevitablemente al triunfo, pues las naciones "privilegiadas"
representan una parte cada vez menor en el conjunto de los países
capitalistas"27. En otro texto, Lenin plantea: "La principal causa histórica que
determina el particular relieve y la fuerza (transitoria) de la política obrera
burguesa en Inglaterra y en Norteamérica es la prolongada utilización de la
libertad política y las condiciones sumamente favorables en comparación con
otros países, de desarrollo del capitalismo en amplitud y en profundidad. En
virtud de esas condiciones se formó en la clase obrera una aristocracia que
sigue a la burguesía, traicionando a su clase"28.

En conclusión, todos estos elementos combinados, (y no cada uno tomado
aisladamente), permiten caracterizar el proceso de diferenciación interna del
movimiento obrero en la época imperialista, y el desarrollo de una capa
privilegiada del mismo, la aristocracia obrera. Como surge claro de estas citas,
se trata de un fenómeno económico, social y político, posibilitado por las
superganancias de la explotación imperialista. En este sentido, se trata de un
fenómeno estructural de la época imperialista. Pero que sea estructural, no
significa, como hemos visto, que sea suprahistórico, y como define Lenin, se
trata de "un fenómeno pasajero" cuya solidez depende de los vaivenes de la
acumulación capitalista y al desarrollo de la lucha de clases.

La diferencia de la aristocracia obrera de los países semicoloniales y los
países imperialistas

La realidad es diferente en los países semicoloniales. Todo intento de trasladar
mecánicamente las definiciones de Lenin a la realidad de países oprimidos y
dependientes del imperialismo, corre el riesgo de separar artificialmente a los
sectores más concentrados del proletariado del conjunto de la clase obrera. Ya
Lenin analizando las bases del oportunismo en Rusia, país que caracterizaba como
intermedio entre los países imperialistas centrales y la India como ejemplo de
país colonial, decía que: "La situación general en nuestro país no favorece que
el oportunismo "socialista" se propague entre las masas obreras. Hay en Rusia
muchos matices de oportunismo y reformismo entre los intelectuales, en la
pequeña burguesía, etc. Pero representa una ínfima minoría en las capas de
obreros políticamente activos. La capa de obreros y empleados privilegiados es
entre nosotros muy débil..."29. Y en otro trabajo comparaba cuánto más sólida
esta capa privilegiada era en Occidente: "En países más adelantados que Rusia se
manifestó, y tenía que manifestarse, inevitablemente, en medida mucho mayor que
en nuestro país, un cierto espíritu reaccionario en los sindicatos... Los
mencheviques de Occidente se han "instalado" mucho más sólidamente en los
sindicatos; ha surgido allí, con mucha más fuerza que en nuestro país, una capa
de "aristocracia obrera" cerrada, mezquina, egoísta, insensible, codiciosa y
pequeño burguesa, con mentalidad imperialista y corrompida por el imperialismo.
Esto es indiscutible. La lucha contra los Gompers, contra los señores Jouhaux,
Henderson, Merrheim, Legien y Cía. En Europa occidental, es mucho más difícil la
lucha contra nuestros mencheviques, que representan un tipo social y político
completamente homogéneo"30.

Pero es a Trotsky a quien debemos, debido a su forzoso exilio en México, la
mejor caracterización de lo que él llama una "especie de aristocracia obrera" de
los países coloniales y semicoloniales diferenciándola de la aristocracia obrera
con mayúscula de los países imperialistas. En el "Manifiesto sobre la guerra
imperialista y la revolución proletaria", Trotsky plantea cómo "las migajas que
caen de los superbeneficios han permitido al imperialismo crear una especie de
aristocracia obrera indígena en los países coloniales y semicoloniales.
Insignificante si se la compara con su modelo de los centros de las metrópolis,
emerge sin embargo en el contexto de pobreza general y mantiene sólidamente su
control sobre sus privilegios". En los "Sindicatos en la era de la decadencia
imperialista", Trotsky señala la función política de este sector como base de la
burocratización de los sindicatos y su subordinación al estado burgués: "Los
países coloniales y semicoloniales no están bajo el dominio de un capitalismo
nativo sino bajo el dominio de un capitalismo extranjero ... Como el capitalismo
imperialista crea en las colonias y semicolonias un estrato de aristócratas y
burócratas obreros, estos necesitan del apoyo de gobiernos coloniales y
semicoloniales, que juegan el rol de protectores, de patrocinantes y a veces de
árbitros. Esta es las base social más importante del carácter bonapartista y
semibonapartista de los gobiernos de las colonias y de los países atrasados en
general. Esta es también la base de la dependencia de los sindicatos reformistas
respecto al Estado"31.

En síntesis, si en los países imperialistas, como hemos visto más arriba, Lenin
siempre remarca que se trata de una "minoría de la clase obrera", en los países
semicoloniales esta minoría es mucho menos sólida y depende en forma mucho más
directa del sostén del Estado (de ahí su carácter más bonapartista), a
diferencia de los países imperialistas, donde los superbeneficios permiten
regímenes democrático burgueses más estables y cierta dosis de "reformismo
social". Estas definiciones son importantes para evitar todo mecanicismo en el
análisis del movimiento obrero en los países semicoloniales. Por ejemplo, en
Brasil en los ‘70 se dio esta discusión entre los intelectuales. Ellos
estudiaban a los obreros del ABC paulista. Algunos sostenían que eran
aristocracia obrera y analizaban su permeabilidad al reformismo por ser los
sectores más calificados y concentrados de la clase obrera. Si bien en estos
años Brasil era una semicolonia exportadora y relativamente rica, su carácter
dependiente se expresaba, entre otras cosas, en que también era y es el país con
peor distribución de la renta en el mundo. Por otro lado lo que desató el
ascenso fue una combinación de la opresión de la dictadura militar y el
achatamiento salarial, que había reducido enormemente los salarios en el ABC.
Las estadísticas de la época muestran que no había grandes diferencias
salariales en el conjunto de la clase obrera. No hubo en Brasil, aún durante el
llamado "milagro" una base económica amplia para una aristocracia obrera sólida.
Esa "especie de aristocracia obrera", aunque insignificante en términos
numéricos, fue importante en términos políticos, cuya expresión fue la
burocracia sindical "auténtica", encabezada por Lula, que imbuía a la clase
obrera nueva, joven, "inculta", venida del campo y sin tradición, del
oportunismo y el reformismo. Otro ejemplo de esta discusión, fueron en Argentina
las tesis del PRT de Santucho en los ‘60, sobre el "aburguesamiento" del
proletariado, poco antes del cordobazo que, sobre esta base, descalificaba a la
clase obrera como sujeto de la revolución.

La época de "crisis, guerras y revoluciones" y los dos polos del movimiento
obrero

Pero lo que caracteriza las tendencias básicas de la clase obrera mundial a lo
largo del siglo XX, que hemos definido como el siglo de la decadencia
capitalista signado por el enfrentamiento entre la revolución y la
contrarrevolución, es que mientras el conservadurismo político de la
aristocracia obrera es uno de los polos de la situación, se desarrolla como otra
tendencia opuesta el polo revolucionario. Así a mediados de los ‘20, Trotsky
decía que el polo revolucionario estaba en Rusia y el otro, el polo conciliador,
estaba en los Estados Unidos. Y con respecto a este último hacía una comparación
histórica con el sindicalismo inglés de la época de preguerra, en su momento, el
tipo más perfeccionado de oportunismo: "Pero hoy es necesario decir que el
sindicalismo inglés de la época clásica, es decir de la segunda mitad del siglo
XIX, tiene, con el oportunismo norteamericano actual, la misma relación que la
producción artesanal con una fábrica norteamericana"32.

En la época de "crisis, guerras y revoluciones", si bien el surgimiento de la
aristocracia obrera es un rasgo estructural de las transformaciones del
proletariado, tiene un carácter pasajero, tal como plantea Lenin, ya que está
sujeta, aunque desde una posición más privilegiada que la mayoría de la clase
obrera, a las viscisitudes de la acumulación capitalista y del desarrollo de la
lucha de clases. Su carácter conciliador y sus políticas oportunistas no pueden
salvarla de que en momentos de agudizamiento de la crisis capitalista y del
enfrentamiento revolución-contrarrevolución, sus posiciones sean socavadas así
como las del conjunto de la clase obrera. Es que, como dice Trotsky, "el
capitalismo monopolista ... exige que la burocracia reformista y que la
aristocracia obrera que picotean las migajas que caen de su mesa, se transformen
en su policía política a los ojos de la clase obrera. Cuando no puede lograr
esto, se reemplaza a la burocracia por el fascismo. Dicho sea de paso, todos los
esfuerzos que haga la aristocracia obrera al servicio del imperialismo no podrán
salvarla, a la larga, de la destrucción"33.

Así, si antes de la Primera Guerra la acumulación expansiva del capital permitió
un período de "paz social", que dio lugar al desarrollo orgánico y evolutivo de
la socialdemocracia alemana, o al "aburguesamiento" del proletariado inglés, el
agravamiento de las contradicciones interimperialistas que culminarían en la
guerra y la fragilidad de la acumulación capitalista en los ‘20, junto a los
efectos expansivos de la Revolución Rusa, alteraron las condiciones del conjunto
de la clase obrera, incluídas las de sus capas más "privilegiadas".

El ejemplo más trágico de esto fue el proletariado alemán. En 1918, luego de la
caída del Kaiser, los dirigentes de la socialdemocracia apoyados en la
aristocracia obrera, organizaron los Freikorps que reprimieron y mataron a Karl
Liebknecht y Rosa Luxemburgo, representantes del ala revolucionaria, abortando
con esto la revolución alemana de 1918. Sin embargo el intento de salvarse duró
poco. La hiperinflación de 1923, que significó la enorme pérdida de conquistas
sociales del proletariado más organizado de Europa con el enorme deterioro de
sus condiciones de vida, dio origen a una de las oleadas huelguísticas y de
desarrollo de organismos soviéticos más importantes y que terminó trágicamente
con la derrota de la revolución alemana debido a la indecisión del Partido
Comunista Alemán. Como consecuencia de estas dos derrotas, el proletariado
alemán probó una amarga medicina. El aborto de la revolución de 1918 y dejar
escapar la oportunidad revolucionaria de 1923, permitieron el avance del
fascismo en los ‘30 que liquidó toda organización de la clase obrera.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia del temor a las
consecuencias revolucionarias que abrió el fin de la Segunda Guerra Mundial
(traicionadas por el stalinismo), junto a la "posibilidad económica" -que se
amplió cualitativamente con el boom-, se ampliaron las conquistas del conjunto
de la clase obrera de los países centrales (e incluso de algunas semicolonias
prósperas como el caso de Argentina) y dentro de este marco se consolidó
nuevamente una minoría privilegiada de aristocracia obrera. Expresión de las
conquistas del conjunto de la clase fue el así llamado Estado de Bienestar que
abarcó una serie de servicios y prestaciones sociales en forma universal cuyas
conquistas más avanzadas fueron el servicio nacional de salud británico, de
carácter gratuito, conquista que aunque bastardeada permanece hasta el día de
hoy, la instalación del seguro de desempleo, y las compensaciones en caso de
invalidez o enfermedad, así como también el aumento de los salarios, no en la
misma magnitud pero paralelo al aumento de la productividad. La expresión más
acabada de la consolidación de una nueva aristocracia obrera, tal vez sea que
determinados sectores de la clase obrera norteamericana fueron base social
reaccionaria de la histeria anticomunista del macartismo, asociados a la
burocracia amarilla de los sindicatos, dirigidos en muchos casos por la mafia.

Durante el llamado "boom" estas condiciones permitieron un cierto período de
"paz social" en los países centrales, que junto a la existencia del pacto
contrarrevolucionario de Yalta, trasladó la revolución abiertamente al mundo
semicolonial, como lo atestiguan, en el medio del boom, revoluciones como la
boliviana, la argelina, la cubana, etc. En este período, los dos polos del
movimiento obrero mundial se expresaron en una tendencia a un revivir del
reformismo en los países centrales, en particular en Europa, mientras los países
semicoloniales expresaron agudamente el carácter revolucionario de la época, con
la continuidad casi ininterrumpida de procesos revolucionarios y guerras.

4. La expansión del proletariado en la posguerra

Después de la Segunda Guerra Mundial, el bajo nivel de la composición orgánica
del capital por la destrucción de las fuerzas productivas en el curso de la
guerra y años sin inversión productiva (al menos para Europa), junto con el
desvío del ascenso revolucionario a manos del stalinismo y la socialdemocracia,
condujo a un aumento de la tasa de ganancia, constituyéndose en un estímulo para
las inversiones. El proceso de acumulación capitalista, luego del resultado de
la Segunda Guerra Mundial en la cual Estados Unidos salió como potencia
hegemónica y se debilitaron no sólo las naciones del Eje, sino también los
imperialismos aliados, permitiendo un dominio casi absoluto de Norteamerica,
había cobrado nuevo impulso, especialmente en los países centrales y en forma
desigual y combinada en la periferia.

Esto es lo que llevó a una extensión y aumento del número de proletarios: "al
final de los años dorados, había ciertamente muchísimos más obreros en el mundo,
en cifras absolutas, y muy probablemente una proporción de trabajadores
industriales dentro de la población mundial más alta que nunca".34

En los países centrales la riqueza parecía expandirse cubriendo con su manto a
todas las clases sociales.35 La característica era el "pleno empleo", el aumento
de los salarios, los beneficios sociales, la seguridad social y la cobertura
médica, el aumento del consumo de masas. El mundo se industrializaba
aceleradamente pero en forma desigual, siguiendo las leyes de la acumulación
capitalista bajo el imperialismo y profundizando la superexplotación del mundo
semicolonial. Sobre esta base los grandes monopolios comenzaban su
transnacionalización. El trabajador de mameluco en la línea de montaje de
gigantescas fábricas era un símbolo de la época.36 La creciente concentración y
centralización del capital, concentraba a su vez, en un número cada vez mayor, a
contingentes de trabajadores en establecimientos industriales cada vez más
grandes. Un verdadero pacto del trabajo y el capital cuya "institucionalización"
era el llamado Estado de Bienestar, junto con el mayor poder de las
organizaciones sindicales, legalizaba y buscaba contener la fuerza acrecentada
del movimiento obrero, con una burguesía que veía acrecentar su tasa de ganancia
que reinvertía en nuevas inversiones productivas. Las temibles décadas pasadas
de guerra y depresión con altísimas tasa de desempleo y miseria, daban paso a la
llamada "edad de oro" con estabilidad y crecimiento.

a) La generalización del taylorismo y el llamado fordismo
Desde sus inicios la burguesía ha intentado aumentar la tasa de explotación de
sus obreros mediante diversos mecanismos. La prolongación de la jornada de
trabajo, la intensificación del trabajo, el trabajo de mujeres y niños, la
reducción salarial, han sido profundamente analizados por Marx.37 El salto dado
por el capitalismo a fines del siglo XIX con su transformación en imperialismo,
en capitalismo monopólico, requirió de un perfeccionamiento de estos métodos.

Este perfeccionamiento aparecería en Estados Unidos a principios del siglo XX de
la mano de Taylor: "el significativo poder de los artesanos en sus lugares de
trabajo se había convertido en esa época en un obstáculo a la valorización del
capital. Los trabajadores calificados detentaban el control íntegro de sus
tareas, gozaban de plena autonomía en los tiempos y la forma de producción y
defendían su influencia a través de un severo código de ética solidaria. El
Taylorismo surgió para quebrar este dominio artesanal y someter el dominio de
todo el proceso de fabricación a la autoridad indiscutida de los patrones"38 El
único objetivo del taylorismo residía en impulsar la valorización del capital,
aumentando la tasa de explotación del trabajo, caracterizada en especial por el
aumento de la tasa de plusvalía absoluta.

Los métodos del taylorismo impuestos al proletariado, son conocidos: "El
taylorismo se implantó en una guerra abierta y declarada. Mediante la
standarización obligada y la dirección minuciosa, los capataces impusieron la
nueva modalidad del trabajo repetitivo y reasignaron las tareas según los
dictados patronales. Los cronómetros se instalaban a espaldas de los operarios
calificados para descubrir sus tiempos y movimientos. Con estos índices se
elaboraban luego tablas de producción, sujetas a ritmos mucho más intensos".39

Y fueron justamente la imposición de estos métodos los que desataron la oleada
huelguística de los ‘20 en Estados Unidos que llevó a la primera oleada de
sindicalización masiva bajo el impacto de la revolución rusa.

