quinta-feira, 3 de setembro de 2015

El Consejo Obrero de Budapest de 1956

B. Nagy, El Consejo Obrero de Budapest de 1956
Budapest 1956: El Consejo Obrero Central

Balász Nagy (1927-2015) ….


El sábado 29 de agosto fue incinerado en la ciudad francesa de Carmaux, rodeado por sus camaradas y
amigos, el revolucionario húngaro Balász Nagy, también conocido como Michel Varga en sus años de
clandestinidad en el exilio. Miliciano voluntario al acabar la II Guerra Mundial, a los 17 años se afilió a las
Juventudes Comunistas y participó en las brigadas internacionales de reconstrucción en Yugoslavia.
Intelectual marxista y profesor de la Escuela de cuadros del Partido Comunista Húngaro, fue expulsado en
1949 junto con los comunistas del interior que apoyaron a Imre Nagy frente a la dirección impuesta por la
URSS. Después de seis años de trabajar como camionero, en 1955 fue rehabilitado con la fracción de Imre
Nagy. Miembro del “Círculo Petöfi”, durante la Revolución húngara de 1956 sirvió de enlace entre el Consejo
Obrero Central del Gran Budapest y los miembros del gobierno Nagy refugiados en la Embajada de
Yugoslavia, rodeada por los tanques soviéticos.

Tras su exilio en Francia, trabajo con Pierre Brocé y Jean-Jaques Marie para mantener la memoria de la
Revolución húngara y fue director del Instituto Imre Nagy en Bruselas, que fue el principal punto de reunión
de la disidencia húngara marxista hasta los años 90, participando asimismo en la dirección de una de las
corrientes de la IV Internacional. El texto que reproducimos como homenaje a su vida recoge sus memorias
del nacimiento del Consejo Obrero Central del Gran Budapest en 1956, y fueron redactadas en 1961. La
traducción que reproducimos es del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky de
Argentina, Hungría del 56. SP


1. Los días de la victoria
Aunque el Consejo Obrero Central no se formó hasta después del 4 de noviembre de 1956, los
obreros ya habían tenido iniciativas en tal sentido durante los días victoriosos de la revolución.
Estos se habían hecho notar sobre todo en las provincias, donde en muchos casos, el consejo
obrero local había tomado el control de la vida administrativa, económica y política de toda una
región entera. La ausencia de cualquier tipo de administración centralizada facilitó la tarea a los
consejos, que pudieron establecer su poder de esta manera. Pero incluso en Budapest, donde el
gobierno de Imre Nagy le concedía gran espacio a la expresión de las reivindicaciones del pueblo
trabajador, los obreros trataban de organizarse independientemente de la administración y de las
organizaciones políticas. En algunos lugares, por ejemplo, los delegados de fábrica formaban
consejos obreros distritales, inspirados y controlados por los consejos que habían surgido en


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los grandes conglomerados industriales. En los barrios obreros de los suburbios, como Újpest y
Csepel, los consejos obreros representaban a toda la comunidad.

Además de erigir sus propios consejos de fábrica, los obreros de Budapest organizaban sus
actividades en una escala más amplia, que se destacaba en los intentos por dotarse de una
organización que abarcara toda la ciudad. El 31 de octubre de 1956, por ejemplo, se realizó
un mitin obrero al cual asistieron delegados provenientes de 24 grandes conglomerados, entre
ellos delegados de la Fábrica de Material Ferroviario Ganz, de los Astilleros Ganz, del
Conglomerado de Energía Eléctrica Ganz, de las Fábricas Metalúrgicas Mávag y Láng, y también
delegados del Conglomerado de Ingeniería Eléctrica Belojannis y del Egyesült Izzó. En este mitin
se aprobó una resolución que a lo largo de nueve puntos estipulaba “los derechos básicos y las
funciones de los consejos obreros”:

1. Aprobar y ratificar todos los proyectos que conciernen al conglomerado.
2. Decidir los niveles salariales básicos y los métodos según los cuales éstos van a ser evaluados.
3. Decidir acerca de todos los contratos concernientes a la exportación de bienes.
4. Decidir acerca de la conducción de todas las operaciones de crédito.
5. Controlar la contratación y despido de todas las personas empleadas por el conglomerado.
6. Designar al director del conglomerado, quien rendirá cuentas de sus acciones ante el consejo
obrero.
No puede haber entonces duda alguna de que durante la revolución los obreros decidían, tanto a
nivel de fábrica como de distrito, la línea de acción que se proponían llevar adelante, haciendo
converger sus reivindicaciones y su fortaleza en el seno de sus propias organizaciones. En este
sentido, podemos también citar el mitin del 31 de octubre entre los delegados de los consejos
obreros de las fábricas del Distrito 11, en el cual se reunieron representantes de más de una
docena de grandes conglomerados del área, adoptando luego una política común.

Durante la tarde del 1 de noviembre, Radio Kossuth anunció que había tenido lugar un
importante mitin esa misma mañana, al cual habían asistido los representantes de las grandes
fábricas, los intelectuales, los estudiantes y el gobierno. En ese mitin se decidió convocar a los
delegados de los consejos de las grandes fábricas a reunirse esa misma noche. Según la primera
edición de Népszabadság, asistieron delegados de las fábricas Csepel, Mávag, Ganz, Lánz, y
también de otra docena de grandes conglomerados. Decidieron volver al trabajo, ya que
estaban convencidos de que la revolución había triunfado y albergaban una confianza completa
en el gobierno de Nagy.

Esta decisión no guarda relación alguna con la mencionada anteriormente, ni tampoco con la
que concernía a los derechos de los consejos obreros. Pero lo que sí demuestra, sin embargo, es
que el gobierno tenía que negociar con los obreros si quería resolver una cuestión tan vital
para la consolidación de la revolución como el retorno al trabajo. El gobierno pasó completamente
por alto a los partidos de la clase obrera, así como a los sindicatos, y apeló directamente a los
obreros, o más bien a sus consejos. En otras palabras, la formación de una organización obrera
no era sólo la expresión de la voluntad espontánea de los obreros, sino una condición
absolutamente necesaria para la consolidación de la revolución. Así, incluso antes del 4 de
noviembre, era inevitable la formación de un consejo central de trabajadores. Los consejos obreros
estaban empezando a actuar como semilleros de personas que eran capaces de dirigir la
producción en las fábricas, y que se proponían la coordinación de sus programas. De aquí
distaba un paso muy breve a la formación eventual de un consejo centralizado.

(Debido a que el gobierno de Nagy expresaba en gran medida la voluntad del pueblo, la
formación de un consejo obrero centralizado se vio retrasada.) Uno tras otro, los consejos obreros
habían decidido volver al trabajo para el 5 de noviembre, a más tardar.


