quinta-feira, 10 de setembro de 2015




Seis claves del pensamiento económico de Friedrich Engels que aún sonrojan y
desconciertan por su plena actualidad




El Captor




El brillante pensamiento analítico y económico de Friedrich Engels (Barmen, 1820
– Londres, 1895) -coautor junto con Karl Marx de obras capitales como “El
Manifiesto Comunista”- sigue poseyendo, aún hoy en pleno siglo XXI, una
acentuada capacidad para explicar con suma precisión las principales claves del
actual sistema socio-económico. A continuación ofrecemos seis de dichas claves,
extraídas de su libro: “El origen de la familia, la propiedad privada y el
estado”.

1- Las crisis económicas son producto y consecuencia del comportamiento
extremadamente codicioso de una parte concreta de la sociedad

“La civilización consolida y aumenta todas estas divisiones del trabajo ya
existentes, sobre todo acentuando el contraste entre la ciudad y el campo (lo
cual permite a la ciudad dominar económicamente al campo, como en la antigüedad,
o al campo dominar económicamente a la ciudad, como en la Edad Media), y añade
una tercera división del trabajo, propio de ella y de capital importancia,
creando una clase que no se ocupa de la producción, sino únicamente del cambio
de los productos: «los mercaderes». Hasta aquí sólo la producción había
determinado los procesos de formación de clases nuevas; las personas que tomaban
parte en ella se dividían en directores y ejecutores o en productores en grande
y en pequeña escala. Ahora aparece por primera vez una clase que, sin tomar la
menor parte en la producción, sabe conquistar su dirección general y avasallar
económicamente a los productores; una clase que se convierte en el intermediario
indispensable entre cada dos productores y los explota a ambos. So pretexto de
desembarazar a los productores de las fatigas y los riesgos del cambio, de
extender la salida de sus productos hasta los mercados lejanos y llegar a ser
así la clase más útil de la población, se forma una clase de parásitos, una
clase de verdaderos gorrones de la sociedad, que como compensación por servicios
en realidad muy mezquinos se lleva la nata de la producción patria y extranjera,
amasa rápidamente riquezas enormes y adquiere una influencia social
proporcionada a éstas y, por eso mismo, durante el período de la civilización,
va ocupando una posición más y más honorífica y logra un dominio cada vez mayor
sobre la producción, hasta que acaba por dar a luz un producto propio: las
crisis comerciales periódicas”.

2- El dinero es creado para constituir la herramienta esencial y necesaria de
dominación

“Verdad es que en el grado de desarrollo que estamos analizando, la naciente
clase de los mercaderes no sospechaba aún las grandes cosas a que estaba
destinada. Pero se formó y se hizo indispensable, y esto fue suficiente. Con
ella apareció «el dinero metálico», la moneda acuñada, nuevo medio para que el
no productor dominara al productor y a su producción. Se había hallado la
mercancía por excelencia, que encierra en estado latente todas las demás, el
medio mágico que puede transformarse a voluntad en todas las cosas deseables y
deseadas. Quien la poseía era dueño del mundo de la producción. ¿Y quién la
poseyó antes que todos? El mercader. En sus manos, el culto del dinero estaba
bien seguro. El mercader se cuidó de esclarecer que todas las mercancías, y con
ellas todos sus productores, debían prosternarse ante el dinero. Probó de una
manera práctica que todas las demás formas de la riqueza no eran sino una
quimera frente a esta encarnación de riqueza como tal”.

3- El Estado nace para adoptar la apariencia de un poder supremo que persigue,
supuestamente, la supresión de las desigualdades

“Pero acababa de surgir una sociedad que, en virtud de las condiciones
económicas generales de su existencia, había tenido que dividirse en hombres
libres y en esclavos, en explotadores ricos y en explotados pobres; una sociedad
que no sólo no podía conciliar estos antagonismos, sino que, por el contrario,
se veía obligada a llevarlos a sus límites extremos. Una sociedad de este género
no podía existir sino en medio de una lucha abierta e incesante de estas clases
entre sí o bajo el dominio de un tercer poder que, puesto aparentemente por
encima de las clases en lucha, suprimiera sus conflictos abiertos y no
permitiera la lucha de clases más que en el terreno económico, bajo la forma
llamada legal. El régimen gentilicio era ya algo caduco. Fue destruido por la
división del trabajo, que dividió la sociedad en clases, y remplazado por el
«Estado». (…) A fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses
económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una
lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la
sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del
«orden». Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella
y se divorcia de ella más y más, es el Estado. (…) «La fuerza pública» asociada
a todo Estado puede ser muy poco importante, o hasta casi nula, en las
sociedades donde aún no se han desarrollado los antagonismos de clase y en
territorios lejanos, como sucedió en ciertos lugares y épocas en los Estados
Unidos de América. Pero se fortalece a medida que los antagonismos de clase se
exacerban dentro del Estado y a medida que se hacen más grandes y más poblados
los Estados colindantes. Y si no, examínese nuestra Europa actual, donde la
lucha de clases y la rivalidad en las conquistas han hecho crecer tanto la
fuerza pública, que amenaza con devorar a la sociedad entera y aun al Estado
mismo. (…) Como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de
clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es,
por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase
económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase
políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y
la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado antiguo era, «ante todo», el
Estado de los esclavistas para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal
era el órgano de que se valía la nobleza para tener sujetos a los campesinos
siervos, y el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el
capital para explotar el trabajo asalariado”.