El surgimiento del imperialismo con la extensión y el dominio de los grandes
monopolios, que necesitó de la Primera Guerra Mundial, que atravesó luego las
convulsiones de la Gran Depresión y que concluyó en la Segunda Guerra Mundial,
permitieron apenas la introducción localizada en las grandes fábricas de estos
nuevos métodos de explotación del trabajo. A la salida de la Segunda Guerra
Mundial, y gracias a la traición del stalinismo y la socialdemocracia que
permitieron desviar y derrotar el ascenso revolucionario, se iniciaría un nuevo
ciclo expansivo del capitalismo, los llamados "años dorados". En estos años se
desarrolló lo que se dio en llamar el Estado de Bienestar y a nivel de la
producción, el llamado fordismo, generalizando los principios organizacionales
del taylorismo a nivel mundial40.

El llamado fordismo, desde el punto de vista que estamos analizando, no es más
que la aplicación de los nuevos métodos de explotación del trabajo en escala
masiva, permitida por el nuevo impulso de la acumulación capitalista. "La
formación fordista se basa en una estrategia de acumulación intensiva de
capital, que descansa esencialmente sobre la reorganización taylorista del
proceso de trabajo".41

La acumulación extensiva del capital, el aumento constante de la productividad
asociada a la introducción de estos cambios en el proceso de trabajo (la
liquidación de tiempos muertos que trajo asociada la cadena de montaje
permitiendo una mayor explotación de los principios tayloristas), dieron origen
a una situación de casi "pleno empleo" y al alza de los salarios, aunque en
forma más lenta que la productividad, y fueron la base objetiva, junto al rol
del pacto contrarrevolucionario de Yalta, de dos ideologías simétricas de
conciliación de clases: un nuevo auge del reformismo en los países imperialistas
y el "tercermundismo" en los países semicoloniales.

b) Reformistas y "tercermundistas" enemigos de la revolución socialista
internacional

Los efectos del renovado ciclo expansivo de la acumulación del capital, en los
países centrales, llevarían en este caso a hablar no, obviamente, de la
"desaparición del proletariado", sino de su "integración" o "aburguesamiento".
Esta ideología era propugnada por la burguesía y los aparatos
contrarrevolucionarios para garantizar la "paz social" y como sustento de los
regímenes imperialistas y la explotación de las semicolonias. La ideología de
"integración de la clase obrera" tenía el objetivo de prostituir la conciencia
de clase del conjunto del proletariado, y borrar de su horizonte la idea de la
revolución social, como forma de garantizar la conciliación de clases, como base
de la convergencia de intereses entre los patrones y los obreros (la fórmula de
aumentos de salarios por productividad defendida por los sindicatos, fue uno de
los mecanismos del avance de esta política burguesa sobre el movimiento obrero).
Su contrapartida simétrica era la ideología del "aburguesamiento" del
proletariado de los países centrales, propugnada por los tercermundistas que
dividían al proletariado de los países centrales del de los países oprimidos. Al
romper la unidad de la lucha de clases internacional, igualando el carácter
opresor de la burguesía imperialista con el de su propio proletariado,
liquidaban a éste como aliado, propugnando la conciliación de clases entre los
proletarios de la países semicoloniales y "su" burguesía nacional desarrollista
o "patriótica". Ya Trotsky discutió el carácter nefasto de esta afirmación no
contra ideólogos burgueses, sino con algunos comunistas que en el II Congreso de
la Internacional Comunista, sostenían la tesis del "aburguesamiento" de la clase
obrera de Europa Occidental: "La afirmación del camarada Gorter de que la clase
trabajadora de Europa Occidental se ha aburguesado en bloque, es absolutamente
falsa y esencialmente contrarrevolucionaria. Si este fuera el caso, significaría
una sentencia de muerte para todas nuestras expectativas y esperanzas. Acometer
una lucha contra el coloso capitalista que ha logrado aburguesar al
proletariado, cuando todo nuestro bagaje consiste en la propaganda realizada por
un puñado de elegidos, es una utopía desesperada. En realidad, es sólo la
aristocracia obrera, aunque algo numerosa, la que se ha aburguesado, y no la
clase trabajadora de conjunto"42. Ambas ideologías eran de conciliación de
clases, y liquidaban las bases de la revolución proletaria y del
internacionalismo proletario.

Lejos de una integración real y un aburguesamiento, el proletariado seguía
manteniendo sus características como clase: su lugar en la producción que lo
obligaba a vender su fuerza de trabajo para vivir, lo que a pesar de dichas
ideologías interesadas para propugnar la conciliación de clases, no hacían
desaparecer su identidad de clase explotada, como luego demostraría, dejando
atónitos a estos intelectuales que hablaban de integración y aburguesamiento, el
Mayo francés, el Otoño caliente italiano del ‘69, las luchas de la clase obrera
inglesa de los ‘70, por nombrar solamente algunos hitos de la lucha de clases y
la unidad objetiva de ésta a nivel mundial mundial, pasando por encima, aunque
no liquidando el chaleco de fuerzas del orden contrarrevolucionario pactado en
Yalta entre el imperialismo norteamericano y la burocracia stalinista, que se
expresó en el ascenso revolucionario ‘68-’76, uniendo luchas revolucionarias en
los países imperialistas, en los países semicoloniales y en los estados obreros
deformados y degenerados.

5. La "crisis de acumulación capitalista" y las transformaciones de la clase
obrera

La crisis de acumulación del capital desataría una verdadera guerra de clase
contra los trabajadores. El problema central para los capitalistas era revertir
la tendencia a la caída de la tasa de ganancia.43 El capital utilizaría dos
armas centralmente: la desocupación masiva junto con la precarización del
trabajo. El objetivo era depreciar el valor de los salarios, extender la jornada
laboral y aumentar el tiempo de trabajo excedente y apropiarse de una parte
mayor del valor total producido. En otras palabras, aumentar descomunalmente la
tasa de explotación.

Durante estos años se han dado lugar cambios en el proceso de trabajo
originarios de Japón, en particular de la fábrica Toyota y conocidos por eso con
el nombre de toyotismo. Algunos autores concentrados sólo en las supuestas
ventajas de esta innovación organizacional del proceso de producción y asociado
a una introducción de la misma mediante un compromiso entre el capital y el
trabajo ("modelo" que según ellos se aplicaría en el capitalismo renano o alemán
a diferencia de la introducción "salvaje" del "modelo" norteamericano), oponen
al toyotismo lo que llaman el posfordismo, este último el más "avanzado" y
"civilizado" de los procesos de trabajo. Sin embargo, "la supuesta ventaja de
una fabricación calificada y costosa en relación a producciones masivas y
baratas es completamente abstracta, y no rige en la realidad de la competencia
mundial. En la concurrencia internacional, el posfordismo civilizado es
invariablemente aplastado por el toyotismo taylorista".44 Este cambio
organizacional (el "toyotismo taylorista") ha sido permitido por el desarrollo
de las tecnologías de la información.

Lo cierto es que las descripciones sobre la extensión del uso de las
tecnologías, tan solo basadas en sus potencialidades para la producción de
valores de uso, son unilaterales, falsas y encubridoras de las verdaderas
condiciones de explotación de la fuerza humana de trabajo. El discurso de los
trabajadores integrados en el momento del "boom", ha sido reempalzado por el de
la "desaparición del proletariado" en la producción de valores o la pérdida de
su centralidad, y por ende su desaparición como sujeto revolucionario.

a) El toyotismo y el mayor control y explotación de la clase obrera

La caída en la tasa de ganancia es lo que conduciría al fin de los llamados
"años dorados".45 La resolución de estos problemas se encontrarían supuestamente
en la japonización del trabajo, país que había logrado un importante aumento de
la productividad durante la década justamente de los ‘60 y ‘70.

La implantación en Japón de lo que hoy se conoce generalmente como "toyotismo",
fue producto de una verdadera guerra de clases entre la burguesía y el
proletariado japonés, donde fue necesaria una sangrienta derrota de la clase
obrera para que pudiera imponerse, a mediados de los años ‘50. La burguesía
debió quebrar la enorme resistencia obrera, alentada por una fuerte
radicalización como producto del triunfo de la revolución china en 1949,
cuestión que fue ayudada por el cuadro de devastación y miseria en que quedó
Japón luego de la Segunda Guerra Mundial.

Una muestra de la encarnizada resistencia de los trabajadores, lo muestra un
libro de un autor japonés: "Habían elaborado (los trabajadores- N.deR.) lo que
llamaban entonces ‘lucha en la empresa’ (Shokuva Toso) como medio eficaz para
mantener el poder obrero en los lugares de trabajo y de residencia. ‘Los obreros
dueños de sus lugares de trabajo’ y el ‘control obrero de la producción’ eran
las consignas fundamentales (...) Aquellos que visitaban las minas de Miike en
esa época tenían la sorpresa de descubrir a mineros rudos leyendo El Capital
(...) Cada noche los trenes traían centenares, después millares de simpatizantes
de los huelguistas de Miike para unirse a los piquetes, batirse con los
rompehuelgas y la policía (...) Los mineros de Miike y sus simpatizantes eran
organizados en secciones de combate y recibían entrenamiento de lucha cuerpo a
cuerpo (...) El piquete de huelga alrededor de los almacenes había sido
reforzado por más de 20.000 militantes decididos a luchar con palos, picos,
mazas o con lo que se pudiera encontrar a mano".46 Tras la derrota de esta
oleada de luchas radicalizadas, la burguesía nipona pudo imponer el método de
organización del trabajo conocido como toyotismo.

Sin embargo este método no se difundió en Occidente hasta el comienzo de la
crisis de acumulación capitalista de comienzos de los ‘70. Las bases de esto
están que en el período de crecimiento del "boom", la producción en escala
asociada al fordismo permitía una acumulación sostenida del capital. La
inestabilidad del proceso de acumulación a partir de los ‘70, en el marco de un
agravamiento de la competencia interimperialista, mostró las "rigideces" de la
producción en serie obligando a métodos de producción más flexibles, cuestión
que se combinó con la resistencia obrera a la cadena de montaje, tanto de la
forma que Coriat llama "resistencia rastrera" (ausentismo, sabotaje, etc), como
en su expresión radicalizada en el ascenso ‘68-‘76.

Frente a esto, la introducción de los "círculos de calidad" y los "equipos de
trabajo" asociados al toyotismo, tuvieron como fin aumentar la productividad
mediante el control y el disciplinamiento entre los propios trabajadores "un
obrero el trabajo de dos", la rotación de tareas como eje de la flexibilidad
laboral con el trabajador multiespecializado, la informatización de la
producción y la administración. Todo esto en función de aumentar la intensidad
del trabajo y el control sobre el mismo47.

Los apologistas de estas nuevas formas de organización del trabajo dicen que
abren espacios sin precedentes para el poder obrero y anuncian una posible
liberación "en el trabajo" y "del trabajo" a la vez. Pero chocan con el
incontrastable aumento de la intensificación y explotación del trabajo que ha
llevado su aplicación48. El efecto sobre los trabajadores, de estos métodos
draconianos de dirección son realmente desvastadores: "A medida que la cadena de
producción va más rápido y la totalidad del sistema sufre los efectos de la
presión, se hace cada vez más difícil mantenerlo. Dado que las tareas han sido
concienzudamente analizadas, retocadas y comprobadas, la dirección entiende que
cualquier error es debido única y exclusivamente al trabajador. Las luces de la
pizarra electrónica identifican inmediatamente a la persona que no sigue el
ritmo"49. De encuestas oficales japonesas surge que de 2/3 a 3/4 de obreros de
montaje final en la industria automotriz se quejan de fatiga crónica, de estados
de agotamiento al final de la jornada. Las grandes firmas los desplazan hacia
empleos menos exigentes a los 30 años. Las muertes por agotamiento psíquico
(karoshi) no son excepcionales. A su vez, el karoshi se está convirtiendo en un
fenómeno mundial. La introducción de tecnologías basadas en computadoras ha
acelerado enormemente el ritmo y el flujo de actividad en el puesto de trabajo.
El ritmo de producción en las plantas productivas de gestión japonesa, ocasionan
a menudo un mayor número de heridos. Trabajo de distintos psicólogos demuestran
que, el creciente ritmo en la producción, en los actuales puestos de trabajo,
tan solo ha incrementado la impaciencia de los trabajadores, dando como
resultado niveles de stress sin precedentes. La aplicación en Occidente de estas
formas organizacionales fue una combinación del "team work" (trabajo en equipo)
y de mandato autoritario. En ninguna de las fábricas en las que se introdujeron
estos cambios se puede hablar de abolición del taylorismo, de la estandarización
del trabajo en cadena y de la dictadura del cronómetro. Según encuestas y
monografías recogidas por especialistas japoneses, la intensificación del
trabajo tropezó por todas partes con la resistencia obrera. Esta se tradujo en
especial en el rechazo del kaizen, es decir, el rechazo a presentar propuestas
con vistas a mejorar la calidad del producto y el rendimiento del trabajo50.
Este aumento de la explotación del trabajo es ocultado tras la fraseologia de la
"integración" y "participación" del trabajador en las decisiones, el
"enriquecimiento" del trabajador por la multiespecialización o polivalencia
(distintas tareas en el mismo puesto de trabajo y distintas tareas en distintos
puestos de trabajo). Esta última, que a diferencia de otros cambios
organizacionales "toyotistas" (como los círculos de calidad), se ha aplicado
generalizadamente, lejos de romper la división parcelaria del trabajo (principio
tayloriano), ha conducido a un incremento cuantitativo del mismo.

El argumento a favor más fuerte que se ha esgrimido es, (aunque sólo limitado al
caso japonés y sacudido en sus cimientos por la actual crisis de su economía),
el del pleno empleo y la estabilidad laboral. Sin embargo, la realidad es que
alrededor de las grandes empresas se reúne un abanico de subsidiarias con
jornadas de trabajo extensísimas, sin estabilidad laboral, temporarios, en
condiciones de trabajo que nada tienen que ver con la supuesta empresa modelo
japonesa, atomizando de esta manera a la clase obrera entre trabajadores de
primera y de segunda.

En realidad, "el toyotismo es un intento de paliar la improductividad creciente
del gerenciamiento científico frente a la aceleración del cambio tecnológico, la
saturación de los mercados y la mayor rotación del capital (...) mixtura al
igual que el taylorismo, trabajos de distinto grado de calificación, adaptados a
una fase más compleja de la producción".51

6. Sobre la supuesta "desaparición del proletariado"

Como demostramos en el artículo anterior, las transformaciones reales en el
mundo del trabajo no significan la desaparición del proletariado. Significan
cambios en el tipo social de explotación del trabajo y transformaciones en la
clase obrera.

La teoría sobre la supuesta desaparición del proletariado, choca con la realidad
empírica, verificable estadísticamente, que demuestramás allá de las
fluctuaciones periódicas, un crecimiento de la clase obrera en escala mundial y
en todos los continentes y no un declive absoluto o relativo. Esto como
planteamos es incluso cierto a partir de la crisis de acumulación de fines de
los ‘60 y comienzos de los ‘70, que ha tenido la "virtud" de crear áreas de
concentración proletarias significativas en todos los rincones del planeta. El
número de asalariados no agrícolas en todo el mundo alcanza a 800 millones, a
los que deben agregarse cerca de 200 millones de asalariados rurales, es decir
una fuerza social de 1000 millones de asalariados, cifra jamás alcanzada en el
pasado. Estos datos demuestran que, en términos numéricos, hay una extensión del
trabajo asalariado y no existe una evidencia empírica sobre la desaparición de
la clase obrera.

Sí en cambio, una transformación de la misma52, con un descenso relativo de la
clase obrera industrial con respecto a los trabajadores del llamado sector
servicios; una mayor descentralización de los trabajadores de las grandes
empresas capitalistas; y por último un aumento de la pauperización a condiciones
cada vez más parecidas al siglo XIX con el incremento de la desocupación y la
precarización del empleo.Estos cambios han llevado a los ideólogos del capital a
cuestionar el rol de la clase obrera como sujeto social revolucionario y el rol
del proletariado industrial como vanguardia, ya sea afirmando por un lado, que
la clase obrera es una clase minoritaria dentro de la sociedad, como sostienen
las teorías posindustrialistas, desde Daniel Bell (en los años del boom) hasta
sus ejemplos actuales como Peter Drucker, o por otro lado, afirmando que hay una
fragmentación casi absoluta de los trabajadores.

a) La clase obrera es la clase abrumadoramente mayoritaria en los países
capitalistas centrales y en gran parte de las semicolonias

Las estadísticas oficiales sobre los sectores de actividad, no nos muestran nada
acerca de la realidad social de las clases. Así en los Estados Unidos las
estadísticas laborales dividen a los productores de bienes de los productores de
servicios. Para Diciembre de 1998 sobre un total de 127.156.000 trabajadores,
había 25.272.000 productores de bienes, en donde están incluídas la manufactura
(18.557.000) y los trabajadores de la construcción (6.158.000), contra
101.884.000 del sector servicios53. Desde el punto de vista de las clases esto
es un burdo ocultamiento de la realidad social. Así, por ejemplo un ferroviario,
ya sea en las compañías de transporte privadas o no, está clasificado en el
sector servicios54. Lo mismo para el chofer de camión, los inmigrantes que
reparan los caminos, los que limpian la fábrica. Por ejemplo en EE.UU. las
materias primas como el carbón y el petróleo, son consideradas como mercancías,
mientras que la energía eléctrica manufacturada o el gas son considerados como
"servicios". Otro ejemplo, si los obreros de la General Motors se ocuparan de la
limpieza y la misma no fuera tercerizada, los obreros que hacen esos trabajos no
se incluirían en el sector servicios. Como vemos en este ejemplo, no hay cambios
dramáticos, pero los sociólogos pueden leer en estas estadísticas la
desaparición de la clase obrera gracias a una maniobra contable cambiando el
nombre de aquel que ofrece el empleo.