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2. El retorno de los rusos
(Sin embargo), la situación sufrió un cambio radical cuando se produjo el ataque sorpresa
del ejército soviético en la madrugada del 4 de noviembre. La resistencia armada se organizó
apresurada mente, pero fue impotente para detener al ejército ruso, aunque fue capaz de resistir
hasta el 10 o el 12 de noviembre, particularmente en los distritos obreros... En la ciudad
capital, el combate se prolongó hasta el 11 de noviembre en Csepel, un bastión tradicional
del movimiento obrero. Si se hecha un vistazo a las estadísticas oficiales que registran el daño
sufrido por los edificios durante el combate, se observa claramente que los distritos que más
se vieron afectados fueron el octavo, el noveno, el vigésimo y el vigésimo primero, que
equivalen a los distritos obreros de París. Las áreas residenciales del elegante distrito
duodécimo quedaron relativa mente intactas. Otra publicación estadística registra los siguientes
datos, que hablan por sí mismos: “El mayor número de muertes durante los combates
armados se registró en los distritos octavo (22%), noveno (el 14%) y séptimo (el 13%). Estos se
cuentan entre los principales barrios obreros de Budapest. Y finalmente citaremos la siguiente cifra:
Según las cifras aportadas por los hospitales, entre el 80 y el 90% de los heridos eran
jóvenes obreros, mientras que los estudiantes no representaban más que el 3 o el 5%.”

Para los obreros, la significación de los eventos del 4 de noviembre era obvia, y así como
habían resuelto volver al trabajo el 5 de noviembre, ahora estaban igualmente resueltos a
continuar su huelga. Esta huelga era un arma mucho más importante en sus manos que la lucha
armada, que desde el comienzo estaba destinada al fracaso. (Esto se puede observar en la
importancia que el recientemente nombrado gobierno de Kádár le otorgó a la terminación de la
huelga.)

Ya el 4 de noviembre mismo, Kádár apelaba a los obreros, en su discurso radial, para
que volvieran al trabajo. Pero los obreros hicieron oídos sordos a su llamado. Nuevamente,
el 6 y el 7 de noviembre, Kádár les advertía que ”esperaba” que retornaran al trabajo, para luego
“pedir” una vuelta al trabajo. Finalmente, cambió el tono y recurrió a las amenazas, para luego
suplicar a los trabajadores nuevamente. Pero todo fue en vano. El 8 de noviembre, su
secuaz, Marosán, declaraba por radio: íEl deber de todo obrero decente es vol ver al trabajo. Pero
los obreros permanecieron firmes en su negativa. Planteaban sus propias reivindicaciones, y la
huelga seguía siendo de carácter general. Por supuesto, iban a las fábricas a recolectar su sala rio
y luego la huelga continuaba como antes. El 13 de noviembre, el gobierno declaró que era una
infracción a la ley pagarle el salario a cualquier trabajador que no retornara a su puesto de
trabajo.

(Desde diferentes puntos de vista, los obreros y Kádár estaban preocupados por consolidar su
poder político. Los obreros exigían el retiro de las tropas rusas y que se devolviera el poder
al destituido gobierno de Imre Nagy. Kádár, por su parte, no podía sentir su posición asegurada
hasta que la huelga hubiera terminado.) Desde el 4 de noviembre en adelante, Kádár intentó
ganarse la confianza del pueblo imbuido de espíritu revolucionario. Los puntos 9 y 11 de su
programa, transmitidos por radio el 4 de noviembre, eran esencialmente revolucionarios. El punto 9
afirmaba: “Sobre la base de la más amplia democracia, se debe llevar a cabo la gestión obrera en
todas las fábricas y los conglomerados”. El punto 11 sostenía: “Se garantizarán elecciones
democráticas en todos los cuerpos administrativos existentes y en los consejos revolucionarios”.
Mientras el gobierno realizaba estos gestos hacia los trabajadores, estos últimos rápidamente se
dieron cuenta de que una huelga sin organización no lograría nada. Basándose en esta
proclama efectuada por el gobierno, los consejos de fábrica emprendieron sus actividades
nuevamente y se transformaron en auténticas organizaciones para la lucha. Los obreros se vieron
alentados en esta perspectiva ya que, como lo expresaba uno de los futuros miembros del Consejo
Obrero Central, “sentíamos que el país estaba descabezado.”

Una delegación, proveniente del consejo obrero del Conglomerado de Energía Eléctrica Ganz, una
de las más grandes fábricas de Budapest, se reunió con Kádár el 10 de noviembre para


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discutir su reivindicación de que los obreros debían dotarse de armas. El líder de esta delegación
se refirió así a estas discusiones en el curso de un mitin que siguió a la reunión con el
gobierno:

“Hace quinces días tuvimos discusiones muy precisas con el gobierno... Se nos aseguró que
esta exigencia (que los obreros tuvieran poder de decisión sobre el control de la policía) sería
satisfecha. Hasta el momento, no se ha hecho nada sobre este asunto... Había otra reivindicación
similar, exigiendo la creación de guardias armadas en las fábricas. Y esto, debido a que el
gobierno no es el único que le pide garantías a la clase obrera para que no haya un
retorno del fascismo en Hungría; la clase obrera misma quiere también garantías de que
tendrá armas suficientes para evitar que cualquier otra fuerza la prive de los objetivos básicos de
la revolución, y le niegue los logros que ha obtenido hasta el momento.”

El gobierno intentaba restringir las actividades de los consejos a problemas puramente
económicos, y así mantenerlos por fuera de la esfera política. Ridiculizaba a los obreros declarando
que, incluso en la esfera económica, los consejos debían trabajar dentro de los límites impuestos
por el marco legal vigente. (Y declaraba también que era la única organización centralizada
legítima, con lo cual era impensable que hubiera consejos de distrito, y mucho menos un
Consejo Obrero Central)

Para apuntalar al gobierno de Kádár, el alto mando soviético se vio forzado a tomar la iniciativa y
reorganizar la vida en la capital, recurriendo a métodos militares, por supuesto. La tercera
sección de su primera orden, emitida el 6 de noviembre, declaraba:

“Hemos llamado a los obreros, a los empleados de las fábricas, de los negocios, de los servicios
de transporte, de las municipalidades y los conglomerados a que vuelvan al trabajo. Cualquier
persona que intente evitar que éstos retornen al trabajo por el medio que sea, será arrestada sin
más.”