4- La arrogación de la inviolabilidad no les impide a los representantes
estatales sucumbir en el intento de aparentar defender los intereses sociales

“Dueños de la fuerza pública y del derecho de recaudar los impuestos, los
funcionarios, como órganos de la sociedad, aparecen ahora situados «por encima»
de ésta. El respeto que se tributaba libre y voluntariamente a los órganos de la
constitución gentilicia ya no les basta, incluso si pudieran ganarlo; vehículos
de un poder que se ha hecho extraño a la sociedad, necesitan hacerse respetar
por medio de las leyes de excepción, merced a las cuales gozan de una aureola y
de una inviolabilidad particulares. El más despreciable polizonte del Estado
civilizado tiene más «autoridad» que todos los órganos del poder de la sociedad
gentilicia reunidos; pero el príncipe más poderoso, el más grande hombre público
o guerrero de la civilización, puede envidiar al más modesto jefe gentil el
respeto espontáneo y universal que se le profesaba. El uno se movía dentro de la
sociedad; el otro se ve forzado a pretender representar algo que está fuera y
por encima de ella”.

5- La mayoría reconoce el orden social actual como el único posible

“Y, por último, la clase poseedora impera de un modo directo por medio del
sufragio universal. Mientras la clase oprimida -en nuestro caso el proletariado-
no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social
de hoy como el único posible, y políticamente forma la cola de la clase
capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que va madurando para
emanciparse ella misma, se constituye como un partido independiente, elige sus
propios representantes y no los de los capitalistas. El sufragio universal es,
de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni
llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es bastante. El día en que el
termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de
ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer”.

6- El producto domina aún al productor. La estructura económica y social parece
estar regida por el azar, pero en realidad responde a la necesidad

“Con la producción mercantil, producción no ya para el consumo personal, sino
para el cambio, los productos pasan necesariamente de unas manos a otras. El
productor se separa de su producto en el cambio, y ya no sabe qué se hace de él.
Tan pronto como el dinero, y con él el mercader, interviene como intermediario
entre los productores, se complica más el sistema de cambio y se vuelve todavía
más incierto el destino final de los productos. Los mercaderes son muchos y
ninguno de ellos sabe lo que hacen los demás. Ahora las mercancías no sólo van
de mano en mano, sino de mercado en mercado; los productores han dejado ya de
ser dueños de la producción total de las condiciones de su propia vida, y los
comerciantes tampoco han llegado a serlo. Los productos y la producción están
entregados al azar.

Pero el azar no es más que uno de los polos de una interdependencia, el otro
polo de la cual se llama necesidad. En la naturaleza, donde también parece
dominar el azar, hace mucho tiempo que hemos demostrado en cada dominio
particular la necesidad inmanente y las leyes internas que se afirman en aquel
azar. Y lo que es cierto para la naturaleza, también lo es para la sociedad.
Cuanto más escapa del control consciente del hombre y se sobrepone a él una
actividad social, una serie de procesos sociales, cuando más abandonada parece
esa actividad al puro azar, tanto más las leyes propias, inmanentes, de dicho
azar, se manifiestan como una necesidad natural. Leyes análogas rigen las
eventualidades de la producción mercantil y del cambio de las mercancías; frente
al productor y al comerciante aislados, surgen como factores extraños y
desconocidos, cuya naturaleza es preciso desentrañar y estudiar con suma
meticulosidad. Estas leyes económicas de la producción mercantil se modifican
según los diversos grados de desarrollo de esta forma de producir; pero, en
general, todo el período de la civilización está regido por ellas. Hoy, el
producto domina aún al productor; hoy, toda la producción social está aún
regulada, no conforme a un plan elaborado en común, sino por leyes ciegas que se
imponen con la violencia de los elementos, en último término, en las tempestades
de las crisis comerciales periódicas”.

Fuente:
http://www.elcaptor.com/2015/09/friedrich-engels-claves-pensamiento-economico.html


In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203129
10/9/2015

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