Visto desde el ángulo de la producción capitalista, es indudable que desde la
Segunda Guerra Mundial y en forma creciente se ha venido incrementando el
trabajo improductivo (improductivo desde el punto de vista que no agrega
plusvalor), y que los sociólogos llaman "trabajadores de servicios". Así por
ejemplo, los empleados comerciales y los trabajadores del sector financiero han
aumentado su número. De igual manera, los servicios médicos y educativos, que
ayudan a reconstituir la fuerza de trabajo del obrero (incluída su familia) y
cuyo sostenimiento es una porción socializada del salario, han crecido en gran
medida como parte de las conquistas que la clase obrera obtuvo luego de la
Segunda Guerra, han implicado un aumento de los trabajadores improductivos.

Si viéramos estas estadísticas desde el ángulo de las clases la realidad muestra
una tendencia opuesta a este engaño de la "desaparición de la clase obrera". Si
la característica estructural que define a la clase obrera es su compulsión
económica a vender su propia fuerza de trabajo, entonces dentro de ella se
incluyen no sólo el proletariado industrial, sino el conjunto de los
trabajadores improductivos que están sujetos a las mismas restricciones que el
primero: no son dueños de los medios de producción y carecen de medios de
subsistencia por lo cual también se ven obligados a vender su fuerza de trabajo
a cambio de un salario. De esta definición surge que en los países centrales los
trabajadores asalariados, lejos de ser una minoría como estas manipulaciones
(que dividen a los productores de bienes y de servicios) quieren mostrar,
constituyen el porcentaje abrumadoramente mayoritario de la población
económicamente activa total. Digamos al pasar que, para las estadísticas de
actividad del gobierno norteamericano, dos de las tres huelgas más grandes de
los Estados Unidos en la última década, no habrían sido realizadas por "la clase
obrera": la huelga de los trabajadores de correro de UPS y la huelga de los
pilotos de American Airlines.

Así, para el año 1996, en los Estados Unidos los asalariados constituyen el
91,6% de la población ecónomicamente activa, en Alemania el 89,5%, en Suecia el
89%, en Japón el 82,1% y en España el 73,7%. Una proporción también alta se da
en muchos países semicoloniales de mayor o menor desarrollo como muestran las
siguientes estadísticas: Argentina 70,4%, México 58%, Bolivia 52,5%, y en Asia,
en Corea del Sur 68,2%, combinándose en los tres primeros países con un
importante porcentaje de la población que trabaja por cuenta propia.

Hoy en día una enorme proporción de la población vive y se reproduce a sí misma
a través de la relación salarial, independientemente de la naturaleza de la
mercancía (bien o servicio) que produce. Esto es más que en cualquier época
histórica como en las etapas anteriores a la Segunda Guerra Mundial cuando aún
la mayoría de la población mundial dependía del campo. Recordemos que en tiempos
de Marx, incluso avanzado el siglo XIX, la mayoría de los trabajadores eran
campesinos o trabajadores a domicilio. Pero la importancia no es sólo numérica.
El aumento de la asalarización ha implicado que, desde el punto de vista de la
lucha de clases, lo verdaderamente nuevo es la potencialidad y concentración de
cuatro gremios, que según las estadísticas oficiales serían considerados como
parte de los servicios, de los cuales sólo uno tiene tradición de lucha: los
camioneros, los trabajadores de correo, los trabajadores de las aerolíneas y los
bancarios (que en Corea amenazaron, para evitar los despidos, con paralizar el
manejo de los sistemas informáticos de los bancos). Estos cuatro sectores, de
los cuales sólo los camioneros tenían una importante tradición de lucha, juegan
el rol, podríamos decir, de los ferroviarios y los portuarios en la época de las
revoluciones clásicas55.

b) El rol del proletariado industrial. ¿Más concentrado o menos concentrado?

El maestro de los postindustrialistas, Peter Drucker, sobre todo refiriéndose a
los cambios de los últimos diez o quince años que ha habido en el proceso de
producción industrial, escribió "ninguna clase en la historia ha crecido más
rápido que los trabajadores de cuello azul (refiriéndose a los trabajadores
industriales-NdeR). Y ninguna clase en la historia ha caído aún más rápido".

Hemos planteado a lo largo de este artículo que los cambios en el proceso de
producción, entrañan una gran cantidad de trabajadores a menudo considerados por
estos "teóricos" como post-industriales, de la era de la información, etc.
Siguiendo la lógica de la evolución del capital, adelantada en forma brillante
por Marx, hemos visto que éste plantea que en el proceso de producción, debe
considerarse no sólo a los trabajadores manuales sino que debe entenderse al
"trabajador, (como un) mero eslabón de este trabajo colectivo, esté más próximo
o más distante del trabajo manual directo". Definido de esta manera, y tomando a
los Estados Unidos, el paradigma de los postindustrialistas, pero cuyas
conclusiones extienden al conjunto de los principales países centrales, el
proletariado industrial declinó de alrededor de la mitad del conjunto de los
trabajadores del sector privado en los ‘60 al 29% en 1992. En términos
absolutos, el proletariado industrial alcanzó un pico a fines de los ‘70 de
alrededor de 22 millones de trabajadores y está ahora más o menos al nivel
numérico de los ‘60 de más de 20 millones de trabajadores. "La desaparición del
proletariado industrial es esencialmente una declinación en proporción debido al
crecimiento del sector servicios en los años recientes"56. Ya hemos demostrado
cómo las estadísticas oficiales considera como parte de los servicios a muchos
trabajadores que son considerados por el marxismo como parte del proletariado
industrial. Como afirman Andrew Sayer y Richard Walker en "The new social
economy: reworking the division of labor"57 ("La nueva economía social:
retrabajando la división del trabajo"): "Si las estadísticas de la fuerza de
trabajo fueran divididas según líneas marxistas entre producción y circulación,
el resultado sería bastante diferente del actual cuadro de la ‘economía de
servicios".

Pero más allá de las estadísticas, el rol central del proletariado industrial
está dado por el peso en la economía nacional. Visto desde la economía de
conjunto, la proporción del producto bruto interno producido por este declinante
número de trabajadores industriales, creció desde el 42,61% en 1960 al 44% en
1989, según el "Reporte económico al presidente" de 1995 del Consejo de Asesores
Económicos. La base de este crecimiento está en la mayor tasa de productividad
en la manufactura, que es un reflejo de la creciente concentración de capital
que estos trabajadores industriales ponen en movimiento (los activos reales por
trabajador manufacturero crecieron de U$S 9300 en 1963 a U$S 26.040 en 1987). Es
este peso y la relación fundamental con el conjunto de la actividad económica,
el que da al proletariado industrial el rol de vanguardia como sepulturero del
capital.

Lo que sí se ha dado es una desconcentración relativa del proletariado en las
unidades de producción, siempre con respecto al pico de los ‘60 y no
históricamente donde hoy sigue siendo superior, acompañada de una concentración
y una centralización crecientes del capital. Como plantea Kim Moody, "la
expansión a través de la concentración y centralización del capital lleva hacia
el desarrollo de capitales más grandes con una creciente concentración de
trabajadores no en plantas individuales, sino bajo el mismo capital o empleador.
Esto se refleja en el hecho, como puede verse en las estadísticas del
Departamento de Trabajo norteamericano, hasta fines de los ‘70 las compañías con
múltiples plantas crecieron más rápido que las compañías con plantas
individuales, empleando una creciente proporción de trabajadores, y creando un
creciente porcentaje de valor agregado en la manufactura". "Los niveles de
empleo en las firmas de múltiples plantas muestran un rasgo similar, con 72% de
los trabajadores de la manufactura trabajando en las mismas en 1987, comparado
con el 68% en 1973. Estas firmas con múltiples plantas producían el 82% de todo
el valor agregado de la manufactura en 1987". Esta tendencia responde a razones
técnicas (mejor capacidad de control del proceso de producción), financieras
(reduciendo el peso de la burocracia administrativa) y políticas (para debilitar
su fuerza y unidad como clase y su oposición al control autoritario del
capitalista). Aunque no bajo el control de un mismo capital, el desarrollo del
subcontratismo, o la tercerización, responde a estas mismas necesidades, es
decir, no indica el surgimiento de pequeños capitales pujantes sino que está
ligado a la división del trabajo de estas mismas grandes corporaciones.

Algunos autores han señalado que la tesis marxista expresada por Marx en el
Manifiesto Comunista de que el desarrollo del capitalismo iría creando un
proletariado cada vez más numeroso y más concentrado que lo convertirían en el
sepulturero del capital, estaría abolida por los datos arriba expuestos. Aquí
hay que separar forma de contenido. Aunque dispersos en distintas unidades de
producción, centros de trabajo, oficinas, que pueden dar idea de gran
desconcentración, en realidad representa una enorme concentración en gigantescas
megalópolis de millones de habitantes que son capaces de paralizarlas cortando
su normal funcionamiento. Por otro lado, tras estos cambios en la forma, el
contenido que permanece es que el proletariado industrial como vanguardia del
conjunto de la clase obrera, aunque esté dividido en distintas unidades de
producción, pero bajo el mando de un mismo capitalista, incrementa su capacidad
para detener el conjunto de la producción. Huelgas en una planta (Flynn) como la
de la General Motors (una de las firmas que más se ha descentralizado en los
Estados Unidos, desde su corazón industrial original de Detroit), han paralizado
al conjunto de las plantas de la corporación transnacional más grande en
facturación y en número de empleados del mundo. Los camioneros franceses, han
jugado este rol paralizando la producción sólo en su sector, lo que llevó
prácticamente a la paralización del conjunto de la economía francesa. Lo mismo
fue el caso de la huelga de la UPS en Estados Unidos que arruinó la producción
de innumerable cantidad de fábricas ya que muchas mercancías destinadas a la
venta se transportaban por esa vía. Otro ejemplo significativo fue la huelga de
los trabajadores de Petrobras de Brasil que al producir un bien tan necesario
como el combustible, afectaron al conjunto de las ciudades, así como la
producción industrial.
Como muestran estos ejemplos, el proletariado industrial mantiene toda su
capacidad para hacerle daño a la producción capitalista. A su vez, a pesar de la
creciente desconcentración del proletariado industrial, su grado de
concentración sigue siendo más alto que el de cualquier otro sector. Así, los
trabajadores manufactureros representan un 23,4% de los empleados que trabajan
en plantas de 1000 o más trabajadores. Los transportes, la comunicación y la
energía son los siguientes con un 18%. El promedio para la economía privada de
conjunto es de un 13%. "La clase obrera industrial en los Estados Unidos en 1990
daba cuenta de casi la mitad de los trabajadores en plantas de 1000 o más
empleados, aún a pesar de que eran solo el 29% del total de los trabajadores
empleados", según datos del Departamento de Comercio de 199458.

Una vez dicho esto, digamos que en la época que Marx escribió el Manifiesto, la
fábrica de la gran industria concentraba a menos de 100 trabajadores. El mismo
Trotsky luego de la revolución de 1905 comparando Rusia y Alemania había
descubierto que en la "avanzada Alemania" la mayoría de las plantas empleaban
menos de 50 trabajadores (dando cuenta del 44% de la fuerza de trabajo),
mientras que solo el 10% de los trabajadores en la manufactura trabajaban en 563
fábricas que empleaban más de 1000 trabajadores. Esto es, cincuenta años después
de escrito el Manifiesto Comunista. Compárese estos datos con los números
actuales para los Estados Unidos: el número de trabajadores en plantas de más de
1000 asalariados era 5.900.000 en 1990, comparado por ejemplo con 562.600 en
Alemania o 710.000 en Rusia justo antes de las dos mayores revoluciones que
conmovieron a Europa (Rusia 1917, Alemania 1918).

Llegado a este punto, la tesis sobre la pérdida de centralidad de la clase
obrera, demuestra ser una pura estupidez. La crisis del proletariado no es
social, sino política, producto de sus derrotas como consecuencia de las
traiciones de las direcciones tanto stalinistas, socialdemocrátas como
nacionalistas burguesas, que han llevado a la impotencia de sus organizaciones
en manos de las direcciones contrarrevolucionarias, y el agravamiento de la
crisis de dirección revolucionaria del proletariado.

c) La crisis de acumulación capitalista y la creciente precarización y
flexibilización de la clase obrera

Hemos explicado cómo la crisis de acumulación del capital ha aumentado el número
de desocupados, el trabajo precarizado, siendo cada vez menor el porcentaje de
la clase obrera que tiene un trabajo estable. Veinticinco años de crisis
capitalista, al mismo tiempo que han significado una extensión del proletariado
a nuevas áreas, han redundado en una creciente pauperización del mismo, que hoy
se extiende también a las áreas que fueron las únicas zonas de acumulación
ampliada, como lo muestra el crecimiento descomunal de la desocupación en el
sudeste de Asia.

La existencia de un enorme y creciente sector de desocupados, de un amplio
ejército industrial de reserva, es una presión enorme utilizada por el capital
para dividir las filas obreras, entre ocupados y desocupados, permanentes y
contratados, nativos e inmigrantes, etc. Esta división, fortalecida por la
política de las burocracias sindicales, dificulta enormemente la defensa de las
reivindicaciones más elementales. Es que, en medio de un mar de desocupación,
los obreros comprenden que una lucha parcial, en forma aislada o por fábrica, es
impotente para enfrentar la ofensiva del capital.

Así, en todos estos años, estas condiciones permitieron el avance de la ofensiva
"neoliberal" apoyándose en la colaboración activa de la burocracia sindical, con
su política de "pactos sociales", sus convenios por fábrica, etc., socavando aún
más la unidad de las filas obreras.
Muchos sociólogos y "teóricos" toman este aspecto de la realidad y lo aíslan,
dándole un valor sin límites, para concluir, que en consecuencia, la
fragmentación de las filas obreras es absoluta, lo que le impediría a ésta jugar
su rol como sujeto revolucionario.

Sin embargo, el avance de la ofensiva burguesa, como consecuencia del
agravamiento de la crisis de acumulación capitalista, al implicar un ataque cada
vez más despiadado y una mayor pérdida de sus condiciones de vida para el
conjunto de la clase obrera, y no sólo para los sectores más explotados, sino
también para sus capas más privilegiadas: la aristocracia obrera, tiende a
nivelar hacia abajo la situación de la mayor parte del proletariado.

Esto tiene enormes consecuencias sociales y políticas sobre la composición de la
clase obrera. La creciente liquidación de un amplio porcentaje de empleos de
trabajadores calificados y su caída hacia los niveles de los sectores más
oprimidos de la clase, significa un cambio en la composición de fuerzas internas
dentro de la clase obrera. Por ejemplo, en los Estados Unidos, la clase obrera
ha cambiado de una clase obrera mayoritariamente blanca, a una de carácter
"multinacional" que no tiene desde ya los privilegios de los trabajadores
blancos, que estuvieron asociados con el ascenso del imperialismo norteamericano
sobre todo en la época del boom. Las estadísticas muestran en qué grado la clase
obrera hoy es negra, latina, asiática, nativa, así como femenina. Los estudios
más recientes demuestran que los trabajadores blancos ya no son predominantes en
la industria. La fuerza de trabajo está hoy compuesta por más de un 40% de
mujeres.

Aunque los efectos de la crisis y la enorme desocupación, como hemos señalado,
puedan potenciar hoy las divisiones de la clase, debilitando en lo inmediato su
capacidad de lucha, el fenómeno de la creciente homogeneización estructural,
inducida por la propia ofensiva capitalista, plantea que las condiciones
objetivas para la unidad de la clase obrera son hoy mucho más fuertes que en los
años del boom, cuando el capital podía mantener la cooptación de una porción
significativa de la clase obrera, sobre todo de los países centrales, y de esta
manera garantizar la "paz social".