Había disputas y escaramuzas diarias entre los obreros y sectores del ejército ruso. Como
resultado de esta situación, Grebennik (comandante de las fuerzas rusas con asiento en
Budapest) invitó a los dirigentes de los consejos obreros del décimo primer distrito a una
reunión a realizarse el 8 de noviembre. En una atmósfera cargada de tensión, los obreros
declararon que sólo retornarían a sus puestos de trabajo cuando sus reivindicaciones hubiesen
sido satisfechas. Grebennik rechazó estas exigencias de antemano, diciendo que no las aceptaría
bajo ninguna circunstancia. Trató a los obreros que se hicieron presentes en la reunión de
fascistas y agentes de los imperialistas, y amenazó con arrestarlos. Adoptó nuevamente el mismo
tono en otra reunión, esta vez ante una delegación de obreros de Csepel. Los obreros no tardaron
en darse cuenta que tendrían que desarrollar formas de lucha más efectivas que la huelga
general en sí misma para defender la revolución y hacer que sus reivindicaciones fueran
aceptadas.

(Los partidos políticos no tenían ninguna viabilidad en ese momento, y los obreros tuvieron que
echar mano a sus propios recursos.) Desde el 5 de noviembre en adelante, los consejos se
transformaron en hervideros de actividad en Budapest, particularmente los del distrito décimo
primero y décimo tercero, y los de Újpest y Csepel. Los delegados de los consejos
obreros del distrito décimo primero se reunieron el 12 de diciembre y formularon sus
reivindicaciones comunes, agrupándolas en ocho puntos. Esta era la primera vez, desde el 4
de noviembre, en que se reunían consejos que representaban a una gran región, convergiendo
en un mitin y esto era lo esencial en el cual elaboraron un conjunto de reivindicaciones
comunes. Tampoco eran estas reivindicaciones meramente una sumatoria de penurias
cotidianas, sino que por el contrario se asemejaban en cierto sentido a un genuino programa.

Para resumir en pocas palabras, sus reivindicaciones eran: propiedad colectiva de las fábricas,
las cuales debían estar en manos de los consejos obreros, los que a su vez se desempeñarían
como los únicos directores de los conglomerados; la ampliación de los poderes de los consejos en
los campos económico, social y cultural; la organización de una fuerza policial al estilo de una


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milicia, sometida al control de los consejos; y en el plano político exigían la creación de una
sistema plural de partidos socialistas.

El mitin en sí mismo fue de vital importancia, ya que mostraba que la clase obrera estaba en
proceso de organizarse en una escala más amplia que trascendía los límites de cada fábrica
por separado. Exactamente el mismo día en que el gobierno se estaba preparando para emitir
su decreto restringiendo las actividades de los consejos a las fábricas y la esfera económica, los
obreros del distrito décimo primero extendían sus actividades hacia una unificación mucho
mayor de los obreros. Por todas partes, los obreros reconocían que debían agrupar sus
fuerzas y proponerse la tarea de organizar mitines de delegados. Y como resultado inevitable de
estos mitines, el Consejo Obrero Central cobró vida rápidamente.

Pero no eran solamente a los obreros a quienes concernía salvar la revolución, y por lo tanto
oponerse a la intervención rusa y al nuevo gobierno de Kádár. Las organizaciones de intelectuales,
por ejemplo, estuvieron políticamente activas, pero se concentraban más en las esferas política y
teórica, tratando de formular una política para resolver el problema político creado por la
intervención militar rusa. Entre las propuestas que formularon, la más digna de mención fue la
realizada por Bibó, quien había sido ministro de Estado en el gobierno de Nagy, y que a
su vez era miembro del Movimiento Campesino Socialista Populista y uno de los líderes del
Partido Petöfi. Bibó propuso llegar a un acuerdo con la Unión Soviética sobre la base de garantías
mutuas. Su plan contemplaba la evacuación sistemática de las tropas rusas y una posible retira da
de Hungría del Pacto de Varsovia. El gobierno de Imre Nagy estaría en condiciones de
brindar las garantías necesarias para llegar a un acuerdo bilateral con la Unión Soviética. Bibó
insistía en que las conquistas esenciales de la revolución, en particular el sistema de consejos
obreros y de comités revolucionarios, debía ser mantenido hasta que se pudiera llamar a
una asamblea constituyente, encarnando los principios constitucionales y sociales del país. De
allí en más, habría propiedad colectiva de los medios de producción y una mayoría no
partidaria en la gestión de la administración descentralizada.

(Este programa tuvo una amplia aceptación en los círculos intelectuales.) En sus intentos
por llevarlo adelante, Bibó y los intelectuales apelaron a los obreros. Ellos percibían que
las actividades de los consejos iban en aumento y alentaban su desarrollo, con la esperanza de
que los consejos les brindarían la fuerza necesaria para lograr este compromiso. Hicieron todo
lo que pudieron para persuadir a los consejos de que se organizaran en un organismo
único. Muchos intelectuales visitaron las fábricas, se sumaron a los mitines de los consejos y se
dirigieron a los trabajadores allí presentes. Los periodistas, los estudiantes, y los miembros
del Círculo Petöfi trataron de establecer un frente común con los obreros.

3. La Iniciativa de Újpest
El 12 de noviembre, en el mismo momento en que los delegados provenientes del distrito
décimo primero estaban reunidos, otra importante discusión estaba teniendo lugar en Újpest, a 50
kilómetros de distancia. En este segundo mitin de Újpest, se estaba haciendo un intento mucho más
consciente por agrupar y organizar la fuerza de los obreros de manera concreta en los consejos.
Fue un día de enorme significación histórica. Por la mañana, los miembros stalinistas del viejo
Consejo de Újpest estaban reunidos bajo la mirada atenta de los tanques soviéticos que
patrullaban afuera. Pero lo cual era un rasgo típico del período el Consejo Obrero
Revolucionario de Újpest, un organismo creado durante la revolución, también se hizo presente en
este mitin. El resultado de esta “comunión de almas” fue, por supuesto, un loquero. Los
stalinistas de vieja guardia bombardearon la reunión con frases revolucionarias altisonantes, al
estilo de Kádár y sus amigos, mientras los miembros del consejo obrero se oponían a todo.
Al final, los stalinistas abandonaron el recinto, protegidos por las bayonetas soviéticas, y la
organización revolucionaria se adueñó del lugar...

Percatándose de lo insostenible que era su situación, los miembros del consejo
revolucionario se dirigieron a otro recinto, para hacer su propio mitin por separado. Como ya
era costumbre, un puñado de jóvenes intelectuales participaron del mitin. Uno de ellos se puso de


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pie y explicó que una política de oposición total al gobierno de Kádár por parte de los obreros
sería inviable, por el hecho mismo de que no se podría mantener por mucho tiempo. Por
esta razón, alegó, los obreros no deberían tener nada más que ver con los stalinistas en la
administración y con el gobierno central de Kádár. Si querían entablar negociaciones debían
entonces acudir a quienes detentaban el poder en realidad: el ejército y el gobierno soviético.
Pero primero había que preparar el camino. Había que lograr representar la fuerza organizada del
conjunto de la clase obrera, y esto sólo podía hacerse mediante un Consejo Obrero Central.
Además, este organismo representativo debía ser capaz, como cualquier persona con dotes
tácticas, de usar todas las armas que poseían los obreros, por ejemplo la huelga y otras
formas de movilizaciones de masas. De aquí que era absolutamente necesario que el Consejo
Central contara con la confianza completa de la clase obrera.

Luego dijo que, en su opinión, si los obreros ponían el acento en negociar con Kádár, eso
significaba, como mínimo, concederle un reconocimiento de hecho a su gobierno. El único
resultado de esta actitud sería que el gobierno trataría al organismo central como un peón
en su propio juego, o bien lo liquidaría al cabo de un cierto periodo de tiempo.

El Consejo Obrero Revolucionario de Újpest aceptó rápidamente la propuesta de convocar a los
delegados de los consejos obreros con el fin de poner en pie un Consejo Centralizado. Le pidieron
a los jóvenes intelectuales presentes que redactaran y distribuyeran la invitación. Lo hicieron, y el
texto, que ahora tiene dimensiones históricas, fue simplemente titulado “Llamamiento”, siendo
eventualmente redactado y aprobado por el Consejo.

El “Llamamiento” invitaba a las fábricas de Budapest “a enviar sus delegados de consejo a
la Municipalidad de Újpest a la una de la tarde el día 13 de noviembre con el fin de formar el
Consejo Obrero Central de Budapest.”

A primera vista, podría parecer que fueron las propuestas de los intelectuales las que
decidieron la suerte de la formación del Consejo Central, pero de hecho la propuesta no hacía más
que coincidir con un movimiento que ya había sido comenzado por los obreros, que iba en
dirección a una forma más coordinada de organización.

4. El primer mitin y las negociaciones con Kádár
No se debe considerar el nacimiento de esta organización como un proceso simple y
automático. Muchos obstáculos y dudas debieron ser superados, y hubo que adquirir la necesaria
experiencia organizativa. El nivel general de conciencia tuvo que elevarse, para que el Consejo
pudiera gradualmente cobrar vida. Sería ingenuo suponer que estos obreros, o incluso los
intelectuales, tuvieran una idea muy clara de lo que tenían que hacer, o de cómo lo iban a
hacer. En la tarde del 13 de noviembre, los delegados se reunieron afuera de la
municipalidad de Újpest. Se hizo correr el rumor de que la noche anterior, la recientemente
organizada fuerza policial, apoyada por unidades militares soviéticas, había arrestado a los
miembros del Consejo Revolucionario de Újpest y había ocupado el edificio. Los obreros no
perdieron el tiempo, y el consejo de la fábrica Egyesült Izzó le ofreció a los delegados las
instalaciones de su fábrica para que realizaran el mitin allí. Los obreros que estaban presentes
“entraron sigilosamente”, según diría un testigo ocular más tarde.

“Al llegar (a la municipalidad)”, escribió Sebestyén, “nos encontramos con un delegado solo
que nos envió a todos a la fábrica Egyesült Izzó, de modo tal que pudiéramos evadirnos de la
policía... Cuando llegamos a la fábrica, nos encontramos con que muchos delegados de fábrica y
de distrito ya se habían hecho presentes, y empezamos el mitin sin esperar más. Pero pronto
nos dimos cuenta que todavía faltaban representantes de un gran número de fábricas, así
que tuvimos que decidir postergar el mitin hasta el día siguiente, y mientras tanto ponernos
en contacto con los consejos de todas las fábricas más grandes.”

En el período que transcurrió entre las dos reuniones, se suscitó una discusión entre Kádár y
los obreros. (La relación precisa entre la primera reunión constitutiva del Consejo Central y la


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delegación que visitó a Kádár no está del todo clara.) La delegación le presentó a Kádár las
exigencias de los trabajadores, poniendo particular énfasis en las siguientes:

1. El retorno de Imre Nagy a su puesto de primer ministro; el establecimiento de un sistema
multipartidario y la convocatoria a una asamblea electoral.
2. La evacuación de las tropas soviéticas.
3. El reconocimiento de los consejos obreros y de su derecho a considerar las fábricas como
propiedad colectiva.
4. El reconocimiento del derecho de huelga para los trabajadores.
5. El restablecimiento de sindicatos democráticos y la prohibición de sindicatos bajo control
gubernamental directo.
Si comparamos estas reivindicaciones con las presentadas por los delegados del distrito décimo
primero, parece a primera vista que los obreros hubieran redactado estas últimas en forma
menos contundente y las hubieran presentado de manera más prudente. Mientras que la
resolución del distrito décimo primero hablaba de una ampliación generalizada del alcance de los
consejos en los campos económico, social y cultural, esta vez los obreros solicitaban nada más
que el reconocimiento de los consejos. Asimismo, la resolución del distrito décimo primero exigía
que las fábricas, etc, se convirtieran en propiedad de los obreros, mientras que ahora
reclamaban sólo el derecho de los consejos a poseer las fábricas. Existe claramente una
diferencia de tono. Por último, la exigencia de sindicatos libres, aun que novedosa, es en
definitiva una reivindicación tradicional de la clase obrera. (Estas modificaciones fueron
probablemente tácticas.) Pero es interesante notar cuán cuidadosos fueron los obreros para
hacer que sus exigencias fueran aceptables. Nótese, por ejemplo, la completa ausencia de la
exigencia, incluida en la resolución del distrito décimo primero, de que los obreros deberían portar
armas.

Cuando se iba del lugar, la delegación le informó a Kádár que la huelga continuaría hasta
que se reconocieran las exigencias de los obreros. La respuesta de Kádár fue cortante,
arrogante y brutal. Los obreros podían hacer lo que quisieran, según dijo, si no querían trabajar,
eso era problema suyo, el gobierno podría ocupar su lugar. La delegación estaba en todo
su derecho de no reconocer al gobierno, pero eso no le molestaba en lo más mínimo, ya que
éste contaba con el apoyo de la Unión Soviética.

5. El mitin fundacional del Consejo Central
Las líneas telefónicas entraron en ebullición durante todo el día 14 de noviembre. Los
obreros se estaban preparando para su mitin, que iba reunirse esa noche, y los teléfonos no
paraban de sonar en las fábricas. Por la tarde, los delegados comenzaron a reunirse afuera de la
municipalidad de Újpest, y luego se dirigieron a la fábrica Egyesült Izzó, ya que el edificio
municipal estaba ocupado todavía por las fuerzas armadas.