Esto se manifiesta cuando el capital, obligado por la crisis, o por un cálculo
equivocado de la relación de fuerzas, lanza ataques de conjunto sobre la clase
obrera. Entonces emergen fuertes tendencias a la unidad en las filas obreras, y
al frente único contra el ataque. Esto fue notable, por ejemplo, en Francia,
cuando a fines del 95, salieron a la huelga los trabajadores estatales, que
contaron con la enorme solidaridad del conjunto de la población (a pesar de que
ésta se veía "afectada" por la paralización de los servicios públicos y el
transporte). Algo similar se registró en Estados Unidos, cuando la huelga de la
UPS, que fue vista con gran simpatía, ya que significaba una respuesta al
régimen de trabajo parcial que afecta a una gran proporción de la clase obrera
norteamericana.
Los voceros del gran capital empiezan a tomar nota de esta dinámica potencial.
El semanario imperialista Business Week, plantea que: "La señal del
acrecentamiento de las ganancias corporativas coexiste con un contínuo
estancamiento de los standares de vida de los norteamericanos, lo cual puede
convertirse políticamente en insostenible... En los últimos años... todos salvo
los más elitizados empleados han terminado en el mismo bote. Si todos ellos se
dan cuenta de su suerte común más que de sus diferencias, esto puede significar
problemas tanto para las corporaciones como para los políticos" (resaltado por
nosotros- NdeR).

En conclusión, así como las condiciones de crisis capitalista y alta
desocupación, dificultan las luchas económicas parciales (sin descartar su
vigencia en coyunturas de recuperación), se expresa una tendencia a elevarse a
la lucha política, sobre todo cuando hay grandes ataques de conjunto.

En otras palabras, las condiciones estructurales de la lucha de clases tienden a
semejarse más al período de entreguerras, aunque hoy la caída del nivel de vida
del conjunto del proletariado es más gradual, más extendida en el tiempo y aún
no tan profunda, (al menos de conjunto), como llegó a ser luego del crack del
‘29.

Esto no sólo tiene que ver con el hecho de que aún no se ha producido una
catástrofe económica de la magnitud del crack (que llevó a una depresión
económica durante los ‘30 y a la desarticulación del comercio mundial), sino
porque también a la burguesía, a pesar de años de "neoliberalismo", le ha sido
difícil destruir el conjunto de las posiciones conquistadas por la clase obrera
luego de la Segunda Guerra Mundial.

7. La agudización de la crisis capitalista

El salto en la crisis económica mundial actual ya ha significado un enorme
agravamiento de las condiciones de vida del proletariado, con una fuerte
descomposición de nuevos sectores que hasta este momento venían de una situación
de ascenso absoluto del nivel de proletarización como era el caso de las nuevas
concentraciones del Sudeste de Asia. En esta región la desocupación ha crecido a
más de 10 millones de trabajadores, y la perspectiva es a que siga agravándose.
Es que la magnitud de la depresión del conjunto de la región obliga a las
distintas burguesías, así como al imperialismo japonés dominante en dicha zona,
ha avanzar en golpes decisivos sobre el proletariado. En el caso de Japón la
fuerte caída de las ganancias de las grandes corporaciones las obliga a avanzar
en las reestructuraciones, liquidando el llamado "empleo de por vida", cuestión
que mantenía atados a los trabajadores a la patronal en las terribles
condiciones de explotación del toyotismo. En el caso de Corea, donde la
desocupación creció fuertemente sobre todo en las pequeñas fábricas debido a la
fuerte resistencia del proletariado más concentrado de los chaebols (huelga de
Hyundai), este año se prepara un ataque decisivo sobre los mismos que ya ha
llevado a una ruptura del pacto social con la KCTU y a huelgas en algunas
fábricas como la KIA. También son crecientes los signos en China de oleadas de
resistencia huelguística frente al crecimiento cada vez más abierto de la
desocupación.

Pero esta perspectiva de agudización del combate entre las clases no sólo es
patrimonio del Asia, el lugar que más retrocedió económicamente como producto de
la crisis mundial, como demuestran las jornadas revolucionarias de Indonesia de
mayo de 1998 y la creciente entrada del proletariado (ver artículo), sino que
teñirán, en distinto grado al conjunto de la realidad mundial. Es que a casi
veinte meses del comienzo de la crisis mundial, cuyo punto de partida fue la
crisis del Sudeste de Asia, todavía no se avizora su final, siendo las
perspectivas para el año 1999 una profundización de la crisis, incluso en la
economía norteamericana que hasta ahora se ha mantenido a flote. En este último
país, lo que está en discusión no es esto, sino qué grado de profundidad tendrá,
incluso no está descartada, si se pincha la "burbuja" de Wall Street, la
perspectiva de un retorno a una deflación, depresión y desempleo de masas al
estilo de 1930. ¿Será la burguesía norteamericana capaz de lanzar ataques
preventivos sobre el empleo y los salarios para mantener las ganancias y las
inversiones, que se vienen deteriorando al calor de los signos de deflación
mundial? ¿Tendrá suerte el FMI y el imperialismo de hacer pagar la crisis a los
trabajadores brasileños con el aumento de la desocupación, el despido de
empleados públicos, la caída salarial y evitar que su crisis golpee directamente
a Estados Unidos? ¿Podrá la burguesía imperialista europea seguir usando la
"tercera vía" -demagogia reformista- que ayudó a desviar relativamente la oleada
de huelgas abierta desde 1994-95- en el marco de las perspectivas negativas de
la economía a nivel mundial? Será posible esta perspectiva en medio de la crisis
que ya la están afectando en forma cada vez más aguda, sin avanzar en nuevos
ataques contra las conquistas que aún permanecen del llamado Estado de Bienestar
avanzando en el "modelo norteamericano" al que entusiastas se abrazan ahora los
gobiernos social-imperialistas?

Todas estos interrogantes muestran que la crisis mundial está preanunciando o
acelerando la perspectiva de agudos combates entre las clases. Sus resultados
son los que decidirán la suerte de la clase obrera mundial en el nuevo milenio.

Notas:

1. Andre Gorz , "Metamorfosis del trabajo".
2. Toni Negri, "Fin de siglo".
3. K. Marx y F. Engels, "El Manifiesto Comunista".
4. F. Engels, "La situación de la clase obrera en Inglaterra".
5. "Al lugar de los antiguos patronos y trabajadores pasaron grandes
capitalistas y obreros, y estos últimos no tenían nunca la perspectiva de
elevarse sobre su clase; los oficios fueron ejercidos como en las fábricas, la
división del trabajo fue rigurosamente aplicada y los pequeños patrones, que no
podían competir con los grandes, fueron empujados a la clase proletaria. Al
mismo tiempo, con la supresión del artesanado, hasta entonces existente por la
diferenciación de la pequeñoburguesía, le fue quitada al obrero toda posibilidad
de volverse él mismo burgués. Hasta entonces había tenido siempre la perspectiva
de asentarse en cualquier lugar como patrón estable y tomar, a su vez, con el
tiempo, otros trabajadores, pero ahora, cuando los mismos patrones eran
arrojados por los fabricantes, cuando para el ejercicio independiente de un
trabajo eran necesarios grandes capitales, el proletariado llega a constituir,
por primera vez, una verdadera clase, una clase fija de la población, mientras
que antes había sido, a menudo, solamente un tránsito hacia la burguesía. El que
ahora nacía trabajador no tenía ninguna otra perspectiva que seguir siéndolo
toda la vida. Por primera vez el proletariado estuvo entonces en condición de
moverse independientemente"- F. Engels, "La situación de la clase obrera en
Inglaterra".
6. K. Marx, "Crítica al Programa de Gotha".
7. Idem.
8. Citado en R. Castel, idem.
9. Así E. Hobsbawm señala la importancia "del desempleo estructural y cíclico"
en el inicio de la industrialización y precisa que, "en ciertos momentos como el
de la crisis de los años 1841-42, más de la mitad de los obreros de las
industrias inglesas podían verse privados del trabajo" ("Inglaterra, revolución
industrial y vida material de las clases populares").
10. Saint Marc Girardin, "Journal des debats", 8 de diciembre de 1831, citado
por E. Hobsbawm, "La era de las revoluciones".
11. Sobre la formación como clase independiente, desde el punto de vista de sus
intereses de clase en el plano de la organización y el programa de la clase
obrera tanto en el siglo XIX como XX, vease Estrategia Internacional n° 10.
12. Carta de Engels a Marx, 7-10-1858. "Correspondencia Marx- Engels".
13. Lenin, "El imperialismo, etapa superior del capitalismo".
14. Lenin, "Bajo una bandera ajena"- OC t. XXII (1914-15, pag. 245-246).
15. Lenin, "La bancarrota de la Segunda Internacional"- OC t. XXII (1914-15,
pag. 339).
16. Lenin, "La bancarrota de la Segunda Internacional"- OC t. XXII (1914-15,
pag. 339).
17. Lenin, "Cómo la policía y los reaccionarios protegen la unidad de la
socialdemocracia alemana"- OC t. XXII (1914-15, pag. 223).
18. Lenin, "Cómo la policía y los reaccionarios protegen la unidad de la
socialdemocracia alemana"- OC t. XXII (1914-15, pag. 223).
19. Lenin, "Tesis para el Segundo Congreso de la Internacional Comunista"- OC
t. XXXIII (1920, pag. 299)
20. Lenin, "Segundo Congreso de la Internacional Comunista"- OC t. XXXIII
(1920, pag. 354).
21. Lenin "El socialchauvinismo la culminación del oportunismo"- OC t. XXII
(1914-15, pag. 414-415).
22. Lenin "Engels y Marx acerca de los obreros ingleses"- "Cuadernos sobre el
imperialismo"- OC t. XLIV (1920).
23. Lenin, "Segundo Congreso de la Internacional Comunista"- OC t. XXXIII
(1920, pag. 354).
24. Lenin "Qué hacer ahora"- OC t. XXII (1914-15, pag. 203-205).
25. Lenin, "Guerra de clases en Dublin"- OC t.XIX (1912-13, pag. 83).
26. Lenin, Carta a Harry Quelch- OC t. XIX (1912-13, pag. 121).
27. Lenin, "El Congreso Socialista Internacional de Suttgart"- OC t. XIII
(1907-1908).
28. Lenin "En Norteamerica" -OC t. XIX (1912-13, pag. 14-15).
29. Lenin "Las clases y los partidos en Rusia"- OC t. XIX (1912-13, pag. 424).
30. Lenin "El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo"- OC t. XXXIII
(1920, pag. 156).
31. Trotsky, "Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista" en
"Escritos Latinoamericanos de León Trotsky". C.E.I.P.
32. León Trotsky, "Sobre Europa y Estados Unidos".
33. León Trotsky, "Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista".
34. E. Hobsbawm, "Historia del siglo XX".
35. "Todos los problemas que habían afligido al capitalismo en la era de las
catástrofes parecieron disolverse y desaparecer. El ciclo terrible e inevitable
de expansión y recesión, tan desvastador entre guerras, se convirtió en una
sucesión de leves oscilaciones gracias- o eso creían los economistas keynesianos
que ahora asesoraban a los gobiernos- a su inteligente gestión macroeconómica.
¿Desempleo masivo? ¿Dónde estaba, en Occidente en los años sesenta, si Europa
tenía un paro medio de 1,5% y Japón un 1,3%? Solo en Norteamérica no se había
eliminado aún. ¿Pobreza? Pues claro que la mayor parte de la humanidad seguía
siendo pobre, pero en los viejos centros obreros industriales ¿qué sentido
podían tener las palabras de la Internacional’arriba parias de la tierra’ para
unos trabajadores que tenían su propio coche y pasaban vacaciones pagadas
anuales en las playas de España? Y si las cosas se les torcían ¿ no les
otorgaría el estado de bienestar cada vez más amplio y generoso una protección
antes inimaginable, contra la enfermedad...? Los ingresos de los trabajadores
aumentaban año tras año en forma casi automática ... La gama de bienes y
servicios que ofrecía el sistema productivo y que les resultaba asequible
convirtió lo que había sido un lujo en productos de consumo diario, y esa gama
se ampliaba un año tras otro" .La pertenencia de Hobsbawm al Partido Comunista y
su adaptación a la aristocracia obrera le hace pintar esta visión "celestial"
del boom olvidándose nada menos que no sólo "la mayor parte de la humanidad
seguía siendo pobre" sino que, en los países centrales, existía una
superexplotación de trabajadores inmigrantes que no gozaron de ninguno de los
"beneficios" del boom.
36. Distintos intelectuales lo conceptualizarían, como Toni Negri y su "obrero
masa" o Andre Gorz y su "utopía del trabajo".
37. K. Marx, "El Capital", tI cap. XIII "Maquinismo y gran industria".
38. C. Katz "Tecnología y trabajo en la economía contemporánea".
39. Idem.
40. Robert Castell plantea que la "taylorización" no fue "una operación
homogénea lanzada a la conquista del mundo obrero. Su implantación fue lenta y
circunscripta a sedes industriales muy particulares: antes de la Primera Guerra
Mundial, solo el 1% de la población industrial francesa había sido afectada por
esta innovación norteamericana ... Finalmente, estos métodos desbordarán de las
sedes industriales que evoca el ‘taylorismo’ para implantarse en las oficinas,
los grandes almacenes, el ‘sector terciario’. De modo que, más bien que de
‘taylorismo’, sería preferible hablar del establecimiento de una dimensión nueva
de la relación salarial, caracterizada por la racionalización máxima del proceso
de trabajo, el encadenamiento sincronizado de las tareas, una separación
estricta entre el tiempo de trabajo y el de no trabajo; el conjunto permitía el
desarrollo de la producción en masa. En tal sentido, es exacto que este modo de
organización del trabajo regido por la búsqueda de la productividad máxima, por
el control riguroso de las operaciones, fue un componente esencial de la
constitución salarial moderna". Op. Cit.
41. J Hirsch, "Fordismo y posfordismo. La crisis social actual y sus
consecuencias". Al análisis del proceso de trabajo exclusivamente, los
regulacionistas añaden su preocupación por cómo mantener el orden social vigente
contraponiendo teóricamente formas más "civilizadas" a formas "salvajes" de
explotación.
42. Trotsky, "Los cinco primeros años de la Internacional Comunista".
43. Ver Estrategia Internacional n° 7.
44. C. Katz, idem.
45. Ver EI n° 7
46. Muto Ichiyo, "Toyotismo".
47. En un estudio sobre la aplicación de estos cambios organizacionales en el
proceso de trabajo en una multinacional en un país semicolonial, en un documento
de circulación interna de la empresa se da como justificativo para exigir de los
obreros un compromiso total con la "exigencia de calidad", los siguientes
motivos: " ‘La satisfacción del cliente es la medida del éxito’. Entre los
‘objetivos y desafíos’ figuran el logro de un ‘menor costo y mayor calidad’ y la
‘satisfacción del cliente mayor al 90%’ (sic). Entre los ‘principios
fundamentales del éxito de calidad’ se cuenta el siguiente: ‘Cada empleado es un
cliente respecto del trabajo realizado por otro empleador o proveedor, con el
derecho de esperar un buen trabajo de otros y el deber de contribuir con trabajo
de alto nivel para quienes, a su vez, son sus clientes’. Aparecen en esta cita
los dos objetivos de toda política empresaria en pro de una mayor calidad:
autoexigencia para cada obrero por separado, y competencia para el conjunto. Es
notable además, que el capital intente imponer en las relaciones de producción
actitudes y valores que caracterizan a las relaciones de intercambio"-"Cambios
en el proceso de trabajo en la industria argentina actual: el caso de la
industria automotriz", Fabían Fernandez, PIMSA; Documentos y Comunicaciones
1998.
48. Las posiciones de Toni Negri sobre las posibilidades para los trabajadores
que traen asociadas los cambios en el proceso de trabajo contrastan con esta
realidad tal como analizamos, lo que demuestra el carácter utópico y
reaccionario de su posición. : " ‘La intelectualidad de masas’- que engloba a
todas y todos aquellos que, sean trabajadores, desempleados o precarios,
detentan el conjunto de competencias y de capacidades más comunes (interpretar,
comunicar, imaginar, anticipar...) que el proceso de producción posfordista pone
en obra estaría lista para autoconstituirse en poder alternativo, porque ‘el
proceso de producción de subjetividad, es decir el proceso de producción a secas
(¡!), se constituye ‘fuera de la relación con el capital, en el ‘seno’ de los
procesos constitutivos de la intelectualidad de masas, es decir en la
subjetivización del trabajo’. El proceso social de producción engendra al sujeto
colectivo de poder alternativo (dicho de otra manera: el sujeto de la revolución
comunista proletaria)." (La cita es extraída del último libro de Andre Gorz.)
Como vemos, los teóricos de la autogestión en los ‘70 o de la autonomía en los
‘90, buscan atajos cada vez más utópicos, fantasiosos, verdaderos inventos de la
realidad virtual, y por lo tanto cada vez más reaccionario y embellecedor por
"izquierda", "radicalizado", de la mayor superexplotación asociado al llamado
posfordismo, para superar la verdadera dificultad de la liberación de los
trabajadores del capital, que solo puede ser conseguida mediante la revolución
proletaria y la destrucción del estado burgués. A su vez, esta huida hacia
delante rehuye a la tarea concreta de luchar contra las burocracias obreras.
49. "Management by stress", Technology Review, Oct 1988, citado por Rifkin "El
fin del trabajo".
50. Datos extraídos de Andre Gorz, "Miserias del presente, riqueza de lo
posible".
51. Katz, ídem.
52. El ejemplo de una de las ramas de punta del capitalismo, tanto en términos
de inversión, de alta concentración, de importante inversión tecnológica, y su
carácter transnacionalizado, como es la rama automotriz, sintetiza muchos de los
cambios que hemos planteado a lo largo de este artículo: "a) Crece el empleo a
nivel absoluto en la rama a nivel mundial; b) Hay una tendencia relativamente
creciente a reubicar las actividades industriales que exigen una densidad
elevada de mano de obra en los países de salarios más bajos; c) No crece el
empleo en la rama o lo hace de manera muy atenuada en los países capitalistas
centrales; d) Aumenta la cantidad absoluta y relativa de mujeres en la
producción; e) Hay más trabajadores temporarios, tanto en términos absolutos
como relativos con respecto al conjunto de trabajadores ocupados en la rama; f)
La proporción de trabajadoras temporarias femeninas es mayor que trabajadores
temporarios masculinos para el conjunto de la rama; g) La disparidad entre
salarios masculinos y femeninos se mantiene o tiende a incrementarse; h) Bajan
los salarios reales en los países de ingresos más altos, especialmente entre los
trabajadores poco calificados; i) Se reduce la jornada laboral en algunos países
de ingresos más elevados, como en Alemania; j) Se incrementan los horarios
efectivos de trabajo en los países de ingresos más bajos; k) Hay un importante
aumento del empleo en las áreas de comercialización; l) Se achican las
diferencias entre los trabajadores peor pagos de los países capitalistas
centrales y los mejor pagos de los países capitalistas dependientes"- "Cambios
en el proceso de producción en la rama automotriz a escala mundial. Notas
introductorias para su descripción", Roberto Tarditti, PIMSA, idem.
53. Datos extraídos de la Oficina de Estadísticas del Gobierno de Estados
Unidos.
54. Ya Marx, en contra de Adam Smith, señalaba que los transportes forman parte
de la producción material: "Además de la industria extractiva, la agricultura y
la manufactura, existe una cuarta esfera de la producción material que también
pasa por las diferentes etapas de industria artesanal, manufactura e industria
mecánica; se trata de la industria del transporte que traslada personas o
mercancías". "Teorías sobre la Plusvalía".
55. También era impensable que los trabajadores de hospitales pudieran jugar en
esos años un rol combativo siendo hoy día uno de los sectores, tanto en los
países imperialistas como semicoloniales, de mayor participación huelguística.
56. Kim Moody "The industrial working class today: why it still matter or does
it?"
57. Blackwell, 1992.
58. Kin Moody, idem.


Un programa revolucionario para un sujeto revolucionario

Hemos planteado en los artículos precedentes que el resultado lógico de la
acumulación capitalista lleva a una reducción del tiempo de trabajo,
reemplazando trabajo vivo por trabajo muerto, y que a medida que la gran
industria, y más aún la industria capitalista a fines del siglo XX, abarca cada
vez más áreas de la sociedad, el proceso de producción está cada vez más
determinado por el avance general de la ciencia y del progreso de la tecnología.
O en otras palabras, que es cada vez menos dependiente del tiempo de trabajo
inmediato empleado en la producción. Esta es la significancia histórica de los
últimos avances tecnológicos, en especial la robótica, cuyo potencial liberador
permitiría reducir cualitativamente el tiempo de trabajo necesario, aumentando,
masivamente, el tiempo libre o para el ocio. Sin embargo, como hemos planteado a
lo largo de este texto, la introducción de la técnica en el capitalismo, incluso
la orientación de los mismos avances científicos, no tiene un carácter neutro.
La misma es orientada y determinada por la valorización del capital, lo que, en
manos de la burguesía, convierte a la tecnología y la ciencia en fuentes de
mayor opresión de la sociedad capitalista y no en fuentes de liberación del
"reino de la necesidad".

Cuanto mayores son las potencialidades de esta liberación, volvemos a repetir,
como podría ser con la generalización de la robótica o las maravillas de
internet, o de la organización de la producción que las mismas permiten en
escala mundial, más agudamente resalta y se pone de manifiesto el carácter cada
vez más irracional de la producción capitalista. Como decía Marx: "El robo del
tiempo de trabajo ajeno, sobre el cual se funda la riqueza actual, aparece como
una base miserable comparado con este fundamento, recién desarrollado creado por
la gran industria misma". Si esto fue dicho como brillante anticipación, hace
casi ciento cincuenta años, cuando el desarrollo de la gran industria en la
época de Marx era todavía muy incipiente, cuán miserable se convierte la
apropiación privada de la producción cada vez más socializada a fines del siglo
XX, lo que muestra el carácter cada vez más parasitario e irracional del modo de
producción capitalista y es la muestra más contundente de su decadencia o que ha
dejado de ser un sistema de producción que desarrolla las fuerzas productivas.

Cuán diferente sería la cuestión en un régimen sin clases, en donde la
apropiación por los mismos productores, significaría por el contrario una
reducción progresiva del tiempo de trabajo, y con ello, una liquidación de la
división social del trabajo entre productores y administradores, y entre trabajo
manual e intelectual, típica de toda sociedad de clases. Esto lo describió Marx
en forma brillante en los Grundrisse: "La creación de mucho disposable time
(tiempo libre disponible)- aparte el tiempo de trabajo necesario-, para la
sociedad en general y para cada miembro de la misma (esto es, margen para el
desarrollo de todas las fuerzas productivas del individuo y por ende también de
la sociedad), esta creación de tiempo de no-trabajo, se presenta desde el punto
de vista del capital, al igual que en todos los estadios precedentes, como
tiempo de no-trabajo o tiempo libre para algunos... Su tendencia empero, es
siempre por un lado la de crear disposable time, por otro, la de to convert it
into surplus labor (convertirlo en plustrabajo). Si logra lo primero demasiado
bien experimenta una sobreproducción y entonces se interrumpirá el trabajo
necesario, porque el capital no puede valorizar surplus labor (plustrabajo).
Cuanto más se desarrolla esta contradicción, tanto más evidente se hace que el
crecimiento de las fuerzas productivas ya no puede estar ligado a la apropiación
del surplus labor ajeno, sino que la masa obrera misma debe apropiarse de su
plustrabajo. Una vez que lo haga- y con ello el disposable time cesará de tener
una existencia antitética-, por una parte, el tiempo de trabajo necesario
encontrará su medida en las necesidades del invididuo social, y por otra el
desarrollo de la fuerza productiva social será tan rápido que, aunque ahora la
producción se calcula en función de la riqueza común, crecerá el disposable time
de todos. Ya que la riqueza real es la fuerza productiva desarrollada de todos
los individuos"1. Y en el mismo sentido: "La economía efectiva- ahora- consiste
en el ahorro del tiempo de trabajo; (minimizar-y reducción al mínimo- de los
costos de producción); pero este ahorro se identifica con el desarrollo de la
fuerza productiva. En modo alguno, pues, abstinencia del disfrute sino
desarrollo de power (poder), de capacidades para la producción, y, por ende,
tanto de las capacidades como de los medios de disfrute. La capacidad de
disfrute es una condición para este, por tanto, primer medio del disfrute, y
esta capacidad equivale al desarrollo de una aptitud individual, fuerza
productiva. El ahorro del tiempo de trabajo corre parejo con el aumento del
tiempo libre, o sea, tiempo para el desarrollo pleno del individuo,
desenvolvimiento que a su vez reactúa como máxima fuerza productiva sobre la
fuerza productiva del trabajo. El tiempo libre- que tanto es tiempo para el ocio
como tiempo para actividades superiores- ha transformado a su poseedor,
naturalmente en otro sujeto, en cuanto entra entonces también, en cuanto ese
otro sujeto en el proceso inmediato de la producción"2.

La agudización de la contradicción entre las potencialidades liberadoras de las
nuevas tecnologías para el desarrollo del trabajo humano y su encorsetamiento en
las relaciones de producción capitalista, plantean más que nunca no solo la
posibilidad sino la necesidad de la revolución socialista internacional como
única salida progresiva para la humanidad. Esta es la única vía para superar la
cada vez más miserable base de la producción actual basada en el robo del tiempo
de trabajo ajeno, que de no triunfar, condenará a la humanidad a nuevas guerras
y catástrofes.

Sólo la revolución socialista internacional puede impedir la perspectiva de
creciente descomposición y destrucción de las fuerzas productivas a través de
nuevos cracks y depresiones, incluso a través de guerras, sin descartar nuevas
conflagraciones imperialistas.

Frente a la cada vez mayor irracionalidad capitalista, se hace cada vez más
necesaria la organización de la producción sobre un plan racional. Sólo un
régimen de productores y consumidores que base la asignación de recursos en un
plan científico y racional democráticamente discutido y elaborado, puede augurar
un destino progresivo a la humanidad y utilizar los enormes avances científicos
y tecnológicos para liberar a la humanidad de la compulsión del trabajo. Este
régimen tiene nombre y apellido: el socialismo, su método, la revolución
socialista internacional.

Contra tanta estupidez que ya sea por razones histórico-políticas (fracaso de
los llamados regímenes "comunistas", o en términos marxistas, la utilización
ideológica por la burguesía de la debacle de la utopía reaccionaria de la
construcción socialista en un solo país), o catastrofistas tecnológicos que dan
por muerto al proletariado y a su programa la revolución socialista
internacional, esta perspectiva sigue siendo la única alternativa realista.

El reparto de las horas de trabajo: una medida transicional a la irracionalidad
de la producción capitalista
Hemos planteado cómo con el capital los avances científicos y tecnológicos,
lejos de permitir una disminución de la carga del trabajo, significan un aumento
del mismo. Esta cuestión no solo es irracional, sino que también es
antieconómica ya que, el aumento de la densidad de máquinas, significa una mayor
tensión en el trabajo que debe ir compensada con una reducción en la jornada de
trabajo. El mismo Marx lo plantea de la siguiente manera: "En un punto
determinado (el trabajo) debe perder en intensidad lo que gana en extensión.
Pero la misma relación se establece igualmente en el sentido inverso. Reemplazar
la cantidad por el grado no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se
manifiesta, hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: cuando por
ejemplo, aparece como físicamente imposible para el obrero proporcionar durante
doce horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas
y media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo
resulta de una mayor condensación del trabajo, que incluye una mayor intensidad,
una mayor tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico. Con
el aumento de los dos factores- velocidad y amplitud masa de las máquinas- se
llega necesariamente a una encrucijada, en la que la intensidad y la extensión
del trabajo ya no pueden crecer simultáneamente, en la que el aumento de una
excluye necesariamente el de la otra"3.

La economía burguesa actual, siguiendo como la sombra al cuerpo las crecientes
dificultades de acumulación del capital, por razones de clase jamás podrá
entender esto. Su búsqueda de mayor productividad aumentando hasta límites
intolerables la carga del trabajo, (cuestión que no ha sido otra que lo que
buscan con la flexibilidad laboral y la polivalencia), aunque en lo inmediato
aparece como un aumento de la productividad- menos obreros hacen el mismo
trabajo- redunda en el mediano plazo en una menor productividad del trabajo
tomado este no desde un ángulo "productivista". sino como fuerza productiva. Es
esta contradicción la que no pueden entender enceguecidos en su sed de aumentar
la valorización del capital, pero deprimiendo a mediano plazo, el valor de uso
para el capital de la fuerza de trabajo, única productora de valor y plusvalor.

Pero no se trata de razones económicas las que están en juego: la lucha por la
reducción del tiempo de trabajo es una medida indipensable para que la clase
obrera no sea convertida por las "usurpaciones tiránicas del capital" en una
"bestia de carga", "mejorando física, moral e intelectualmente a la clase
obrera" . Como dice Marx en su folleto "Salario, precio y ganancia": "Al
esforzarse por reducir la jornada de trabajo a su antigua duración razonable, o,
allí donde no pueden arrancar una fijación legal de la jornada normal de
trabajo, por contrarrestar el trabajo excesivo mediante una subida de salarios-
subida que no basta con que esté en proporción con el tiempo adicional que se
les estruja, sino que debe estar en una proporción mayor, los obreros no hacen
más que cumplir con un deber para consigo mismos y para con su raza. Se limitan
a refrenar las usurpaciones tiránicas del capital. El tiempo es el espacio en el
que se desarrolla el hombre. El hombre que no dispone de ningún tiempo libre,
cuya vida, prescindiendo de las interrupciones puramente físicas del sueño, la
comida, etc, está toda ella absorbida por su trabajo para el capitalista, es
menos todavía que una bestia de carga. Físicamente destrozado y espiritualmente
embrutecido, es una simple máquina para producir riqueza ajena". Y en los
Manuscritos de 1861-63 agrega: "Así, se crea también tiempo libre para los
trabajadores, y la intensidad de un trabajo determinado no suprime la
posibilidad de una actividad en otra dirección (de otro contenido) que puede por
el contrario aparecer como un descanso (recuperación de las fuerzas) y tener
este efecto. De ahí las consecuencias excepcionalmente ventajosas que este
proceso (la reducción de la jornada normal de trabajo) ejerce - considerado
desde un punto de vista estadístico- sobre la mejora física moral e intelectual
de la clase obrera". Como vemos, lejos de un humanismo en general, o un
individualismo pequeñoburgués, tan común en las posiciones de los intelectuales
reformistas, la lucha por la reducción de la jornada de trabajo está
indisolublemente ligada a la lucha contra la explotación, y por convertir a la
clase obrera en sujeto de la revolución socialista.

Pero el proletariado sólo puede lograr esto mediante su lucha. A fines del siglo
XX la burguesía condena más y más a los trabajadores a convertirse cada vez más
en meras "bestias de carga", por medio de una ofensiva redoblada sobre sus
conquistas, obtenidas luego de enormes esfuerzos y sacrificios de la lucha de la
clase obrera mundial.

Las imágenes del capitalismo del siglo XIX y su enorme pauperización de las
condiciones de la vida obrera, vuelven a reaparecer en toda su magnitud al lado
de los maravillosos adelantos de la técnica. Es que a pesar de que el trabajo
históricamente está cada vez más determinado por el desarrollo de la ciencia y
de la tecnología incorporada a la producción (trabajo muerto) que por el trabajo
vivo, el capital necesita siempre una fuente cada vez mayor de valorización, de
robo de trabajo ajeno. Así, a fines del siglo XX, se combinan junto a los
adelantos tecnológicos, el aumento en la intensidad del trabajo, el crecimiento
de la jornada laboral, un mayor número de horas trabajadas, la mayor
precarización del empleo y un aumento descomunal de la desocupación. El capital
sólo puede sobrevivir a costa de superexplotar a la clase obrera, rebajando
sistemáticamente sus condiciones de reproducción, mientras arroja a decenas de
millones a la desocupación, demostrando así que ni siquiera es capaz de mantener
y reproducir a sus propios esclavos asalariados. Esto es sin lugar a dudas una
muestra más de que el capital debe perecer.