Es difícil señalar con precisión cuántos delegados se hicieron presentes en el lugar. Algunas
fuentes señalan que había entre 4.000 y 5.000 delegados, pero en la reunión real participaron
muchas menos personas. Es verdad que había multitudes de obreros, quizás rondan do los 4.000 ó
5.000, en el salón de recreación de la fábrica y en los alrededores, en razón de que había
otro mitin desarrollándose en el mismo momento. Al arribar al lugar, los delegados se mezclaron
con las multitudes de obreros, y así cuando el mitin se inició participa ron muchos obreros. No
queremos derrochar demasiados elogios acerca de la organización espontánea de este mitin,
sino más bien destacar que, a pesar de su importancia, éste hizo caso omiso de cualquier control
burocrático; ya que no había guardias en las puertas, ni encargados de disponer el orden de
los presentes. No sería del todo exagerado decir que había incluso un cierto desorden
imperante en el lugar. Pero señalar esto, es en sí mismo llamar la atención sobre un factor muy
importante, es decir, que la puesta en pie del Consejo Obrero Central contó con la


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aprobación de una “asamblea” obrera. Esta fue un parlamento donde tanto representantes como
representa dos tuvieron derecho a hablar por igual. Desorden seguro que había, ¡pero era un
desorden vital!

(Si se contempla la composición del mitin, hay dos características dignas de mención.) La primera
es que muchos de los delegados más viejos habían sido militantes del movimiento obrero
durante años. Habían hecho sus primeras armas en las luchas sindicales durante la época de la
República de los Consejos en 1919, y también en el Partido Socialdemócrata. Durante la
era stalinista, muchos de ellos habían ido a parar a la cárcel por sus ideas y actividades
socialistas. Muchos de ellos habían sido militantes del Partido Comunista en el período que
siguió a la guerra, cuando éste había sido un partido verdaderamente obrero. Luego, a medida
que pasaron los años, y ellos siguieron siendo trabajadores, se dieron cuenta de “la gran estafa”,
ya sea desde dentro de una celda, o en la periferia del movimiento. Para tomar un ejemplo, el 90
por ciento de los miembros del consejo obrero del Conglomerado de Sistemas Telefónicos habían
sido miembros del partido.

La otra característica notable, tanto de los consejos como del mitin mismo, era el rol importante
desempeñado por los jóvenes. Casi la mitad de los delegados y miembros eran jóvenes obreros
de entre 23 y 28 años de edad. Debemos recordar a los lectores que estos jóvenes solamente
contaban con 12 ó 17 años en el momento del colapso del viejo régimen en 1945, y que por lo
tanto nunca habían pasado por la experiencia de la “democracia popular”.

Casi todas las grandes industrias estaban representadas allí. Ocho o nueve de los distritos de
Budapest estaban también representados ya sea indirectamente, por medio de las grandes fábricas,

o directamente, en la persona de un delegado proveniente de un Consejo de Distrito, quien
entonces representaba a varias fábricas. También había un puñado de delegados provenientes de
las provincias, destacándose la presencia de dos de los consejos obreros más activos, los de
Borsod (una región industrial) y Györ (una ciudad industrial). También se hicieron presentes
algunos intelectuales, ya sea como representantes de diferentes organizaciones intelectuales o a
título personal. Las pro fusión de afirmaciones acerca de la necesidad histórica del mitin
realizadas en el discurso de apertura revelaba que los obreros sólo tenían una idea muy
vaga de las tareas concretas, los métodos y las tácticas que serían necesarias para coordinar
y unificar a los consejos obreros. Pero a pesar de la incertidumbre que envolvía a la
decisión sobre las tareas inmediatas a realizar, los obreros eran muy claros, y se mostraban muy
resueltos, acerca del programa que deseaban llevar adelante y las reivindicaciones que querían
plantear. (La redacción del programa general del Consejo Central fue muy expeditiva.) Esto se
veía reforzado por el hecho de que: “.. en el mitin fundacional todos, aunque provinieran de
diferentes fábricas, querían exactamente lo mismo, como si se hubieran reunido antes para
coordinar sus ideas.”
Este programa era casi idéntico al conjunto de reivindicaciones formuladas anteriormente. La
resolución y el conjunto de las reivindicaciones que los delegados del consejo del distrito décimo
primero le habían presentado a Kádár esa misma mañana condensaban la voluntad unánime
de los obreros, tal como se demostró cuando fue ron leídas nuevamente en el mitin. Pero había,
sin embargo, algunas diferencias pequeñas pero importantes. Delegado tras delegado, todos ponían
particular énfasis en exigir que “las fábricas no deben transformarse en propiedad capitalista,
sino en propiedad verdaderamente colectiva”. El otro punto importante que los delegados
resaltaban estaba relacionado con la exigencia de un sistema multipartidario: los obreros
querían solamente disponer de aquellos partidos que reconocieran los logros socialistas, y que
estuvieran basados en principios socialistas.

Los oradores también ponían el acento en consignas “nacionales” generales. Los delegados
expresaban el vivo deseo sentido por aquellos a quienes representaban de que las tropas
soviéticas se retiraran, que volviera Imre Nagy al poder, que hubiera garantía de derechos
democráticos, etc. (Se formuló un programa en el mitin, pero el problema de su implementación
quedó sin resolver.) Aunque todos los delegados subrayaron el hecho de que el consejo no


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reconocía al gobierno de Kádár, sino que reconocía al gobierno de Nagy como el único de
carácter legítimo, ninguno señaló por qué medios se podía hacer a este último retornar al poder.

(Luego de un cierto debate) Báli tomó la palabra. Informó acerca de la conversación que había
tenido con Kádár (2) y resumió sus conclusiones diciéndole a los delegados que los obreros de
Belojannis ya estaban al tanto de estas negociaciones y habían aceptado su propuesta. El
punto de partida para los obreros debía ser el no reconocimiento del gobierno de Kádár.
Pero al mismo tiempo tenían que construir una organización para enfrentar al gobierno. Sólo a
través de esta organización podrían ellos arrancar las necesarias concesiones de manos de
Kádár. Los delegados debían poner en pie un Consejo Obrero Central, que respaldado por la
huelga general, elaboraría el programa con las reivindicaciones obreras, y se las comunicaría al
gobierno. Y hasta que estas reivindicaciones no fueran aceptadas, la huelga continuaría.

Uno tras otro, los delegados se pusieron de pie y se declararon a favor del plan de Báli.
Subrayaron que la negativa de Kádár sólo podía significar que era necesaria una masiva
demostración de fuerza de la clase obrera, con el fin de forzar la aceptación de sus
reivindicaciones. También significaba que la creación de un Consejo Obrero Central era una
tarea muy urgente.

Varios delegados, no obstante, fueron todavía más lejos. Algunos de ellos plantearon la idea de
que había que poner en pie un consejo centralizado nacional, para representar a todos los obreros
a lo largo y a lo ancho del país; una propuesta que se caía de maduro y que fue recibida con
mucho entusiasmo por muchos de los delegados. Sin embargo, algunos delegados objetaron
que no tenían ningún manda to de formar algo más grande que un Consejo Obrero Central del
Gran Budapest, y que además, dada la ausencia de tantos delegados provinciales no se podía
tomar una decisión semejante. (Esto es importante) porque muestra que la cuestión de formar un
Consejo Nacional no era abordada simplemente desde el punto de vista de la viabilidad política,
sino, lo que es más importante aún, en un espíritu democrático. Para los obreros húngaros y
para sus delegados lo más importante sobre los consejos era precisamente su naturaleza
democrática. Había una relación muy estrecha entre los delegados y el conjunto de la clase obrera:
los delegados fueron elegidos con el único propósito de llevar adelante los deseos de los obreros,
y es digno de notar que los obreros frecuentemente revocaban a aquellos delegados que se
apartaban de su mandato. No les gustaban los delegados que eran demasiado
“independientes”.

La insistencia en el procedimiento democrático se evidenció más de una vez en el transcurso del
mitin. Una y otra vez, los delegados insistían en que los consejos existentes eran solamente
organismos provisionales, y que se debían realizar elecciones generales en las fábricas y los
distritos tan pronto como fuera posible, con el fin de votar consejos que contaran con la
confianza plena del conjunto de la clase obrera.

El mitin votó por unanimidad la constitución de un Consejo Obrero Central del Gran
Budapest, ordenó que se transmitiera la decisión a los obreros que aguardaban en el salón de
recreación de la fábrica. Pero al mismo tiempo se percataban de que un anuncio semejante no
satisfaría a los obreros, quienes sobre todo deseaban un plan de acción. Así, se propuso la
creación de un comité, compuesto de un miembro en representación de cada distrito, con el
fin de redactar una resolución que sería sometida a votación.

6. El Comité
Lamentablemente, quizás nunca sabremos todos los nombres de las 20 ó 22 personas que
se retiraron para preparar la resolución. (Pero la composición general del comité está clara a
partir de la lista incompleta que tenemos en nuestro poder.) Al igual que los consejos de fábrica,
estaba compuesto de una proporción balanceada de jóvenes y adultos. Los jóvenes habían crecido
en el período de la “democracia popular”, y su experiencia era en consecuencia muy diferente de
la de sus mayores, que habían vivido bajo el sistema capitalista. Estaban habituados a la
política comunista, a la propiedad nacionalizada, a la planificación económica y a todo lo demás.


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De hecho, no conocían nada más. Para aquellas personas que no están muy familiarizadas con la
vida de la clase obrera en una “democracia popular”, esos jóvenes deben resultarles un tanto
enigmáticos, en el sentido de que podían rechazar el sistema socialista vigente, mientras que
al mismo tiempo aceptaban las ideas socialistas en forma consciente y sistemática. ¿Pero
existe realmente alguna contradicción en una situación en la cual los obreros rechazan un
tipo de socialismo impuesto desde arriba en favor de un “socialismo desde abajo”?

Los miembros de mayor edad hombres como Sándor Báli, Jószef Balázs y Sándor Balázs habían
tomado parte en las luchas libradas por el sindicato metalúrgico en los duros años que
precedieron a 1945. Durante el régimen de Horthy, e incluso antes, aquél había sido uno de los
sindicatos más activos, y sus actividades revolucionarias le habían ganado una reputación
combativa, siendo considerado, indiscutiblemente, el destacamento de avanzada del movimiento
obrero. En cuanto a los oficios de los cuales provenían los miembros del comité, siete de los diez
miembros cuyos nombres son conocidos eran obreros metalúrgicos, a los cuales se sumó más
tarde un octavo miembro, Sándor Rácz. Había cuatro ingenieros, tres de los cuales eran
aprendices. Es interesante destacar que muchos de estos obreros metalúrgicos hacían
herramientas, un trabajo que requiere un alto grado de inteligencia. Los obreros que fabrican
herramientas trabajan individualmente, y no tienen nada que ver con la producción en masa,
siendo considerado un aristócrata entre los obreros metalmecánicos. En Hungría, era este sector
altamente calificado de los obreros el que había nutrido durante muchos años las filas de los
hombres más destacados del movimiento obrero.

(No quedaron registros de lo que sucedió durante la reunión del comité, excepto que hubo
una larga discusión acalorada que culminó en la redacción de una resolución). Aprobaron la
propuesta de Báli y decidieron poner en pie el Consejo Obrero Central del Gran Budapest,
manifestando que ellos no tenían autoridad como para crear un Consejo Nacional, sobre todo
teniendo en cuenta que como algunos delegados explicaron más tarde, había incluso algunas
fábricas de Budapest que no estaban representadas. Su primera tarea era, de hecho, incorporar a
esas fábricas a la organización para así fortalecer la posición del consejo.

El Consejo Obrero Central aprueba la siguiente propuesta: los consejos obreros se constituirán en
todos los distritos de Budapest, bajo la dirección de las grandes fábricas, y estos enviarán sus
delegados al Consejo Obrero Central del Gran Budapest.

Al mismo tiempo, el consejo decidió reunirse con el gobierno para informarle acerca de la
formación del mismo, y plantearle sus reivindicaciones. Con este fin, el comité de delegados
redactó una declaración que daba cuenta de la formación del consejo y de sus exigencias. Allí se
lee lo siguiente:

“Hoy, 14 de noviembre de 1956, los delegados de los consejos obreros distritales
constituyeron el Consejo Obrero Central del Gran Budapest. Al Consejo Obrero Central se le ha
otorgado la facultad de negociar, en nombre de los obreros de todas las fábricas de Budapest, y de
decidir acerca de la continuación de la huelga o de un eventual retorno al trabajo. Nosotros
declaramos nuestra lealtad incondicional hacia los principios del socialismo. Consideramos los
medios de producción como propiedad colectiva, a la cual estamos dispuestos a defender en
todo momento.

1. Nosotros, los obreros, consideramos que el restablecimiento de la ley y el orden sólo se puede
lograr bajo la dirección de un líder que cuente con la confianza del pueblo. Por lo tanto,
proponemos que el camarada Imre Nagy se haga cargo de los asuntos de gobierno.
2. Nos manifestamos en contra de que miembros de los antiguos servicios de seguridad del
Estado (la AVH) hayan sido incluidos en las nuevas fuerzas de seguridad. En nuestra opinión, los
hombres que componen estas nuevas fuerzas de seguridad deben ser reclutados entre las filas
de los jóvenes revolucionarios y entre aquellos miembros de la policía y el ejército que han
permanecido fieles al pueblo y a los obreros fabriles. La nueva fuerza de seguridad no
puede servir a los intereses de ningún grupo o partido particular.