Por eso, en la época imperialista, agudizada actualmente por el salto en la
crisis de acumulación del capital, la lucha por la disminución de la jornada de
trabajo o el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles,
se transforma, a diferencia del siglo XIX, en donde el capital todavía
desarrollaba las fuerzas productivas, en una cuestión de vida o muerte para la
clase obrera como única clase que puede dar una salida progresiva a la
decadencia de la sociedad capitalista. Esta prioridad social imperativa no debe
ser subordinada a ninguna razón económica, llámese "competitividad" o
"rentabilidad de la empresa". Como dice Trotsky en el Programa de Transición:
"Bajo pena de entregarse voluntariamente a la degeneración, el proletariado no
puede tolerar la transformación de una multitud creciente de obreros en
desocupados crónicos, en menesterosos que viven de las migajas de una sociedad
en descomposición. El derecho al trabajo es el único derecho que tiene el obrero
en una sociedad fundada sobre la explotación. No obstante se le quita ese
derecho a cada instante. Contra la desocupación tanto de "estructura" como de
"coyuntura" es preciso lanzar la consigna de la escala móvil de las horas de
trabajo. Los sindicatos y otras organizaciones de masas deben ligar a aquellos
que tienen trabajo con los que carecen de él por medio de los compromisos mutuos
de la solidaridad. El trabajo existente es repartido entre todas las manos
obreras existentes y así es como se determina la duración de la semana de
trabajo. El salario de cada obrero permanece igual al de la antigua semana de
trabajo. El salario, con un mínimo estrictamente asegurado sigue el movimiento
de los precios. No es posible aceptar ningún otro programa para el actual
período de transición ... Se trata de preservar al proletariado de la
decadencia, de la desmoralización y de la ruina. Se trata de la vida y de la
muerte de la unica clase creadora y progresiva y, por eso mismo, del porvenir de
la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones
que surgen de los males por él mismo engendrados, no le queda otra cosa que
morir".

Frente al agudizamiento de la crisis económica actual, que ya llevó a la
desocupación a decenas de millones de trabajadores en sus dos años de
desarrollo, y que amenaza con muchos más, sin que pueda descartarse, incluso,
una depresión económica como la del ‘30 (que en la situación actual será veinte
veces peor, debido a que se parte de una base muy alta de desocupados), el
proletariado debe plantear bien alto su bandera.

En primer lugar, se trata de impedir que los nuevos despedidos sean dejados a su
suerte por la patronal. Recordemos lo que decía la Internacional Comunista: "La
primera tarea que es preciso proponer a los obreros y a los comités de fábrica
es la de exigir el mantenimiento, a cuenta de la empresa, de los obreros
despedidos por falta de trabajo. En ningún caso se tolerará que los obreros sean
arrojados a la calle sin que la empresa se ocupe de ellos. El patrón debe pagar
a sus desocupados su salario completo. He aquí la exigencia alrededor de la cual
hay que organizar no solamente a los desocupados sino también a los obreros que
trabajan en la empresa, explicándoles al mismo tiempo que el problema de la
desocupación no puede ser resuelto en el marco capitalista y que el mejor
remedio contra la desocupación es la revolución social y la dictadura del
proletariado"4. Desde este ángulo, se trata de levantar un programa
transicional, partiendo de medidas mínimas tales como la lucha contra los
despidos, un seguro de desempleo inmediato para todos los trabajadores en paro
forzoso y otras, articuladas con medidas transicionales como el reparto de las
horas de trabajo como el comienzo de un programa del proletariado si éste no
quiere cargar el enorme peso de la crisis.

Este programa se plantea como el punto de partida para lograr el frente único de
las masas proletarias frente a la ofensiva capitalista, contra la política de
dividir las filas obreras, avalada por las direcciones oficiales del movimiento
obrero.

En este marco, la consigna de abolición del secreto comercial y el control
obrero de la producción juega un papel clave. En momentos de agudizamiento de la
crisis capitalista, esta consigna puede jugar un rol central como política
transicional antes que el conjunto de la clase haya comprendido la necesidad de
la revolución socialista. Como dice Trotsky: "Bajo la influencia de la crisis,
el desempleo y las manipulaciones predatorias de los capitalistas, la clase
obrera en su mayoría podría estar lista para luchar por la abolición del secreto
comercial y por el control sobre los bancos, el comercio y la producción antes
de que haya llegado a comprender la necesidad de la conquista revolucionaria del
poder".

En condiciones de crisis económica aguda o de agravamiento de la crisis
económica estructural del capitalismo, aunque todavía no haya emergido a escena
el movimiento de masas, la consigna de control obrero juega un rol fundamental.
Es que, como explica Trotsky, preparar al proletariado para una contraofensiva
"requiere consignas que determinen la perspectiva del movimiento. El período de
propaganda tiene que preceder inevitablemente a la penetración de la consigna en
las masas"5. En una situación de enorme desocupación como era el caso de
Alemania en los ‘30, Trotsky mostraba el enorme rol transicional de esta
consigna como puente para lograr la movilización revolucionaria de las masas
hacia la revolución proletaria: "El control de la producción en Alemania
contemporánea en las condiciones de la crisis actual, significa no solamente el
control sobre las empresas que funcionan, sino también de las que funcionan a
medias, o de las que permanecen inactivas. Esto presupone, como es natural, la
asociación en el control de los obreros que trabajaban en las empresas antes de
que se cerrasen. La tarea debe ser la siguiente: hacer funcionar las empresas
muertas, bajo la dirección de comités de fábrica y sobre la base de un plan
económico. Esto hace surgir inmediatamente la cuestión de la gestión estatal de
la producción, es decir, de la expropiación de los capitalistas por el gobierno
obrero. El control obrero no es, por lo tanto, un estado durable, normal como
son los contratos colectivos o los seguros sociales. El control es una medida
transitoria en condiciones de una tensión extrema de la lucha de clases y solo
es concebible como un puente hacia la nacionalización revolucionaria de la
industria".

La aplicación de cualquiera de estas medidas no depende de la buena voluntad de
los capitalistas sino de la relación de fuerzas que solo puede ser resuelta por
la lucha. Sobre la base de ésta, cualquiera que sean los éxitos prácticos
inmediatos, los obreros comprenderán la necesidad de abolir el trabajo
asalariado al mismo tiempo que constituirán un verdadero aprendizaje para los
explotados y oprimidos de cómo es posible planificar sobre bases racionales el
conjunto de la economía nacional, cuestión que será lograda mediante la
expropiación de la industria, la nacionalización de la banca y el monopolio del
comercio exterior, que solo se podrán garantizar quebrando la resistencia de la
burguesía y su estado, y conquistando el poder político por los trabajadores: es
decir en una dictadura del proletariado basada en los soviets armados.
De la negativa de la burguesía al reparto de las horas de trabajo...

La burguesía es enemiga irreconciliable de la disminución de la jornada laboral.
Es que, como plantea Marx, tal medida fortalecería "física, moral e
intelectualmente" su enemigo mortal, el proletariado. Toda conquista obrera
desde las más mínimas, hasta las más avanzadas, fue subproducto de la acción
revolucionaria de las masas. La burguesía jamás concederá gratuitamente ni
consentirá en la disminución de la jornada de trabajo.

El caso del gobierno Roosevelt en el medio de la Gran Depresión que se
desarrolló luego del crack del ‘29 es ilustrativo. En cuatro años, la
desocupación creció en forma descomunal. En octubre de 1929 menos de un millón
de personas se hallaban desocupadas. En diciembre de 1931, eran más de diez
millones de norteamericanos los desempleados. Seis meses más tarde se elevaba a
trece millones. En el pico de la depresión, en marzo de 1933, la cifra se elevó
hasta quince millones de personas. Así como ahora, una enorme cantidad de
economistas culpó a la "revolución tecnológica" de los años ‘20 de ser causante
de la depresión. La enorme catástrofe social provocó millones de hambrientos.
Las marchas de hambrientos sacudían los Estados Unidos, como la que alcanzó la
ciudad de Washington. La enorme presión llevó a que los dirigentes de la AFL
(Federación Americana del Trabajo), argumentaran que si la nación quería evitar
la extensión de esta situación y el aumento de los desocupados era necesario que
la comunidad empresarial compartiese sus ganancias en productividad con los
trabajadores en forma de reducción en las horas de trabajo. El 20 de Junio de
1932, el Comité Ejecutivo de la AFL le exige al presidente Hoover la
convocatoria de una conferencia de líderes empresariales y sindicales para poner
en marcha la semana de 34 horas con el fin de "crear oportunidades de trabajo
para millones de hombres y mujeres desempleados". Algunas empresas como la
Kellogg’s, Sears Roebuck, Standard Oil de New Jersey, recortaron de forma
voluntaria sus semanas laborales hasta dejarlas en treinta horas. Rifkin relata
en su libro que:"la dirección de Kellogg’s argumentaba que sus trabajadores
debían poder beneficiarse de los incrementos en productividad disfrutando de
semanas laborales más cortas y salarios más altos. La empresa produjo informes
en los que se demostraba que la reducción de las horas de trabajo mejoraba el
entusiasmo y la eficacia en el mismo. En 1935 la empresa publicó un detallado
estudio en el que se mostraba que después de "cinco años trabajando seis horas
al día, los costos unitarios estructurales (o generales) se habían reducido en
un 25% ... los costes de mano de obra se habían reducido en un 10% ... los
accidentes laborales habían disminuído en un 41% ... y el número de personas
trabajando en Kellogg’s se había incrementado en un 30% respecto a 1929"6. Esta
política se fue extendiendo a otras fábricas. Algunos senadores comenzaron a
solicitar, incluso por radio, el apoyo a los americanos para una "enmienda de
treinta horas de trabajo por semana" prediciendo que su aplicación conduciría a
la inmediata creación de más de 6,5 millones de puestos de trabajo (enmienda
Black). Para sorpresa generalizada del país, el día 6 de Abril el Senado aceptó
dicha enmienda obligando a toda empresa con negocios interestatales y con el
extranjero a una semana de 34 horas. Labor, una publicación sindicalista publicó
un titular sensacional: "Gran victoria". La enmienda pasó a la Cámara de
Representantes en donde se pronosticaba una rápida aprobación. El país entero
creía que iba a ser el primero en trabajar 34 horas. "Pero la excitación en el
país iba a durar poco. El presidente Roosevelt- presionado por los principales
líderes empresariales del país- se movilizó rápidamente para bloquear el trámite
parlamentario. Mientras la Administración reconocía que una reducción en el
número de horas trabajadas generaría puestos de trabajo a corto plazo y
dispararía el poder adquisitivo, a Roosevelt le preocupaba que tuviera un
impacto negativo a largo plazo, por lo que frenó el crecimiento ... La comunidad
empresarial, a pesar de estar a favor de las estrategias a corto plazo para la
reducción en el número de las horas trabajadas, se oponía a la legislación
federal que hubiese institucionalizado una semana de 34 horas y, la hubiese
convertido en una característica permanente de la economía americana". La
dirección de la AFL capituló a esta política de Roosevelt a cambio de mantener
la prerrogativa sobre la negociación colectiva que Roosevelt promulgó.

Este ejemplo, que hemos contado extensamente, ya que se trataba del país más
rico del mundo y con mayor productividad, es elocuente de la oposición
irreconciliable de la burguesía a la institucionalización de una reducción de la
jornada laboral. Los motivos, como demuestra el ejemplo de Kellog’s, no son de
"racionalidad económica" (argumento tantas veces utilizado por la burguesía para
despedir), ni que no vieran las ventajas inmediatas de tal medida, sino que
aceptar una reducción de la jornada de trabajo, liquida o disminuye
cualitativamente la principal arma que tiene la burguesía (en tiempos normales
cuando todavía no se ve decidida a acudir al fascismo), para reducir o deprimir
el valor de la fuerza de trabajo, y por tanto aumentar la explotación: el
ejército industrial de reserva. Con artera conciencia de clase, el capital más
concentrado era conciente de que una medida de este tipo no sólo cuestionaría a
mediano plazo sus ganancias sino que, lo peor de todo, fortalecería a su enemigo
de clase. La breve recuperación coyuntural del empleo a mediados de los ‘30 fue
una muestra de esto: luego de luchas heroicas de resistencia como la de los
teamsters de Minneapolis o las automotrices de Toledo, con la recuperación
económica coyuntural se generalizaría una oleada de huelgas en Estados Unidos
que llevaría a la conformación de la CIO (Congreso de Organizaciones
Industriales).

Hoy, en el medio de la agudización de la crisis de acumulación capitalista, y
cuando el desempleo se ha transformado en un problema estructural y crónico,
esperar que la burguesía y sus gobiernos reduzcan voluntariamente la jornada de
trabajo, es no sólo el peor de los reformismos, sino utópico y reaccionario. El
caso francés donde el gobierno de Jospin ha aprobado una ley en este sentido, es
una total farsa que va ligada a la introducción de la flexibilidad laboral y a
una disminución del salario, a parte de que la misma queda sujeta a una serie de
resguardos en su aplicación a disposición de la patronal. El mismo Jospin se
encargó de mostrar el carácter propatronal de la misma cuando dijo: "Si la
semana de 35 horas fuera establecida inmediatamente y pagada como si fuera de 39
horas, representaría un costo inaceptable para las empresas y por ende, sería
una decisión antieconómica". Una muestra del carácter estafador de esta
política, aprobada en Junio de 1998, en un primer balance hecho a fines de
Enero, festejado por la burocracia sindical de la CFDT, es que la reducción de
la jornada laboral al "estilo francés" ha permitido desde el año 1996, la
creación de sólo ... cincuenta y cuatro mil nuevos puestos de trabajo, y ha
evitado la destrucción de otros veinte y un mil. Como se ve, una miseria. Es
que, lejos de una "medida progresiva", encubre una política reaccionaria que
busca desviar el justo reclamo del conjunto de la clase obrera. Es que, como
hemos explicado a lo largo de todo este artículo, el desempleo no es
"tecnológico" ni "demográfico" ni "natural", sino que es un arma conciente de la
patronal para precarizar el empleo, flexibilizar el trabajo y reducir los
salarios. Creer que el capital cederá a este reclamo en una mesa de
negociaciones es negar el capitalismo, sus leyes de acumulación y creerse el
cuento (la mentira interesada) de los agentes a sueldo de la patronal, las
burocracias sindicales, socialdemócratas o neocomunistas de que es posible un
"capitalismo humanizado". Contra la guerra declarada del capital, sólo es
posible la lucha revolucionaria bajo un programa intransigente del proletariado
que comience con el reclamo del reparto de las horas de trabajo en su lucha
contra la explotación capitalista. No hay atajo reformista posible. Como dice
Trotsky: "Sobre la base de esta lucha, cualquiera que sean los éxitos prácticos
inmediatos, los obreros comprenderán, en la mejor forma, la necesidad de
liquidar la esclavitud capitalista"7.

... a la resignación de los intelectuales liberales y la izquierda reformista

La guerra declarada de la patronal sobre la clase obrera, la llamada "ofensiva
neoliberal", o en otras palabras, el intento de la patronal de reducir el valor
de la fuerza de trabajo sin recurrir a la guerra civil (fascismo) contra las
posiciones de la clase obrera, sino con el arma de la hiperdesocupación, que va
asociado a un debilitamiento de los sindicatos, y que sólo fue posible luego del
desvío-derrota del ascenso revolucionario del ‘68-’76, ha llevado a muchos
intelectuales liberales y a la izquierda reformista, a resignarse teórica y
políticamente a la misma. Incapaces de comprender que lejos de una "crisis del
trabajo" hay una crisis de la relación social que se basa en la explotación del
trabajo asalariado, esto es, una crisis de acumulación capitalista. Es así que
sus políticas combinan la aceptación de la "racionalidad económica" del capital
en la producción8 (renunciando conciente o inconcientemente a toda sociedad
superior), con una sarta de propuestas utópicas y reaccionarias que si no son
directamente propatronales, embellecen la ofensiva capitalista en el mejor de
los casos. Es necesario marcar a fuego estas políticas que pueden sembrar la
mayor confusión, sobre todo en el movimiento de desocupados, debido a la
situación de sin salida en que el mismo se ve como consecuencia no solo de la
crisis capitalista, sino de la política de las burocracias sindicales que
controlan los sindicatos que deja a aquel, el sector más pauperizado de la clase
obrera, librados a su suerte. Más aún, el peor crimen de esta política, es que
divide la lucha de ocupados y desocupados contra la ofensiva capitalista.

Así, Rifkin plantea como salida a la desocupación, lo que el denomina el "tercer
sector". Este "tercer sector", hasta el momento, fue "colocado en los márgenes
de la vida pública, apartado por el creciente dominio del mercado y de las
esferas del gobierno", y visto que el sector privado y público en cuanto a su
utilización de empleo vienen decayendo, plantea la "posibilidad de resucitar y
transformar el tercer sector y convertirlo en vehículo para la creación de una
interesante era posmercado". Frente a la disminución de las prestaciones
sociales del Estado, Rifkin plantea que "las organizaciones comunitarias y las
asociaciones sin ánimo de lucro asuman mayores responsabilidades para la
atención de las necesidades tradicionalmente atendidas por el gobierno", y
propone promulgar una legislación adecuada para proporcionar a los millones de
americanos desempleados un trabajo útil en servicios útiles del tercer sector, a
cambio de reducciones impositivas como salario o lo que el llama un "salario
social".