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3. Exigimos la liberación inmediata e incondicional de todos los luchadores por la libertad,
incluyendo a Pál Maléter y sus camaradas.
4. Exigimos que todas las tropas soviéticas sean evacuadas sin retraso, de modo tal que las
relaciones amistosas entre nuestro país y la URSS puedan ser fortalecidas. Se nos debe dar la
oportunidad de poner a nuestro país de pie nuevamente por medios pacíficos.
5. Exigimos que se ponga fin a la propagación de informaciones falsas en la radio y la prensa.
6. Hasta que nuestras exigencias no hayan sido satisfechas, sólo aquellas fábricas necesarias
para la vida cotidiana del pueblo. Los trabajos de mantenimiento y de reconstrucción sólo
serán llevados adelante en la medida en que lo requieran las necesidades urgentes de la
economía nacional.
7. Exigimos la abolición del sistema de partido único y el reconocimiento sólo de aquellos partidos
que se basen en principios socialistas.
8. Volveremos al trabajo tan pronto como hayamos recibido una respuesta satisfactoria a
nuestras reivindicaciones.”
Una vez que se hubo terminado la declaración, el comité designó a un grupo para que se
reuniera con Kádár esa misma noche. Entre 12 y 15 personas de las que estaban presentes
esa noche fueron invitadas a participar de la delegación, que estaba encabezada por Dévényi,
el delegado de Csepel. Las diferentes resoluciones, etc, fueron finalmente aprobadas y presentadas
a los obreros, quienes votaron unánimemente a favor de ellas. Y así fue que nació el
Consejo Obrero Central del Gran Budapest.

7. La búsqueda de un acuerdo
(La delegación se dirigió a la reunión con Kádár, cuya actitud fue más conciliadora que la que
había mostrado ante delegaciones anteriores, como si se hubiera dado cuenta de lo que tenía esta
vez frente a sí). Este se negó a brindar una respuesta de conjunto a sus reclamos, ya que de
haberlo hecho, esto hubiera conducido a una discusión “peligrosa sobre la significación del
Consejo Obrero Central mismo. En cambio, adoptó una actitud “gradualista”, abordando cada uno
de los reclamos por vez. En lo que a las formas se refiere, sus respuestas fueron
explícitas y de tono conciliador, mostrándose amable y llegando a reconocer la naturaleza
de los reclamos que le efectuaban. Pero en realidad, no cedió un ápice de terreno, y la
delegación esperó en vano que Kádár brindara una respuesta a sus reclamos.

Para cuando la reunión hubo finalizado, quedó muy claro que Kádár no estaba en condiciones
de garantizar nada. En verdad, cualquier concesión efectuada por el gobierno no habría hecho más
que aumentar la fortaleza y la influencia del Consejo Obrero Central, y esto habría tenido un
impacto tremendo sobre el destino del gobierno. Así, políticamente, la primera confrontación
clarificó las posiciones encontradas, pero el resultado fue un impasse generalizado.

Al día siguiente, el 15 de noviembre, los miembros del Consejo Obrero Central se reunieron
nuevamente en la fábrica Egyesült Izzó en Újpest con el fin de discutir el estado de la situación
luego de las negociaciones con Kádár, y así discutir cuál era el paso siguiente. Báli propuso
que el Consejo Obrero Central continuara negándole todo reconocimiento al gobierno de Kádár,
pero sin ignorar, al mismo tiempo, del todo su existencia. Sostuvo que un reconocimiento
meramente formal a aquél no podía implicar, en la práctica, el darle la espalda por completo. Y
esto era así, sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que la huelga general no podía
continuar indefinidamente, ya que los obreros no tenían suficientes reservas de alimentos ni
de dinero, y se verían obligados por la fuerza de la necesidad a volver al trabajo. Esto
conduciría a un debilitamiento y a una eventual extinción de la huelga.

Por otra parte, continuó diciendo Báli, los consejos obreros sólo podrían funcionar adecuadamente
si los obreros estaban en sus pues tos de trabajo en las fábricas. Continuar con la huelga a


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cualquier precio conduciría, tarde o temprano, a la difusión del descontento entre los trabajadores, y
al aislamiento de los consejos. La huelga entonces colapsaría, provocando a su vez una
disminución de la militancia obrera. Pero si el Consejo Central decidía llamar a los obreros a
volver al trabajo, a cambio de ciertas concesiones arrancadas al gobierno, entonces el nivel de
militancia obrera se mantendría. A su vez, los consejos no se aislarían de los obreros, ya que
tendrían un con tacto cotidiano con ellos en las fábricas. Por muchas razones, la huelga general
había dejado de ser una táctica viable, convirtiéndose en un arma que perjudicaría más al
pueblo que al gobierno.

Al optar por no llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias, la única alternativa que le quedaba
al consejo era buscar una solución de compromiso. Pero esto los confrontaba con un serio
problema: ¿cómo iban a forzar al gobierno a llegar a una solución negociada, y a garantizar su
vigencia, siendo que éste no mostraba señales de ceder en lo más mínimo? ¿Y qué derechos
debían tratar de garantizar para los obreros en el marco de aquel compromiso? La
propuesta formulada por Báli brindaba una cierta respuesta: los obreros debían, en su opinión,
reafirmar el derecho de huelga y exigir varias concesiones de envergadura a cambio de un
retorno al trabajo. (Aquí debemos hacer una breve digresión y discutir las ideas políticas de los
obreros antes de que prestemos atención a las decisiones genuinas del consejo.)

La intención de los obreros era poner en pie un cuerpo representativo que estuviera
autorizado para negociar en su nombre. Los delegados se reunieron con el exclusivo propósito
de crear una organización semejante, ya que los obreros no querían dotarse ni de un partido ni
de un sindicato que los representara, y era en consecuencia necesario formar un organismo
centralizado para coordinar la lucha de los consejos. Tal como afirmaba la decisión del Consejo
Central con fecha del 14 de noviembre, éste contaba con “el poder de negociar en nombre de los
obreros”. Parece claro que los obreros no pensaban en tomar el poder, como mostraba el discurso
de Báli, y que el consejo era más bien considerado como un organismo de oposición.

Aquí hallamos una contradicción. Tal como declaraba su Consejo Central, los obreros no deseaban
tomar el poder, pero aún así, en la práctica estaban haciendo todo lo necesario para esto: en
particular, habían organizado una oposición política que era poderosa y dinámica.

Las razones para rehusarse a tomar el poder eran tanto teóricas como prácticas. Si ellos
aceptaban la posición teórica de Báli, entonces no podían dotar a los consejos obreros de poder
político, ya que como Báli explicaría más tarde, en ocasión de ulteriores negociaciones con el
gobierno el 25 de noviembre:

“Fue la clase obrera la que puso en pie los consejos, ya que por el momento, son las
organizaciones económicas y políticas que los obreros están respaldando... Sabemos muy bien
que los consejos obreros no pueden ser organizaciones políticas. Hay que entender que
somos completamente conscientes de la necesidad de contar con partidos políticos y sindicatos.
Pero si aceptamos, por el momento, que no hay ninguna oportunidad real de poner en pie estas
organizaciones, entonces no tenemos más opción que concentrar todas nuestras fuerzas en un solo
frente, mientras esperamos y vemos cómo se desarrollan las cosas. No debemos, y en verdad no
podemos, hablar de sindicatos hasta que llegue el momento en que los obreros húngaros
hayan echado sus cimientos y hayan recuperado el derecho de huelga... Nosotros sabemos que
los consejos obreros se convertirán en órganos directrices de la economía del país, y por
supuesto, esto nos llena de entusiasmo. Pero no queremos cometer el mismo error que el
partido cometió en el pasado, cuando era al mismo tiempo amo y señor del país y las fábricas, y
la única organización que representaba los intereses de los obreros. Si nosotros cometemos el
mismo error, entonces volveremos al punto de partida. Queremos que los consejos obreros dirijan
los asuntos económicos del país, y que los sindicatos tengan el derecho de ir a la huelga y de
ocuparse de todos los asuntos que conciernen a la protección de los intereses obreros”.

Báli y los otros miembros del Consejo Obrero Central contemplaban la posibilidad de tres tipos
de organizaciones obreras: primero, los consejos, que regirían la vida económica del país; en
segundo lugar los sindicatos, que defenderían y representarían los intereses de los obreros; y


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en tercer lugar, los partidos políticos, que serían socialistas. No había ningún problema en cuanto
a esto, ya que cada una de estas organizaciones tenía un lugar perfectamente justificable en la
sociedad y en la vida de los obreros.

En teoría, entonces, Báli no quería darle el poder a los consejos. Pero en la práctica, él
reconocía la necesidad de que desempeñaran un papel político. ¿Entonces por qué no consideraba
la opción de tomar el poder y poner en pie un sistema de acuerdo con sus ideas? Porque había,
además, consideraciones políticas, en particular la muy delicada posición internacional de Hungría,
que la intervención soviética había puesto al desnudo con toda crudeza. La Unión Soviética había
actuado arbitrariamente y había puesto a Kádár en el poder, con el resultado de que
cualquier intento por tomar el poder hubiera sido equivalente a un ataque contra la Unión
Soviética... El consejo se percataba de que, en primer lugar, un recambio del gobierno hubiera
conducido inevitablemente a una lucha armada y esto era imposible luego del 4 de noviembre,
y en segundo lugar, el gobierno de Kádár, instalado por los rusos, seguiría en el poder más allá
de los contactos que hubiera entre el Consejo y la Unión Soviética. En otras palabras, en el
acto mismo de hacer gestos hacia la Unión Soviética (como algunos intelectuales proponían), el
Consejo Central tendría que negociar con Kádár. Entonces, sólo les quedaba una alternativa: tratar
de forzar una solución negociada. En otras palabras, su política tenía que consistir en plantear una
oposición.

Finalmente, debemos recordar al lector acerca del principio político fundamental al que adherían
los obreros, que también evitaba que el consejo levantara una política hacia la toma del
poder. Nos estamos refiriendo al espíritu democrático reinante entre los obreros, que simplemente
no les permitía actuar en nombre de los campesinos y los intelectuales sin un mandato. Una
cosa era desarrollar la naturaleza representativa del consejo y su sistema de alianzas hasta
el punto en que éste pudiera hablar y actuar en nombre del pueblo entero, y más tarde
el Consejo Central iba a hacer esto; pero contar con semejante carácter representativo
desde el momento de su formación era una cosa muy diferente.

En opinión de los miembros del Consejo, la intransigencia del gobierno no dejaba a los
obreros otra opción más que una política de negociación, ya que era imposible, por
ejemplo, imaginarse al gobierno retrocediendo sobre la cuestión capital del retorno del gobierno
de Nagy. Por otra parte, había que llegar a un acuerdo según términos aceptables, declaraban
los miembros del consejo, y esto los obligaba a demostrar su fortaleza.

El Consejo Obrero Central, por lo tanto, decidió que reabriría las negociaciones con Kádár y
propondría un retorno al trabajo el 19 de noviembre, siempre y cuando Kádár prometiera
negociaciones con los rusos tendientes a lograr el retiro de sus tropas y la integración de Imre
Nagy al gobierno. En el curso de la discusión, varios miembros del consejo llamaron la atención
acerca de la respuesta extremada mente desfavorable que provocaría el llamado a volver al
trabajo. Les parecía que el consejo iba a tener una dura colisión con los obreros, que estaban
enormemente descontentos, pero los oradores expresa ron no obstante su confianza de que
finalmente esto sería lo mejor, ya que si los obreros aceptaban finalmente volver al trabajo,
entonces responderían a cualquier nuevo llamado a la huelga que el Consejo Central lanzara
en el futuro.

Estas decisiones fueron publicadas al día siguiente, y se conocieron como las decisiones del 16
de noviembre. Y así, nosotros, el Consejo Obrero Central del Gran Budapest, nos convertimos
en la organización reconocida de la clase obrera de la ciudad de Budapest.

Notas:

1.
Traducción del inglés de la versión publicada en International Socialism Reprint NP 2, 1980,
reimpresión de International Socialism 18, 1964, en http://www.marxists.de/statecap/index.htm. Los
traductores al inglés realizaron la siguiente aclaración: “En conmemoración de su octavo
aniversario (de la Revolución Húngara, NdT), hemos decidido publicar una versión abreviada de
la crónica de Balász Nagy sobre la formación del Consejo Obrero Central en los suburbios de

B. Nagy, El Consejo Obrero de Budapest de 1956 www.sinpermiso.info
Budapest. Esta apareció por primera vez en francés, en el volumen titulado Etudes sur la
Révolution Hongroise, editado por el Instituto de Estudios Políticos Imre Nagy en Bruselas
en 1961. El Instituto volvió a imprimirlo como folleto separado, y es de ahí de donde se ha
efectuado la presente traducción. Por razones de espacio, gran parte del material de Nagy
tuvo que ser omitido, pero esperamos que esta selección no haya distorsionado demasiado el
relato original. En la presente versión se han omitido todas las referencias a las distintas
fuentes, así como también una extensa sección conteniendo el comentario del propio
Nagy acerca de los eventos. Donde se han añadido pasajes a modo de conexión, éstos
están indicados entre paréntesis. No obstante, el conjunto del texto es una traducción bastante
literal del propio relato efectuado por Nagy”.

2. Báli encabezaba la delegación que se había reunido con Kádár esa mañana.
Balász Nagy (1927-2015), revolucionario húngaro que participó en el “Círculo Petöfi” y en el Consejo Obrero Central de Budapest
en la Revolución húngara de 1956. Exiliado en Francia posteriormente, fue director del Instituto Imre Nagy de Bruselas y dirigente
de una de las corrientes de la IV Internacional.

http://www.ceip.org.ar/Introduccion-Este-libro-es-la-compilacion-de

In
Sin Permiso
http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/nagyconsejos.pdf
30/8/2015

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