En otras palabras, esta política lejos de ser una salida para la desocupación es
cómplice del ataque a la reducción de las prestaciones sociales que busca la
ofensiva capitalista, creando una fuerza de trabajo barata que se haga cargo de
las mismas y aumentando la presión sobre el salario y el empleo de los
trabajadores del Estado. Es una medida claramente antiobrera que no por
casualidad fue rechazada abiertamente hasta por las organizaciones sindicales de
los empleados públicos en Estados Unidos dirigida por la burocracia de la
AFL-CIO. La historia sindical del movimiento obrero norteamericano está lleno de
ejemplos de luchas contra la utilización de trabajadores "voluntarios". Pero lo
más reaccionario de esta política es que la plantea como una "alternativa a los
pagos y beneficios de la asistencia pública, para los empleados permanentes
dispuestos a ser reeducados y empleados en el tercer sector". Es decir que
propone su política como alternativa de los subsidios al desempleo. La identidad
de esta política con la política neoliberal de liquidar o reducir el mismo, con
la excusa cínica de que el subsidio no genera el incentivo para que el
desocupado vuelva a trabajar, no es mera casualidad.

El "neoliberalismo social" de Rifkin, no es otra cosa que neoliberalismo. No por
casualidad, fue asesor de Clinton.
Gorz propone como variante lo que el llama "espacios de autoactividad". Como
ejemplos de estos últimos en su libro "Metamorfosis del Trabajo", plantea el
ejemplo de "los habitantes de un inmueble o de un barrio que en lugar de comprar
el pan caro en la panadería, se asocian para instalar un horno a leña y
fabricar, durante su tiempo libre, pan biológico"(sic). En su último libro,
retoma la idea de los "círculos de cooperación" que permita a la gente cambiar
directamente entre ellos prestaciones o productos, sobre la base no del dinero
clásico, sino sobre la base de una "moneda-trabajo" o "moneda-tiempo". Estos
círculos, "no abolen la moneda ni incluso el mercado; pero abolen el poder del
dinero, las ciegas leyes del mercado y su opacidad". Esta caricatura de
reformismo de Gorz, de conquistar "espacios de autoactividad" al margen del
mercado, es poco menos que ridículo. Cuando la lógica del capital penetra hasta
el último poro de la sociedad, como hemos mostrado, hasta en los trabajos más
inmateriales como el del programador por nombrar solo uno, cuando la lógica de
la valorización capitalista se impone en todos los ámbitos de la producción,
este dualismo que propone, es no solo utópico sino reaccionario y medieval. Su
lógica de generar espacios de reproducción artesanal cuando las posibilidades de
la ciencia y la tecnología permiten, como muestran las transnacionales,
organizar la producción planificadamente, no sólo al interior de una firma, sino
sobre el conjunto de la economía mundial si se liquidara la apropiación privada
de la riqueza.

Pero lo más pernicioso de la propuesta de Gorz y otros intelectuales es el
llamado "ingreso de ciudadanía". Esto es, la asignación de un ingreso que no
esté ligado al empleo. Contra el "ingreso de existencia" (mínimo), Gorz opone un
"ingreso suficiente". Liberales y reformistas discuten lo que llaman el precio
de la "exclusión". El engaño del ingreso universal se transforma ahora en un
arma de guerra contra la seguridad social. Gorz intenta desligarse de estas
variantes, pero conciente o inconcientemente, el llamado "ingreso de ciudadanía"
desalienta a los desocupados a la lucha por el trabajo para todos y a los
trabajadores ocupados a dar la pelea por el reparto de las horas de trabajo. Lo
más nefasto de todo es que al separar el derecho al empleo del derecho al
ingreso, separa la lucha de ocupados y desocupados, ayudando objetivamente a la
ofensiva de la patronal y el regimen capitalista de explotación, que busca
perpetuar al ejército de reserva para pauperizar las condiciones de existencia
del conjunto de la clase obrera. La respuesta al carácter utópico en el marco
del capitalismo, de un "ingreso de ciudadanía" desligado del problema del
empleo, la dio el jefe de la patronal francesa contra el reclamo del movimiento
de desocupados, cuando dijo: "Si la diferencia entre el salario mínimo y los
subsidios es demasiado poca, la incitación a buscar empleo se debilita"9.

Por su parte, la tesis de la exclusión social juega este mismo rol reaccionario
separando a la "exclusión" (desocupación) del avance de la explotación del
conjunto de la clase obrera. Todas estas políticas sólo pueden desalentar y son
un obstáculo en la necesidad de lograr la unidad de la clase obrera en su lucha
contra el capital.

Las direcciones oficiales del movimiento obrero, cómplices y parte de la
"racionalización capitalista"

Como hemos demostrado a lo largo de este dossier, la crisis de acumulación
capitalista, y desde los ‘80 la llamada ofensiva neoliberal, ha significado un
cambio en la forma de explotación del trabajo y una transformación de la clase
obrera con el aumento de la precarización, el subempleo, el desempleo y el
trabajo en negro. Esta ofensiva reaccionaria ha tenido resultados desiguales
según los países, siendo los Estados Unidos dentro de los países imperialistas,
el lugar donde más se ha avanzado. Esto se explica por la enorme desocupación de
los años ‘79- ‘82, tan solo en la industria automotriz se perdieron 200.000
empleos, en donde la economía norteamericana estaba en recesión, la más fuerte
desde la posguerra, así como las derrotas sufridas por la clase obrera, en
especial al inicio del gobierno de Reagan, la derrota de la huelga de los
controladores aéreos, que envalentonó la ofensiva patronal. La recesión del ‘90,
el fin del gobierno Bush, comienzo de Clinton, permitió una nueva vuelta de
tuerca de esta ofensiva antiobrera. Sin embargo, esta ofensiva antiobrera no
podría haber pasado si no fuera por la complicidad y claudicación de las
direcciones oficiales del movimiento obrero que se hicieron parte de los planes
racionalizadores de las empresas. En los nuevos convenios contractuales, las
direcciones sindicales cedieron concesiones en cuanto al salario (desindexación
parcial, fórmulas de reparto de las utilidades que hacen depender el salario de
las utilidades logradas por la empresa) y las condiciones de trabajo ("círculos
de calidad" y "grupos de trabajo"), a cambio de algunas contrapartidas (en lo
general, con respecto a la formación, y a menudo moratorias o suspensiones de
cierres de fábricas anunciados por las compañías). Su inicio corresponde a la
renegociación del contrato de la Chrysler en el momento que ésta estaba cerca de
la quiebra en el año 1982, y donde bajo la presión formidable del gobierno
norteamericano, que hace depender un préstamo de la Chrysler de concesiones
pedidas al sindicato, la UAW (el poderoso sindicato de la industria automotriz)
firma un contrato leonino con enormes pérdidas de conquistas (suspensión del
aumento automático y sistemático del salario por hora nominal, de los aumentos
ligados a la inflación, y el abandono de los días feriados pagados), luego de
años de avances en la negociación colectiva. Luego esta política de adaptación
de las direcciones sindicales se generalizó al conjunto del movimiento obrero y
ha significado un enorme retroceso de las conquistas de la clase obrera. Esto es
lo que explica el "milagro" de la creación de empleos en Estados Unidos.

En Europa, la socialdemocracia en el gobierno no propone nada mejor, como
muestra el hecho de que, para bajar el desempleo, esta agencia de los
imperialismos europeos, propone como ejemplo el "modelo americano". En el IV
Congreso de los socialistas europeos, en lo que los analistas burgueses
consideran la apertura de una "nueva era" en la política laboral europea, el
hasta entonces representante del ala "izquierda" de la socialdemocracia alemana,
del ala con mejor relación con los sindicatos, Oskar Lafontaine, señaló que:
"Europa debe seguir el ejemplo del modelo de trabajo norteamericano si quiere
relanzar su crecimiento económico y su lucha contra el desempleo". Esto muestra
la bancarrota de estos socialchauvinistas, que frente a los quince millones de
desocupados que hay en Europa, sólo pueden prometer el futuro de empleos basura
que hoy son cada vez más normales en los Estados Unidos.

Esto muestra que las direcciones oficiales del movimiento obrero son un
obstáculo para luchar contra la desocupación y contra la precarización y
flexibilización del empleo. Aún en países donde los trabajadores dieron grandes
luchas obligándolo al gobierno a retroceder frente a la admisión legal del
despido masivo, como en Corea a principios de 1997, frente al estallido de la
crisis económica, la dirección de la nueva central sindical "combativa" de la
KCTU, aceptó a comienzos de 1998 determinados despidos para integrarse en una
mesa de negociación con el gobierno recientemente electo de Kim. A su vez, las
concesiones sindicales son una práctica corriente de todas las burocracias de
los países semicoloniales como es el caso de Argentina, México, Chile, Brasil,
etc. Derribar a estas direcciones de los sindicatos y reemplazarlas por
direcciones revolucionarias es un problema de vida o muerte para los
trabajadores si estos no quieren que los sindicatos sean convertidos en
instrumentos de la aplicación de la política de racionalización capitalista de
la gran patronal.

Por la unidad de las filas obreras

Pero el peor daño que las direcciones oficiales del movimiento obrero realizan,
es mantener divididas a las filas obreras, entre ocupados y desocupados,
contratados y efectivos, nativos e inmigrantes, sindicalizados y no
sindicalizados. En la mayoría de los países los sindicatos, por las políticas de
las burocracias sindicales, han visto disminuir su cantidad de miembros
constituyendo una minoría considerable de la clase obrera. La burocracia
sindical rechaza abiertamente que los desocupados formen parte de las
organizaciones sindicales. La mayoría de las direcciones sindicales se niega a
luchar por la efectivización de los contratados. Y tanto en los países
imperialistas como en los semicoloniales, utilizan argumentos chauvinistas
contra los trabajadores inmigrantes negándose a defenderlos, en especial a los
inmigrantes indocumentados. Frente a la crisis capitalista que agrava la
desocupación, la burocracia sindical de los distintos sindicatos extienden este
chauvinismo a la búsqueda de medidas proteccionistas en "defensa del empleo",
política que encubre el alineamiento con las necesidades de "sus" burguesías
nacionales.

Ejemplo de esto es la oposición de comunistas y socialistas en el gobierno de
Francia o de los dirigentes del sindicato francés Force Ouvriere, que participa
con el gobierno en el control de las cajas de seguridad social, frente a la
emergencia del movimiento de desocupados en Francia
(Action contre le chomage-AC), o su reticenciaa apoyar abiertamente al
movimiento de sans papiers, inmigrantes indocumentados, incluídos algunos grupos
que se reclaman del trotskysmo como Lutte Ouvriere. En este mismo país, la
acción de la burocracia sindical del conjunto de las centrales sindicales
francesas, al negarse a llevar hasta el final una lucha contra el gobierno de
Juppe y el regimen de la V República, levantando un programa que uniera al
conjunto de la clase obrera, evitó que la huelga general de los empleados
públicos que duró casi 21 días se transformara en una verdadera huelga general
con la participación de los obreros de las industrias privadas, la mayoría de
ellos con convenios flexibilizados, y de los desocupados.

En Alemania, la política de la dirección de la IG Metall, que luego de una de
las huelgas más largas de la historia alemana desde la II Guerra Mundial en 1984
por las 35 horas, aunque no logró la aplicación inmediata de estas, las huelgas
se tradujeron en acuerdos sucesivos que, progresivamente pero claramente, han
hecho disminuir la duración legal del trabajo (desde 1984 se aseguró el paso a
38,5 horas. En 1989 se obtuvo a un nuevo progreso con el paso a 37 horas
semanales en las industrias mecánicas y hasta 36 horas semanales en la
siderurgia del Ruhr).

Sin embargo la otra cara de este proceso es una degradación de las condiciones
de vida y de trabajo de las capas no organizadas y no protegidas por el
sindicato o por los trabajadores no contemplados en el acuerdo. Esta política
que "se encierra en sus estrechos intereses corporativos o gremiales y se
limitan diligentemente a mejorar su propia situación" (Lenin), se fue volviendo
en contra del sector más poderoso de la clase obrera alemana, ya que la patronal
fue utilizando la dualidad del mercado laboral contra las conquistas de la
misma, obligándola luego en otra relación de fuerzas a hacer concesiones como
fue el acuerdo de la Volkswagen o la realidad de la clase obrera alemana en la
mayor parte de los ‘90.

En la Argentina, tanto la CGT como las centrales "opositoras" (CTA, MTA), no han
movido un dedo en defensa de la campaña reaccionaria contra los inmigrantes
indocumentados. Más aún, el sindicato de la construcción abiertamente salió a
pedir la expulsión de los inmigrantes de los países limítrofes, que trabajan
superexplotados y en negro al libre arbitrio de la patronal. En el Sudeste de
Asia, la crisis es utilizada para expulsar trabajadores inmigrantes que hicieron
el "milagro" como es el caso de los vietnamitas o los filipinos en varios de los
llamados nuevos NIC’s (Nuevos Países Industrializados).

Contra esta ofensiva antiobrera de la patronal en todo el mundo, la clave para
detenerla y pasar a la contraofensiva pasa por conquistar la unidad de las filas
obreras superando los obstáculos que los lugartenientes del capital en el
movimiento obrero, la burocracia sindical de todo pelaje, ponen entre efectivos
y contratados, ocupados y desocupados, nativos e inmigrantes, sindicalizados y
no sindicalizados.

La unidad de las filas obreras se plantea como un problema decisivo si la clase
obrera quiere pesar en la escena nacional, y agrupar tras de sí a sus aliados
los pobres de la ciudad y el campo. Es su división azuzada por la patronal y la
burocracia la que impide que toda su fuerza objetiva, su control de los bancos,
del comercio, de los caminos, de los puertos, de las escuelas, de los
aeropuertos, de la industria, se unifique en una acción común contra la
burguesía y empiece a identificarse como clase.

Sin embargo en los últimos años, a partir de la huelga general contra Berlusconi
en Italia, y luego con la huelga general de los estatales franceses, como un
punto de inflexión, la clase obrera ha tendido a superar estos obstáculos como
muestra la tendencia a la huelga general que antes del estallido abierto de la
crisis mundial abarcaba a los cinco continentes como mostró el ejemplo coreano
en 1997, los paros nacionales en Argentina, en Ecuador, la huelga general en
Dinamarca, por nombrar solo algunos ejemplos, y como hoy está nuevamente
mostrando Ecuador.

Por una política revolucionaria independiente del proletariado

La lucha por el trabajo para todos que se expresa en la lucha por el reparto de
las horas de trabajo debe estar indisolublemente ligada a una política
independiente del proletariado basada en su movilización revolucionaria contra
la gran patronal y el Estado capitalista, cuyo objetivo debe ser la abolición
del trabajo asalariado mediante la revolución socialista. Es que el desempleo,
lejos de una cuestión coyuntural, es una cuestión estructural que denota la
decadencia del sistema imperialista, de la cada vez mayor irracionalidad del
capitalismo. Es decir, es expresión de una crisis aguda del capital. La ilusión
de que es posible obtener el reparto de las horas de trabajo en forma voluntaria
por la burguesía o mediante una legislación en los marcos nacionales o
supranacionales como la de la Unión Europea como propone la LCR de Francia, no
solo es reformismo utópico, sino reaccionario ya que no prepara la organización
de una estrategia independiente de ocupados y desocupados, es decir del conjunto
de la clase obrera, basada en su movilización independiente revolucionaria. El
ejemplo de socialdemócratas como Spaak o De Man en Bélgica en los ‘30 es una
muestra trágica de lo que decimos. Una vez en el gobierno, su intento de
concentrar todos los esfuerzos en reducir el desempleo para "evitar el
desarrollo del peligro fascista", aún a costa de conceder importantes posiciones
de fuerza y más importante aún de la capacidad de combate de la clase obrera,
llevó a pesar de todos sus esfuerzos al crecimiento del fascismo. Sólo la
movilización revolucionaria de la clase obrera puede dar una salida progresiva
al desempleo y a la crisis de la sociedad capitalista. Para esto el proletariado
necesita una política independiente, su independencia de clase con respecto a su
enemigo de clase en el camino de luchar por la dictadura del proletariado. Esta
es la orientación estratégica de los revolucionarios.

Una política revolucionaria debe pasar en primer lugar por tomar las
reivindicaciones de los sectores más explotados de la clase en lucha permanente
contra la política de las burocracias sindicales que dejan a estos últimos
librados a su suerte. Para esto los consejos de la III Internacional mantienen
total validez: "Mientras que los capitalistas aprovechan al ejército cada vez
más numeroso de los desocupados para ejercer una presión sobre el trabajo
organizado tendiente a una reducción de los salarios y los socialdemócratas, los
independientes, y los jefes oficiales delossindicatos se apartan cobardemente de
ellos, considerándolos simplemente como sujetos a la beneficiencia gubernamental
y sindical, y los caracterizan políticamente como un lumpenproletariado, los
comunistas deben tomar conciencia claramente de que en las condiciones actuales
el ejército de desocupados constituye un factor revolucionario de gran valor. La
dirección de este ejército debe ser tomada por los comunistas. Mediante la
presión ejercida por los desocupados sobre los sindicatos, los comunistas deben
apresurar la renovación de estos últimos, y en primer lugar su liberación de la
influencia de los jefes traidores. El partido comunista al unir a los
desocupados a la vanguardia del proletariado en la lucha por la revolución
socialista, alejará a los elementos más revolucionarios e impacientes de los
descupados de actos desesperadosaislados y capacitará a toda la masa para apoyar
en condiciones favorables el ataque comenzado por un grupo de proletarios, para
desarrollar este conflictomás allá de los límites dados y convertirlo en el
punto de partida de una decidida ofensiva. En una palabra, transformará toda
esta masa, y de un ejército de reserva de la industria a un ejército activo de
la revolución. Al tomar con la mayor energía la defensa de esta categoría de
obreros, al descender en las profundidades de la clase obrera, los partidos
comunistas no representan los intereses de un sector obrero contra otro sino los
intereses comunes de la clase obrera, traicionados por los jefes
contrarrevolucionarios en beneficio de los intereses momentáneos de la
aristocracia obrera. Cuanto más amplio es el sector de los desocupados y de los
trabajadores semidesocupados, en mayor medida sus intereses se convierten en los
intereses comunes de la clase obrera, en mayor medida los intereses momentáneos
de la aristocracia obrera deben ser subordinados a aquellos. El criterio que se
apoya en los intereses de la aristocracia obrera para volverlos como un arma
contra los desocupados o para abandonar estos últimos a su suerte, destruye a la
clase obrera y es, en los hechos, contrarrevolucionario. El partido comunista,
en cuanto que representante de los intereses generales de la clase obrera, no
puede limitarse a reconocer y destacar, mediante la propaganda, esos intereses
comunes. Solo puede representarlos eficazmente si conduce en determinadas
circunstancias, al grueso de las masas más oprimidas y más pobres, al combate
contra la resistencia de la aristocracia obrera"10. En estas líneas maestras,
están planteados los principios centrales de una política y una estrategia
independiente de la clase obrera. Estas tienen total actualidad, ya que, como
hemos mostrado, las transformaciones que afectan a la clase obrera implican que
hoy día incluso en los países centrales, a diferencia del boom, los sectores más
explotados y pauperizados se convierten en la mayoría de la clase obrera. Por
eso resumámoslos:

a) Los desocupados son parte de la clase obrera y constituyen un factor
revolucionario de gran valor;

b) Los partidos revolucionarios deben esforzarse por dirigir a los mismos y
ligarlos a la vanguardia proletaria evitando que su acción aislada los lleve a
actos desesperados;

c) Debe luchar para incorporar a los desocupados en los sindicatos y utilizar su
presión para renovar la dirección de los mismos;

d) El partido revolucionario no representa los intereses de un sector obrero
contra otro sino los intereses comunes de la clase obrera;

e) Su programa y su política expresan a los sectores más explotados de la clase
que en épocas de crisis estructural tienden a transformarse en la mayoría de la
clase, y no subordinándose a los intereses momentáneos de la clase obrera;

f) En determinadas circunstancias esto puede llevar al enfrentamiento físico con
la burocracia y la aristocracia obrera en que se apoya.

Contra tanta impostura pequeñoburguesa que ve a los desocupados como objeto de
caridad o como menesterosos, queremos remarcar aquí cómo constituyen un factor
revolucionario de gran valor, un aliado decisivo para que un arma poderosa de la
clase obrera como son las huelgas pueda ser utilizadas en forma efectiva contra
la patronal, levantando la moral del conjunto de la clase obrera, y no sean
utilizados como rompehuelgas. La clave para esto pasa por la construcción de
organizaciones propias de los desocupados estrechamente ligadas a la lucha de
las organizaciones sindicales, utilizando su presión contra la política
divisionista de la burocracia sindical, imponiendo en los hechos la unidad del
proletariado.

El llamado al frente único, por parte de las organizaciones de desocupados,
obligando a las direcciones oficiales de los sindicatos a tomar en sus manos la
lucha contra el problema de clase de la desocupación, juega un rol central para
que los trabajadores sindicalizados vean en la acción el carácter traidor de
estas direcciones. Un ejemplo de esto fue la lucha dada por el pequeño grupo de
trotskystas norteamericanos, peleando contra la corriente, cuando el movimiento
de desocupados era dirigido por los stalinistas a principios de los ‘30. Esta
lucha preparó las condiciones para el triunfo de la huelga de Minneapolis de los
teamsters, una de las primeras huelgas que salió victoriosa luego de tantas
luchas derrotadas como consecuencia del terror de la desocupación y de la
división de la clase.

Las importantes lecciones estratégicas de este triunfo son señaladas por Cannon
en un artículo aparecido en New International donde hace el balance de la oleada
de huelgas que permitió un giro a la izquierda del movimiento obrero
norteamericano, luego de cinco años de crisis. En dicho artículo Cannon sostiene
que: "Cinco años de crisis han hecho su trabajo. Los trabajadores, casi
muriéndose de hambre en su trabajo, no tienen más miedo de arriesgar su empleo
en una huelga. Ha sido demostrado en una escala nacional que los desocupados no
carnerearán si los sindicatos establecen una conexión adecuada con ellos. Por el
contrario, los desocupados pueden ser organizados como un aliado poderoso de los
huelguistas. En Toledo, esto fue primero demostrado efectivamente por la
iniciativa del American Workers Party en organizar a los desocupados para los
piquetes masivos. Tomando de ejemplo esta experiencia, los miembros de la Liga
Comunista, la fuerza dinámica en la dirección de la huelga de Minneapolis,
adoptaron la misma política con respecto a los desocupados con no menos éxito.
Los miembros del MCCW (la organización de Minneapolis de los desocupados),
jugaron un gran papel en la heroica línea de piquetes del Local 574. Uno de
ellos, John Belor, pagó por ello con su vida. La necesidad de una unión estrecha
entre los ocupados y los desocupados es una de las más grandes lecciones en
estrategia huelguística que se derivan de las experiencias de los recientes
meses"11.

Como muestran estas lecciones sacadas por Cannon, la clave de una estrategia
proletaria revolucionaria pasa por establecer una conexión adecuada entre los
desocupados y los sectores más concentrados o de vanguardia de la clase obrera.

Esto presupone una política hacia los sindicatos. Los que se niegan a tener una
política hacia ellos, basándose en que la mayoría de los trabajadores están
excluidos de los mismos o que son inservibles por estar en manos de la
burocracia traidora, condenan la lucha de la clase obrera a una acción impotente
o en el mejor de los casos, empujan a los elementos más revolucionarios e
impacientes de los desocupados y de las capas más explotadas a actos
desesperados aislados.

Por eso, como define Trotsky en el Programa de Transición, "Es necesario
establecer firmemente esta norma: el autoaislamiento de carácter capitulador
respecto a los sindicatos de masa, que equivale a traicionar la revolución, es
incompatible con la pertenencia a la Cuarta internacional. Al mismo tiempo, la
Cuarta Internacional rechaza y condena resueltamente el fetichismo sindical,
igualmente característico de los tradeunionistas y de los sindicalistas."

La guerra de clases contra la clase obrera de los últimos años (la llamada
"ofensiva neoliberal"), ha debilitado la influencia de los sindicatos, que han
perdido enorme cantidad de miembros. Por ejemplo, en los Estados Unidos,
alrededor de medio millón de miembros fueron abandonando los sindicatos cada
año. En 1992, cuando asumió Clinton, el número de trabajadores industriales en
los sindicatos era la mitad de hace veinte años. Hoy sólo el 11% de los
empleados del sector privado están organizados. Francia es otro ejemplo: las
centrales francesas en su lento proceso de declive han llegado a la cuota más
baja de afiliados de toda Europa, el 9,1%.

Sin embargo, esta no ha sido una tendencia absoluta. A fines de los 70 y
principios de los 80, en países como Brasil y Sudáfrica, hubo importantes
procesos de organización proletaria, subproducto de los cuales surgieron grandes
sindicatos de masas como la CUT y el COSATU respectivamente. Esta tendencia
también se dio más recientemente en Corea del Sur (con la KCTU) y en otros
países del sudeste Asiático. Después de años de declinación, en Estados Unidos,
hay una revitalización de la vida sindical. Ejemplo de esto es la conquista,
después de una larga lucha, del reconocimiento de la organización sindical de
los trabajadores frutihortícolas en California, siendo la gran mayoría de ellos
inmigrantes latinos. Más recientemente el sindicato de Empleados de Servicios ha
organizado a unos 74.000 trabajadores de atención domiciliaria en Los Angeles en
lo que algunos consideran la más importante victoria organizacional sindical
desde 1937, cuando la UAW ganó su pelea para representar a los trabajadores de
la General Motors y que inició la sindicalización masiva en los Estados Unidos
en los ‘30. Estos trabajadores que se ocupan de cuidar a domicilio ancianos y
discapacitados son en su mayoría inmigrantes, mujeres, negros, latinos, y de
otras nacionalidades oprimidas. Muchos trabajan de doce a catorce horas pero son
a menudo pagados por una fracción de las horas realmente trabajadas, recibiendo
sólo un salario mínimo de U$S 5,75 la hora y ningún beneficio social.

No obstante, los sindicatos no pueden agrupar más que a una minoría del
proletariado. Por eso, conserva toda su validez las tesis del programa de
Transición, que, cuando los sindicatos eran más fuertes que en la actualidad,
afirmaban: "Los sindicatos, aún los más poderosos, no abarcan a más del 20 a 25%
de la clase obrera, y, por lo demás, predominantemente las capas más calificadas
y mejor pagadas. La mayoría más oprimida de la clase obrera se ve arrastarada a
la lucha sólo episódicamente, en períodos de auge excepcional del movimiento
obrero. En tales momentos es necesario crear organizaciones ad-hoc que abarquen
a las masas en lucha en su conjunto, comités de huelga, comités de fábrica y,
finalmente, soviets."

"En consecuencia" prosigue el programa de Transición "las secciones de la Cuarta
Internacional deben esforzarse constantemente no sólo en renovar la dirección
superior de los sindicatos, proponiendo valiente y resueltamente, en los
momentos críticos, a dirigentes combativos en lugar de los funcionarios
rutinarios y de los arribistas, sino también en crear, en todos los casos
posibles, organizaciones de combate independientes que se adapten más
estrechamente a las tareas de la lucha de masas contra la sociedad burguesa, no
titubeando, si es precioso, ni siquiera ante la ruptura abierta con los aparatos
conservadores de los sindicatos. Si es criminal volver la espalda a las
organizaciones de masas para alimentar tinglados sectarios, no lo es menos
tolerar pasivamente la subordinación del movimiento revolucionario de masas al
control de camarillas burocráticas abiertamente reaccionarias, o disimuladamente
conservadoras ("progresistas")."

Es sobre esta base de principios, programa y estrategia, que el proletariado
puede alcanzar una posición independiente al calor de su movilización
revolucionaria, arrastrando a las capas pauperizadas de la pequeña burguesía y a
los oprimidos, (lo que en los países semicoloniales significa ubicarse como
caudillo de la nación oprimida), única manera de que la descomposición de la
sociedad capitalista no lleve a nuevas catástrofes, sino a la única salida
progresiva y necesaria: La revolución socialista internacional.

La lucha por la reducción de la jornada de trabajo se plantea objetivamente en
el terreno del internacionalismo proletario

En el pasado, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la lucha por las
ocho horas de trabajo, se convirtió en una bandera del conjunto del proletariado
mundial, que en cada Primero de Mayo ponía este estandarte como objetivo de
lucha. Esta bandera fue incorporada a la pelea de la Segunda Internacional. Hoy
en día, el proletariado debe recuperar la bandera del internacionalismo
proletario en su lucha contra la explotación capitalista y la reducción de la
jornada laboral si no quiere perecer como la única clase progresiva que con su
liberación libera al conjunto de la humanidad.

Hoy en día, el avance significativo de los lazos de la producción como ha
mostrado por ejemplo la reciente huelga de la General Motors de Flynn, cuya
paralización afectó a plantas no sólo en Estados Unidos sino en Canadá, México,
Brasil muestran que la transnacionalización del capital implica un avance en la
internacionalización de la producción. Esta última hace más concreta la lucha
por la unidad de los trabajadores por encima de las fronteras, mucho más que
cuando Marx y Engels escribieron en el Manifiesto Comunista su llamamiento:
"trabajadores del mundo uníos".

Sin embargo las divisiones nacionales, raciales, étnicas, y de sexo permanecen
como un gran obstáculo para lograr tal objetivo, azuzados no sólo por los
grandes grupos capitalistas, sino por las direcciones reformistas y burocráticas
que se oponen a la necesaria unidad internacional de los trabajadores. Superarla
constituye el principal objetivo de los que nos reclamamos revolucionarios para
evitar que nuestra clase termine en la peor de las derrotas.

En concreto esto implica, en primer lugar, luchar contra la dominación
imperialista de los países semicoloniales, exigiendo en los países imperialistas
la cancelación de la deuda externa que agobia a los países semicoloniales, la
liquidación de todo régimen de excepción que beneficia la transferencia de
remesas, royalties y patentes a las casas matrices de las firmas
transnacionalizadas, el apoyo a la expropiación de estos grupos en caso de
llevarse a cabo, y en caso de guerra, luchar por la derrota de su propio
imperialismo ubicándose incondicionalmente del lado de la nación oprimida. Como
decía Marx, el proletariado que oprime a otros pueblos es incapaz de liberarse a
sí mismo. Esto mismo es válido en relación a la multiplicación del problema
nacional a fines del siglo XX debido a las fronteras creadas artificialmente por
el imperialismo para dividir a los pueblos. En los países semicoloniales, la
clase obrera debe dotarse de una estrategia independiente de su propia burguesía
nacional, que le permita ganar la hegemonía sobre sus aliados como el
campesinado o los sectores medios arruinados y ligar su suerte a la lucha de sus
hermanos de clase, el proletariado de los países imperialistas. Sólo estas
condiciones pueden lograr la unidad internacional de la lucha proletaria,
necesidad que a fines del siglo XX se plantea en forma más urgente como arma
efectiva contra la dominación imperialista. Esta pelea sólo puede ser llevada
hasta el final por la acción conciente de un estado mayor revolucionario, la IV
Internacional reconstruida.

Notas:

1. K. Marx, "Grundrisse".
2. K. Marx, idem.
3. K. Marx, "Manuscritos de 1861-63".
4. Tercer Congreso de la Internacional Comunista.
5. Trotsky explica cómo el partido revolucionario debe romper todo
doctrinarismo en la aplicación de esta consigna explicándola lo más
sencillamente posible a las masas: "La campaña a favor del control obrero puede
comenzar según las circunstancias, no desde el ángulo de la producción sino
desde la del consumo. La reducción de los precios de las mercancías ... al mismo
tiempo que la reducción de salarios, no se ha llevado acabo. Esta cuestión no
puede menos que absorber a los más atrasados estratos del proletariado quienes
están muy lejos de pensar en la toma del poder. El control obrero sobre los
gastos de la producción y sobre los beneficios comerciales es la única forma
real de luchar por la reducción de los precios. En las condiciones de
descontento general, comisiones obreras en las que participen obreras amas de
casa para controlar las causas del alza de la margarina, pueden convertirse en
un comienzo efectivo del control obrro de la producción. Claro está que esto no
es más que uno de los muchos caminos posibles que hemos citado como ejemplo".
6. J. Rifkin, "El fin del trabajo".
7. León Trotsky, "Programa de Transición".
8. Así, Andre Gorz en "Capitalismo, socialismo, ecología" (Galilée, 1991) no
deja lugar a dudas: "No existe, en materia de gestión de empresas, ninguna otra
racionalidad que la capitalista".
9. Le Monde, 21-01-98.
10. III Congreso de la III Internacional.
11. Cannon "The strike wave and the left wing", Sept. 1934, New International-
subrayado nuestro, NdeR.
12. Trotsky, "Los cinco primeros años de la Internacional Comunista".



Ver en linea: http://www.ft.org.ar/estrategia/ei1112/trabajo.htm
.......................
In
CONTRA INFORMATICA
http://www.contrainformatica.org.ar/Crisis-del-trabajo-o-crisis-del
Maio de 1999

** O blog não necessariamente concorda com o teor do que pública.

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